/ viernes 21 de mayo de 2021

La tragedia de Hillsborough, Inglaterra padeció la peor desgracia de su historia deportiva

Seguidores del Liverpool fallecieron asfixiados, a causa de una espantosa avalancha humana

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Inglaterra es uno de los países más futboleros del continente europeo. Para los sectores oprimidos, el futbol soccer es una religión, trabajadores de toda índole no pierden oportunidad de pasar a la taberna o el pub cada que pueden, para beberse una cerveza y comentar cómo les fue a sus equipos en la cancha.

En la década de los 80 el panorama no era distinto, por el contrario, las clases más vulnerables vivían en descontento con el régimen de la ministra Margaret Thatcher, quien las privó de varios apoyos, uno de ellos, el servicio de salud gratuito.

La Dama de Hierro, como se le nombró a Thatcher, también privatizó varias empresas del Estado, lo que acrecentó los costos de varios servicios, como el transporte, la energía eléctrica, abasto de alimentos, entre otros. Y por si fuera poco, la ministra no dudó en reprimir siempre que pudo a los sindicatos obreros, cuando éstos se atrevieron a protestar las condiciones precarias en las que vivían y laboraban.

Miles de ellos se trasladaron de las fábricas a los estadios y en el futbol hallaron el escape y desahogo que necesitaban para liberarse del yugo que padecían en la vida cotidiana. Varios líderes sindicales aprovecharon su poder de convocatoria y se convirtieron también en jefes de grupos de Hooligans.

Sí, fue muy común durante esta década, ver cómo miles de ellos abarrotaban los estadios, se enfrentaban a golpes con los del equipo rival, donde quiera que se encontraban, había disturbios, los cuales, muchas veces terminaron en invasiones de terreno de juego, sin importar que estuviera en pleno desarrollo el partido.

Fue una época difícil, en la que los problemas sociales se vieron reflejados en los estadios de futbol, y en uno de ellos, ocurrió en 1989, la mayor tragedia deportiva en la memoria de Reino Unido. La Prensa, fiel a su deber de informar, contó a través de sus páginas los sinsabores del infortunio. Hoy, desempolvamos la historia para compartirla de nuevo con todos ustedes.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PARTIDO DE DESEMPATE, DE LA FA CUP

Fue una mañana soleada. Las condiciones climáticas no podían ser mejores, para asistir aquella tarde a la ciudad de Shieffield, a presenciar el partido de desempate entre los equipos de Liverpool y Notthingham Forest, y definir al primer finalista de la FA CUP.

Las escuadras llegaron a las instancias del tercer juego, pues los dos anteriores terminaron con victoria por cada bando, y la regla del torneo los obligó a disputar un desempate definitivo en cancha neutral, sin ventaja para nadie. Por una extraña razón, los federativos de la Liga inglesa definieron al estadio de Hillsborough para dicho duelo.

Desde muy temprano los aficionados de cada equipo se dirigieron en masa hasta la ciudad de Shieffield. Se calculó que al inmueble deportivo arribarían unos 30 mil fanáticos del Liverpool y 15 mil del Notthingham Forest.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

SHIEFFIELD, UN BARRIO OBRERO

Por tradición, la ciudad de Shieffield adquirió un pulso importante gracias al ramo metalúrgico. Fábricas del ramo se encontraban por toda la ciudad, pero su centro se conformaba por calles angostas que contrastaban con naves industriales y a su alrededor, decenas de tabernas, donde los obreros acudían a destensarse de la jornada ruda de trabajo.

Fue ahí, en el corazón del barrio industrial, cuando en 1899, se inauguró el estadio de Hillsborough, para ser la casa del equipo local: el Sheffield Wednesday Football Club. Es decir, para 1989, aquel era un estadio con 90 años de antigüedad, mal acondicionado y por los cambios sociales y urbanos, un inmueble obsoleto y por decir poco, se encontraba en sus últimos días.

Los aficionados de los Reds, como se les conoce a los del Liverpool, tomaron la carretera, única vía para llegar a Shieffield, para estar con los suyos y alentarlos a la victoria. No obstante, en el camino se toparon con varios obstáculos, al ser el único acceso, en la autopista se hizo el embotellamiento debido a un fuerte choque registrado aquella mañana. Esto generó el retraso de miles de ellos y por si fuera poco, a la entrada de la ciudad, se toparon con varias inspecciones de la policía, quien los detuvo para registrar sus vehículos ya que tenían la orden de decomisar armas, drogas y bebidas alcohólicas.

Al mediodía, el estadio apenas registraba una afluencia de cinco mil aficionados y en sus alrededores se estimaba, había unos tres mil más. El partido arrancaría a las 3 de la tarde, así que la actividad apenas comenzaba en la ciudad de Shieffield.

Con tres mil policías resguardaron el interior y exterior del estadio, 45 minutos antes de comenzar el partido, el panorama cambió de forma radical. El acceso a la grada llamada Leppings Lane, ubicada en una de las cabeceras del inmueble, se encontraba completamente saturada. En un rango de una hora, la tribuna se había llenado por completo y a las afueras, miles de aficionados trataban de ingresar.

Con la multitud desbordada, un teniente de apellido Marshall, se comunicó por radio a la cabina de seguridad dentro del estadio, donde el intendente David Duckenfield, se encontraba supervisando lo que ocurría.

Marshall pidió permiso a Duckenfield, de abrir la puerta C del estadio, la cual, normalmente mantenían cerrada para controlar la entrada de los aficionados, pero en ese momento, se le ocurrió sería una buena idea para desahogar a los miles que aún intentaban ingresar. El intendente dio su visto bueno y los policías abrieron aquel acceso. La turba entró a empujones y la situación dentro de la grada Leppings Lane, se agravó.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Cuando los policías se sintieron incapaces de controlar a la multitud, creyeron que su mayor, el intendente Duckenfield, pediría a las autoridades de la Liga inglesa, se retrasara el inicio del partido hasta tener controlada la situación con los miles de aficionados que intentaban ingresar por la cabecera de Leppings Lane, sin embargo, tal situación nunca ocurrió, los jugadores de ambos equipos saltaron al terreno de juego y el árbitro Stuart Pearce dio el silbatazo inicial apenas pasadas las 3 de la tarde. Mientras tanto, la muchedumbre tanto dentro de la grada como afuera del estadio se debatía en un vaivén espeluznante, pues miles de fanáticos se encontraban muy apretujados y con poco aire que respirar.

AFICIONADOS INVADEN LA CANCHA

Apenas transcurrieron tres minutos de partido, varios aficionados se liberaron de la avalancha humana y brincaron el alambrado que separaba la grada de la cancha. En la transmisión que realizaba la BBC por televisión, el narrador comentó lo sucedido, sin embargo, el juego continuaba, mientras los policías trataban de contener a más seguidores, quienes pedían ayuda, pues estaban siendo aplastados por la turba.

Desde el comienzo del encuentro, el Liverpool salió decidido a abrir el marcador lo más rápido posible, al minuto cinco tuvo la oportunidad más clara, cuando el delantero Peter Beardsley recibió un pase por la banda derecha y desde fuera del área, realizó un potente disparo que se impactó en el poste horizontal de la meta del Notthingham Forest. Un minuto después, más aficionados ya invadían el área del guardameta del Liverpool y el árbitro Pearce detuvo el partido.

VAIVÉN TERRORÍFICO DE CUERPOS

En ese momento se desveló el terror que acontecía, decenas de seguidores eran aplastados contra el alambrado que daba hacia el terreno de juego, a causa de varias avalanchas, entre ellos se encontraban mujeres y niños. En sus rostros se reflejaba la desesperación y angustia por no poder respirar.

La gran masa humana se columpiaba en un terrorífico vaivén de cuerpos, donde decenas de personas pasaban unas encima de otras, las cuales se encontraban en el piso y ya no se movían. Otros intentaban brincar la malla de alambre y ponerse a salvo del lado de la cancha. Los de más atrás, comenzaron a escalar al segundo piso de la grada, ayudados por los aficionados de arriba, mientras los jugadores de ambos equipos se retiraron a los vestidores.

Antes de que el árbitro detuviera las acciones, uno de los primeros en percatarse de la tragedia, fue el guardameta del Liverpool, Bruce Grobbelaar: “Estaba bajo la portería y vi gente con sus caras aplastadas contra la valla, entonces varios de ellos me pidieron ayuda: ‘¡Bruce, ayúdanos! ¿Puedes hacer algo? No podemos respirar’. Así que hablé con una mujer policía y me dijo que no abriría la cerca hasta que su superior diera la orden. Fue terrible lo que sucedió”, señaló el portero en una entrevista días después.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PENSARON, SE TRATABA DE UNA INVASIÓN DE HOOLIGANS

En un inicio, los policías intentaron contener a la multitud que intentaba saltar el alambrado, pensaron, se trataba de una invasión de Hooligans a la cancha, situación muy común durante la década de los 80, pero con el paso de los minutos y al ver cómo las circunstancias empeoraban, cayeron en la cuenta de que estaban ante una tragedia y comenzaron a ayudar a los aficionados a brincar la malla metálica para ponerlos a salvo.

Luego, a alguien se le ocurrió la brillante idea de abrir los accesos a la cancha, y más personas lograron zafarse de la marabunta.

Mientras tanto, jugadores de ambos equipos y árbitros, se hallaban en los vestidores muy confundidos, no sabían con exactitud qué pasaba en la cancha.

DESOLADO PANORAMA

Con el paso de los minutos, todo empeoró, en el terreno de juego cientos de personas vagaban desorientadas, algunas yacían tiradas sobre el pasto esperando a recibir ayuda, y otras, ya no se movían, estaban muertas.

Inmersos en el desolado panorama, las autoridades pidieron la presencia de varias ambulancias para atender a los heridos, sin embargo, a las afueras del estadio, había aún tantos aficionados que apenas lograron acercarse.

Los paramédicos en el estadio no existieron y por ello, los mismos aficionados comenzaron a auxiliar a los lesionados como pudieron, aunque, mejor dicho, actuaron por instinto de sobrevivencia y solidaridad. Arrancaron la publicidad estática alrededor del campo y las usaron como camillas para trasladar a los moribundos hasta las ambulancias que se encontraban varias calles alejadas del inmueble y pudieran recibir atención médica.

Por otra parte, varios policías intentaron reanimar a los heridos, a unos les aplicaron respiración boca a boca, a otros, masaje en el pecho, algunos respondieron satisfactoriamente, pero la mayoría, ya no tenían pulso, habían muerto asfixiados por la muchedumbre.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

AGONIZANTE ESPERA DE FAMILIARES

Fue por medio de la televisión, que familiares y amigos de aficionados que asistieron al partido, se enteraron de la tragedia. Al ver la magnitud de la desgracia, se trasladaron a la ciudad de Shieffield para buscar a sus parientes. Durante el camino, escucharon por la radio que los heridos estaban ingresando al Royal Hallamshire Hospital, cerca del centro de la ciudad.

En el hospital, las ambulancias llegaban con los heridos y de inmediato, un paramédico leía la lista con los nombres de los ingresados, así fue como varios familiares se enteraron del estado de salud de sus parientes; sin embargo, hubo otros que esperaron por muchas horas a que arribara la última ambulancia, pero no dieron con los suyos. Sus muertitos estaban en otra parte.

TESTIMONIOS DEL INFORTUNIO

La noticia sobre aquella desgracia dio la vuelta al mundo, La Prensa recogió la triste historia y al día siguiente la puso en las manos de sus lectores. También, esta casa editora publicó una serie de testimonios dantescos, contados en viva voz de sus sobrevivientes: “Era como estar bajo el agua sin poder salir a la superficie, y con la sensación apremiante de que te falta el aire y estás sepultado por cuerpos sin vida”, comentó Ian Clarck, uno de los seguidores del Liverpool, que permanecía internado en el Royal Hallamshire Hospital, de Shieffield.

Thomas Byrne, quien también se encontraba en esa grada maldita contó: “Los espectadores saltaban unos sobre las cabezas de otros para huir del tumulto. Es algo que no puedo explicar con palabras, ni siquiera cundió el pánico porque todos estaban tan apretados que bastante tenían con poder respirar”. Joseph Johnston, otro aficionado, vio cómo su hermano menor, Daniel, de 28 años, no podía escapar de la avalancha humana: “Me había salvado la vida ayudándome a salir, pero él tenía enganchado el brazo y la masa humana se lo tragó por completo. No tuvo ninguna oportunidad. ¿Cómo les digo ahora a sus tres hijos que su padre murió en un partido de futbol?”, concluyó el hombre, desbordado en llanto.

Por otra parte, los cadáveres de los fallecidos fueron colocados en el gimnasio del mismo estadio de Hillsborough, hasta donde sus familiares llegaron para identificarlos y reclamarlos. En dicho lugar se improvisó una especie de morgue, la cual adquirió un entorno triste y a la vez grotesco, al ver decenas de cuerpos y sus familiares implorando por ellos.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

HOMENAJE EN ANFIELD ROAD

El lunes 17 de abril, cientos de seguidores del Liverpool fueron a su estadio, Anfield Road, y colocaron una ofrenda con miles de flores y bufandas con los colores del club, en una de las porterías, en señal de conmemoración y duelo por la muerte de 96 de sus aficionados.

Por otro lado, hinchas de su “eterno rival”, el Everton, se unieron al tributo de los fallecidos, se hicieron presentes en Anfield Road, de forma silenciosa y con sus bufandas azules escucharon respetuosamente las marchas fúnebres, interpretadas por una banda del ejército inglés.

En una de las tribunas se colocó una gran pancarta con la frase: “Rezamos por todos los compañeros que amaban al Liverpool”. Entre los asistentes al homenaje, se encontraba el delantero estrella de los Reds, John Aldridge, quien conmocionado no pudo pronunciar palabra con los periodistas. Su hijo pequeño depósito un ramo de flores en la gran ofrenda sobre el césped.

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La Primera Ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher, muy a su estilo, declaró a los medios de comunicación que había ordenado a las autoridades una investigación a fondo para esclarecer la tragedia.

Pero una infamia como la acontecida en Hillsborough, orilló a plantearse varias preguntas y a exigir a las autoridades responder a todas. Todo Reino Unido se preguntó: “¿Qué originó la tragedia?” “¿Por qué se eligió un estadio tan obsoleto para realizar el partido?” ¿Por qué no había paramédicos en el estadio para atender una emergencia como la ocurrida? “¿Por qué las autoridades policiacas como las de la Liga inglesa no retrasaron el inicio del encuentro hasta tener controlada la situación con los aficionados?”.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

AFICIONADOS DEL LIVERPOOL, LOS CULPABLES

En primera instancia, la Policía de Yorkshire, encargada de la seguridad del estadio y el diario The Sun, apuntaron con dedo acusador a los aficionados del Liverpool, como causantes de la catástrofe. Señalaron que unos cinco mil seguidores de los Reds no tenían boleto y provocaron un portazo, lo cual originó la devastadora avalancha humana y ante eso, los agentes de seguridad no pudieron hacer nada.

Al respecto, el tabloide The Sun calificó de “borrachos” a los fans del Liverpool y, por si fuera poco, afirmó que una vez muertos, sus propios compañeros de grada, los orinaron y robaron la billetera, situación que años después, se comprobó no fue cierta.

En contraste, otros medios de comunicación dieron a conocer información más precisa, que reveló que en el estadio no había suficientes paramédicos para responder a una emergencia. Otra fue que los aficionados llegaron tarde al juego porque se les detuvo al llegar a la ciudad de Shieffield, debido a retenes innecesarios que realizó la policía. Un aporte relevante más, fue que en 1981, ya se había presentado una situación crítica en el mismo estadio de Hillsborough, cuando se disputaba otra semifinal entre los equipos de Tottenham Hotspur y el Wolverhampton Wanderers. Fue en la misma grada de Leppings Lane, donde una multitud de aficionados estuvieron a punto de morir aplastados y asfixiados, pero el actuar de las autoridades aquel día, salvó a cientos de ellos de la muerte. En ese momento, el jefe de la policía de Yorkshire, Brian Mole, dio la orden de permitir que se abrieran las puertas de acceso al terreno de juego y los fans permanecieran sentados alrededor de la cancha. Aquella decisión fue vital para evitar una tragedia.

Otra cuestión que despertó la inquietud de la gente, fue que a los seguidores de los Reds se les asignó la grada más pequeña, con capacidad para 12 mil espectadores, cuando se estimaba, la ocuparan unos 15 mil seguidores del Liverpool.

En realidad, todas esas interpretaciones abrieron más la herida del sufrimiento de los familiares, amigos de las víctimas, sobrevivientes y de la propia sociedad inglesa en general. Entretanto, como era de esperarse, la Federación inglesa de Futbol suspendió el Torneo de Copa, en señal de luto nacional.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

LA TRAGEDIA SUMIDA POR AÑOS EN LA IMPUNIDAD

La masacre derivó en numerosas investigaciones sobre lo acontecido en el estadio de Hillsborough, y, aunque el gobierno de la Primera Ministra Margaret Tahtcher creó un Tribunal especial para esclarecer los hechos y que cayeran los culpables, la verdad fue que los más de 300 mil expedientes que documentaron la historia de la tragedia, fueron con el tiempo archivados y dejados en el olvido.

No obstante, durante el paso de los años, familiares de las víctimas, sobrevivientes, junto con algunos futbolistas del Liverpool, nunca claudicaron en su esfuerzo por conocer la verdad y eliminar el estigma sobre los aficionados de los Reds, respecto a que ellos de algún modo, habían provocado la tragedia.

Su tenacidad y dignidad para honrar la memoria de los 96 fallecidos, se vio coronada el 12 de septiembre del 2012, mediante un informe que reveló por fin las causas de la catástrofe.

Fue en el mismo Parlamento inglés, donde el Primer Ministro David Cameron, desnudó por completo la corrupción podrida que inundó la investigación, donde autoridades de la Policía del Sur de Yorkshire -encargada de la vigilancia el día del partido-, alteraron y destruyeron 116 de las 164 declaraciones de los policías presentes aquella tarde en el estadio de Hillsborough.

Para toda sorpresa de la sociedad inglesa, el Ministro Cameron dirigió las siguientes palabras: “Pido mi más profundo perdón a las familias y aficionados del Liverpool, ya que ellos no fuero los causantes de la tragedia. Estamos muy apenados por toda la corrupción que rodeó la investigación”.

El informe destacó los tremendos errores cometidos por la policía aquella tarde en Hilssborough, pero en particular, sobre la figura del intendente David Duckenfield, encargado del operativo de seguridad, pues a pesar de estar en la cabina dentro del estadio, donde se pudo percatar sin ningún problema de lo que pasaba, no solicitó el retraso del partido a las autoridades de la Liga de Futbol, hasta tener controlada la situación. Además, por dar la orden de abrir el acceso C, lo que causó que entraran más fans y se agravara el problema dentro de la grada Leppings Lane, así como en las afueras del estadio, donde varias personas más fallecieron aplastadas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

SE LIMPIÓ LA REPUTACIÓN DE LOS SEGUIDORES DE LOS REDS

El informe también asentó el grave problema por la falta de suficientes paramédicos en el estadio, lo cual hubiera evitado que, por lo menos, 40 o 50 personas se salvaran.

Respecto a las acusaciones hechas contra los seguidores de los Reds, quienes fueron calificados de “borrachos” y de “profanar los cadáveres de las víctimas”, se demostró, fue una clara difamación, pues, aunque fue cierto que varios seguidores se habían tomado alguna cerveza, ésta no fue la causa que desembocó la tragedia, ni mucho menos.

Testimonios de varios policías lo dejaron muy claro: “Algunos fans sí tenían aliento etílico, pero su comportamiento en ningún momento fue violento (…) Es absurdo pensar que la mayoría de ellos estaban alcoholizados, porque es mentira, además, en dado caso de que así hubiera pasado, los hechos no hubieran terminado en la desgracia que concluyó”, señaló uno de los policías del Sur de Yorkshire, quien estuvo en la entrada de aquel acceso maldito a la grada de Leppings Lane.

Por otra parte, las autopsias practicadas a las 96 víctimas, desmintieron esas acusaciones, la mayoría de ellas fallecieron por asfixia, causada por hipoxia, es decir, falta de aire suficiente para respirar.

De ese modo, la sociedad inglesa y el entorno del futbol mundial supo con certeza qué pasó aquella tarde del 15 de abril de 1989, en el estadio de Hillsborough, donde las malas decisiones tomadas por la policía, más lo obsoleto de un inmueble muy antiguo, provocaron la muerte de 96 aficionados al Liverpool y causaron lesiones a 766 personas más, en la peor tragedia en la historia del deporte de Reino Unido.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

UNA BROMA DE MAL GUSTO SIEMPRE TERMINA MAL / LAS CONSECUENCIAS DE UNA BROMA PESADA

A los hechos trágicos en Hillsborough subyace una particular historia, cuya existencia podría no tener nada que ver con el destino fatal de las 96 víctimas ni de las miles de personas más que quedaron marcadas para toda su vida, cuando se vieron atrapados por aquella escalofriante avalancha humana que casi los mata.

La historia es la siguiente.

En octubre de 1988, en una calle oscura de la ciudad de Shieffield, dos hombres encapuchados abordaron a un joven policía, quien terminado su turno se dirigía a casa a descansar.

Su madre lo esperaba con la cena, pero en el camino, como mencioné un par de sujetos con pasamontañas lo sorprendieron, lo golpearon y en un callejón lo ataron de pies y manos, además de cubrir su rostro con una manta.

El joven policía trató de defenderse, pero se vio superado por la fuerza de sus captores. Cuando lo habían golpeado lo suficiente para que el muchacho ya no pusiera resistencia, lo colocaron bocabajo en el suelo, acababa de llover, por lo cual, el pavimento se encontraba encharcado y llenó de fango, así que el policía estaba hecho una porquería.

Uno de los agresores, encañonó al joven, mientras su compañero le quitaba los pantalones. Cuando lo dejó desnudo de la cintura hacia abajo, lo voltearon bocarriba y burlándose de él, uno de ellos sacó de su chamarra una cámara fotográfica y lo fotografiaron en varias ocasiones.

Carcajeándose de su víctima, los dos sujetos se quitaron los pasamontañas para que el muchacho los viera. Cuál fue su sorpresa, al darse cuenta de que se trataba de dos compañeros del destacamento de policía del Sur de Yorkshire, quienes extasiados le gritaron: “¡Bienvenido a la corporación, novato!”, mientras se alejaban orgullosos de la broma jugada a su recién colega.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PRESENTÓ UNA QUEJA

El joven humillado, se levantó como pudo y así también llegó a casa, minutos después, así todo lacerado por los golpes, se presentó ante sus superiores para levantar una denuncia por lo que había sufrido.

Los bromistas, por su parte, divulgaron obviamente las fotografías del novato con todos los compañeros de la corporación, el muchacho sin duda, fue el hazmerreír durante varios meses, situación que lo afectó en su autoestima de forma severa.

En los primeros días de marzo de 1989, la denuncia del joven policía se resolvió de la siguiente manera: los agentes que realizaron la broma fueron multados y despedidos, dos superiores fueron sancionados y el intendente Brian Mole, jefe de la policía del Sur de Yorkshire, y quien no tuvo nada que ver con la pesada broma, fue removido de jurisdicción a la ciudad de Barnsley.

Brian Mole fue el jefe de policía que evitó la tragedia en Hillsborough en 1981, cuando miles de aficionados en la grada estuvieron a punto de morir aplastados, y optó por permitir que los aficionados se sentaran atrás de la portería, durante un partido entre el Tottenham Hotspur y el Wolverhampton Wanderers.

Mole tenía gran experiencia para actuar en situaciones complejas, cuando de futbol se trataba, y a 21 días de la semifinal entre Liverpool y Notthingham Forest, fue removido a otra ciudad y su cargo lo asumió David Duckenfield, quien no sabía un carajo de futbol ni de cómo resolver situaciones como la que se presentó aquella tarde de abril en el estadio de Hillsborough. Así que juzgue usted, estimado público lector, si aquella broma de mal gusto tuvo que ver con la tragedia.

Un joven policía asignado a la estación de Ranmoor, suburbio en la ciudad de Shieffield. Por la broma despidieron a los policías, quitaron el cargo a dos autoridades y multaron a un par más.

Brian Mole fue removido a la jurisdicción de Barnsley

A 21 días de la tragedia en Hillsborough, nombran nuevo jefe de policía al intendente David Duckenfield, un agente sin experiencia y sin conocimiento del futbol. No tuvo la capacidad para atender la compleja situación que se desató en Hillsborough. En la conferencia de prensa, dos días antes del partido, no sabía ni cuales equipos jugaban. Dijo Liverpool contra Nottinghamshire y alguien lo corrigió.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

El cargo le quedó muy grande.

Como resulta casi siempre cuando hay que deslindar responsabilidades,

Royal Hallamshire Hospital

Peter Beardsley, delantero del Liverpool la estrelló al poste al minuto 6 de juego.

Stuart Pearce, árbitro de aquel partido.

8 minutos antes del partido Marshall pide se abra la puerta C.

Brian Mole, superintendente de policía de la policía de Yorkshire del Sur

Pusieron a David Duckenfield, oficial sin experiencia ni conocimiento del futbol. Bernard Murray, su asistente en la cabina del estadio.

EL ARTE ES UNA MENTIRA PARA DEIR LA VERDAD SHIEFFIELD, UNA CIUDAD OBRERA

La ciudad fue fundada como tal en 1893, con apenas 120 mil habitantes. Por sus condiciones geográficas, el eje que movió su economía fue el ramo metalúrgico. Miles de hombres trabajaban en las minas para extraer carbón y acero. Pronto la ciudad trajo prosperidad y desarrollo a la región, lo que causó la migración de miles de familias de Yorkshire y Manchester a Shieffield, donde encontraron empleo tanto en las minas como en las manufactureras dedicadas a la fabricación de estructuras metálicas.

Personas de todas las capas sociales desbordan su pasión cada fin de semana en las gradas, mientras apoyan al equipo de sus amores.

Entretanto, la cadena BBC, la cual transmitía por radio y televisión el partido, dio cuenta de lo sucedido y de forma lastimosa, informaba sobre las cifras de muertos y heridos en el estadio de Hillsborough.

Mark Mellor, otro hincha de los Reds señaló: “Tuve que pasar por encima de otros cuerpos caídos para poder saltar la valla y escapar, no tuve opción, éramos como animales metidos en una jaula de zoológico”.

Por su parte, Russ Reilly, policía local, contó que administró respiración boca a boca a un niño de 12 años que estaba tirado en la cancha, pero cuando vio que era inútil seguir, la frustración lo invadió y derrotado se puso a llorar sentado en el césped. Bob Cunningham, un aficionado más del Liverpool, narró cómo murió en sus brazos uno de sus compañeros de trabajo: “Me pidió que sostuviera su cabeza y aflojara la bufanda de su cuello, con los colores encendidos del equipo de sus amores”.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

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Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Inglaterra es uno de los países más futboleros del continente europeo. Para los sectores oprimidos, el futbol soccer es una religión, trabajadores de toda índole no pierden oportunidad de pasar a la taberna o el pub cada que pueden, para beberse una cerveza y comentar cómo les fue a sus equipos en la cancha.

En la década de los 80 el panorama no era distinto, por el contrario, las clases más vulnerables vivían en descontento con el régimen de la ministra Margaret Thatcher, quien las privó de varios apoyos, uno de ellos, el servicio de salud gratuito.

La Dama de Hierro, como se le nombró a Thatcher, también privatizó varias empresas del Estado, lo que acrecentó los costos de varios servicios, como el transporte, la energía eléctrica, abasto de alimentos, entre otros. Y por si fuera poco, la ministra no dudó en reprimir siempre que pudo a los sindicatos obreros, cuando éstos se atrevieron a protestar las condiciones precarias en las que vivían y laboraban.

Miles de ellos se trasladaron de las fábricas a los estadios y en el futbol hallaron el escape y desahogo que necesitaban para liberarse del yugo que padecían en la vida cotidiana. Varios líderes sindicales aprovecharon su poder de convocatoria y se convirtieron también en jefes de grupos de Hooligans.

Sí, fue muy común durante esta década, ver cómo miles de ellos abarrotaban los estadios, se enfrentaban a golpes con los del equipo rival, donde quiera que se encontraban, había disturbios, los cuales, muchas veces terminaron en invasiones de terreno de juego, sin importar que estuviera en pleno desarrollo el partido.

Fue una época difícil, en la que los problemas sociales se vieron reflejados en los estadios de futbol, y en uno de ellos, ocurrió en 1989, la mayor tragedia deportiva en la memoria de Reino Unido. La Prensa, fiel a su deber de informar, contó a través de sus páginas los sinsabores del infortunio. Hoy, desempolvamos la historia para compartirla de nuevo con todos ustedes.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PARTIDO DE DESEMPATE, DE LA FA CUP

Fue una mañana soleada. Las condiciones climáticas no podían ser mejores, para asistir aquella tarde a la ciudad de Shieffield, a presenciar el partido de desempate entre los equipos de Liverpool y Notthingham Forest, y definir al primer finalista de la FA CUP.

Las escuadras llegaron a las instancias del tercer juego, pues los dos anteriores terminaron con victoria por cada bando, y la regla del torneo los obligó a disputar un desempate definitivo en cancha neutral, sin ventaja para nadie. Por una extraña razón, los federativos de la Liga inglesa definieron al estadio de Hillsborough para dicho duelo.

Desde muy temprano los aficionados de cada equipo se dirigieron en masa hasta la ciudad de Shieffield. Se calculó que al inmueble deportivo arribarían unos 30 mil fanáticos del Liverpool y 15 mil del Notthingham Forest.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

SHIEFFIELD, UN BARRIO OBRERO

Por tradición, la ciudad de Shieffield adquirió un pulso importante gracias al ramo metalúrgico. Fábricas del ramo se encontraban por toda la ciudad, pero su centro se conformaba por calles angostas que contrastaban con naves industriales y a su alrededor, decenas de tabernas, donde los obreros acudían a destensarse de la jornada ruda de trabajo.

Fue ahí, en el corazón del barrio industrial, cuando en 1899, se inauguró el estadio de Hillsborough, para ser la casa del equipo local: el Sheffield Wednesday Football Club. Es decir, para 1989, aquel era un estadio con 90 años de antigüedad, mal acondicionado y por los cambios sociales y urbanos, un inmueble obsoleto y por decir poco, se encontraba en sus últimos días.

Los aficionados de los Reds, como se les conoce a los del Liverpool, tomaron la carretera, única vía para llegar a Shieffield, para estar con los suyos y alentarlos a la victoria. No obstante, en el camino se toparon con varios obstáculos, al ser el único acceso, en la autopista se hizo el embotellamiento debido a un fuerte choque registrado aquella mañana. Esto generó el retraso de miles de ellos y por si fuera poco, a la entrada de la ciudad, se toparon con varias inspecciones de la policía, quien los detuvo para registrar sus vehículos ya que tenían la orden de decomisar armas, drogas y bebidas alcohólicas.

Al mediodía, el estadio apenas registraba una afluencia de cinco mil aficionados y en sus alrededores se estimaba, había unos tres mil más. El partido arrancaría a las 3 de la tarde, así que la actividad apenas comenzaba en la ciudad de Shieffield.

Con tres mil policías resguardaron el interior y exterior del estadio, 45 minutos antes de comenzar el partido, el panorama cambió de forma radical. El acceso a la grada llamada Leppings Lane, ubicada en una de las cabeceras del inmueble, se encontraba completamente saturada. En un rango de una hora, la tribuna se había llenado por completo y a las afueras, miles de aficionados trataban de ingresar.

Con la multitud desbordada, un teniente de apellido Marshall, se comunicó por radio a la cabina de seguridad dentro del estadio, donde el intendente David Duckenfield, se encontraba supervisando lo que ocurría.

Marshall pidió permiso a Duckenfield, de abrir la puerta C del estadio, la cual, normalmente mantenían cerrada para controlar la entrada de los aficionados, pero en ese momento, se le ocurrió sería una buena idea para desahogar a los miles que aún intentaban ingresar. El intendente dio su visto bueno y los policías abrieron aquel acceso. La turba entró a empujones y la situación dentro de la grada Leppings Lane, se agravó.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Cuando los policías se sintieron incapaces de controlar a la multitud, creyeron que su mayor, el intendente Duckenfield, pediría a las autoridades de la Liga inglesa, se retrasara el inicio del partido hasta tener controlada la situación con los miles de aficionados que intentaban ingresar por la cabecera de Leppings Lane, sin embargo, tal situación nunca ocurrió, los jugadores de ambos equipos saltaron al terreno de juego y el árbitro Stuart Pearce dio el silbatazo inicial apenas pasadas las 3 de la tarde. Mientras tanto, la muchedumbre tanto dentro de la grada como afuera del estadio se debatía en un vaivén espeluznante, pues miles de fanáticos se encontraban muy apretujados y con poco aire que respirar.

AFICIONADOS INVADEN LA CANCHA

Apenas transcurrieron tres minutos de partido, varios aficionados se liberaron de la avalancha humana y brincaron el alambrado que separaba la grada de la cancha. En la transmisión que realizaba la BBC por televisión, el narrador comentó lo sucedido, sin embargo, el juego continuaba, mientras los policías trataban de contener a más seguidores, quienes pedían ayuda, pues estaban siendo aplastados por la turba.

Desde el comienzo del encuentro, el Liverpool salió decidido a abrir el marcador lo más rápido posible, al minuto cinco tuvo la oportunidad más clara, cuando el delantero Peter Beardsley recibió un pase por la banda derecha y desde fuera del área, realizó un potente disparo que se impactó en el poste horizontal de la meta del Notthingham Forest. Un minuto después, más aficionados ya invadían el área del guardameta del Liverpool y el árbitro Pearce detuvo el partido.

VAIVÉN TERRORÍFICO DE CUERPOS

En ese momento se desveló el terror que acontecía, decenas de seguidores eran aplastados contra el alambrado que daba hacia el terreno de juego, a causa de varias avalanchas, entre ellos se encontraban mujeres y niños. En sus rostros se reflejaba la desesperación y angustia por no poder respirar.

La gran masa humana se columpiaba en un terrorífico vaivén de cuerpos, donde decenas de personas pasaban unas encima de otras, las cuales se encontraban en el piso y ya no se movían. Otros intentaban brincar la malla de alambre y ponerse a salvo del lado de la cancha. Los de más atrás, comenzaron a escalar al segundo piso de la grada, ayudados por los aficionados de arriba, mientras los jugadores de ambos equipos se retiraron a los vestidores.

Antes de que el árbitro detuviera las acciones, uno de los primeros en percatarse de la tragedia, fue el guardameta del Liverpool, Bruce Grobbelaar: “Estaba bajo la portería y vi gente con sus caras aplastadas contra la valla, entonces varios de ellos me pidieron ayuda: ‘¡Bruce, ayúdanos! ¿Puedes hacer algo? No podemos respirar’. Así que hablé con una mujer policía y me dijo que no abriría la cerca hasta que su superior diera la orden. Fue terrible lo que sucedió”, señaló el portero en una entrevista días después.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PENSARON, SE TRATABA DE UNA INVASIÓN DE HOOLIGANS

En un inicio, los policías intentaron contener a la multitud que intentaba saltar el alambrado, pensaron, se trataba de una invasión de Hooligans a la cancha, situación muy común durante la década de los 80, pero con el paso de los minutos y al ver cómo las circunstancias empeoraban, cayeron en la cuenta de que estaban ante una tragedia y comenzaron a ayudar a los aficionados a brincar la malla metálica para ponerlos a salvo.

Luego, a alguien se le ocurrió la brillante idea de abrir los accesos a la cancha, y más personas lograron zafarse de la marabunta.

Mientras tanto, jugadores de ambos equipos y árbitros, se hallaban en los vestidores muy confundidos, no sabían con exactitud qué pasaba en la cancha.

DESOLADO PANORAMA

Con el paso de los minutos, todo empeoró, en el terreno de juego cientos de personas vagaban desorientadas, algunas yacían tiradas sobre el pasto esperando a recibir ayuda, y otras, ya no se movían, estaban muertas.

Inmersos en el desolado panorama, las autoridades pidieron la presencia de varias ambulancias para atender a los heridos, sin embargo, a las afueras del estadio, había aún tantos aficionados que apenas lograron acercarse.

Los paramédicos en el estadio no existieron y por ello, los mismos aficionados comenzaron a auxiliar a los lesionados como pudieron, aunque, mejor dicho, actuaron por instinto de sobrevivencia y solidaridad. Arrancaron la publicidad estática alrededor del campo y las usaron como camillas para trasladar a los moribundos hasta las ambulancias que se encontraban varias calles alejadas del inmueble y pudieran recibir atención médica.

Por otra parte, varios policías intentaron reanimar a los heridos, a unos les aplicaron respiración boca a boca, a otros, masaje en el pecho, algunos respondieron satisfactoriamente, pero la mayoría, ya no tenían pulso, habían muerto asfixiados por la muchedumbre.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

AGONIZANTE ESPERA DE FAMILIARES

Fue por medio de la televisión, que familiares y amigos de aficionados que asistieron al partido, se enteraron de la tragedia. Al ver la magnitud de la desgracia, se trasladaron a la ciudad de Shieffield para buscar a sus parientes. Durante el camino, escucharon por la radio que los heridos estaban ingresando al Royal Hallamshire Hospital, cerca del centro de la ciudad.

En el hospital, las ambulancias llegaban con los heridos y de inmediato, un paramédico leía la lista con los nombres de los ingresados, así fue como varios familiares se enteraron del estado de salud de sus parientes; sin embargo, hubo otros que esperaron por muchas horas a que arribara la última ambulancia, pero no dieron con los suyos. Sus muertitos estaban en otra parte.

TESTIMONIOS DEL INFORTUNIO

La noticia sobre aquella desgracia dio la vuelta al mundo, La Prensa recogió la triste historia y al día siguiente la puso en las manos de sus lectores. También, esta casa editora publicó una serie de testimonios dantescos, contados en viva voz de sus sobrevivientes: “Era como estar bajo el agua sin poder salir a la superficie, y con la sensación apremiante de que te falta el aire y estás sepultado por cuerpos sin vida”, comentó Ian Clarck, uno de los seguidores del Liverpool, que permanecía internado en el Royal Hallamshire Hospital, de Shieffield.

Thomas Byrne, quien también se encontraba en esa grada maldita contó: “Los espectadores saltaban unos sobre las cabezas de otros para huir del tumulto. Es algo que no puedo explicar con palabras, ni siquiera cundió el pánico porque todos estaban tan apretados que bastante tenían con poder respirar”. Joseph Johnston, otro aficionado, vio cómo su hermano menor, Daniel, de 28 años, no podía escapar de la avalancha humana: “Me había salvado la vida ayudándome a salir, pero él tenía enganchado el brazo y la masa humana se lo tragó por completo. No tuvo ninguna oportunidad. ¿Cómo les digo ahora a sus tres hijos que su padre murió en un partido de futbol?”, concluyó el hombre, desbordado en llanto.

Por otra parte, los cadáveres de los fallecidos fueron colocados en el gimnasio del mismo estadio de Hillsborough, hasta donde sus familiares llegaron para identificarlos y reclamarlos. En dicho lugar se improvisó una especie de morgue, la cual adquirió un entorno triste y a la vez grotesco, al ver decenas de cuerpos y sus familiares implorando por ellos.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

HOMENAJE EN ANFIELD ROAD

El lunes 17 de abril, cientos de seguidores del Liverpool fueron a su estadio, Anfield Road, y colocaron una ofrenda con miles de flores y bufandas con los colores del club, en una de las porterías, en señal de conmemoración y duelo por la muerte de 96 de sus aficionados.

Por otro lado, hinchas de su “eterno rival”, el Everton, se unieron al tributo de los fallecidos, se hicieron presentes en Anfield Road, de forma silenciosa y con sus bufandas azules escucharon respetuosamente las marchas fúnebres, interpretadas por una banda del ejército inglés.

En una de las tribunas se colocó una gran pancarta con la frase: “Rezamos por todos los compañeros que amaban al Liverpool”. Entre los asistentes al homenaje, se encontraba el delantero estrella de los Reds, John Aldridge, quien conmocionado no pudo pronunciar palabra con los periodistas. Su hijo pequeño depósito un ramo de flores en la gran ofrenda sobre el césped.

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La Primera Ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher, muy a su estilo, declaró a los medios de comunicación que había ordenado a las autoridades una investigación a fondo para esclarecer la tragedia.

Pero una infamia como la acontecida en Hillsborough, orilló a plantearse varias preguntas y a exigir a las autoridades responder a todas. Todo Reino Unido se preguntó: “¿Qué originó la tragedia?” “¿Por qué se eligió un estadio tan obsoleto para realizar el partido?” ¿Por qué no había paramédicos en el estadio para atender una emergencia como la ocurrida? “¿Por qué las autoridades policiacas como las de la Liga inglesa no retrasaron el inicio del encuentro hasta tener controlada la situación con los aficionados?”.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

AFICIONADOS DEL LIVERPOOL, LOS CULPABLES

En primera instancia, la Policía de Yorkshire, encargada de la seguridad del estadio y el diario The Sun, apuntaron con dedo acusador a los aficionados del Liverpool, como causantes de la catástrofe. Señalaron que unos cinco mil seguidores de los Reds no tenían boleto y provocaron un portazo, lo cual originó la devastadora avalancha humana y ante eso, los agentes de seguridad no pudieron hacer nada.

Al respecto, el tabloide The Sun calificó de “borrachos” a los fans del Liverpool y, por si fuera poco, afirmó que una vez muertos, sus propios compañeros de grada, los orinaron y robaron la billetera, situación que años después, se comprobó no fue cierta.

En contraste, otros medios de comunicación dieron a conocer información más precisa, que reveló que en el estadio no había suficientes paramédicos para responder a una emergencia. Otra fue que los aficionados llegaron tarde al juego porque se les detuvo al llegar a la ciudad de Shieffield, debido a retenes innecesarios que realizó la policía. Un aporte relevante más, fue que en 1981, ya se había presentado una situación crítica en el mismo estadio de Hillsborough, cuando se disputaba otra semifinal entre los equipos de Tottenham Hotspur y el Wolverhampton Wanderers. Fue en la misma grada de Leppings Lane, donde una multitud de aficionados estuvieron a punto de morir aplastados y asfixiados, pero el actuar de las autoridades aquel día, salvó a cientos de ellos de la muerte. En ese momento, el jefe de la policía de Yorkshire, Brian Mole, dio la orden de permitir que se abrieran las puertas de acceso al terreno de juego y los fans permanecieran sentados alrededor de la cancha. Aquella decisión fue vital para evitar una tragedia.

Otra cuestión que despertó la inquietud de la gente, fue que a los seguidores de los Reds se les asignó la grada más pequeña, con capacidad para 12 mil espectadores, cuando se estimaba, la ocuparan unos 15 mil seguidores del Liverpool.

En realidad, todas esas interpretaciones abrieron más la herida del sufrimiento de los familiares, amigos de las víctimas, sobrevivientes y de la propia sociedad inglesa en general. Entretanto, como era de esperarse, la Federación inglesa de Futbol suspendió el Torneo de Copa, en señal de luto nacional.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

LA TRAGEDIA SUMIDA POR AÑOS EN LA IMPUNIDAD

La masacre derivó en numerosas investigaciones sobre lo acontecido en el estadio de Hillsborough, y, aunque el gobierno de la Primera Ministra Margaret Tahtcher creó un Tribunal especial para esclarecer los hechos y que cayeran los culpables, la verdad fue que los más de 300 mil expedientes que documentaron la historia de la tragedia, fueron con el tiempo archivados y dejados en el olvido.

No obstante, durante el paso de los años, familiares de las víctimas, sobrevivientes, junto con algunos futbolistas del Liverpool, nunca claudicaron en su esfuerzo por conocer la verdad y eliminar el estigma sobre los aficionados de los Reds, respecto a que ellos de algún modo, habían provocado la tragedia.

Su tenacidad y dignidad para honrar la memoria de los 96 fallecidos, se vio coronada el 12 de septiembre del 2012, mediante un informe que reveló por fin las causas de la catástrofe.

Fue en el mismo Parlamento inglés, donde el Primer Ministro David Cameron, desnudó por completo la corrupción podrida que inundó la investigación, donde autoridades de la Policía del Sur de Yorkshire -encargada de la vigilancia el día del partido-, alteraron y destruyeron 116 de las 164 declaraciones de los policías presentes aquella tarde en el estadio de Hillsborough.

Para toda sorpresa de la sociedad inglesa, el Ministro Cameron dirigió las siguientes palabras: “Pido mi más profundo perdón a las familias y aficionados del Liverpool, ya que ellos no fuero los causantes de la tragedia. Estamos muy apenados por toda la corrupción que rodeó la investigación”.

El informe destacó los tremendos errores cometidos por la policía aquella tarde en Hilssborough, pero en particular, sobre la figura del intendente David Duckenfield, encargado del operativo de seguridad, pues a pesar de estar en la cabina dentro del estadio, donde se pudo percatar sin ningún problema de lo que pasaba, no solicitó el retraso del partido a las autoridades de la Liga de Futbol, hasta tener controlada la situación. Además, por dar la orden de abrir el acceso C, lo que causó que entraran más fans y se agravara el problema dentro de la grada Leppings Lane, así como en las afueras del estadio, donde varias personas más fallecieron aplastadas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

SE LIMPIÓ LA REPUTACIÓN DE LOS SEGUIDORES DE LOS REDS

El informe también asentó el grave problema por la falta de suficientes paramédicos en el estadio, lo cual hubiera evitado que, por lo menos, 40 o 50 personas se salvaran.

Respecto a las acusaciones hechas contra los seguidores de los Reds, quienes fueron calificados de “borrachos” y de “profanar los cadáveres de las víctimas”, se demostró, fue una clara difamación, pues, aunque fue cierto que varios seguidores se habían tomado alguna cerveza, ésta no fue la causa que desembocó la tragedia, ni mucho menos.

Testimonios de varios policías lo dejaron muy claro: “Algunos fans sí tenían aliento etílico, pero su comportamiento en ningún momento fue violento (…) Es absurdo pensar que la mayoría de ellos estaban alcoholizados, porque es mentira, además, en dado caso de que así hubiera pasado, los hechos no hubieran terminado en la desgracia que concluyó”, señaló uno de los policías del Sur de Yorkshire, quien estuvo en la entrada de aquel acceso maldito a la grada de Leppings Lane.

Por otra parte, las autopsias practicadas a las 96 víctimas, desmintieron esas acusaciones, la mayoría de ellas fallecieron por asfixia, causada por hipoxia, es decir, falta de aire suficiente para respirar.

De ese modo, la sociedad inglesa y el entorno del futbol mundial supo con certeza qué pasó aquella tarde del 15 de abril de 1989, en el estadio de Hillsborough, donde las malas decisiones tomadas por la policía, más lo obsoleto de un inmueble muy antiguo, provocaron la muerte de 96 aficionados al Liverpool y causaron lesiones a 766 personas más, en la peor tragedia en la historia del deporte de Reino Unido.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

UNA BROMA DE MAL GUSTO SIEMPRE TERMINA MAL / LAS CONSECUENCIAS DE UNA BROMA PESADA

A los hechos trágicos en Hillsborough subyace una particular historia, cuya existencia podría no tener nada que ver con el destino fatal de las 96 víctimas ni de las miles de personas más que quedaron marcadas para toda su vida, cuando se vieron atrapados por aquella escalofriante avalancha humana que casi los mata.

La historia es la siguiente.

En octubre de 1988, en una calle oscura de la ciudad de Shieffield, dos hombres encapuchados abordaron a un joven policía, quien terminado su turno se dirigía a casa a descansar.

Su madre lo esperaba con la cena, pero en el camino, como mencioné un par de sujetos con pasamontañas lo sorprendieron, lo golpearon y en un callejón lo ataron de pies y manos, además de cubrir su rostro con una manta.

El joven policía trató de defenderse, pero se vio superado por la fuerza de sus captores. Cuando lo habían golpeado lo suficiente para que el muchacho ya no pusiera resistencia, lo colocaron bocabajo en el suelo, acababa de llover, por lo cual, el pavimento se encontraba encharcado y llenó de fango, así que el policía estaba hecho una porquería.

Uno de los agresores, encañonó al joven, mientras su compañero le quitaba los pantalones. Cuando lo dejó desnudo de la cintura hacia abajo, lo voltearon bocarriba y burlándose de él, uno de ellos sacó de su chamarra una cámara fotográfica y lo fotografiaron en varias ocasiones.

Carcajeándose de su víctima, los dos sujetos se quitaron los pasamontañas para que el muchacho los viera. Cuál fue su sorpresa, al darse cuenta de que se trataba de dos compañeros del destacamento de policía del Sur de Yorkshire, quienes extasiados le gritaron: “¡Bienvenido a la corporación, novato!”, mientras se alejaban orgullosos de la broma jugada a su recién colega.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

PRESENTÓ UNA QUEJA

El joven humillado, se levantó como pudo y así también llegó a casa, minutos después, así todo lacerado por los golpes, se presentó ante sus superiores para levantar una denuncia por lo que había sufrido.

Los bromistas, por su parte, divulgaron obviamente las fotografías del novato con todos los compañeros de la corporación, el muchacho sin duda, fue el hazmerreír durante varios meses, situación que lo afectó en su autoestima de forma severa.

En los primeros días de marzo de 1989, la denuncia del joven policía se resolvió de la siguiente manera: los agentes que realizaron la broma fueron multados y despedidos, dos superiores fueron sancionados y el intendente Brian Mole, jefe de la policía del Sur de Yorkshire, y quien no tuvo nada que ver con la pesada broma, fue removido de jurisdicción a la ciudad de Barnsley.

Brian Mole fue el jefe de policía que evitó la tragedia en Hillsborough en 1981, cuando miles de aficionados en la grada estuvieron a punto de morir aplastados, y optó por permitir que los aficionados se sentaran atrás de la portería, durante un partido entre el Tottenham Hotspur y el Wolverhampton Wanderers.

Mole tenía gran experiencia para actuar en situaciones complejas, cuando de futbol se trataba, y a 21 días de la semifinal entre Liverpool y Notthingham Forest, fue removido a otra ciudad y su cargo lo asumió David Duckenfield, quien no sabía un carajo de futbol ni de cómo resolver situaciones como la que se presentó aquella tarde de abril en el estadio de Hillsborough. Así que juzgue usted, estimado público lector, si aquella broma de mal gusto tuvo que ver con la tragedia.

Un joven policía asignado a la estación de Ranmoor, suburbio en la ciudad de Shieffield. Por la broma despidieron a los policías, quitaron el cargo a dos autoridades y multaron a un par más.

Brian Mole fue removido a la jurisdicción de Barnsley

A 21 días de la tragedia en Hillsborough, nombran nuevo jefe de policía al intendente David Duckenfield, un agente sin experiencia y sin conocimiento del futbol. No tuvo la capacidad para atender la compleja situación que se desató en Hillsborough. En la conferencia de prensa, dos días antes del partido, no sabía ni cuales equipos jugaban. Dijo Liverpool contra Nottinghamshire y alguien lo corrigió.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

El cargo le quedó muy grande.

Como resulta casi siempre cuando hay que deslindar responsabilidades,

Royal Hallamshire Hospital

Peter Beardsley, delantero del Liverpool la estrelló al poste al minuto 6 de juego.

Stuart Pearce, árbitro de aquel partido.

8 minutos antes del partido Marshall pide se abra la puerta C.

Brian Mole, superintendente de policía de la policía de Yorkshire del Sur

Pusieron a David Duckenfield, oficial sin experiencia ni conocimiento del futbol. Bernard Murray, su asistente en la cabina del estadio.

EL ARTE ES UNA MENTIRA PARA DEIR LA VERDAD SHIEFFIELD, UNA CIUDAD OBRERA

La ciudad fue fundada como tal en 1893, con apenas 120 mil habitantes. Por sus condiciones geográficas, el eje que movió su economía fue el ramo metalúrgico. Miles de hombres trabajaban en las minas para extraer carbón y acero. Pronto la ciudad trajo prosperidad y desarrollo a la región, lo que causó la migración de miles de familias de Yorkshire y Manchester a Shieffield, donde encontraron empleo tanto en las minas como en las manufactureras dedicadas a la fabricación de estructuras metálicas.

Personas de todas las capas sociales desbordan su pasión cada fin de semana en las gradas, mientras apoyan al equipo de sus amores.

Entretanto, la cadena BBC, la cual transmitía por radio y televisión el partido, dio cuenta de lo sucedido y de forma lastimosa, informaba sobre las cifras de muertos y heridos en el estadio de Hillsborough.

Mark Mellor, otro hincha de los Reds señaló: “Tuve que pasar por encima de otros cuerpos caídos para poder saltar la valla y escapar, no tuve opción, éramos como animales metidos en una jaula de zoológico”.

Por su parte, Russ Reilly, policía local, contó que administró respiración boca a boca a un niño de 12 años que estaba tirado en la cancha, pero cuando vio que era inútil seguir, la frustración lo invadió y derrotado se puso a llorar sentado en el césped. Bob Cunningham, un aficionado más del Liverpool, narró cómo murió en sus brazos uno de sus compañeros de trabajo: “Me pidió que sostuviera su cabeza y aflojara la bufanda de su cuello, con los colores encendidos del equipo de sus amores”.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

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