/ viernes 22 de abril de 2022

Masacre en la Buenos Aires: Seis jóvenes fueron detenidos, torturados y ejecutados

En este caso, la delincuencia se impuso y la justicia no pudo aclarar cómo ocurrió la muerte de seis jóvenes asesinados

El 9 de septiembre de 1997, a través de las páginas de El Periódico que Dice lo que Otros Callan, se dio a conocer el terrible caso suscitado el día anterior, donde se había desatado una balacera en la colonia Buenos Aires, en la cual se habían enfrentado presuntamente policías y particulares (entre los cuales había delincuentes, según las primeras versiones que se tuvieron de los hechos), y que tuvo como consecuencia el saldo de cinco personas muertas, tres heridas y tres desaparecidas, hasta ese momento, aunque a la postre se sabría de otros desaparecidos más.

En efecto, el 8 de septiembre, aproximadamente entre las 16:30 y las 17:30 horas, se dio a conocer al Ministerio Público de la Quincuagésima Agencia Investigadora que, momentos antes, se había desatado una balacera en las calles de Doctor Andrade y Viaducto, en la colonia Buenos Aires.

Asimismo, en ese reporte preliminar se estableció que había un cadáver, así como varias personas lesionadas. De acuerdo con esa primera versión que se difundió, al parecer en la confrontación se habían visto involucrados policías de la Secretaría de Seguridad Pública del Agrupamiento Fuerza de Tarea (Zorros) y supuestos delincuentes.

Al llegar al lugar de los hechos, se encontró dentro de un vehículo de la marca Ford Grand (Crown) Victoria, de color negro, con placas de circulación 231-FDX, el cuerpo sin vida de quien respondía al nombre de Guillermo Faustino Balderas Ramírez, de 21 años de edad, quien -se dijo- viajaba con su hermana Rosalba.

Durante la refriega, el joven Faustino resultó muerto y quedó tras el volante del coche que conducía, pero también resultó muerto el policía de la Secretaría de Seguridad Pública Pedro Pasarán Hernández, quien falleció en el Hospital Mocel por disparo de arma de fuego. Y, por otra parte, resultaron lesionados el policía de Seguridad Pública Óscar Manuel Bazán Figueroa, una vecina de nombre Juana Laura Ortiz Burgos y Juan José Solís Becerril, con lesiones que ponían en peligro su vida.


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DE LA LLUVIA DE PLOMO

De acuerdo con el testimonio de algunos vecinos y familiares de la colonia Buenos Aires, quienes presenciaron los hechos o que atestiguaron escenas de estos, se pudo conocer que los elementos de motopatrullas conocidos como Bengalas (Jaguares), llegaron disparando en todas direcciones, en especial contra el inmueble marcado con el número 430 de la calle de Doctor Andrade.

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De inmediato, algunos trataron de guarecerse para no ser alcanzados por un proyectil perdido, pero cuando terminó la balacera, inmediatamente se asomaron para saber qué había acontecido, por lo cual se percataron de que había quedado muerto el joven Faustino dentro del vehículo y de los lesionados que habían quedado sobre el asfalto, así como de la desaparición de varias personas, entre las que se encontraban Juan Carlos Romero Peralta, Óscar Iván Mora Lecea, Daniel Colín Enciso, Román Morales Acevedo y, al parecer, otras personas de las cuales no se precisaron los nombres.

Posteriormente, cuando parecía que la situación se había controlado y todo regresaba a la calma, se presentaron a declarar los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Agrupamiento Fuerza de Tarea (Zorros), quienes manifestaron que, luego de cumplir su servicio en el Centro Histórico, regresaban a su base a bordo de un camión designado para ello. Posteriormente, cuando circulaban por el cruce de Eje Central y Viaducto, encontraron gran congestionamiento vial, por lo que decidieron tomar un atajo y se dirigieron hacia la calle de Doctor Andrade, de la colonia Buenos Aires; no obstante, el tráfico era tan atroz que se quedaron varados.

MASACRE Y EJECUCIÓN

Como ya hemos contado, el 8 de septiembre de 1997, en el transcurso de la tarde, Eleazar Armando Pérez Zavala (del Grupo Jaguares) conducía su motocicleta en compañía de Óscar Manuel Bazán Figueroa y José Pedro Pasarán Hernández (del Grupo Zorros).

Frente al número 423 de la calle de Doctor Andrade se detuvieron. Allí se encontraba estacionado el Crown Victoria negro del cual descendieron dos de sus ocupantes y emprendieron la huida. Entonces, Eleazar accionó su metralleta en diversas ocasiones haciendo impacto los disparos en la humanidad de Guillermo Faustino Ramírez, quien murió instantáneamente. Eleazar continuó disparando en todas direcciones. Al mismo tiempo en que se desarrollaba esta escena, los acompañantes de Eleazar persiguieron a aquellos que antes habían escapado del automóvil negro, y durante la persecución resultó lesionado Daniel Colín Enciso.

A estos efectivos, los primeros inculpados en los crímenes de la Buenos Aires, se sumaron otros policías pertenecientes al Grupo Fuerza de Tarea (Zorros) unos; y otros pertenecientes al Grupo Especial de Disuasión (Jaguares), quienes ejercieron de inmediato violencia en contra de los supuestos delincuentes y de otras personas más, sin causa legítima, aparentemente.

Por otra parte, los agentes que posteriormente fueron indiciados de ambos grupos (Jaguares y Zorros), detuvieron a varias personas y los subieron a bordo de varias motocicletas para llevarlos hacia un camión de la extinta Ruta 100, donde los retuvieron y, después, se retiraron del lugar con rumbo desconocido.

Como consecuencia de lo anterior y de acuerdo con las diligencias practicadas en la indagatoria, ese mismo día, pero horas más tarde, tres de los desaparecidos de la colonia Buenos Aires fueron privados de la vida mediante disparos de arma de fuego, y, en este evento, particularmente fue señalado el oficial indiciado Eleazar Armando Pérez Zavala, quien conjuntamente con otros sujetos desconocidos habrían perpetrado el triple homicidio.

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MISTERIOSA EJECUCIÓN OPERACIÓN CARROÑA

Tal como lo dieron a conocer los reporteros de LA PRENSA, los cuerpos de tres jóvenes que habían desaparecido durante la balacera del lunes 8 de septiembre fueron encontrados al día siguiente, abandonados por el rumbo de las minas de Tláhuac.

Sin misericordia, les habían desfigurado el rostro y, encapuchados y maniatados, los habían ejecutado y masacrado a balazos con un arma calibre .9 milímetros. Los cuerpos habían sido encontrados por tres sujetos, quienes casi por casualidad se percataron del cuadro de horror y de inmediato dieron aviso a las autoridades. El lugar donde se encontraban los cuerpos no distaba mucho de donde el Agrupamiento Grupo Zorros tenía su cuartel, lo cual de inmediato prendió las alarmas sobre las implicaciones.

Entre las pertenencias de uno de los jóvenes, las autoridades encontraron un localizador (que en ese entonces se conocía como biper), por lo cual gracias a éste lograron dar con el nombre del dueño a quien contactaron para indicarle que la familia debía presentarse en la delegación Tláhuac para realizar el reconocimiento de un occiso, quien en vida respondía al nombre de Juan Carlos Peralta Romero y tenía 17 años.

De los otros dos jóvenes todavía tardarían un poco en ser reconocidos, pero finalmente se supo su identidad, eran nada menos que Daniel Colín Enciso y Óscar Mora Licea.

De acuerdo con los familiares de Juan Carlos, a su consanguíneo, así como a los otros dos jóvenes masacrados, se los habían llevado los policías de los grupos Jaguares y Zorros el día del enfrentamiento en la colonia Buenos Aires.

Te recomendamos: Ese infierno llamado News Divine, 12 personas fueron al matadero

TRIPLE HOMICIDIO

De acuerdo con las declaraciones del procurador General de Justicia del DF, Lorenzo Thomas Torres, no se descartaba que efectivos de la SSP estuvieran relacionados con el triple homicidio; no obstante, fue enfático al afirmar que las ejecuciones se debían a una “clara venganza entre grupos delincuenciales”. Por su parte, Jorge Peña Sandoval destacó que existía una serie de controversias respecto a las declaraciones de los 21 testigos que presenciaron el tiroteo y, derivado de esto, se tenían varias líneas de investigación. Asimismo, añadió que dos de los jóvenes masacrados contaban con antecedentes penales, pero en realidad, sus declaraciones parecían palos de ciego en un caso que se tornaba complejo.

INDIGNADOS FAMILIARES EXIGÍAN JUSTICIA PRONTA

Tres días después de la balacera y dos posteriores a que los cuerpos de los tres jóvenes que habían sido ajusticiados fueran encontrados, los familiares se disponían a darles digna sepultura. Aquel 10 de septiembre, por la noche, los indignados pobladores de la Buenos Aires realizaron una marcha rumbo a las oficinas de la PGJ DF, pues exigían el esclarecimiento de los hechos, pero sobre todo, castigo para los culpables y los responsables.

Pero todavía quedaba un largo trecho por recorrer en busca de la justicia. Era tiempo de llorar, pero no olvidaban lo que les habían hecho a los jóvenes, la brutalidad con la que acabaron con ellos.

Decían unas versiones que, incluso, a dos de ellos los mataron antes de llegar a las minas, a punta de golpes, mientras viajaban en el camión de la extinta Ruta 100. Otro de los motivos por los cuales la indignación crecía y se mantenía, era porque todavía quedaban tres jóvenes desaparecidos y temían que corrieran la misma suerte que los tres que se velaban ese día.

COMPLEJIDAD DEL CASO MÚLTIPLES VERSIONES

Durante el sepelio de Juan Carlos, varios vecinos se acercaron para presentar sus condolencias y, mientras algunos rezaban, otros intercambiaban observaciones de lo que había ocurrido aquel día de la balacera.

Según estas versiones, todo se debió a que cuando el camión de la desaparecida Ruta 100 pasaba por el cruce de Eje Central Lázaro Cárdenas y Eje 3, como los tripulantes del Crown Victoria creyeran que se trataba de un grupo de porros, el señor Guillermo Faustino Ramírez, dueño del automóvil, lanzó una botella contra la unidad de los policías que vestían de civil y pertenecían a Agrupamiento Zorros.

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Relataron, asimismo, que entonces el camión detuvo su marcha y, al descender los elementos, abrieron fuego contra el automóvil, así como hacia otras direcciones, creyendo que estaban siendo atacados.

Derivado de ese primer enfrentamiento, comenzó una persecución por dos elementos del grupo Zorros, quienes fueron apoyados por un elemento del Agrupamiento Jaguares que pasaba por el lugar, quienes persiguieron el auto hasta Doctor Andrade y allí se suscitó la balacera y el fallecimiento.

No obstante, esta versión se contradice con la que cuenta que quien terminó sin vida fue el hijo de Guillermo Faustino, del mismo nombre. Ya que en la otra versión se diría que una persona habría descendido por la puerta del conductor (el padre) y que otra (el hijo) intentó descender también por el mismo lugar, pero terminó muerto al volante.

VIVOS SE LOS LLEVARON; GUERRA CONTRA LA TEMIBLE DELINCUENCIA

El regente capitalino, Oscar Espinosa Villarreal, afirmó el viernes 12 de septiembre que la guerra contra la delincuencia sería sin cuartel, para llegar a la solución de este enigmático rompecabezas.

No obstante, declaró que no era sencillo dar con el paradero de los responsables hasta que no se conociera todo el panorama, pues todavía se encontraban en proceso los interrogatorios y las pesquisas.

En relación con los padres de los otros jóvenes desaparecidos, los familiares exigían al director general de la Policía Judicial, Luis Roberto Gutiérrez Flores, que les entregara vivos a sus hijos, porque así se los habían llevado los agentes.

Luego del primer hallazgo, en el cual policías encontraron los cuerpos sin vida de los tres jóvenes habitantes de la Buenos Aires en la vereda del Camino Real de Minas, de la Colonia Zapotitlán, en Tláhuac, sobrevino el entierro y, con donativos de los vecinos, se organizó una especie de sepelio colectivo.

Hasta ese momento de las investigaciones y de los hechos, los presuntos responsables sumaban 400, de los cuales ya habían declarado más de la mitad, pero el énfasis se encontraba en los agrupamientos jaguares y zorros.

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EL AJUSCO

El 30 de septiembre de 1997, se dio a conocer el reporte sobre el hallazgo de restos mortales posiblemente de los otros tres jóvenes desaparecidos de la colonia Buenos Aires, en un paraje de la carretera panorámica al Ajusco, conocido como el Parque La Guitarra.

Aunque sólo encontraron algunos huesos de dos de las víctimas y de un tercer occiso casi la totalidad del cuerpo, la evidencia indicaba que a todos los habían quemado; asimismo, se determinó la identificación de uno de los occisos, ya que a pocos metros de donde fue hallado su cuerpo, se encontró tirada también una cartera con la cual pudieron saber su identidad.

Por las evidencias que reunieron los peritos, pensaron incluso que se había tratado de un descuartizamiento; no obstante, esta hipótesis se descartó inmediatamente, luego de que fueran encontrados indicios de que la fauna silvestre pudo consumir los restos poco a poco.

En el mismo sitio también los asesinos dejaron las vestimentas de las víctimas, con las cuales pudieron haberles atado las manos. Finalmente, luego de casi una jornada de trabajo y el rastreo de pistas en un área de más de 400 metros, se determinó que los restos mortales pertenecían a los jóvenes Miguel Ángel Leal Alonso, Román Morales Acevedo y Alberto López Inés.

LOS ACUSADOS Y LA CONSIGNACIÓN

Como el caso la matanza en la Buenos Aires había alcanzado dimensiones considerables y era un hervidero, a partir de octubre fueron consignados más de 20 policías por los delitos de abuso de autoridad y homicidio calificado; 23 más estaban prófugos y tres mandos militares habían sido acusados de homicidio con premeditación en el juzgado 19 del Distrito Federal.

En total, se contaba con 52 miembros de la Secretaría de Seguridad Pública involucrados, así como con orden de presentación, sin embargo, las autoridades judiciales consideraban que había todavía elementos para llamar y detener a más elementos involucrados, de acuerdo con las líneas de investigación.

Según la ponencia consignataria de la PGJDF, José Lamberto Ponce Lara, exjefe de los Zorros; Moctezuma Ilhuicamina Cepeda Rodríguez, excomandante de los desaparecidos Jaguares, y Jesús Alonso Valdés, titular de Motopatrullas, los tres militares diplomados del Estado Mayor, siempre tuvieron conocimiento, antes y después, de la realización de la conducta delictiva de sus subordinados e incluso “se encontraban efectuando consensos inmediatos superiores” y actuaron previo acuerdo.

Aunque finalmente se llegó a la resolución del caso y se en cotró a los culpables, la justicia para los familiares de las víctimas, así como para los habitantes de la colonia Buenos Aires dejó un sabor amargo.

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El principal responsable fue Eleazar Pérez Zavala, por ser el autor material de cuatro homicidios, los cuales, de acuerdo con la versión oficial en la que se citan las observaciones del peritaje, fue su arma la que ajustició a los jóvenes.

También terminaron por determinar su culpabilidad todas las declaraciones de los testigos, quienes lo identificaron como el que accionó su metralleta en las calles de Doctor Andrade; sin embargo, como en toda investigación, siempre quedan cabos sin atar y dudas que opacan la verdad.

A pesar de que las conclusiones parecían sólidas por lo anteriormente expuesto, así como por la propia declaración de éste, quien se ubicó en tiempo y espacio en el lugar de los hechos, quedó una duda respecto a si iba o no uniformado el autor material del homicidio.

Puesto que si la respuesta era negativa, el inculpado no podía ser el autor material, porque él iba uniformado como todos los jaguares (ya que los zorros vestían de civil, debido a que se encontraban en un operativo encubierto, aunque en sus declaraciones todos negaron la supuesta “operativo carroña”).

LOS CULPABLES, AL RECLUSORIO ORIENTE

Finalmente, el 26 de noviembre de 1997, aproximadamente al mediodía del lunes, el juez que llevaba la causa del caso en el Reclusorio Oriente, Cleofas Lucas Pérez, decretó formal prisión al coronel Moctezuma Ilhuicamina Zepeda, exjefe del Grupo Jaguar, (así como a su jefe inmediato, el general de brigada Mauro Enrique Tello Quiñones) y al general José Lamberto Ponce Lara, exjefe del Grupo Fuerza de Tarea Zorros, como probables responsables del delito de homicidio calificado contra los seis jóvenes de la colonia Buenos Aires.

Los abogados de los mandos militares indicaron que era posible que recurrieran al recurso de apelación, lo cual llevaron a cabo.

Aquellos militares encabezaron la operación -quizá erróneamente llamada “operativo carroña”- y se les involucró con la desaparición y muerte de seis jóvenes. No obstante, fueron absueltos tras haber obtenido sendos amparos.

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CASO BUENOS AIRES, ENTRE EL OLVIDO Y LA MEMORIA

Puede pensarse, a la distancia, que la acción policiaca que se realizó aquel día en la colonia Buenos Aires fue para combatir la delincuencia, pero a pesar de lo que se ha hecho, la zona aún mantiene altos índices delictivos.

El caso Buenos Aires plasmó una historia en la cual la delincuencia se impuso y asimismo fijó las lindes de lo que ocurre, casi como un hermetismo. La justicia no fue del todo clara respecto a la muerte de los seis jóvenes asesinados, en el sentido de responder a una sencilla pregunta: ¿por qué?

Es difícil que rompa su estigma, respecto a ser, incluso hasta el día de hoy, referencia sobre los barrios más peligrosos de la ciudad.

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El 9 de septiembre de 1997, a través de las páginas de El Periódico que Dice lo que Otros Callan, se dio a conocer el terrible caso suscitado el día anterior, donde se había desatado una balacera en la colonia Buenos Aires, en la cual se habían enfrentado presuntamente policías y particulares (entre los cuales había delincuentes, según las primeras versiones que se tuvieron de los hechos), y que tuvo como consecuencia el saldo de cinco personas muertas, tres heridas y tres desaparecidas, hasta ese momento, aunque a la postre se sabría de otros desaparecidos más.

En efecto, el 8 de septiembre, aproximadamente entre las 16:30 y las 17:30 horas, se dio a conocer al Ministerio Público de la Quincuagésima Agencia Investigadora que, momentos antes, se había desatado una balacera en las calles de Doctor Andrade y Viaducto, en la colonia Buenos Aires.

Asimismo, en ese reporte preliminar se estableció que había un cadáver, así como varias personas lesionadas. De acuerdo con esa primera versión que se difundió, al parecer en la confrontación se habían visto involucrados policías de la Secretaría de Seguridad Pública del Agrupamiento Fuerza de Tarea (Zorros) y supuestos delincuentes.

Al llegar al lugar de los hechos, se encontró dentro de un vehículo de la marca Ford Grand (Crown) Victoria, de color negro, con placas de circulación 231-FDX, el cuerpo sin vida de quien respondía al nombre de Guillermo Faustino Balderas Ramírez, de 21 años de edad, quien -se dijo- viajaba con su hermana Rosalba.

Durante la refriega, el joven Faustino resultó muerto y quedó tras el volante del coche que conducía, pero también resultó muerto el policía de la Secretaría de Seguridad Pública Pedro Pasarán Hernández, quien falleció en el Hospital Mocel por disparo de arma de fuego. Y, por otra parte, resultaron lesionados el policía de Seguridad Pública Óscar Manuel Bazán Figueroa, una vecina de nombre Juana Laura Ortiz Burgos y Juan José Solís Becerril, con lesiones que ponían en peligro su vida.


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DE LA LLUVIA DE PLOMO

De acuerdo con el testimonio de algunos vecinos y familiares de la colonia Buenos Aires, quienes presenciaron los hechos o que atestiguaron escenas de estos, se pudo conocer que los elementos de motopatrullas conocidos como Bengalas (Jaguares), llegaron disparando en todas direcciones, en especial contra el inmueble marcado con el número 430 de la calle de Doctor Andrade.

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De inmediato, algunos trataron de guarecerse para no ser alcanzados por un proyectil perdido, pero cuando terminó la balacera, inmediatamente se asomaron para saber qué había acontecido, por lo cual se percataron de que había quedado muerto el joven Faustino dentro del vehículo y de los lesionados que habían quedado sobre el asfalto, así como de la desaparición de varias personas, entre las que se encontraban Juan Carlos Romero Peralta, Óscar Iván Mora Lecea, Daniel Colín Enciso, Román Morales Acevedo y, al parecer, otras personas de las cuales no se precisaron los nombres.

Posteriormente, cuando parecía que la situación se había controlado y todo regresaba a la calma, se presentaron a declarar los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Agrupamiento Fuerza de Tarea (Zorros), quienes manifestaron que, luego de cumplir su servicio en el Centro Histórico, regresaban a su base a bordo de un camión designado para ello. Posteriormente, cuando circulaban por el cruce de Eje Central y Viaducto, encontraron gran congestionamiento vial, por lo que decidieron tomar un atajo y se dirigieron hacia la calle de Doctor Andrade, de la colonia Buenos Aires; no obstante, el tráfico era tan atroz que se quedaron varados.

MASACRE Y EJECUCIÓN

Como ya hemos contado, el 8 de septiembre de 1997, en el transcurso de la tarde, Eleazar Armando Pérez Zavala (del Grupo Jaguares) conducía su motocicleta en compañía de Óscar Manuel Bazán Figueroa y José Pedro Pasarán Hernández (del Grupo Zorros).

Frente al número 423 de la calle de Doctor Andrade se detuvieron. Allí se encontraba estacionado el Crown Victoria negro del cual descendieron dos de sus ocupantes y emprendieron la huida. Entonces, Eleazar accionó su metralleta en diversas ocasiones haciendo impacto los disparos en la humanidad de Guillermo Faustino Ramírez, quien murió instantáneamente. Eleazar continuó disparando en todas direcciones. Al mismo tiempo en que se desarrollaba esta escena, los acompañantes de Eleazar persiguieron a aquellos que antes habían escapado del automóvil negro, y durante la persecución resultó lesionado Daniel Colín Enciso.

A estos efectivos, los primeros inculpados en los crímenes de la Buenos Aires, se sumaron otros policías pertenecientes al Grupo Fuerza de Tarea (Zorros) unos; y otros pertenecientes al Grupo Especial de Disuasión (Jaguares), quienes ejercieron de inmediato violencia en contra de los supuestos delincuentes y de otras personas más, sin causa legítima, aparentemente.

Por otra parte, los agentes que posteriormente fueron indiciados de ambos grupos (Jaguares y Zorros), detuvieron a varias personas y los subieron a bordo de varias motocicletas para llevarlos hacia un camión de la extinta Ruta 100, donde los retuvieron y, después, se retiraron del lugar con rumbo desconocido.

Como consecuencia de lo anterior y de acuerdo con las diligencias practicadas en la indagatoria, ese mismo día, pero horas más tarde, tres de los desaparecidos de la colonia Buenos Aires fueron privados de la vida mediante disparos de arma de fuego, y, en este evento, particularmente fue señalado el oficial indiciado Eleazar Armando Pérez Zavala, quien conjuntamente con otros sujetos desconocidos habrían perpetrado el triple homicidio.

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MISTERIOSA EJECUCIÓN OPERACIÓN CARROÑA

Tal como lo dieron a conocer los reporteros de LA PRENSA, los cuerpos de tres jóvenes que habían desaparecido durante la balacera del lunes 8 de septiembre fueron encontrados al día siguiente, abandonados por el rumbo de las minas de Tláhuac.

Sin misericordia, les habían desfigurado el rostro y, encapuchados y maniatados, los habían ejecutado y masacrado a balazos con un arma calibre .9 milímetros. Los cuerpos habían sido encontrados por tres sujetos, quienes casi por casualidad se percataron del cuadro de horror y de inmediato dieron aviso a las autoridades. El lugar donde se encontraban los cuerpos no distaba mucho de donde el Agrupamiento Grupo Zorros tenía su cuartel, lo cual de inmediato prendió las alarmas sobre las implicaciones.

Entre las pertenencias de uno de los jóvenes, las autoridades encontraron un localizador (que en ese entonces se conocía como biper), por lo cual gracias a éste lograron dar con el nombre del dueño a quien contactaron para indicarle que la familia debía presentarse en la delegación Tláhuac para realizar el reconocimiento de un occiso, quien en vida respondía al nombre de Juan Carlos Peralta Romero y tenía 17 años.

De los otros dos jóvenes todavía tardarían un poco en ser reconocidos, pero finalmente se supo su identidad, eran nada menos que Daniel Colín Enciso y Óscar Mora Licea.

De acuerdo con los familiares de Juan Carlos, a su consanguíneo, así como a los otros dos jóvenes masacrados, se los habían llevado los policías de los grupos Jaguares y Zorros el día del enfrentamiento en la colonia Buenos Aires.

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TRIPLE HOMICIDIO

De acuerdo con las declaraciones del procurador General de Justicia del DF, Lorenzo Thomas Torres, no se descartaba que efectivos de la SSP estuvieran relacionados con el triple homicidio; no obstante, fue enfático al afirmar que las ejecuciones se debían a una “clara venganza entre grupos delincuenciales”. Por su parte, Jorge Peña Sandoval destacó que existía una serie de controversias respecto a las declaraciones de los 21 testigos que presenciaron el tiroteo y, derivado de esto, se tenían varias líneas de investigación. Asimismo, añadió que dos de los jóvenes masacrados contaban con antecedentes penales, pero en realidad, sus declaraciones parecían palos de ciego en un caso que se tornaba complejo.

INDIGNADOS FAMILIARES EXIGÍAN JUSTICIA PRONTA

Tres días después de la balacera y dos posteriores a que los cuerpos de los tres jóvenes que habían sido ajusticiados fueran encontrados, los familiares se disponían a darles digna sepultura. Aquel 10 de septiembre, por la noche, los indignados pobladores de la Buenos Aires realizaron una marcha rumbo a las oficinas de la PGJ DF, pues exigían el esclarecimiento de los hechos, pero sobre todo, castigo para los culpables y los responsables.

Pero todavía quedaba un largo trecho por recorrer en busca de la justicia. Era tiempo de llorar, pero no olvidaban lo que les habían hecho a los jóvenes, la brutalidad con la que acabaron con ellos.

Decían unas versiones que, incluso, a dos de ellos los mataron antes de llegar a las minas, a punta de golpes, mientras viajaban en el camión de la extinta Ruta 100. Otro de los motivos por los cuales la indignación crecía y se mantenía, era porque todavía quedaban tres jóvenes desaparecidos y temían que corrieran la misma suerte que los tres que se velaban ese día.

COMPLEJIDAD DEL CASO MÚLTIPLES VERSIONES

Durante el sepelio de Juan Carlos, varios vecinos se acercaron para presentar sus condolencias y, mientras algunos rezaban, otros intercambiaban observaciones de lo que había ocurrido aquel día de la balacera.

Según estas versiones, todo se debió a que cuando el camión de la desaparecida Ruta 100 pasaba por el cruce de Eje Central Lázaro Cárdenas y Eje 3, como los tripulantes del Crown Victoria creyeran que se trataba de un grupo de porros, el señor Guillermo Faustino Ramírez, dueño del automóvil, lanzó una botella contra la unidad de los policías que vestían de civil y pertenecían a Agrupamiento Zorros.

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Relataron, asimismo, que entonces el camión detuvo su marcha y, al descender los elementos, abrieron fuego contra el automóvil, así como hacia otras direcciones, creyendo que estaban siendo atacados.

Derivado de ese primer enfrentamiento, comenzó una persecución por dos elementos del grupo Zorros, quienes fueron apoyados por un elemento del Agrupamiento Jaguares que pasaba por el lugar, quienes persiguieron el auto hasta Doctor Andrade y allí se suscitó la balacera y el fallecimiento.

No obstante, esta versión se contradice con la que cuenta que quien terminó sin vida fue el hijo de Guillermo Faustino, del mismo nombre. Ya que en la otra versión se diría que una persona habría descendido por la puerta del conductor (el padre) y que otra (el hijo) intentó descender también por el mismo lugar, pero terminó muerto al volante.

VIVOS SE LOS LLEVARON; GUERRA CONTRA LA TEMIBLE DELINCUENCIA

El regente capitalino, Oscar Espinosa Villarreal, afirmó el viernes 12 de septiembre que la guerra contra la delincuencia sería sin cuartel, para llegar a la solución de este enigmático rompecabezas.

No obstante, declaró que no era sencillo dar con el paradero de los responsables hasta que no se conociera todo el panorama, pues todavía se encontraban en proceso los interrogatorios y las pesquisas.

En relación con los padres de los otros jóvenes desaparecidos, los familiares exigían al director general de la Policía Judicial, Luis Roberto Gutiérrez Flores, que les entregara vivos a sus hijos, porque así se los habían llevado los agentes.

Luego del primer hallazgo, en el cual policías encontraron los cuerpos sin vida de los tres jóvenes habitantes de la Buenos Aires en la vereda del Camino Real de Minas, de la Colonia Zapotitlán, en Tláhuac, sobrevino el entierro y, con donativos de los vecinos, se organizó una especie de sepelio colectivo.

Hasta ese momento de las investigaciones y de los hechos, los presuntos responsables sumaban 400, de los cuales ya habían declarado más de la mitad, pero el énfasis se encontraba en los agrupamientos jaguares y zorros.

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EL AJUSCO

El 30 de septiembre de 1997, se dio a conocer el reporte sobre el hallazgo de restos mortales posiblemente de los otros tres jóvenes desaparecidos de la colonia Buenos Aires, en un paraje de la carretera panorámica al Ajusco, conocido como el Parque La Guitarra.

Aunque sólo encontraron algunos huesos de dos de las víctimas y de un tercer occiso casi la totalidad del cuerpo, la evidencia indicaba que a todos los habían quemado; asimismo, se determinó la identificación de uno de los occisos, ya que a pocos metros de donde fue hallado su cuerpo, se encontró tirada también una cartera con la cual pudieron saber su identidad.

Por las evidencias que reunieron los peritos, pensaron incluso que se había tratado de un descuartizamiento; no obstante, esta hipótesis se descartó inmediatamente, luego de que fueran encontrados indicios de que la fauna silvestre pudo consumir los restos poco a poco.

En el mismo sitio también los asesinos dejaron las vestimentas de las víctimas, con las cuales pudieron haberles atado las manos. Finalmente, luego de casi una jornada de trabajo y el rastreo de pistas en un área de más de 400 metros, se determinó que los restos mortales pertenecían a los jóvenes Miguel Ángel Leal Alonso, Román Morales Acevedo y Alberto López Inés.

LOS ACUSADOS Y LA CONSIGNACIÓN

Como el caso la matanza en la Buenos Aires había alcanzado dimensiones considerables y era un hervidero, a partir de octubre fueron consignados más de 20 policías por los delitos de abuso de autoridad y homicidio calificado; 23 más estaban prófugos y tres mandos militares habían sido acusados de homicidio con premeditación en el juzgado 19 del Distrito Federal.

En total, se contaba con 52 miembros de la Secretaría de Seguridad Pública involucrados, así como con orden de presentación, sin embargo, las autoridades judiciales consideraban que había todavía elementos para llamar y detener a más elementos involucrados, de acuerdo con las líneas de investigación.

Según la ponencia consignataria de la PGJDF, José Lamberto Ponce Lara, exjefe de los Zorros; Moctezuma Ilhuicamina Cepeda Rodríguez, excomandante de los desaparecidos Jaguares, y Jesús Alonso Valdés, titular de Motopatrullas, los tres militares diplomados del Estado Mayor, siempre tuvieron conocimiento, antes y después, de la realización de la conducta delictiva de sus subordinados e incluso “se encontraban efectuando consensos inmediatos superiores” y actuaron previo acuerdo.

Aunque finalmente se llegó a la resolución del caso y se en cotró a los culpables, la justicia para los familiares de las víctimas, así como para los habitantes de la colonia Buenos Aires dejó un sabor amargo.

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El principal responsable fue Eleazar Pérez Zavala, por ser el autor material de cuatro homicidios, los cuales, de acuerdo con la versión oficial en la que se citan las observaciones del peritaje, fue su arma la que ajustició a los jóvenes.

También terminaron por determinar su culpabilidad todas las declaraciones de los testigos, quienes lo identificaron como el que accionó su metralleta en las calles de Doctor Andrade; sin embargo, como en toda investigación, siempre quedan cabos sin atar y dudas que opacan la verdad.

A pesar de que las conclusiones parecían sólidas por lo anteriormente expuesto, así como por la propia declaración de éste, quien se ubicó en tiempo y espacio en el lugar de los hechos, quedó una duda respecto a si iba o no uniformado el autor material del homicidio.

Puesto que si la respuesta era negativa, el inculpado no podía ser el autor material, porque él iba uniformado como todos los jaguares (ya que los zorros vestían de civil, debido a que se encontraban en un operativo encubierto, aunque en sus declaraciones todos negaron la supuesta “operativo carroña”).

LOS CULPABLES, AL RECLUSORIO ORIENTE

Finalmente, el 26 de noviembre de 1997, aproximadamente al mediodía del lunes, el juez que llevaba la causa del caso en el Reclusorio Oriente, Cleofas Lucas Pérez, decretó formal prisión al coronel Moctezuma Ilhuicamina Zepeda, exjefe del Grupo Jaguar, (así como a su jefe inmediato, el general de brigada Mauro Enrique Tello Quiñones) y al general José Lamberto Ponce Lara, exjefe del Grupo Fuerza de Tarea Zorros, como probables responsables del delito de homicidio calificado contra los seis jóvenes de la colonia Buenos Aires.

Los abogados de los mandos militares indicaron que era posible que recurrieran al recurso de apelación, lo cual llevaron a cabo.

Aquellos militares encabezaron la operación -quizá erróneamente llamada “operativo carroña”- y se les involucró con la desaparición y muerte de seis jóvenes. No obstante, fueron absueltos tras haber obtenido sendos amparos.

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Puede pensarse, a la distancia, que la acción policiaca que se realizó aquel día en la colonia Buenos Aires fue para combatir la delincuencia, pero a pesar de lo que se ha hecho, la zona aún mantiene altos índices delictivos.

El caso Buenos Aires plasmó una historia en la cual la delincuencia se impuso y asimismo fijó las lindes de lo que ocurre, casi como un hermetismo. La justicia no fue del todo clara respecto a la muerte de los seis jóvenes asesinados, en el sentido de responder a una sencilla pregunta: ¿por qué?

Es difícil que rompa su estigma, respecto a ser, incluso hasta el día de hoy, referencia sobre los barrios más peligrosos de la ciudad.

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