/ viernes 3 de diciembre de 2021

El Carrizos: ¡Ladrón, señor, no ratero!

Efraín Arcaraz Montes de Oca aprendió el artegio de la vieja escuela hamponil, se forjó una leyenda y puso en jaque a las autoridades de todo el país

En la historia criminal de México habitan todo tipo de asesinos y hampones, desde los más grotescos que causan repulsión como César Librado Legorreta, “El Coqueto”, Goyo Cárdenas, José Luis Calva Zepeda, “El Caníbal de la Guerrero”, hasta los más extraños como “El Mataindigentes” o Juana Barraza, “La Mataviejitas”; otros pasan poco menos que desapercibidos, pero hay sin duda, algunos con rasgos muy particulares que viven en la memoria colectiva e incluso, se vuelven por alguna causa en particular, entrañables.

Esta vez les platicaré de Efraín Alcaraz Montes de Oca, que, por su nombre no nos dice nada, pero sí, su mote delincuencial de “El Carrizos” y su largo historial criminal, donde destacan sus atracos a la residencia del mismísimo Presidente Luis Echeverría Álvarez y la del pentapichichi, Hugo Sánchez.

Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias “El Carrizos”, nació en una familia muy pobre. Durante su infancia pasó hambres, nunca tuvo un pastel de cumpleaños, mucho menos un regalo o un juguete traído por los Reyes Magos, y de afecto, ni hablamos. A muy corta edad, se dio cuenta de que la vida era muy desigual para algunos como él, quien prácticamente aprendió a sobrevivir en la calle.

La pobreza en la que se desarrolló, lo orilló a hurtar desde muy pequeño. Sus primeros pasos en el hampa los dio arrebatando bolsas a las señoras y robando bicicletas en su barrio. Su complexión delgada le ayudaba a salir corriendo y escurrirse para ponerse a salvo. De ahí su familia lo apodó “El Carrizos”. En su adolescencia se hizo amigo de Rafael Infante “El Cuatro Vientos”, o también conocido como “El Dedos de Seda”, un mete mano profesional que se dedicó en los años 40 y 50 a bajar carteras por Los ángeles, California, Chicago y Nueva York; se cuenta que asistía a los juegos de la Serie Mundial de beisbol para desplumar a la más exclusiva clientela. Este sujeto le enseñó el “oficio” de carterista y Efraín asistía a los espectáculos masivos en la Arena Coliseo, el Teatro Blanquita, la Plaza de Toros México, funciones de circo, donde obtenía buen botín. Años después conoció a “El Conejo”, un delincuente que lo enseñó a “golear”; es decir, a vender y empeñar piezas de cobre como si fueran de oro en el barrio bravo de Tepito.

Pero Efraín era un chico muy astuto, envolvía con la palabra y sus manos desarrollaron mucha destreza, esto, más su desmedida ambición, le exigían retos más aventureros y fue entonces, cuando recordó las palabras de su abuelo, quien un día le dijo: “hijo, si ya no te compones, si no eres el mejor, cuando menos, que no seas del montón”.

Como un llamado del destino, en la década de los 60, a ritmo de swing “El Carrizos” conoció en una kermés en el Polvorín, en la calle 25, de la Colonia Prohogar, a “El Elotes”. Un tipo que se dedicaba a “zorrear” (asaltar casas-habitación), quien le enseñó a abrir chapas, cerraduras, cajas fuerte y desactivar alarmas. Este ladrón adquirió gran fama por haberse robado las pistolas que utilizaron los competidores de tiro al blanco en las Olimpiadas de México 1968. Un delincuente asiduo que causaba sensación cada vez que lo detenían con grandes botines y lo presentaban en las comandancias de policía. Hasta que el puñal de otro hampón apodado “El Chato”, le cortó la vida.

Pero “El Carrizos” le aprendió bien todos sus trucos y destrezas y comenzó su trayectoria como “zorrero”, se juró ser todo un profesional y no defraudar a su abuelo.

¡Desplumó las casas de varios expresidentes!

"El Carrizos", recuerdo de una época ya perdida, se ponía su traje de tres piezas y salía a trabajar, a desplumar las residencias de los ricos, pero eso sí, como él decía: "siempre con porte, ética y calidad".

Así que desde la década de los 60, “El Carrizos” formó una pequeña banda y se dedicaron a asaltar casas de personas pudientes tanto en la Ciudad de México como en diferentes estados de la República como Puebla, Tabasco, Guadalajara, Querétaro, Estado de México, Veracruz, entre otros, obteniendo grandes botines en dinero, joyas, centenarios, autos y electrodomésticos. En el año de 1965, cuentan los expedientes policiacos del entonces Distrito Federal, que Efraín Alcaraz Montes de Oca ingresó a la residencia de Ernesto P. Uruchurtu, conocido también como “El Regente de Hierro”. Un hombre autoritario que tenía a su cargo el gobierno de la capital del país. De ese atraco, “El Carrizos” obtuvo un gran botín conformado por dinero, alhajas y armas que tenía en su domicilio el político priísta. Durante varios años “El Rey de los Zorreros” logró corromper a varios comandantes y agentes de la policía que lo dejaban delinquir a cambio de un porcentaje de sus atracos.

La suerte de “El Carrizos” estaba de su lado, operaba con éxito y logró acumular una buena fortuna con la que adquirió casas, autos, joyas, viajes y le gustaba vestir bien: con elegantes trajes, finos zapatos y sombreros, como un verdadero dandy o pachuco.


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Una mañana como cualquier otra, “El Carrizos” salió a trabajar con uno de sus compañeros de “profesión”, Le gustaba tomar el Periférico, ya que por ahí se podía desplazar a Polanco, El Pedregal o las Lomas. Al llegar a San Jerónimo, observaron una residencia que abarcaba toda una manzana y estaba custodiada por policías y militares. Entonces estacionó el auto cerca del portón y esperaron a que se alejaran los guardianes, su compañero se brincó la barda y le abrió la puerta a Efraín, quien se metió de inmediato para no ser visto. Pronto los ladrones no perdieron tiempo y se dirigieron hacia las recámaras, en una de ellas, encontraron un baúl repleto de joyas, centenares y en un closet se hallaron varias chamarras finas; así que como era su costumbre, tomaron las fundas de las almohadas y vaciaron todo en ellas. Con el semblante que caracteriza a un triunfador, huyeron de prisa de aquella residencia.

Por aquel hecho, el Servicio Secreto de la policía andaba tras la pista de “El Carrizos”, el agente Alfredo Reyes era uno de los elementos que le brindaban protección a Efraín Alcaraz y lo fue a buscar para comentarle que todas las corporaciones policiacas estaban tras su rastro, debido a que había asaltado la casa de nada más y nada menos, que del Presidente Luis Echeverría Álvarez. “El Rey de los Zorreros” nunca se imaginó que había desplumado al mandamás de la nación.

El agente de la Secreta Alfredo Reyes le recomendó a Efraín Alcaraz que devolviera el botín, porque su pellejo estaba en peligro; así que le proporcionó el teléfono de Jorge Téllez Girón, alias “El Drácula”, policía también del Servicio Secreto, para que devolviera lo robado.

Cuando Jorge Téllez Girón presentó a “El Carrizos” en la Comandancia de la Policía Secreta, el Presidente Luis Echeverría Álvarez lo felicitó y en el momento, lo ascendió al grado de comandante. El detenido de alguna manera había ayudado al ascenso de Téllez Girón, el cual le prometió que, aunque lo consignarían por el robo, lo ayudaría a quedar en libertad. Además, de que “El Carrizos” se presentó personalmente en la residencia del Presidente a devolver el botín.

“El Drácula” cumplió su palabra y libró del encierro a “El Carrizos”, pero, además, el destacado e intachable comandante, le propuso trabajar libremente bajo su protección. Los planes eran muy sencillos, Efraín tenía que entregarle cada tres meses una parte de lo que se robaba, y así podría trabajar sin problemas. El hábil y experimentado ladrón operó de esta manera durante más de cinco años, en los cuales, le entregó más de un millón de pesos anuales.

La traición

A mediados de los años 70 “El Carrizos” asaltó la residencia de un gerente de la Compañía refresquera Coca Cola, donde obtuvo un número importante de joyas. La Policía Secreta del Distrito Federal se encargó de las investigaciones y “El Drácula” tenía la certeza de que el responsable del despojo era “su amigo” Efraín Alcaraz Montes de Oca. Así que el comandante le exigió a “El Carrizos” que compartiera parte del botín con él, a cambio de no ser detenido, pero el “zorrero” ya estaba cansado de compartir lo robado y se negó rotundamente.

“El Drácula” entonces sacó los colmillos y secuestró a la esposa de “El Carrizos”, la tuvo en los separos de la Comandancia de Tlaxcoaque, por los rumbos de lo que hoy es Pino Suárez, en el Centro Histórico. Efraín Alcaraz no tuvo más remedio que entregarse con parte de las joyas robadas. Al sutil delincuente le esperaban varios cargos en su contra.

En los separos de Tlaxcoaque “El Drácula” sometió a “El Carrizos” a tortura, entre ella, el famoso castigo conocido como “el pozo”, donde los desnudaban, vendaban a una tabla y los sumergían de cabeza a una pileta grande con agua. El sometimiento era casi infalible, quien no confesaba, se moría. Para no sufrir más castigo, Efraín Alcaraz le dio una fuerte cantidad de dinero a Téllez Girón para que no lo consignaran. Una vez más, “El Rey de los Zorreros” quedaba en libertad.

Las vueltas que da la vida

A finales de los 70, Jorge Téllez Girón detuvo con posesión de cocaína a un joven que apodaban “El Yeyo”, a las pocas horas del arresto, el comandante se enteró de que se trataba del hijo de Arturo Durazo Moreno, alias “El Negro”, quien le pidió que lo dejara en libertad, pero “El Drácula” se negó y además, lo amenazó con que le iba a romper la madre a su vástago. El joven fue consignado, pero gracias a las influencias de su padre, salió libre pocos días después. Sin embargo, una rivalidad había nacido entre ellos.

Pocos meses después, “El Carrizos” fue arrestado por elementos de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), a cargo de Arturo Moreno Durazo, “El Negro”, quien como condición para dejarlo libre, le propuso que le entregara a “El Drácula”, pues tenía una cuenta pendiente que saldar con él. Ante tal oferta, “El Carrizos” no la pensó dos veces y aceptó. En cuestión de horas, Jorge Téllez Girón, alias “El Drácula”, fue detenido y llevado a los separos del Servicio Secreto. Se le acusaba de extorsión, soborno, abuso de autoridad y homicidio. Cuando se vieron frente a frente en la comandancia, “El Carrizos” le dijo a “El Drácula”: “mira Jorge, que vueltas da la vida, ahora tu vida y tu libertad están en mis manos”.

Al cabo de las 72 horas de rigor, “El Carrizos” retiró los cargos contra Téllez Girón, éste, en agradecimiento, le obsequió un millón de pesos y jamás se supo nada de él.

Eran cómplices en el artegio

Efraín Arcaraz no fue delincuente común, su fama se incrementó luego de que un cineasta llevara su historia a la pantalla grande; "El Carrizos" sigue esperando, se le paguen las regalías

Efraín Alcaraz Montes de Oca continuó con su trayectoria delictiva y fue aprehendido varias veces más: en 1984, 1996 y a mediados de 2006. En ese año, a la edad de 64 años, fue recluido en el Reclusorio Sur, lugar donde el cineasta Everardo González gravó un documental llamado “Los ladrones viejos: las leyendas del artegio”, y se cuenta parte de la historia delictiva de “El Carrizos” de su viva voz.

Durante una entrevista con el cineasta en el Reclusorio Sur, “El Carrizos” señaló que vivió su juventud con dignidad, obtuvo en la vida lo que siempre quiso, y les dio a sus hijos todo lo que le pidieron.

Mencionó que el mejor golpe que dio, fue a “la colina del perro”, es decir, a la residencia del Presidente, José López Portillo, ubicada en Bosques de las Lomas, de donde sustrajo varias cajas fuertes repletas de joyas, centenarios y dólares. Señaló que el mandamás de la nación era un hamponazo, que no se cansó de robar al pueblo, y que, ladrón que roba a ladrón… y esbozó una tímida sonrisa.

Efraín Alcaraz Montes de Oca, “El Carrizos”, quedó en libertad en el año 2007 y siguió con sus andanzas y forjando su leyenda en el duro oficio del artegio.

Diferenciarse entre ladrón y ratero le valió de poco a Efraín Alcaraz Montes de Oca “El Carrizos”, quien a sus 66 años y luego de celebrar brevemente una fama fugaz, otorgada por el documental de Everardo González que abordó sus fechorías, terminó en la cárcel acusado una vez más por el delito de robo a casa habitación. El martes 14 de octubre de 2008, la Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal (PGJDF) presentó al reconocido zorrero Alcaraz Montes de Oca, quien al ser detenido mintió sobre su identidad, pues el anonimato para un ladrón es poco más que un buen botín, como lo constató la fama de otro astuto carterista, Felipe Bustos Fuentes “El Mano Negra”, de quien sólo se conoció su identidad una vez muerto.

La fama de ese carterista, cuya rara destreza le valió para mantenerse en la sombra, no envidia a la de “El Carrizos”, pues si éste se jactaba de haber saqueado la residencia de un presidente, la hazaña de aquél no fue menor, ya que le sacó la billetera también a otro mandatario sin que se percatara.

De acuerdo con el propio Alcaraz Montes de Oca, él nunca le robó al que no tenía. Y, no obstante, la casa adonde se metió el día en que fue detenido no fue la de un político, tampoco la del presidente en turno y mucho menos la de un futbolista famoso, sólo se metió a robar -quizá ahora sí como un raterillo común- a la humilde casa de una persona singular.

Simplemente se trató de un domicilio ubicado en la demarcación de la Gustavo A. Madero, Colonia Pradera, en los linderos con el Estado de México, que por su contexto es fama que esta alcaldía tiene la peculiaridad de los índices más altos de pobreza, criminalidad y carencias... Robin Hood no les robaba a los chicos del bosque.

Fiel a su costumbre, el ladrón no abandona su naturaleza, como en la fábula del escorpión que pide ayuda para cruzar un río, pero al final mata a su piadoso auxiliador; y lo único que acierta a decir es que lo hizo porque “ésa es mi naturaleza”.

Decrépito, cabizbajo y sin esperanza aceptó la derrota, fiel también a su “ética” de la vieja guardia -siempre hay una vieja guardia en todo oficio- se entregó al verse sorprendido por el dueño de la casa que iba a robar. Pero como la misericordia para los injustos es cruel, fue acusado de robo con violencia, ya que, de acuerdo con las averiguaciones, se estipuló que esgrimió un destornillador en contra de su víctima al verse sorprendido.

Nada se deja al azar. O ésa era su premisa en los inicios de su carrera hamponil; él mismo solía referirlo, que le gustaba vestirse bien, salir de traje a cometer el ilícito acto de creerse Robin Hood o Chucho “El Roto”. No. Meras suposiciones y espejismo de quien decía quitarles solamente a los que tenían.

El ocaso del sutil delincuente

Como Don Quijote y Sancho Panza, El Carrizos y Gustavo Aguilar Martel compartieron aventuras; saquearon las casas de dos presidentes y visitaron la prisión en varias ocasiones

Pero el siglo cambió; las cosas también. Hay una frase en latín que lo expresa a la perfección: mutatis mutandis, que quiere decir “cambiando las cosas que deben cambiar”; pero no, él mismo y su absurda manía de apoderarse de lo ajeno lo condujo a terminar como un despojo de lo que fue; como una sombra, como un recuerdo, como un dibujo en la arena, cuya mano de un dios invisible -que todo lo equilibra- desdibuja.

-Esta vez no hice nada -espetó el ladrón a quien se le ha denominado legendario. Por sus manos pasaron todo tipo de joyas, obras artísticas incluso, y dinero a más no poder contar-. ¿Qué iba yo a robar de ese lugar? -continuó su discurso vacuo-. Dicen que me llevé unas llaves españolas”, espetó al ser presentado por las autoridades de la PGJDF.

Y sí. Qué iba a hacer con unas llaves españolas el otrora ladrón que se burló de la seguridad del mismísimo presidente; él y su banda de “Los Carrizos”, que poco a poco fueron encanados: Jorge Calva Márquez “El Fantomas”, Raymundo Moreno Reyes “El Burrero”, Arcadio Ocampo Anguiano “Xochi” y Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, por mencionar algunos.

Luis Genaro Vázquez, subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas de la PGJDF, indicó que su “chiste” fue considerado robo con violencia.

En efecto, hay beneficios para las personas de la tercera edad cuando se cometen delitos no violentos, por lo que Alcaraz hubiera podido ser sujeto a un arraigo domiciliario en lugar de enfrentar su proceso en prisión preventiva. Pero en este caso, a ‘El Carrizos’ se le pasó la mano, porque para huir amagó con un desarmador a la víctima”.

Otras veces estuvo recluido; en otras ocasiones lo atraparon y siempre salió para retornar sobre sus mismos pasos al camino del mal. Pero aquel octubre de 2008, ya con 66 años, lo que le deparaba el destino era esperar una digna retirada.

Como lo dijera el escritor Pablo Soler Frost, “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, fue mi único, patético, verídico, (y poco audaz) comentario”, pues efectivamente “El Carrizos” le robó a quien bautizaran “El Pelón Consuelas”, o al que llamaran “López Porpillo”, dos ladrones de cuidado.

El último en caer

Junto con Alcaraz Montes de Oca, quien definió su modo de delinquir con el término de “artegio”, cayó Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, su cómplice. Ambos integraron, en la década de los setenta, la ola de delincuentes que se vestía de pipa y guante para cometer sus hurtos.

No obstante, a partir de ese momento, octubre de 2008, permanecieron recluidos alrededor de seis años cumpliendo condena; después de “El Carrizos” poco o nada se sabe, como si se lo hubiera tragado la tierra o hubiera alcanzado la paz interior. Desapareció.

Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, luego de cumplir su pena, retornó a la senda del robo o hurto en las colonias Condesa y Narvarte, sobre todo las delegaciones Cuauhtémoc y Benito Juárez. Después de tantos años de dedicarse a lo mismo, su última morada no podía ser otra más que una celda. Olvidó la vieja escuela para dedicarse al atraco.

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En 2015 fue detenido por última vez en el tianguis de Tepito cuando intentaba revender los objetos agenciados de sus robos. A sus 54 años, aquél que perteneció a la banda de “Los Carrizos” retornó al lugar adonde pertenece, pues a pesar de los cien años de perdón que otorga el dicho, raras veces suele concederse a los auténticos maleantes.

A mediados de 2009, “El Carrizos”, con una evidente sonrisa en la cara, volvía a despedirse de sus compañeros de prisión, una vez más estaba en libertad. Sin embargo, los años le habían pasado factura, y tal vez, juzgó pertinente diluirse y no manchar su leyenda hamponil, la cual, le mereció el respeto de sus colegas por muchos años.

Sobre El Carrizos” no hubo noticias de que volviera a las “andadas”, pero los medios siguen hablando de él, por su desfachatez, su sinceridad, su desvergüenza y algunos también dirán, que hasta por su destreza y “buenos modales” para delinquir.

No se sabe con certeza sobre su paradero, si ya falleció o simplemente, permanece bajo el sol, contando sus historias para impresionar a sus nietos o a los ávidos de aventuras.

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En la historia criminal de México habitan todo tipo de asesinos y hampones, desde los más grotescos que causan repulsión como César Librado Legorreta, “El Coqueto”, Goyo Cárdenas, José Luis Calva Zepeda, “El Caníbal de la Guerrero”, hasta los más extraños como “El Mataindigentes” o Juana Barraza, “La Mataviejitas”; otros pasan poco menos que desapercibidos, pero hay sin duda, algunos con rasgos muy particulares que viven en la memoria colectiva e incluso, se vuelven por alguna causa en particular, entrañables.

Esta vez les platicaré de Efraín Alcaraz Montes de Oca, que, por su nombre no nos dice nada, pero sí, su mote delincuencial de “El Carrizos” y su largo historial criminal, donde destacan sus atracos a la residencia del mismísimo Presidente Luis Echeverría Álvarez y la del pentapichichi, Hugo Sánchez.

Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias “El Carrizos”, nació en una familia muy pobre. Durante su infancia pasó hambres, nunca tuvo un pastel de cumpleaños, mucho menos un regalo o un juguete traído por los Reyes Magos, y de afecto, ni hablamos. A muy corta edad, se dio cuenta de que la vida era muy desigual para algunos como él, quien prácticamente aprendió a sobrevivir en la calle.

La pobreza en la que se desarrolló, lo orilló a hurtar desde muy pequeño. Sus primeros pasos en el hampa los dio arrebatando bolsas a las señoras y robando bicicletas en su barrio. Su complexión delgada le ayudaba a salir corriendo y escurrirse para ponerse a salvo. De ahí su familia lo apodó “El Carrizos”. En su adolescencia se hizo amigo de Rafael Infante “El Cuatro Vientos”, o también conocido como “El Dedos de Seda”, un mete mano profesional que se dedicó en los años 40 y 50 a bajar carteras por Los ángeles, California, Chicago y Nueva York; se cuenta que asistía a los juegos de la Serie Mundial de beisbol para desplumar a la más exclusiva clientela. Este sujeto le enseñó el “oficio” de carterista y Efraín asistía a los espectáculos masivos en la Arena Coliseo, el Teatro Blanquita, la Plaza de Toros México, funciones de circo, donde obtenía buen botín. Años después conoció a “El Conejo”, un delincuente que lo enseñó a “golear”; es decir, a vender y empeñar piezas de cobre como si fueran de oro en el barrio bravo de Tepito.

Pero Efraín era un chico muy astuto, envolvía con la palabra y sus manos desarrollaron mucha destreza, esto, más su desmedida ambición, le exigían retos más aventureros y fue entonces, cuando recordó las palabras de su abuelo, quien un día le dijo: “hijo, si ya no te compones, si no eres el mejor, cuando menos, que no seas del montón”.

Como un llamado del destino, en la década de los 60, a ritmo de swing “El Carrizos” conoció en una kermés en el Polvorín, en la calle 25, de la Colonia Prohogar, a “El Elotes”. Un tipo que se dedicaba a “zorrear” (asaltar casas-habitación), quien le enseñó a abrir chapas, cerraduras, cajas fuerte y desactivar alarmas. Este ladrón adquirió gran fama por haberse robado las pistolas que utilizaron los competidores de tiro al blanco en las Olimpiadas de México 1968. Un delincuente asiduo que causaba sensación cada vez que lo detenían con grandes botines y lo presentaban en las comandancias de policía. Hasta que el puñal de otro hampón apodado “El Chato”, le cortó la vida.

Pero “El Carrizos” le aprendió bien todos sus trucos y destrezas y comenzó su trayectoria como “zorrero”, se juró ser todo un profesional y no defraudar a su abuelo.

¡Desplumó las casas de varios expresidentes!

"El Carrizos", recuerdo de una época ya perdida, se ponía su traje de tres piezas y salía a trabajar, a desplumar las residencias de los ricos, pero eso sí, como él decía: "siempre con porte, ética y calidad".

Así que desde la década de los 60, “El Carrizos” formó una pequeña banda y se dedicaron a asaltar casas de personas pudientes tanto en la Ciudad de México como en diferentes estados de la República como Puebla, Tabasco, Guadalajara, Querétaro, Estado de México, Veracruz, entre otros, obteniendo grandes botines en dinero, joyas, centenarios, autos y electrodomésticos. En el año de 1965, cuentan los expedientes policiacos del entonces Distrito Federal, que Efraín Alcaraz Montes de Oca ingresó a la residencia de Ernesto P. Uruchurtu, conocido también como “El Regente de Hierro”. Un hombre autoritario que tenía a su cargo el gobierno de la capital del país. De ese atraco, “El Carrizos” obtuvo un gran botín conformado por dinero, alhajas y armas que tenía en su domicilio el político priísta. Durante varios años “El Rey de los Zorreros” logró corromper a varios comandantes y agentes de la policía que lo dejaban delinquir a cambio de un porcentaje de sus atracos.

La suerte de “El Carrizos” estaba de su lado, operaba con éxito y logró acumular una buena fortuna con la que adquirió casas, autos, joyas, viajes y le gustaba vestir bien: con elegantes trajes, finos zapatos y sombreros, como un verdadero dandy o pachuco.


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Una mañana como cualquier otra, “El Carrizos” salió a trabajar con uno de sus compañeros de “profesión”, Le gustaba tomar el Periférico, ya que por ahí se podía desplazar a Polanco, El Pedregal o las Lomas. Al llegar a San Jerónimo, observaron una residencia que abarcaba toda una manzana y estaba custodiada por policías y militares. Entonces estacionó el auto cerca del portón y esperaron a que se alejaran los guardianes, su compañero se brincó la barda y le abrió la puerta a Efraín, quien se metió de inmediato para no ser visto. Pronto los ladrones no perdieron tiempo y se dirigieron hacia las recámaras, en una de ellas, encontraron un baúl repleto de joyas, centenares y en un closet se hallaron varias chamarras finas; así que como era su costumbre, tomaron las fundas de las almohadas y vaciaron todo en ellas. Con el semblante que caracteriza a un triunfador, huyeron de prisa de aquella residencia.

Por aquel hecho, el Servicio Secreto de la policía andaba tras la pista de “El Carrizos”, el agente Alfredo Reyes era uno de los elementos que le brindaban protección a Efraín Alcaraz y lo fue a buscar para comentarle que todas las corporaciones policiacas estaban tras su rastro, debido a que había asaltado la casa de nada más y nada menos, que del Presidente Luis Echeverría Álvarez. “El Rey de los Zorreros” nunca se imaginó que había desplumado al mandamás de la nación.

El agente de la Secreta Alfredo Reyes le recomendó a Efraín Alcaraz que devolviera el botín, porque su pellejo estaba en peligro; así que le proporcionó el teléfono de Jorge Téllez Girón, alias “El Drácula”, policía también del Servicio Secreto, para que devolviera lo robado.

Cuando Jorge Téllez Girón presentó a “El Carrizos” en la Comandancia de la Policía Secreta, el Presidente Luis Echeverría Álvarez lo felicitó y en el momento, lo ascendió al grado de comandante. El detenido de alguna manera había ayudado al ascenso de Téllez Girón, el cual le prometió que, aunque lo consignarían por el robo, lo ayudaría a quedar en libertad. Además, de que “El Carrizos” se presentó personalmente en la residencia del Presidente a devolver el botín.

“El Drácula” cumplió su palabra y libró del encierro a “El Carrizos”, pero, además, el destacado e intachable comandante, le propuso trabajar libremente bajo su protección. Los planes eran muy sencillos, Efraín tenía que entregarle cada tres meses una parte de lo que se robaba, y así podría trabajar sin problemas. El hábil y experimentado ladrón operó de esta manera durante más de cinco años, en los cuales, le entregó más de un millón de pesos anuales.

La traición

A mediados de los años 70 “El Carrizos” asaltó la residencia de un gerente de la Compañía refresquera Coca Cola, donde obtuvo un número importante de joyas. La Policía Secreta del Distrito Federal se encargó de las investigaciones y “El Drácula” tenía la certeza de que el responsable del despojo era “su amigo” Efraín Alcaraz Montes de Oca. Así que el comandante le exigió a “El Carrizos” que compartiera parte del botín con él, a cambio de no ser detenido, pero el “zorrero” ya estaba cansado de compartir lo robado y se negó rotundamente.

“El Drácula” entonces sacó los colmillos y secuestró a la esposa de “El Carrizos”, la tuvo en los separos de la Comandancia de Tlaxcoaque, por los rumbos de lo que hoy es Pino Suárez, en el Centro Histórico. Efraín Alcaraz no tuvo más remedio que entregarse con parte de las joyas robadas. Al sutil delincuente le esperaban varios cargos en su contra.

En los separos de Tlaxcoaque “El Drácula” sometió a “El Carrizos” a tortura, entre ella, el famoso castigo conocido como “el pozo”, donde los desnudaban, vendaban a una tabla y los sumergían de cabeza a una pileta grande con agua. El sometimiento era casi infalible, quien no confesaba, se moría. Para no sufrir más castigo, Efraín Alcaraz le dio una fuerte cantidad de dinero a Téllez Girón para que no lo consignaran. Una vez más, “El Rey de los Zorreros” quedaba en libertad.

Las vueltas que da la vida

A finales de los 70, Jorge Téllez Girón detuvo con posesión de cocaína a un joven que apodaban “El Yeyo”, a las pocas horas del arresto, el comandante se enteró de que se trataba del hijo de Arturo Durazo Moreno, alias “El Negro”, quien le pidió que lo dejara en libertad, pero “El Drácula” se negó y además, lo amenazó con que le iba a romper la madre a su vástago. El joven fue consignado, pero gracias a las influencias de su padre, salió libre pocos días después. Sin embargo, una rivalidad había nacido entre ellos.

Pocos meses después, “El Carrizos” fue arrestado por elementos de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), a cargo de Arturo Moreno Durazo, “El Negro”, quien como condición para dejarlo libre, le propuso que le entregara a “El Drácula”, pues tenía una cuenta pendiente que saldar con él. Ante tal oferta, “El Carrizos” no la pensó dos veces y aceptó. En cuestión de horas, Jorge Téllez Girón, alias “El Drácula”, fue detenido y llevado a los separos del Servicio Secreto. Se le acusaba de extorsión, soborno, abuso de autoridad y homicidio. Cuando se vieron frente a frente en la comandancia, “El Carrizos” le dijo a “El Drácula”: “mira Jorge, que vueltas da la vida, ahora tu vida y tu libertad están en mis manos”.

Al cabo de las 72 horas de rigor, “El Carrizos” retiró los cargos contra Téllez Girón, éste, en agradecimiento, le obsequió un millón de pesos y jamás se supo nada de él.

Eran cómplices en el artegio

Efraín Arcaraz no fue delincuente común, su fama se incrementó luego de que un cineasta llevara su historia a la pantalla grande; "El Carrizos" sigue esperando, se le paguen las regalías

Efraín Alcaraz Montes de Oca continuó con su trayectoria delictiva y fue aprehendido varias veces más: en 1984, 1996 y a mediados de 2006. En ese año, a la edad de 64 años, fue recluido en el Reclusorio Sur, lugar donde el cineasta Everardo González gravó un documental llamado “Los ladrones viejos: las leyendas del artegio”, y se cuenta parte de la historia delictiva de “El Carrizos” de su viva voz.

Durante una entrevista con el cineasta en el Reclusorio Sur, “El Carrizos” señaló que vivió su juventud con dignidad, obtuvo en la vida lo que siempre quiso, y les dio a sus hijos todo lo que le pidieron.

Mencionó que el mejor golpe que dio, fue a “la colina del perro”, es decir, a la residencia del Presidente, José López Portillo, ubicada en Bosques de las Lomas, de donde sustrajo varias cajas fuertes repletas de joyas, centenarios y dólares. Señaló que el mandamás de la nación era un hamponazo, que no se cansó de robar al pueblo, y que, ladrón que roba a ladrón… y esbozó una tímida sonrisa.

Efraín Alcaraz Montes de Oca, “El Carrizos”, quedó en libertad en el año 2007 y siguió con sus andanzas y forjando su leyenda en el duro oficio del artegio.

Diferenciarse entre ladrón y ratero le valió de poco a Efraín Alcaraz Montes de Oca “El Carrizos”, quien a sus 66 años y luego de celebrar brevemente una fama fugaz, otorgada por el documental de Everardo González que abordó sus fechorías, terminó en la cárcel acusado una vez más por el delito de robo a casa habitación. El martes 14 de octubre de 2008, la Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal (PGJDF) presentó al reconocido zorrero Alcaraz Montes de Oca, quien al ser detenido mintió sobre su identidad, pues el anonimato para un ladrón es poco más que un buen botín, como lo constató la fama de otro astuto carterista, Felipe Bustos Fuentes “El Mano Negra”, de quien sólo se conoció su identidad una vez muerto.

La fama de ese carterista, cuya rara destreza le valió para mantenerse en la sombra, no envidia a la de “El Carrizos”, pues si éste se jactaba de haber saqueado la residencia de un presidente, la hazaña de aquél no fue menor, ya que le sacó la billetera también a otro mandatario sin que se percatara.

De acuerdo con el propio Alcaraz Montes de Oca, él nunca le robó al que no tenía. Y, no obstante, la casa adonde se metió el día en que fue detenido no fue la de un político, tampoco la del presidente en turno y mucho menos la de un futbolista famoso, sólo se metió a robar -quizá ahora sí como un raterillo común- a la humilde casa de una persona singular.

Simplemente se trató de un domicilio ubicado en la demarcación de la Gustavo A. Madero, Colonia Pradera, en los linderos con el Estado de México, que por su contexto es fama que esta alcaldía tiene la peculiaridad de los índices más altos de pobreza, criminalidad y carencias... Robin Hood no les robaba a los chicos del bosque.

Fiel a su costumbre, el ladrón no abandona su naturaleza, como en la fábula del escorpión que pide ayuda para cruzar un río, pero al final mata a su piadoso auxiliador; y lo único que acierta a decir es que lo hizo porque “ésa es mi naturaleza”.

Decrépito, cabizbajo y sin esperanza aceptó la derrota, fiel también a su “ética” de la vieja guardia -siempre hay una vieja guardia en todo oficio- se entregó al verse sorprendido por el dueño de la casa que iba a robar. Pero como la misericordia para los injustos es cruel, fue acusado de robo con violencia, ya que, de acuerdo con las averiguaciones, se estipuló que esgrimió un destornillador en contra de su víctima al verse sorprendido.

Nada se deja al azar. O ésa era su premisa en los inicios de su carrera hamponil; él mismo solía referirlo, que le gustaba vestirse bien, salir de traje a cometer el ilícito acto de creerse Robin Hood o Chucho “El Roto”. No. Meras suposiciones y espejismo de quien decía quitarles solamente a los que tenían.

El ocaso del sutil delincuente

Como Don Quijote y Sancho Panza, El Carrizos y Gustavo Aguilar Martel compartieron aventuras; saquearon las casas de dos presidentes y visitaron la prisión en varias ocasiones

Pero el siglo cambió; las cosas también. Hay una frase en latín que lo expresa a la perfección: mutatis mutandis, que quiere decir “cambiando las cosas que deben cambiar”; pero no, él mismo y su absurda manía de apoderarse de lo ajeno lo condujo a terminar como un despojo de lo que fue; como una sombra, como un recuerdo, como un dibujo en la arena, cuya mano de un dios invisible -que todo lo equilibra- desdibuja.

-Esta vez no hice nada -espetó el ladrón a quien se le ha denominado legendario. Por sus manos pasaron todo tipo de joyas, obras artísticas incluso, y dinero a más no poder contar-. ¿Qué iba yo a robar de ese lugar? -continuó su discurso vacuo-. Dicen que me llevé unas llaves españolas”, espetó al ser presentado por las autoridades de la PGJDF.

Y sí. Qué iba a hacer con unas llaves españolas el otrora ladrón que se burló de la seguridad del mismísimo presidente; él y su banda de “Los Carrizos”, que poco a poco fueron encanados: Jorge Calva Márquez “El Fantomas”, Raymundo Moreno Reyes “El Burrero”, Arcadio Ocampo Anguiano “Xochi” y Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, por mencionar algunos.

Luis Genaro Vázquez, subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas de la PGJDF, indicó que su “chiste” fue considerado robo con violencia.

En efecto, hay beneficios para las personas de la tercera edad cuando se cometen delitos no violentos, por lo que Alcaraz hubiera podido ser sujeto a un arraigo domiciliario en lugar de enfrentar su proceso en prisión preventiva. Pero en este caso, a ‘El Carrizos’ se le pasó la mano, porque para huir amagó con un desarmador a la víctima”.

Otras veces estuvo recluido; en otras ocasiones lo atraparon y siempre salió para retornar sobre sus mismos pasos al camino del mal. Pero aquel octubre de 2008, ya con 66 años, lo que le deparaba el destino era esperar una digna retirada.

Como lo dijera el escritor Pablo Soler Frost, “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, fue mi único, patético, verídico, (y poco audaz) comentario”, pues efectivamente “El Carrizos” le robó a quien bautizaran “El Pelón Consuelas”, o al que llamaran “López Porpillo”, dos ladrones de cuidado.

El último en caer

Junto con Alcaraz Montes de Oca, quien definió su modo de delinquir con el término de “artegio”, cayó Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, su cómplice. Ambos integraron, en la década de los setenta, la ola de delincuentes que se vestía de pipa y guante para cometer sus hurtos.

No obstante, a partir de ese momento, octubre de 2008, permanecieron recluidos alrededor de seis años cumpliendo condena; después de “El Carrizos” poco o nada se sabe, como si se lo hubiera tragado la tierra o hubiera alcanzado la paz interior. Desapareció.

Gustavo Aguilar Martel “El Mayer”, luego de cumplir su pena, retornó a la senda del robo o hurto en las colonias Condesa y Narvarte, sobre todo las delegaciones Cuauhtémoc y Benito Juárez. Después de tantos años de dedicarse a lo mismo, su última morada no podía ser otra más que una celda. Olvidó la vieja escuela para dedicarse al atraco.

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En 2015 fue detenido por última vez en el tianguis de Tepito cuando intentaba revender los objetos agenciados de sus robos. A sus 54 años, aquél que perteneció a la banda de “Los Carrizos” retornó al lugar adonde pertenece, pues a pesar de los cien años de perdón que otorga el dicho, raras veces suele concederse a los auténticos maleantes.

A mediados de 2009, “El Carrizos”, con una evidente sonrisa en la cara, volvía a despedirse de sus compañeros de prisión, una vez más estaba en libertad. Sin embargo, los años le habían pasado factura, y tal vez, juzgó pertinente diluirse y no manchar su leyenda hamponil, la cual, le mereció el respeto de sus colegas por muchos años.

Sobre El Carrizos” no hubo noticias de que volviera a las “andadas”, pero los medios siguen hablando de él, por su desfachatez, su sinceridad, su desvergüenza y algunos también dirán, que hasta por su destreza y “buenos modales” para delinquir.

No se sabe con certeza sobre su paradero, si ya falleció o simplemente, permanece bajo el sol, contando sus historias para impresionar a sus nietos o a los ávidos de aventuras.

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