El domingo 24 de febrero de 1957, aproximadamente a las 19:00 horas, se recibió vía telefónica en el Control de la jefatura de policía, el aviso de uno de los asaltos más inverosímiles que hubieran pasado hasta ese entonces.
Se trató de un evento que le ocurrió a una guapa mujer de nacionalidad venezolana, pero radicada en los Estados Unidos, ya que era actriz de la pantalla grande y que, no hacía mucho, había arribado a nuestro país.
En la jefatura de policía no hubo gran alarma, pues el domingo era apacible y al parecer nadie tenía prisa por resolverle la vida a nadie. ¿Un robo en un departamento? ¿El topacio más grande del mundo? Parecía historia falsa.
Así que el encargado de control le pasó la investigación a la 19a compañía de policía; por lo cual el comandante Cervantes acudió al lugar indicado para hacerse cargo personalmente del caso.
Hasta ese momento, nada resultaba extraño a los ojos de los agentes, hasta que conocieron la identidad de la afectada, así como los nombres de algunas de las amistades con quienes convivía.
Acto seguido, Francesca de Scaffa (que también se hacía llamar Francesca de Borbón y Saezza) acudió a la jefatura de policía para levantar el acta correspondiente. La actriz les explicó a los agentes todo lo concerniente con su llegada a México, les indicó los nombres de sus amistades (que pidió a los periodistas mantener en secreto para no meterlos en líos).
Asimismo, narró qué fue lo que hizo durante aquél día y luego se puso en contacto con su abogado, un conocido aquí en México por sus frecuentes nexos con asuntos policiacos, quién hacía dos semanas aproximadamente, a la llegada de Francesca, la recibió en el aeropuerto llevándole mariachis para darle la bienvenida; ese hombre se llamaba Bernabé Jurado.
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EL CRIMEN SÍ SUCEDIÓ PERO...
El lunes 25 de febrero, cerca del mediodía, un buen número de periodistas, fotógrafos y camarógrafos acudió a la casa donde ocurrieron los hechos. Transcurrieron casi noventa minutos, en los cuales pidió que la esperaran un momento para estar en óptimas condiciones de recibirlos.
Dijo, por principio de cuentas, que era Francesca de Scaffa, actriz de profesión y que estaba casada con el actor Bruce Cabot, a quien se había relacionado con otro robo hacía varios años antes y también en México. Afirmó que su intención era divorciarse y para ello pensaba permanecer en México durante tres meses, tiempo en el cual Bernabé Jurado la ayudaría.
¿DATO O PISTA O RUMOR...?
El coronel Manuel Mendoza Domínguez del Servicio Secreto fue informado por sus agentes que el robo sí existió, ya que la forma de “fracturar” la cerradura era consistente con el modo de operar de profesionales.
Sin embargo, se mostraron un tanto escépticos en relación con el monto robado, claro está que no dijeron que no tuviera las joyas o que no valieran los 4 millones que según ella afirmaba, pero era extraño que algo tan valioso no fuera resguardado con toda la seguridad que se requería.
Francesca dijo que como a las 14:30 horas del domingo se reunió con su amiga Jacqueline Evans y otros amigos, cuyos nombres se reservó, a efecto de que fueran a la corrida de toros.
Cerca de las 15:00 horas salieron todos, encargándose su madre de cerrar la puerta. Le dio, como de costumbre, dos vueltas a la llave y se encaminaron rumbo al Restaurante 123, donde almorzaron; después se dirigieron a la Plaza de Toros a presenciar el espectáculo.
Cerca de las 19:00 horas regresaron y, de nueva cuenta, la madre de Francesca se encargó de abrir, pues ella llevaba la llave. Cuando la introdujo en la cerradura sintió que la puerta “se le iba” y dijo: “Oye, Francesca, parece que dejé abierta la puerta al irnos”.
Nadie comentó más sobre este hecho y penetraron en el departamento sin imaginar lo que estarían por descubrir.
De pronto, un grito de sorpresa salió de los labios de la guapa artista al ver tirada al pie de la escalera la cajita de madera forrada con terciopelo azul que utilizaba como alhajero. Al tomarla en sus manos y abrirla, se percató de que nada había en su interior, entonces dijo:
“Tomé las cosas con calma y quizá sin darme cuenta de lo que me pasaba. Jacqueline procuraba calmarme, así mi mamá. Fui a mi alcoba, para ver qué otra cosa se habían llevado los ladrones; encontré todo en orden. No faltaba más que el alhajero que había dejado sobre el buró junto a mi cama. Las pieles que traje y que son muy finas allí estaban, no les gustaron para llevárselas”.
El actor estadounidense Bruce Cabot tenía una negra reputación que daba mala sombra a quien se rodeaba con él. Era visto en la pantalla grande, en papeles de gánster, siempre un hombre corrupto.
Bruce, en aquel entonces, era esposo de Francesca de Scaffa y, a decir de ella, era un individuo soberbio, ya que durante su carrera ganó mucho dinero, pero al poco tiempo lo gastaba todo, ya que se daba una vida de lujos y excesos hasta quedar prácticamente con casi nada, aunque debería ser millonario.
Previo al evento suscitado en 1957, unos 10 años aproximadamente, también estuvo involucrado en otro escándalo muy sonado en su momento, cuando se dio a conocer el robo de una hermosa joya que era propiedad de la marquesa de Olay, esposa del noble español conocido como el marqués de Olay.
En ese entonces, Bruce Cabot se encontraba en México y se hizo amigo de la marquesa y juntos recorrían las noches en cabarets de la época. El evento ocurrió una noche, cuando la marquesa de Olay vestía impecable y hermosa. Se dirigieron al Club Héroes, en la calle de París, donde entre bebidas y bailes discurrió con Bruce.
Ya por la madrugada regresaron al hotel, pero cuando estaba en una de sus habitaciones, la marquesa se dio cuenta de que le faltaba la joya: un prendedor cuajado de brillantes.
Pese a la investigación llevada a cabo por agentes de todas las policías de México, no pudieron dar con la gema. Uno de los principales sospechosos era Cabot, aunque jamás se descubrió la verdad, pero se sospechó que sería un acto de publicidad. Del actor gansteril ya no se supo nada, pero cuando se dio a conocer la noticia de lo ocurrido a Francesca, de inmediato las plumas de algunos reporteros comenzaron a especular, debido a que Cabot, en ese momento, se encontraba en Roma, por lo cual era improbable que tuviera relación directa.
EL SOSPECHOSO AFIRMABA SER AMANTE DE LA ARTISTA
Un norteamericano con antecedentes policiacos fue detenido por agentes del Servicio Secreto, pues en torno a éste giraban las pesquisas para aclarar cuánto había de cierto en el fabuloso robo de joyas. El extranjero sospechoso afirmó que entre él y la actriz había existido un romance, aunque después su actitud se tornó hostil y se dedicó a calumniarla. Asimismo, se dijo inocente, aunque aceptó que su pasado era turbio.
Durante las primeras 24 horas, la policía formuló dos hipótesis respecto al hurto que denunció Francesca: la primera, se pensaba que el sospechoso detenido, en complicidad con algún amigo, pudo haber cometido el robo; segunda, que alguno o varios ladrones profesionales del hampa capitalina dieron el golpe en el departamento de la artista azarosamente y, en realidad, no sabían el tesoro con el que se toparían.
ANTONIO LEMUS, MEJOR CONOCIDO COMO TONY
El jefe del Servicio Secreto, Manuel Mendoza Domínguez, informó a LA PRENSA que se detuvo a un sospechoso, que se hacía llamar Rudolph A. Melu, originario de Tampa, Florida, a quien sus amigos llamaban Tony, o El Calvo Tony. Su nombre era en realidad Rodolfo Antonio Lemus y se convirtió rápidamente en sospechoso debido a una serie de inconsistencias extrañas.
Para empezar, él fue quien invitó a pasear a la actriz el domingo cuando se cometió el hurto. Luego, cuando fue llamado para aclarar algunos puntos, cometió algunas indiscreciones en sus declaraciones, aunque como todo el tiempo estuvo en compañía de la guapa mujer, se infirió que no podía ser el ladrón material pero...
No obstante, la policía pensaba que el culpable o culpables ya sabían qué iban a robar, por razón de que dentro del departamento no revolvieron nada como lo hace normalmente un ratero vulgar, sino que fueron directo a donde estaba el cofrecito lleno de joyas.
Eso motivó la inmediata detención de Rudolph, quien espetó: “Soy inocente”. Sin embargo, al ser interrogado confesó que tenía antecedentes por robo en la ciudad de Nueva York.
DUDAS EN TORNO A QUE ELLA NO TENÍA ALHAJAS
De acuerdo con Lemu o Lemus, era mentira que Francesca tuviera tantas alhajas, ya que él únicamente había constatado la existencia de un collar, pero no de mucho valor.
El detective Manuel Mendoza Domínguez manifestó creía que ella pudo haber mentido respecto al valor de cuatro millones de pesos que valían sus joyas. Él creía que aprovechó la ocasión para abultar mucho el monto del robo.
Sin embargo, lo más sustancioso de la investigación se relacionaba con el abogado del hampa, Bernabé Jurado, ya que mientras se cometía el hurto Tony vivía en casa del licenciado, quien había salido “de urgencia” rumbo a Buenos Aires. Pero como los contactos de ese personaje corrupto eran muchos, pronto supo todos los pormenores del atraco y por ello envió una carta a su hermana, en la cual preguntaba “como por casualidad” a sus familiares si Tony había conseguido el trabajo que iba a darle el gerente de la fábrica de camisas Arrow.
Tras 48 horas de investigación, los comandantes José Luis Haro Rodríguez y Rafael Rocha Cordero, quienes también investigaban el caso, informaron que en la puerta del otro departamento contiguo al de la actriz también se encontraron huellas de que intentaron forzarla.
Esta situación hacía suponer que posiblemente los responsables habrían sido ladrones vulgares del tipo “espadero”. De acuerdo con esa hipótesis, los rateros entraron al edificio por la parte de atrás, donde hay un garaje y subieron por una escalera de cemento en forma de caracol que conduce a los departamentos.
Pero, por otra parte, los detectives pensaban que no se trataba de delincuentes comunes, sino que sabían a lo que iban, ya que no demoraron revolviendo más cosas, como algunas pieles muy costosas que había. Y, para ese momento preciso de la investigación, el sospechoso que coincidía con las características de haberlo hecho internamente era únicamente Tony, El Calvo Lemus.
ENREDO EN LA TRAMA
Inmediatamente luego de que Francesca y su familia arribaran a México, el abogado del mal, Bernabé Jurado, le presentó a Tony. La actriz contó que Jurado lo había llevado al apartamento del edificio Vendome y allí tomaron algunos cocteles. Por su parte, el viejo Bernabé era conocido de la actriz, quien cinco años antes había radicado en nuestro país alrededor de cinco meses.
Se supo, al cabo de 72 horas, que Tony y Jurado eran viejos conocidos, y que incluso El Calvo Lemus vivía en la residencia del abogado. Luego de que los presentara a Francesca y Tony, éste regresó al departamento en varias ocasiones y desde entonces sabía dónde guardaba las joyas, puesto que ella se las mostró ingenuamente.
Del mismo modo, no se atrevía a sospechar de él y comentaba que no podría juzgarlo, porque lo peor que puede pasarle a uno es que se le acuse de algo siendo inocente.
No obstante, inmediatamente después del robo llamó por teléfono a casa de la afectada, so pretexto de informarle que había hablado con una hermana de licenciado Bernabé Jurado y ella le había dicho que el abogado y amigo regresaría en una semana, pero él había afirmado que habló con Francesca, pero en realidad habló con su amiga.
JURADO ARREGLARÍA EL DIVORCIO, COMO ARREGLÓ LO DE BURROUGHS
Para el abogado del mal no había imposibles, lo mismo sacaba del embrollo a los poetas que mataban a sus esposas “accidentalmente” por jugar al Guillermo Tell, que obtenía para sí mismo los amparos necesarios para evadir a la justicia luego de asesinar a un estudiante.
Bernabé Jurado era alguien a quien no se tomaba a la ligera y no sé sabe cómo o por qué se había convertido en representante de Francesca. Lo cierto es que ella quería que éste la ayudara con el divorcio y la pensión que les debía Cabot a ella y a su hija.
Es verdad que el actor se encontraba en Roma y que si volvía a Los Ángeles iría directo a la cárcel, porque aunque no estaban divorciados, legalmente sí separados.
Jurado estaba al tanto de todas las situaciones donde intervenía el dinero; de Cabot no era un secreto lo acontecido años antes con la marquesa de Olay, y, de algún modo sabía que allí había dinero.
Jurado era un abogado sin concesiones ni límites. Se valía de todos los trucos, desde falsificar documentos, sobornar jueces y, también por otra parte, al consumo de drogas, pues su vida discurría en los antros de moda de aquel entonces (el Waikikí, Catacumbas) adonde se amanecía con personajes de las más extrañas costumbres.
Tras 72 horas de investigaciones, los agentes secretos ya buscaban a un tercer hombre implicado en el hurto a la actriz venezolana, quien era amigo, nada menos que de Tony Lemu y de Bernabé Jurado.
Como consecuencia, los sabuesos del Servicio Secreto inmediatamente ataron cabos en relación con el abogado, pues era el protector de esa pareja de probables culpables.
La policía tomó muy en serio la investigación para aclarar el cuantioso hurto que denunció Francesca de Scaffa; al respecto, el jefe del servicio secreto Manuel Mendoza Domínguez mencionó que ya se había confirmado la participación de un tercer hombre, y aunque no precisó nombres, sí mencionó a un tal Julio Martínez.
INTERROGATORIOS SECRETOS
Tan pronto como Tony Lemu comenzó a desmoronarse, habló de un tercer hombre implicado en el atraco. El primer hombre era sólo un espejismo, al parecer, innombrable. El jefe del Servicio Secreto explicó que se demostraba su existencia, pues incluso su nombre había aparecido en un periódico con motivo del último incidente que tuvo el licenciado Bernabé Jurado, precisamente la noche en que llegó a la capital la bella Francesca de Scaffa.
Esa noche, como la policía ya lo tenía cercado, al salir del aeropuerto fue detenido, y en una inspección de rutina le encontraron una pistola, por la cual le iban a levantar cargos, aunque finalmente logró evadir a la justicia, pero huyó del país rumbo a la Argentina, justo dos días antes del robo. No obstante, la constante mención a un tal Julio Martínez llevó a creer que posiblemente ese sujeto hubiera sido el autor material del atraco, siempre cumpliendo con las instrucciones ya fuera de Tony o del propio Bernabé.
LA HERMANA DE JURADO ACUSA DEL ROBO AL TERCER HOMBRE
La sombra del abogado Bernabé Jurado se proyectó sobre la jefatura de policía en el momento en que el general Manuel Molina mostró a Francesca de Scaffa las joyas que le habían robado y que habían sido recuperadas, debido a la investigación dirigida por Mendoza Domínguez Bernabé Jurado al parecer era el presunto autor intelectual del robo de las alhajas; sin embargo, como se encontraba lejos, fue su hermana la que se unió a la trama para darle un sentido más cabal a la historia.
Consuelo Jurado de Pérez aseguró que no sabía que las joyas estaban bajo su poder. No obstante, admitió que sus sospechas fueron creciendo conforme leyó en los diarios lo que acontecía en torno al caso, y por tal motivo se puso en contacto con su abogado.
De acuerdo con lo que declaró Consuelo, aquel domingo en que ocurrió el crimen, ella se encontraba en su casa, cuando recibió la llamada de Tony, que preguntó si Bernabé había hablado por teléfono desde Buenos Aires. Después preguntó si alguien le había ido a dejar un paquete y ella contestó que nadie; pero como a las 20:30 horas llegó Julio Martínez. Desde la ventana se asomó y le preguntó sus intenciones a lo que él respondió que tenía un paquete para su amigo Tony.
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Cuando lo tuvo en sus manos se dio cuenta de que era un paquete envuelto en papel manila, aunque no preguntó nada respecto a su contenido y lo conservó intacto para entregarlo a Tony.
Más tarde otro día llamó El Calvo Tony, pues Julio le había referido que el paquete había sido entregado. No obstante, como Consuelo ya había visto en los periódicos que Tony estaba complicado en el robo, aconsejada por su abogado le llevó el paquete y en el despacho de Bernabé entregó el bulto al licenciado Sánchez Cabrera quien después se comunicó con los agentes del Servicio Secreto.
Lo demás terminó por clarificar el asunto, una vez que se recuperaron las joyas y se relacionó completamente a Tony Lemus y Julio Martínez, que eran los secuaces de Bernabé Jurado quien logró salirse con la suya una vez más, a pesar de que el caso quedó resuelto.
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