/ martes 1 de diciembre de 2020

Los casos R R. 

La desastrosa crisis de gobernabilidad en la que está hundido nuestro querido México no solo ha reforzado la animadversión política, ya muy alta previamente según los recientes resultados electorales y la caída libre que tiene la imagen del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la percepción de la sociedad mexicana, sino que ha provocado también, como era inevitable, una gran añoranza por los políticos «de antes» en comparación con los «de ahora». La cosa no es desde luego para menos: La pésima administración federal, la falta de credibilidad en los partidos de oposición, la creciente corrupción e impunidad en que actualmente vivimos solo nos lleva a confirma que los políticos aztecas únicamente aspiran al servilismo y, pasar a las filas de en un caso más de RR “rateros y rajones”.

Visto tan negro panorama, ¿eran los políticos de antes mejores que los políticos de ahora? Aunque generalizar resulta siempre peligroso, si por mejores entendemos menos sectarios, irresponsables y egoístas, creo que puede afirmarse, con las excepciones de rigor, que, de facto destruyen el cambio, instituciones y hacen Leyes a modo para saciar su enfermiza venganza contra millones de mexicanos que no comulgan con ellos. Lo que me recuerda enviar una felicitación al Fiscal General Alejandro Gertz Manero por aplicar la Ley, sin reservas, para extirpar a todos los servidores públicos que han abusado del poder; anteriores y actuales, robando recursos de erario de nuestro grande y hermoso país.

Pero ello no oscurece el hecho cierto, común en muchos países de Latinoamérica, de que la calidad de la clase política ha caído en picada y de que, con ella, ha descendido el compromiso con los intereses generales de la sociedad que, junto a los cada día menos representativos partidos políticos y a los intereses personales, evitan que grandes países como México no crezca como la nación global y competitiva que debería de ser.

El Fiscal General tiene mucho trabajo por delante, los casos “RR” anteriores, de la actual administración y futuros gobernantes deben poner sus barbas a remojar, ¡ya basta! de escudar sus raterías cobardemente argumentando “es que me lo ordenaron”. ¿Si les ordenan tirarse al pozo también lo hubieses hecho? Los mexicanos no nos chupamos el dedo, sabemos que la impunidad fomenta la corrupción y, en México lamentablemente, “el que reparte y comparte se queda con la mayor parte sin temor a represalias”. Son pues muchos políticos una generación corrupta, vulgares ladrones, los del pasado y seguramente muchos del presente, a quienes hay que aplicarles todo el peso de la Ley.


La desastrosa crisis de gobernabilidad en la que está hundido nuestro querido México no solo ha reforzado la animadversión política, ya muy alta previamente según los recientes resultados electorales y la caída libre que tiene la imagen del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la percepción de la sociedad mexicana, sino que ha provocado también, como era inevitable, una gran añoranza por los políticos «de antes» en comparación con los «de ahora». La cosa no es desde luego para menos: La pésima administración federal, la falta de credibilidad en los partidos de oposición, la creciente corrupción e impunidad en que actualmente vivimos solo nos lleva a confirma que los políticos aztecas únicamente aspiran al servilismo y, pasar a las filas de en un caso más de RR “rateros y rajones”.

Visto tan negro panorama, ¿eran los políticos de antes mejores que los políticos de ahora? Aunque generalizar resulta siempre peligroso, si por mejores entendemos menos sectarios, irresponsables y egoístas, creo que puede afirmarse, con las excepciones de rigor, que, de facto destruyen el cambio, instituciones y hacen Leyes a modo para saciar su enfermiza venganza contra millones de mexicanos que no comulgan con ellos. Lo que me recuerda enviar una felicitación al Fiscal General Alejandro Gertz Manero por aplicar la Ley, sin reservas, para extirpar a todos los servidores públicos que han abusado del poder; anteriores y actuales, robando recursos de erario de nuestro grande y hermoso país.

Pero ello no oscurece el hecho cierto, común en muchos países de Latinoamérica, de que la calidad de la clase política ha caído en picada y de que, con ella, ha descendido el compromiso con los intereses generales de la sociedad que, junto a los cada día menos representativos partidos políticos y a los intereses personales, evitan que grandes países como México no crezca como la nación global y competitiva que debería de ser.

El Fiscal General tiene mucho trabajo por delante, los casos “RR” anteriores, de la actual administración y futuros gobernantes deben poner sus barbas a remojar, ¡ya basta! de escudar sus raterías cobardemente argumentando “es que me lo ordenaron”. ¿Si les ordenan tirarse al pozo también lo hubieses hecho? Los mexicanos no nos chupamos el dedo, sabemos que la impunidad fomenta la corrupción y, en México lamentablemente, “el que reparte y comparte se queda con la mayor parte sin temor a represalias”. Son pues muchos políticos una generación corrupta, vulgares ladrones, los del pasado y seguramente muchos del presente, a quienes hay que aplicarles todo el peso de la Ley.