/ sábado 21 de marzo de 2020

Medio Ambiente

Es de justicia que determinadas conductas de las empresas no queden impunes. Esas conductas pueden ser la contaminación masiva del aire, de los recursos de la tierra y del agua, la destrucción a gran escala de la flora y la fauna, y cualquier acción que produzca un desastre ecológico o destruya un ecosistema.

Estas conductas atentan contra las generaciones futuras y se manifiestan en actos y hábitos de contaminación y de destrucción de la armonía del medio ambiente, son transgresiones contra los principios de interdependencia, es la ruptura de las redes de solidaridad entre los bienes de la persona humana. Podemos decir que esto se llama ecocidio.

El ecocidio se entiende como la pérdida, daño o destrucción de ecosistemas de un territorio determinado, de modo que su disfrute por parte de los habitantes se haya visto o pueda verse gravemente afectado. Este es un atentado contra la paz que debe ser reconocido como tal por la comunidad internacional.

Es importante que todos los responsables en este sector contribuyan con sus esfuerzos a garantizar una protección jurídica adecuada para nuestro medio ambiente. También debe tomarse en cuenta que estas medidas se den en los territorios, en los países, en los estados, para cuidar de manera integral lo que se ha dado en llamar nuestra casa común.

El Papa Francisco, autor de la encíclica Laudato Si, en torno a estas cuestiones, se pregunta si el estado de emergencia ambiental que vivimos no puede convertirse en una oportunidad para volver atrás, elegir la vida, y así revisar los modelos económicos y culturales que hacen realidad la justicia y el compartir, donde cada ser humano puede disfrutar de igual dignidad y derechos. Nuestro tiempo ha olvidado la dimensión activa y abierta del ser para privilegiar la medida del tener, la posesión que conduce al cierre, donde el hombre se define a sí mismo y se reconoce sólo en la medida de sus bienes materiales, de modo que los que no tienen nada corren el riesgo de perder el rostro, porque desaparecen, se convierten en uno de los invisibles que pueblan nuestras ciudades.

Mientras el problema del medio ambiente sea dejado sólo a los políticos y los ecologistas, el mundo no cambiará. El cuidado de nuestro planeta, el mundo, implica el compromiso de todos.

josedavalosmorales@yahoo.com.mx

Es de justicia que determinadas conductas de las empresas no queden impunes. Esas conductas pueden ser la contaminación masiva del aire, de los recursos de la tierra y del agua, la destrucción a gran escala de la flora y la fauna, y cualquier acción que produzca un desastre ecológico o destruya un ecosistema.

Estas conductas atentan contra las generaciones futuras y se manifiestan en actos y hábitos de contaminación y de destrucción de la armonía del medio ambiente, son transgresiones contra los principios de interdependencia, es la ruptura de las redes de solidaridad entre los bienes de la persona humana. Podemos decir que esto se llama ecocidio.

El ecocidio se entiende como la pérdida, daño o destrucción de ecosistemas de un territorio determinado, de modo que su disfrute por parte de los habitantes se haya visto o pueda verse gravemente afectado. Este es un atentado contra la paz que debe ser reconocido como tal por la comunidad internacional.

Es importante que todos los responsables en este sector contribuyan con sus esfuerzos a garantizar una protección jurídica adecuada para nuestro medio ambiente. También debe tomarse en cuenta que estas medidas se den en los territorios, en los países, en los estados, para cuidar de manera integral lo que se ha dado en llamar nuestra casa común.

El Papa Francisco, autor de la encíclica Laudato Si, en torno a estas cuestiones, se pregunta si el estado de emergencia ambiental que vivimos no puede convertirse en una oportunidad para volver atrás, elegir la vida, y así revisar los modelos económicos y culturales que hacen realidad la justicia y el compartir, donde cada ser humano puede disfrutar de igual dignidad y derechos. Nuestro tiempo ha olvidado la dimensión activa y abierta del ser para privilegiar la medida del tener, la posesión que conduce al cierre, donde el hombre se define a sí mismo y se reconoce sólo en la medida de sus bienes materiales, de modo que los que no tienen nada corren el riesgo de perder el rostro, porque desaparecen, se convierten en uno de los invisibles que pueblan nuestras ciudades.

Mientras el problema del medio ambiente sea dejado sólo a los políticos y los ecologistas, el mundo no cambiará. El cuidado de nuestro planeta, el mundo, implica el compromiso de todos.

josedavalosmorales@yahoo.com.mx

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