/ martes 2 de abril de 2024

OPINIÓN POR VICENTE GUTIÉRREZ CAMPOSECO | El poder los transforma

El poder por el poder no podrá ser una convicción porque, si bien es algo a lo que algún político puede adherirse fuertemente, carece del componente ético de servir a la ciudadanía y no a uno mismo. De acuerdo con lo que dice abogado y activista en Ciencias Penales Ulrich Richter, “El poder por el poder es la forma degenerada del ejercicio de cualquier forma de poder, que puede tener por sujeto tanto a quien lo ejerce con mayúsculas, que es el poder político, como a quien lo hace en una microesfera, como puede ser al interior de una familia o en un ambiente laboral. Si el fin de la política (y no del hombre político maquiavélico) es ejerce realmente el poder por el poder, la política no serve para nada”.

Por su parte el profesor español Luis Sánchez Agesta dice que, el poder es una energía que se proyecta sobre la vida social en virtud de la obediencia que los hombres le dispensan; obediencia que responde a la persuasión, al temor o a la aceptación de una jerarquía superior. Muchos son los casos en el mundo, donde el poder ha transformado a los gobernantes, quienes se vuelven autoritarios, mesiánicos, retrogradas, megalómanos e incluso, irracionales, afectando a la política, a la sociedad en general, a las familias, a los comercio y empresas, es decir, se convierten en un peligro para la nación a la que representan y juramentaron hacer guardar la Constitución y las Leyes que de ella emanan.

Es muy lamentable que quienes ejercen el poder proporcionado al través del voto ciudadano, los politiqueros lo transformen por “convicción”, por la aceptación de una “Idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido. Lo habitual es que todo político tenga convicciones en el sentido de estar fuertemente adherido a determinadas ideas políticas y me atrevo a decir que incluso éticas. Lastimosamente para la democracia de cualquier país, las más de las veces la ignorancia hace que las convicciones se convierten, sin embargo, en “creencias”; esto es, “firme asentimiento y conformidad con algo”, según la acepción del diccionario de la RAE.

Entonces, ¿la pregunta que surge es “puede considerarse la conservación del poder a toda costa como una convicción? Habrá alguno que defienda esa idea, pero yo no la comparto. Y ello porque moverse políticamente por “poder por el poder” es una aspiración egoísta que prescinde por completo de la finalidad que da sentido a la política que es la gestión y satisfacción de los intereses de la ciudadanía en general. Más he aquí que, desde hace algún tiempo, se viene produciendo en la mente de algunos políticos un fenómeno de sustitución de sus convicciones por “conveniencias”, es decir, “utilidades y provechos”.

Entonces, el poder contiene dos elementos: una fuerza y una idea, aunque históricamente lo que es permanente en el fenómeno del poder es la fuerza. Así pues, el poder por el poder” transforma una aspiración política en egoísta que, prescinde por completo de la finalidad que le da sentido a la gestión y satisfacción de los intereses de la ciudadanía en general. Valoremos la libertad.


El poder por el poder no podrá ser una convicción porque, si bien es algo a lo que algún político puede adherirse fuertemente, carece del componente ético de servir a la ciudadanía y no a uno mismo. De acuerdo con lo que dice abogado y activista en Ciencias Penales Ulrich Richter, “El poder por el poder es la forma degenerada del ejercicio de cualquier forma de poder, que puede tener por sujeto tanto a quien lo ejerce con mayúsculas, que es el poder político, como a quien lo hace en una microesfera, como puede ser al interior de una familia o en un ambiente laboral. Si el fin de la política (y no del hombre político maquiavélico) es ejerce realmente el poder por el poder, la política no serve para nada”.

Por su parte el profesor español Luis Sánchez Agesta dice que, el poder es una energía que se proyecta sobre la vida social en virtud de la obediencia que los hombres le dispensan; obediencia que responde a la persuasión, al temor o a la aceptación de una jerarquía superior. Muchos son los casos en el mundo, donde el poder ha transformado a los gobernantes, quienes se vuelven autoritarios, mesiánicos, retrogradas, megalómanos e incluso, irracionales, afectando a la política, a la sociedad en general, a las familias, a los comercio y empresas, es decir, se convierten en un peligro para la nación a la que representan y juramentaron hacer guardar la Constitución y las Leyes que de ella emanan.

Es muy lamentable que quienes ejercen el poder proporcionado al través del voto ciudadano, los politiqueros lo transformen por “convicción”, por la aceptación de una “Idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido. Lo habitual es que todo político tenga convicciones en el sentido de estar fuertemente adherido a determinadas ideas políticas y me atrevo a decir que incluso éticas. Lastimosamente para la democracia de cualquier país, las más de las veces la ignorancia hace que las convicciones se convierten, sin embargo, en “creencias”; esto es, “firme asentimiento y conformidad con algo”, según la acepción del diccionario de la RAE.

Entonces, ¿la pregunta que surge es “puede considerarse la conservación del poder a toda costa como una convicción? Habrá alguno que defienda esa idea, pero yo no la comparto. Y ello porque moverse políticamente por “poder por el poder” es una aspiración egoísta que prescinde por completo de la finalidad que da sentido a la política que es la gestión y satisfacción de los intereses de la ciudadanía en general. Más he aquí que, desde hace algún tiempo, se viene produciendo en la mente de algunos políticos un fenómeno de sustitución de sus convicciones por “conveniencias”, es decir, “utilidades y provechos”.

Entonces, el poder contiene dos elementos: una fuerza y una idea, aunque históricamente lo que es permanente en el fenómeno del poder es la fuerza. Así pues, el poder por el poder” transforma una aspiración política en egoísta que, prescinde por completo de la finalidad que le da sentido a la gestión y satisfacción de los intereses de la ciudadanía en general. Valoremos la libertad.