/ martes 20 de octubre de 2020

México más allá de los corruptos

México se encuentra en el 7o lugar, de acuerdo a los datos oficiales de la ONU, en la lista de los países más corruptos en el mundo. Hasta hace apenas dos años nos avergonzaba el lugar número 12, en la época en que el gobierno de Enrique Peña Nieto burlaba autoridades, medios y sociedad para demostrar los más altos y exacerbados niveles de corrupción. El pueblo mexicano hastiado por estos atropellos decidió votar por el cambio y a dos años del gobierno de AMLO, los resultados de lo que él esperaba conseguir son francamente desastrosos.

Así llegó López Obrador a ser presidente y aunque vendió propuestas en materia económica, de seguridad, de educación, de energía y de desarrollo social bastante irreales o francamente anacrónicas, la idea de que sería quien realmente enfrentaría lo corrupción le atrajo miles de votos de quienes ya estaban hartos; lo malo, es que sólo ofreció una imagen de honesto, porque en los hechos su gobierno ha sido todo lo contrario. Parafraseando a la Real Academia Española, podemos afirmar que la corrupción es una práctica, es decir, una conducta repetitiva que se realiza en cualquier organización, entendiendo como tal, desde la familia hasta las más complejas organizaciones de carácter político o empresarial, y en ellas, los actores haciendo uso de su función o rol obtienen provechos económicos o de otra índole.

Los servidores públicos tienen derecho a un sueldo. También tienen derecho a tener propiedades e incluso negocios o intereses privados que no afecten su desempeño. Nosotros tenemos derecho a conocer todo eso. Cuando lo ocultan o mienten, limitan uno de nuestros derechos democráticos más elementales: el de vigilarlos y, por lo tanto, evaluarlos. Los mexicanos tenemos derechos a exigir al presidente honestidad y franqueza para que pudiera responder si es capaz de comprender la magnitud y complejidad del problema.

Hoy todos nos damos cuenta de la fiereza con que la administración actual defiende posiciones y la furia con la que se afianzan los actores políticos deshonestas al poder, mientras la sociedad lucha todos los días por enfrentar un día más en uno de los cuadros más dantescos en la historia de la humanidad. Por fortuna, México, nuestra grande y bella nación está más allá de los corruptos, miles de hombres y mujeres de bien hemos decidido seguir apostando por nuestra patria e invirtiendo para generar empleos dignos, que seguramente contribuirán a lograr un lugar mejor para vivir.


México se encuentra en el 7o lugar, de acuerdo a los datos oficiales de la ONU, en la lista de los países más corruptos en el mundo. Hasta hace apenas dos años nos avergonzaba el lugar número 12, en la época en que el gobierno de Enrique Peña Nieto burlaba autoridades, medios y sociedad para demostrar los más altos y exacerbados niveles de corrupción. El pueblo mexicano hastiado por estos atropellos decidió votar por el cambio y a dos años del gobierno de AMLO, los resultados de lo que él esperaba conseguir son francamente desastrosos.

Así llegó López Obrador a ser presidente y aunque vendió propuestas en materia económica, de seguridad, de educación, de energía y de desarrollo social bastante irreales o francamente anacrónicas, la idea de que sería quien realmente enfrentaría lo corrupción le atrajo miles de votos de quienes ya estaban hartos; lo malo, es que sólo ofreció una imagen de honesto, porque en los hechos su gobierno ha sido todo lo contrario. Parafraseando a la Real Academia Española, podemos afirmar que la corrupción es una práctica, es decir, una conducta repetitiva que se realiza en cualquier organización, entendiendo como tal, desde la familia hasta las más complejas organizaciones de carácter político o empresarial, y en ellas, los actores haciendo uso de su función o rol obtienen provechos económicos o de otra índole.

Los servidores públicos tienen derecho a un sueldo. También tienen derecho a tener propiedades e incluso negocios o intereses privados que no afecten su desempeño. Nosotros tenemos derecho a conocer todo eso. Cuando lo ocultan o mienten, limitan uno de nuestros derechos democráticos más elementales: el de vigilarlos y, por lo tanto, evaluarlos. Los mexicanos tenemos derechos a exigir al presidente honestidad y franqueza para que pudiera responder si es capaz de comprender la magnitud y complejidad del problema.

Hoy todos nos damos cuenta de la fiereza con que la administración actual defiende posiciones y la furia con la que se afianzan los actores políticos deshonestas al poder, mientras la sociedad lucha todos los días por enfrentar un día más en uno de los cuadros más dantescos en la historia de la humanidad. Por fortuna, México, nuestra grande y bella nación está más allá de los corruptos, miles de hombres y mujeres de bien hemos decidido seguir apostando por nuestra patria e invirtiendo para generar empleos dignos, que seguramente contribuirán a lograr un lugar mejor para vivir.