/ martes 26 de marzo de 2024

OPINIÓN POR VICENTE GUTIÉRREZ CAMPOSECO | Incompetencia e ingobernabilidad

La violencia es tan mala como su utilización política. En todas las actividades politiqueras realizadas por algunos de los integrantes del partido Movimiento de “Degeneración” Nacional (MORENA), existe una determinada “cultura” propia; por no llamarle adoctrinamiento, es decir, un conjunto de hábitos de conducta, condicionamientos de falta de ética, moral y criterio, sobre lo que representan y a quienes representan, privilegiando la mitomanía, la impunidad y falta de resultados. Tal es el caso de la irresponsable actuación de la “gobernadora” de Campeche, Layda Sansores San Román, quien ha logrado llevar al territorio a su cargo a un estado de ingobernabilidad. Una bufona más pues que, no ha sabido hacer las cosas bien y se burla del pueblo del sureste mexicano.

Durante la tarde y noche del jueves 20 de marzo se presentaron algunas manifestaciones en Campeche para pedir la renuncia de la gobernadora Layda Sansores San Román, así como de la titular de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz. La movilización ciudadana se dio tres días de que comenzó el paro de labores de la Policía de Campeche, luego de que tuvieron que atender un motín en el penal de San Francisco Kobén sin los elementos necesarios y 30 elementos resultaron heridos, entre ellos policías mujeres. “La gobernadora solo se ha burlado, a pesar de que las policías mujeres estuvieron en muchos riesgos, sin equipo, dentro del CERESO, fueron violentadas y pasaron momentos muy desagradables porque no llevaban el equipo adecuado”.

En cualquier otra profesión en México una irresponsabilidad de esta magnitud seria seriamente sancionada conforme a la Ley. Los participantes perderían su trabajo, vería destruida su reputación y su negligencia, torpeza o desinterés tendrán graves consecuencias negativas sobre su vida a la vez que sus oportunidades de prosperar desaparecerán. Esta realidad implacable lamentablemente no rige para quienes ostentan un cargo público o gozan de un fuero Constitucional, como es el caso que hoy nos ocupa, principalmente por la impunidad que la administración actual a institucionalizado faltado a la inteligencia y respeto a sus conciudadanos.

La realidad en Campeche es que el pasado miércoles, donde de manera inédita unos 3 mil campechanos salieron a las calles a reclamar las condiciones de inseguridad y el abandono de las autoridades al personal de seguridad pública. La titular del Ejecutivo aseveró que, era un movimiento político en su contra y sostuvo a Marcela Muñoz en su puesto, provocando airados reclamos en redes sociales, calles del centro histórico y los municipios. Sorprendentemente los siervos de MORENA siempre acuden a echar la culpa a los gobiernos anteriores, quienes lejos de ser sancionados por tales fechorías, se pavonean ante las cámaras, disfrutan sus privilegios y eluden cualquier responsabilidad sobre los efectos deletéreos de sus manifiestos errores e inmoralidades. Por supuesto, hay honrosas excepciones en este desolador panorama y no todos los partidos alcanzan las mismas cotas de ignominia, pero si atendemos a la llamada “clase política” como especie, el paisaje es descorazonador.


La violencia es tan mala como su utilización política. En todas las actividades politiqueras realizadas por algunos de los integrantes del partido Movimiento de “Degeneración” Nacional (MORENA), existe una determinada “cultura” propia; por no llamarle adoctrinamiento, es decir, un conjunto de hábitos de conducta, condicionamientos de falta de ética, moral y criterio, sobre lo que representan y a quienes representan, privilegiando la mitomanía, la impunidad y falta de resultados. Tal es el caso de la irresponsable actuación de la “gobernadora” de Campeche, Layda Sansores San Román, quien ha logrado llevar al territorio a su cargo a un estado de ingobernabilidad. Una bufona más pues que, no ha sabido hacer las cosas bien y se burla del pueblo del sureste mexicano.

Durante la tarde y noche del jueves 20 de marzo se presentaron algunas manifestaciones en Campeche para pedir la renuncia de la gobernadora Layda Sansores San Román, así como de la titular de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz. La movilización ciudadana se dio tres días de que comenzó el paro de labores de la Policía de Campeche, luego de que tuvieron que atender un motín en el penal de San Francisco Kobén sin los elementos necesarios y 30 elementos resultaron heridos, entre ellos policías mujeres. “La gobernadora solo se ha burlado, a pesar de que las policías mujeres estuvieron en muchos riesgos, sin equipo, dentro del CERESO, fueron violentadas y pasaron momentos muy desagradables porque no llevaban el equipo adecuado”.

En cualquier otra profesión en México una irresponsabilidad de esta magnitud seria seriamente sancionada conforme a la Ley. Los participantes perderían su trabajo, vería destruida su reputación y su negligencia, torpeza o desinterés tendrán graves consecuencias negativas sobre su vida a la vez que sus oportunidades de prosperar desaparecerán. Esta realidad implacable lamentablemente no rige para quienes ostentan un cargo público o gozan de un fuero Constitucional, como es el caso que hoy nos ocupa, principalmente por la impunidad que la administración actual a institucionalizado faltado a la inteligencia y respeto a sus conciudadanos.

La realidad en Campeche es que el pasado miércoles, donde de manera inédita unos 3 mil campechanos salieron a las calles a reclamar las condiciones de inseguridad y el abandono de las autoridades al personal de seguridad pública. La titular del Ejecutivo aseveró que, era un movimiento político en su contra y sostuvo a Marcela Muñoz en su puesto, provocando airados reclamos en redes sociales, calles del centro histórico y los municipios. Sorprendentemente los siervos de MORENA siempre acuden a echar la culpa a los gobiernos anteriores, quienes lejos de ser sancionados por tales fechorías, se pavonean ante las cámaras, disfrutan sus privilegios y eluden cualquier responsabilidad sobre los efectos deletéreos de sus manifiestos errores e inmoralidades. Por supuesto, hay honrosas excepciones en este desolador panorama y no todos los partidos alcanzan las mismas cotas de ignominia, pero si atendemos a la llamada “clase política” como especie, el paisaje es descorazonador.