/ viernes 14 de mayo de 2021

La hiena de Querétaro, historia de una infamia

Diagnosticada con esquizofrenia, Claudia pagó su condena, pero la culpa quizá nunca la abandone

Hay un motivo que rige la existencia de las personas: toda vida es dolor; o bien, se viene a este mundo a sufrir.

De entre todos los horrores en el mundo, ninguno se compara con el de una persona despiadada que aniquila los sueños de un infante, y peor aún, el que asesina a tres niños en una sola noche, en un instante que será capaz de perdurar para mostrar hasta qué punto el infierno está en esta tierra y los demonios despiadados acechan en los rincones de las casas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

La historia de la llamada por los medios La Hiena de Querétaro no es la de una madre que hubiera sufrido o la de una mujer que hubiera padecido carencias o penurias. Se trata de una fémina a la que le diagnosticaron esquizofrenia y que no pudo ser enjuiciada a causa de este padecimiento clínico.

Cuando la policía penetró en aquella nauseabunda casa, un lugar monstruosamente infecto y lleno de manchas de sangre, marcada con el número 408, los chicos, hijos de Claudia -la despiadada madre que actuó como una bestia inconsciente-, ya habían compartido el mismo destino en habitaciones distintas y con diferente grado de sufrimiento, pero los tres estaban ya bien muertos y todos con la misma última expresión de terror al ver que su propia madre les devoraba la vida.


¿POR QUÉ UNA HIENA?

La hiena representa lo profano, todo lo contrario a la conducta que manifestaba Claudia, quien daba clases de catecismo en un colegio religioso. Por otra parte, este animal es esencialmente nocturno. A Mijangos Arzac, inmediatamente después de los fatídicos hechos del 24 de abril, se le bautizó como La Hiena de Querétaro, pero quizá fue irónicamente mal nombrada por los medios en aquel entonces, ya que “hasta las hienas quieren a sus hijos”.

¿O acaso ella no quería a su progenie? Hay quien mata a sus vástagos por amor (Elvira Luz en 1982 los mató porque no tenía para darles de comer; Mireya Agraz, en 2017 porque perdió la custodia); hay quien lo hace por odio (quizá el caso de La Ogresa de la Colonia Roma), pero en pocos casos el occiso puede darse el lujo de afirmar no recordar lo que hizo; se les llama esquizofrénicos, y a Claudia, después de lo ocurrido y tras una serie de estudios, se le diagnosticó esta enfermedad.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sin embargo, no es ella -a pesar de su padecimiento- la víctima en sí misma, sino sus tres inocentes hijos que jamás imaginaron que su propia madre podría atentar contra ellos. Estas líneas no pretenden redimir a la culpable ni pretenden prolongar condenas, sino simplemente son para recordar lo que nunca más debe ocurrir.


NOCHE DE MUERTE EN CASA MALDITA

El 24 de abril de 1989 se sacudió la noche en Querétaro. Y en el aire se escucharon lamentos desgarradores: “¡No mamá, no lo hagas!", los cuales alertaron a algunos vecinos de calle Hacienda del Vegil. Luego, un silencio abrumador como de cementerio. Y por la mañana del 25, toda la ciudad se despertaba estremecida con la noticia de que Claudia Mijangos Arzac les había, literalmente, arrancado cruelmente la vida a sus tres hijos a puñaladas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Ya avanzada aquella noche, el pequeño Alfredo fue quien despertó primero al llamado de su madre. Y a pesar de su fragilidad y confianza depositada en quien le dio la vida, en ese momento su pesadilla fue despertar para acabar sus días de forma cruel.

Su madre -se ha dicho ya en repetidas ocasiones- fuera de sí misma, clavó sin piedad un cuchillo en el frágil cuerpo de su pequeño y él sucumbió ante el terrible dolor y las heridas.

Luego, su hermana, al atestiguar el crimen, le gritó a su madre para que se detuviera, pero ésta canalizó su demencia o delirio hacia su hija, a quien asesinó del mismo modo que su hermanito.

Y, finalmente, Claudia Mijangos se dirigió a la última habitación donde quedaba su otra hija, para mecanicamente repetir la operación aberrante contra la última víctima.

Cuando terminó el frenesí, reunió a sus hijos y los depositó en una misma cama; finalmente, se recostó a dormir con las huellas del crimen para olvidarlo todo.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

MÁS ALLÁ DE LA REALIDAD

Días posteriores al acontecimiento, cuando se logró interactuar con la señora Mijangos, los médicos se percataron de que estaban frente a una persona en estado alto de esquizofrenia, ya que tenía percepciones distorsionadas de la realidad y parecía asustada, ansiosa y confundida, todos síntomas que presentan las personas que viven en un mundo distorsionado por alucinaciones y delirios.

Así pues, debido a su situación mental, se consideró una medida de seguridad acorde con su condición de inimputable, ya que lo que requería Claudia era que se le pusiera en custodia de una institución especializada que le brindara la atención necesaria para no poner en peligro a nadie que la rodeara, así como para su rehabilitación por el término de la sentencia que se le imputó por el delito cometido.

El Final de una larga condena

Luis Francisco Macías

Dicen que no hay noche más oscura que aquella justo antes del amanecer. Y eso lo supo Claudia al incorporarse súbitamente de su cama, tras un sueño estrepitoso que la había hecho sudar. Voces extrañas se apoderaban de sus pensamientos y de su voluntad…

Corría el año de 1989. Todo era nebuloso en la mente de aquella joven de 33 años. Su alma no encontraba sosiego.

Las primeras horas de aquel lunes de abril marcaron en el calendario una pesadilla difícil de olvidar en el tranquilo fraccionamiento Jardines de la Hacienda, en la ciudad de Querétaro, donde se escribió uno de los casos más impactantes de aquella época al conocerse la espantosa muerte de tres niños en la casa 408 de la Calle Hacienda Vegil.

Luego de ser detenida, le diagnosticaron lesiones cerebrales y esquizofrenia, por lo que fue declarada inimputable.

El psiquiatra que la evaluó, Armando Fonseca, concluyó que Claudia tenía epilepsia en uno de los lóbulos temporales del cerebro, que son los que controlan las emociones.

Este tipo de epilepsia produce síntomas como ausencias y pérdida de la conciencia del entorno. Personalidad paranoide, decían los estudios clínicos.

Y a treinta años de distancia, su nombre vuelve a ser noticia al quedar en libertad.

Recientemente abandonó el área psiquiátrica del penal de Tepepan, Xochimilco, acompañada de una sobrina.

El Tribunal Superior de Justicia del Estado de Querétaro dio por cerrado el caso.

Desde su encierro, se han tejido las más inverosímiles y macabras historias, que han dado paso a leyendas urbanas.

La casa en desgracia quedó en el abandono. Se cuenta que en aquellos días, tras la muerte de los tres hermanitos, se escuchaban por las noches llantos y gritos. Hay quienes aseguraron ver encenderse alguna luz desde el interior y sombras a través de una de las ventanas, por donde se asomaba un niño.

En 1989, Claudia María tenía 11 años, era la mayor de los tres hermanos sacrificados. Le seguían Ana Belén y Alfredo, de 9 y seis años, respectivamente.


EN RETROSPECTIVA

El aislamiento de Claudia Mijangos Arzac tuvo varios episodios. Su proceso comenzó en Querétaro. Pero, como diría Jack “El destripador”, vamos por partes.

Abril 27, 1989. 11:30 horas. La entonces joven madre aparecía en la escena, sedada y amarrada de pies y manos. Había sido internada en una clínica del Seguro Social.

Habían transcurrido tres días desde aquellas horas atroces. Apenas pudo articular palabra, hablaba con débil voz acerca de sus hijos. Claudia decía a Sara Feregrino -agente ministerial- que estaban en la escuela y que eran muy bien portados.

-Yo quiero mucho a mis hijos, son muy buenos, nada traviesos – musitaba como delirando.

Horas antes, una amiga de Claudia, llamada Verónica, había vertido su versión a la policía.

Dijo que había ido a buscar a Claudia aquel lunes por la mañana.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Después de tocar el timbre se sorprendió al ver que su amiga aparecía con la ropa manchada de sangre. Su mirada parecía extraviada. Sin perder tiempo, Verónica apresuró el paso para entrar a la casa. Temía que Claudia hubiera sido atacada por delincuentes. Pero a los pocos segundos el horror la paralizó al contemplar la macabra escena con los cadáveres infantiles.

Claudia daba muestras de total alucine. Decía a Verónica que sus hijos se habían manchado con salsa catsup. Aquella visita resultó una pesadilla y pronto se dio cuenta Verónica que la casa parecía el escenario de una película de horror. El hedor de la sangre resultaba insufrible y salió huyendo de aquel sitio de muerte para pedir auxilio.

Septiembre, 1991. Centro de Readaptación Social de San José el Alto. Después de su breve paso por la clínica del IMSS, Claudia estuvo internada en un Cereso queretano, hasta que los abogados Miguel Alcocer y Julio Esponda lograron que fuera trasladada a un penal con área psiquiátrica en la Ciudad de México, ya que no se contaba con un pabellón de esa naturaleza en aquel estado.

En sus declaraciones ministeriales, Claudia responsabilizaba de aquella tragedia a un sacerdote al que supuestamente amaba. Decía que “el padre Ramón” le hablaba telepáticamente y que había influido para que se divorciara. Luego cambiaba la versión para decir que era tanta la presión que perdió el control.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Enero 23, 1992. Claudia Mijangos fue trasladada al Centro Femenil de Readaptación Social en Tepepan. Quedó recluida en el anexo psiquiátrico. Pese a los años de reclusión nunca recibió visitas de su familia.

No hay prisión más severa que la de uno mismo, cuando no se tiene la libertad para discernir entre el bien y el mal.

En el tiempo que Claudia estuvo encarcelada surgieron diversas historias que fueron escritas en su momento. Se dijo que cuando se encontraba tranquila, compartía su celda con la francesa Florence Cassez, quien fue sentenciada a 60 años de prisión por el delito de secuestro. Florence permaneció presa casi ocho años; salió en libertad en 2013.

También hubo testimonios de enfermeras que señalaban que cada vez que había luna llena, Claudia debía ser recluida en una celda especial. Se mostraba muy agresiva. El médico que la atendía decía que su mal no tenía remedio.

Se dijo entonces que la condena de Claudia sería reductible en caso de que la ciencia médica encontrara una cura aplicable a su caso. Incluso, se llegó a proponer, en su momento, aplicar a Claudia una trepanación cerebral, lo que la hubiera dejado en un estado vegetativo.


PASADO TORMENTOSO

Claudia Mijangos vio la primera luz en 1956, en Mazatlán, Sinaloa. Fue una niña feliz. No le faltaba nada al lado de su familia. Disfrutaba del calor hogareño. Era estudiante de la carrera de Comercio y el destino la llevó muy jovencita de la mano a concursar en un certamen de belleza, donde fue elegida reina del puerto.

Al morir sus padres, Claudia recibió una jugosa herencia. Se casó al poco tiempo con el empleado bancario Alfredo Castaños, ocho años mayor que ella, y fincaron su hogar conyugal en Querétaro.

Claudia era emprendedora. Abrió en aquella ciudad una exclusiva tienda de ropa en el pasaje de La Llata, donde las mujeres más distinguidas compraban sus vestidos.

Se daba tiempo para todo. Claudia era inquieta. Le gustaba servir. Daba clases de catecismo en el colegio Fray Luis de León, donde estudiaban sus tres hijos.

Ya en su vida matrimonial al lado de Alfredo Castaños, Claudia empezó a manifestar crisis agresivas y depresivas. En 1982, después de una discusión, Claudia persiguió a Alfredo con un machete en la mano; en otras ocasiones lo hacía portando unas tijeras.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sobrevino el inevitable divorcio. Claudia se quedó con la custodia de sus tres hijos. Las personas cercanas veían como aquellos disturbios emocionales afectaban con más fuerza a Claudia.

En la escuela donde estudiaban sus hijos, daba clases el padre Ramón, joven sacerdote de quien se dijo, estaba Claudia muy obsesionado. Mucha gente les atribuyó un idilio.

Se supo que desde hacía tiempo ella escuchaba voces extrañas. No quiso comentárselo a su exesposo, ya que siempre la tachó de loca.

Aquel día trágico de abril, Alfredo Castaños había llevado a sus hijos a una kermesse de la escuela. De regreso a casa, discutió acaloradamente con Claudia.

Alfredo pretendía retornar al hogar con Claudia y sus hijos, pero ella se negaba. Entonces, Alfredo, muy enojado, se retiró de la casa.

Claudia cerró la puerta con llave. Subió a darle la bendición a sus hijos y se dirigió a su recamara a descansar. Durante la madrugada, sobrevino el exterminio.

Un diario de Querétaro dio a conocer que Claudia fue la menor de siete hermanos. Se dijo que su madre, María del Carmen Arzac, era una persona dominante y autoritaria, agresiva y cerrada en sus creencias, además de fanática religiosa.

Las tres hermanas Mijangos habían padecido matrimonios tormentosos que habían culminado en divorcios. En cuanto a los hermanos, el mayor era farmacodependiente.

Fue internado varias veces en un hospital psiquiátrico. Alberto, otro de los hermanos, padecía retraso mental y era incapaz de valerse por sí mismo. Rafael, el hermano menor, padecía síndrome de Down.

En su infancia, Claudia era una niña poco brillante en la escuela y tenía un carácter rebelde.

Estas y otras manifestaciones en su personalidad se detonaron cinco años más tarde en el dramático y triple filicidio en 1989.


¿ESQUIZOFRENIA?

El triple asesinato de Claudia Mijangos cometido contra sus hijos es, estimado lector, un caso grotesco, horroroso y controvertido por todos los elementos que lo conforman. Sin embargo, también viene a reafirmar la complejidad del comportamiento humano.

Desde el momento en que ocurrieron los hechos, los cuestionamientos surgieron: ¿cuáles fueron los motivos que la llevaron a asesinar de manera despiadada a sus tres pequeños? ¿Es verdad que la señora Mijangos actuó de manera inconsciente, desbordada por una enfermedad mental, llámese epilepsia o esquizofrenia? O ¿Claudia Mijangos procedió de manera lúcida, fría y calculadora y, al matar a sus pequeños se trató de vengar de su exesposo Alfredo Castaños, del padre Ramón, de quien se comentó tuvo una relación amorosa, o incluso, de ella misma y sus frustraciones?

El caso es en verdad tan complejo que quizá las autoridades optaron por la teoría más lógica, que no significa que haya sido la correcta: “Claudia Mijangos ejecutó a sus hijos inducida por una enfermedad mental incurable”; es decir, por loca, como diríamos coloquialmente. Esto explica su sentencia y reclusión en una clínica psiquiátrica.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

El argumento podría ser válido, pues qué más sino una madre loca puede llegar a los extremos de matar a sus hijos, pero si esto no es del todo cierto, entonces ¿cuáles fueron los verdaderos motivos?

En efecto, estimado lector, yo no intento justificar los actos horripilantes de la filicida Mijangos, porque es claro que son por completo condenables, sólo intento entender un poco, las causas que motivaron ese brutal acto.

Me asalta la duda, he de confesarles, estimados lectores, y no estoy plenamente convencido de que Claudia Mijangos haya actuado ausente de sus facultades. Por más que años antes de matar a sus hijos haya presentado conductas desproporcionadas y después de realizar el triple asesinato, se le haya diagnosticado un trastorno mental crónico.

Cómo es que una mujer que se distinguió por varios años por ser amorosa y solidaria –pues así lo demuestran los hechos cuando fue maestra de ética y religión en el colegio donde estudiaban sus hijos- haya cambiado de manera repentina.

Además, otro ejemplo de que era una mujer lúcida y llena de proyectos es el negocio de ropa que echó a andar en la ciudad de Querétaro, después de contraer nupcias con Alfredo Castaños. Fue una tienda que marchó bien para ella y que le dejó buenas ganancias.

Ahora, si nos regresamos a mirar su infancia, pues encontramos que fue una niña que se desarrolló sin carencias económicas, sus padres la arroparon de cariño, asistió a buenos colegios y aunque no fue una alumna destacada ni mucho menos, tampoco fue de las peores. Claudia se hacía notar más por su belleza física, la cual la llevó años más tarde a ser reina del Carnaval de Mazatlán, su ciudad natal.

Al parecer, la debacle comenzó para Claudia Mijangos la misma noche de bodas, pero también pudo haber sido antes, no lo sabemos con precisión. Se cuenta que desde su unión matrimonial con Alfredo Castaños sus trastornos mentales se comenzaron a presentar cada vez con más frecuencia. Pero me pregunto, si hubo algo que hizo el señor Castaños que despertara el enojo de Claudia, tal vez una infidelidad, malos tratos, por desgracia, no hay certeza al respecto, pues la información con la que se cuenta es muy hermética.

Lo que sí es evidente, es que el matrimonio tuvo problemas y eso derivó en su separación, aunque la única versión que sabemos es la de que la locura de Claudia Mijangos fue la causa del divorcio, y me parece a mí, que la información no es imparcial y que se le tuvo que dar el beneficio de la duda a Mijangos. Quizá ella también sufrió y fue violentada, aunque claro, como repito, eso no justifica el terrible acto que realizó.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Es probable que Mijangos haya sufrido una serie de decepciones amorosas; primero con Alfredo Castaños, y después como se comenta, con el padre Ramón, quien al parecer fue una persona que influenció de manera importante a Claudia. Con el primero vio truncado un proyecto de vida, es decir, una familia desintegrada por los problemas entre ellos y con el segundo, tal vez el tormento fue peor, ya que era una relación que jamás podría ser aceptada por razones más que obvias.

Así que llena de frustraciones, es probable que Claudia Mijangos haya asesinado a sus tres pequeños hijos impulsada por una venganza. Sí, trastornada como se dijo, pero no tanto por una enfermedad mental, sino por las decepciones que la vida le presentó y de las cuales, ni usted ni yo estamos exentos, estimado lector. Muchos padecemos del mismo mal, queramos o no.

Quizá el terrible acto de Claudia Mijangos fue una venganza contra su exesposo Alfredo Castaños, contra el padre Ramón, o tal vez contra ella misma, por sentirse frustrada. No es que odiara a sus tres hijos, pero éstos fueron el medio para lastimar al otro y así misma. Un acto doloroso y violento en el que todos resultaron mutilados. Un caso que nos sigue enchinando la piel por su magnitud. Un capítulo crudo que nos lleva a la reflexión y también nos lastima a todos como sociedad.

FILICIDAS: El horror de crueles crímenes

Se llama filicidio (asesinato de los hijos, que puede ser cometido tanto por los padres como por las madres) y es un tema que horroriza. Lo cierto es que el filicidio tiene mil facetas y comprenderlo a fondo es fundamental, pues no se puede negar que se manifiesta a través del abandono, el castigo, la amenaza, la crueldad, los ataques físicos o verbales, las negaciones despóticas, la insensibilidad ante el sufrimiento.

El caso de La Hiena de Querétaro resulta algo diferente, ya que jamás se pudo comprobar que hubiera actuado de forma violenta o manifestara alguna ira contra su progenie.

No obstante, el resultado de la inestabilidad de un instante la llevó a cometer el triple crimen por el cual pasó 30 años recluida, hasta que el 24 de abril de 2019 terminó el plazo de su condena.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sin embargo, no todo es como podría suponerse respecto a su liberación, es decir, sí salió de prisión, pero tras dejar el encierro, su familia determinó que la internarían en una clínica psiquiátrica.

Por consiguiente, una de sus sobrinas indicó que se haría responsable de los cuidados de la exconvicta, aunque finalmente se determinó que sería internada en una clínica psiquiátrica, la cual estaría al cuidado de ella.

Antonio Ortega Cerbón, magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro, señaló que por el diagnóstico de salud mental, debería continuar con revisiones y un tratamiento médico.


OTROS FILICIDIOS

En la historia reciente han acontecido otros casos que han impactado. Quizá uno de los de mayor conocimiento sea el de Elvira Luz, quien mató a sus tres hijos por ahorcamiento.

La noche del domingo 8 y el lunes 9 de agosto (1982) por la mañana Elvira amenazó a su esposo con irse de su casa con sus hijos, pues habían discutido. Al final, él optó por marcharse y le dijo que iba a dejarla. Pero antes de irse a su trabajo, Nicolás pasó a casa de su madre para informarle lo que pensaba hacer. Le pidió que vigilara a su mujer y se marchó.

La desesperación hizo presa de Elvira, quien se sintió abandonada e impotente, con sus hijos a cuestas, sin trabajo ni dinero, y sin saber qué hacer a continuación.

Los hechos ocurrieron a las 10:00 horas del lunes 9 de agosto de 1982 en la colonia Bosques del Pedregal, en el Ajusco.

Primero ahorcó a Israel con un calcetín color azul marino; sorprendió al niño por la espalda. A Eduardo lo ahorcó con un trozo de tela; y a Marbella con un fajero para bebé. Al terminar de matar a los tres, se dirigió hasta donde se encontraba la más pequeña: María de Jesús. Con sus manos le tapó la boca y la nariz hasta asfixiarla. Después intentó suicidarse, ahorcándose con un mecate, usando el cadáver de María de Jesús como peso adicional.

Uno de los casos más recientes también es el de Mireya Agraz, cuya trágica historia comenzó con una denuncia por violación sexual infantil, perpetrada por su propio padre. Luego, en una serie de omisiones y de no prestarle la atención debida,su historia acabó cuando Mireya decidió suicidarse junto a sus tres hijos, su padre y su madre antes de que su expareja siguiera abusando de los tres menores.

Los hechos ocurrieron el 7 junio de 2017, cuando Mireya determinó que era mejor estar muertos que vivir entre amenazas, abuso de poder y corrupción por parte de L. Olvera, esposo y padre de los tres menores.

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Hay un motivo que rige la existencia de las personas: toda vida es dolor; o bien, se viene a este mundo a sufrir.

De entre todos los horrores en el mundo, ninguno se compara con el de una persona despiadada que aniquila los sueños de un infante, y peor aún, el que asesina a tres niños en una sola noche, en un instante que será capaz de perdurar para mostrar hasta qué punto el infierno está en esta tierra y los demonios despiadados acechan en los rincones de las casas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

La historia de la llamada por los medios La Hiena de Querétaro no es la de una madre que hubiera sufrido o la de una mujer que hubiera padecido carencias o penurias. Se trata de una fémina a la que le diagnosticaron esquizofrenia y que no pudo ser enjuiciada a causa de este padecimiento clínico.

Cuando la policía penetró en aquella nauseabunda casa, un lugar monstruosamente infecto y lleno de manchas de sangre, marcada con el número 408, los chicos, hijos de Claudia -la despiadada madre que actuó como una bestia inconsciente-, ya habían compartido el mismo destino en habitaciones distintas y con diferente grado de sufrimiento, pero los tres estaban ya bien muertos y todos con la misma última expresión de terror al ver que su propia madre les devoraba la vida.


¿POR QUÉ UNA HIENA?

La hiena representa lo profano, todo lo contrario a la conducta que manifestaba Claudia, quien daba clases de catecismo en un colegio religioso. Por otra parte, este animal es esencialmente nocturno. A Mijangos Arzac, inmediatamente después de los fatídicos hechos del 24 de abril, se le bautizó como La Hiena de Querétaro, pero quizá fue irónicamente mal nombrada por los medios en aquel entonces, ya que “hasta las hienas quieren a sus hijos”.

¿O acaso ella no quería a su progenie? Hay quien mata a sus vástagos por amor (Elvira Luz en 1982 los mató porque no tenía para darles de comer; Mireya Agraz, en 2017 porque perdió la custodia); hay quien lo hace por odio (quizá el caso de La Ogresa de la Colonia Roma), pero en pocos casos el occiso puede darse el lujo de afirmar no recordar lo que hizo; se les llama esquizofrénicos, y a Claudia, después de lo ocurrido y tras una serie de estudios, se le diagnosticó esta enfermedad.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sin embargo, no es ella -a pesar de su padecimiento- la víctima en sí misma, sino sus tres inocentes hijos que jamás imaginaron que su propia madre podría atentar contra ellos. Estas líneas no pretenden redimir a la culpable ni pretenden prolongar condenas, sino simplemente son para recordar lo que nunca más debe ocurrir.


NOCHE DE MUERTE EN CASA MALDITA

El 24 de abril de 1989 se sacudió la noche en Querétaro. Y en el aire se escucharon lamentos desgarradores: “¡No mamá, no lo hagas!", los cuales alertaron a algunos vecinos de calle Hacienda del Vegil. Luego, un silencio abrumador como de cementerio. Y por la mañana del 25, toda la ciudad se despertaba estremecida con la noticia de que Claudia Mijangos Arzac les había, literalmente, arrancado cruelmente la vida a sus tres hijos a puñaladas.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Ya avanzada aquella noche, el pequeño Alfredo fue quien despertó primero al llamado de su madre. Y a pesar de su fragilidad y confianza depositada en quien le dio la vida, en ese momento su pesadilla fue despertar para acabar sus días de forma cruel.

Su madre -se ha dicho ya en repetidas ocasiones- fuera de sí misma, clavó sin piedad un cuchillo en el frágil cuerpo de su pequeño y él sucumbió ante el terrible dolor y las heridas.

Luego, su hermana, al atestiguar el crimen, le gritó a su madre para que se detuviera, pero ésta canalizó su demencia o delirio hacia su hija, a quien asesinó del mismo modo que su hermanito.

Y, finalmente, Claudia Mijangos se dirigió a la última habitación donde quedaba su otra hija, para mecanicamente repetir la operación aberrante contra la última víctima.

Cuando terminó el frenesí, reunió a sus hijos y los depositó en una misma cama; finalmente, se recostó a dormir con las huellas del crimen para olvidarlo todo.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

MÁS ALLÁ DE LA REALIDAD

Días posteriores al acontecimiento, cuando se logró interactuar con la señora Mijangos, los médicos se percataron de que estaban frente a una persona en estado alto de esquizofrenia, ya que tenía percepciones distorsionadas de la realidad y parecía asustada, ansiosa y confundida, todos síntomas que presentan las personas que viven en un mundo distorsionado por alucinaciones y delirios.

Así pues, debido a su situación mental, se consideró una medida de seguridad acorde con su condición de inimputable, ya que lo que requería Claudia era que se le pusiera en custodia de una institución especializada que le brindara la atención necesaria para no poner en peligro a nadie que la rodeara, así como para su rehabilitación por el término de la sentencia que se le imputó por el delito cometido.

El Final de una larga condena

Luis Francisco Macías

Dicen que no hay noche más oscura que aquella justo antes del amanecer. Y eso lo supo Claudia al incorporarse súbitamente de su cama, tras un sueño estrepitoso que la había hecho sudar. Voces extrañas se apoderaban de sus pensamientos y de su voluntad…

Corría el año de 1989. Todo era nebuloso en la mente de aquella joven de 33 años. Su alma no encontraba sosiego.

Las primeras horas de aquel lunes de abril marcaron en el calendario una pesadilla difícil de olvidar en el tranquilo fraccionamiento Jardines de la Hacienda, en la ciudad de Querétaro, donde se escribió uno de los casos más impactantes de aquella época al conocerse la espantosa muerte de tres niños en la casa 408 de la Calle Hacienda Vegil.

Luego de ser detenida, le diagnosticaron lesiones cerebrales y esquizofrenia, por lo que fue declarada inimputable.

El psiquiatra que la evaluó, Armando Fonseca, concluyó que Claudia tenía epilepsia en uno de los lóbulos temporales del cerebro, que son los que controlan las emociones.

Este tipo de epilepsia produce síntomas como ausencias y pérdida de la conciencia del entorno. Personalidad paranoide, decían los estudios clínicos.

Y a treinta años de distancia, su nombre vuelve a ser noticia al quedar en libertad.

Recientemente abandonó el área psiquiátrica del penal de Tepepan, Xochimilco, acompañada de una sobrina.

El Tribunal Superior de Justicia del Estado de Querétaro dio por cerrado el caso.

Desde su encierro, se han tejido las más inverosímiles y macabras historias, que han dado paso a leyendas urbanas.

La casa en desgracia quedó en el abandono. Se cuenta que en aquellos días, tras la muerte de los tres hermanitos, se escuchaban por las noches llantos y gritos. Hay quienes aseguraron ver encenderse alguna luz desde el interior y sombras a través de una de las ventanas, por donde se asomaba un niño.

En 1989, Claudia María tenía 11 años, era la mayor de los tres hermanos sacrificados. Le seguían Ana Belén y Alfredo, de 9 y seis años, respectivamente.


EN RETROSPECTIVA

El aislamiento de Claudia Mijangos Arzac tuvo varios episodios. Su proceso comenzó en Querétaro. Pero, como diría Jack “El destripador”, vamos por partes.

Abril 27, 1989. 11:30 horas. La entonces joven madre aparecía en la escena, sedada y amarrada de pies y manos. Había sido internada en una clínica del Seguro Social.

Habían transcurrido tres días desde aquellas horas atroces. Apenas pudo articular palabra, hablaba con débil voz acerca de sus hijos. Claudia decía a Sara Feregrino -agente ministerial- que estaban en la escuela y que eran muy bien portados.

-Yo quiero mucho a mis hijos, son muy buenos, nada traviesos – musitaba como delirando.

Horas antes, una amiga de Claudia, llamada Verónica, había vertido su versión a la policía.

Dijo que había ido a buscar a Claudia aquel lunes por la mañana.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Después de tocar el timbre se sorprendió al ver que su amiga aparecía con la ropa manchada de sangre. Su mirada parecía extraviada. Sin perder tiempo, Verónica apresuró el paso para entrar a la casa. Temía que Claudia hubiera sido atacada por delincuentes. Pero a los pocos segundos el horror la paralizó al contemplar la macabra escena con los cadáveres infantiles.

Claudia daba muestras de total alucine. Decía a Verónica que sus hijos se habían manchado con salsa catsup. Aquella visita resultó una pesadilla y pronto se dio cuenta Verónica que la casa parecía el escenario de una película de horror. El hedor de la sangre resultaba insufrible y salió huyendo de aquel sitio de muerte para pedir auxilio.

Septiembre, 1991. Centro de Readaptación Social de San José el Alto. Después de su breve paso por la clínica del IMSS, Claudia estuvo internada en un Cereso queretano, hasta que los abogados Miguel Alcocer y Julio Esponda lograron que fuera trasladada a un penal con área psiquiátrica en la Ciudad de México, ya que no se contaba con un pabellón de esa naturaleza en aquel estado.

En sus declaraciones ministeriales, Claudia responsabilizaba de aquella tragedia a un sacerdote al que supuestamente amaba. Decía que “el padre Ramón” le hablaba telepáticamente y que había influido para que se divorciara. Luego cambiaba la versión para decir que era tanta la presión que perdió el control.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Enero 23, 1992. Claudia Mijangos fue trasladada al Centro Femenil de Readaptación Social en Tepepan. Quedó recluida en el anexo psiquiátrico. Pese a los años de reclusión nunca recibió visitas de su familia.

No hay prisión más severa que la de uno mismo, cuando no se tiene la libertad para discernir entre el bien y el mal.

En el tiempo que Claudia estuvo encarcelada surgieron diversas historias que fueron escritas en su momento. Se dijo que cuando se encontraba tranquila, compartía su celda con la francesa Florence Cassez, quien fue sentenciada a 60 años de prisión por el delito de secuestro. Florence permaneció presa casi ocho años; salió en libertad en 2013.

También hubo testimonios de enfermeras que señalaban que cada vez que había luna llena, Claudia debía ser recluida en una celda especial. Se mostraba muy agresiva. El médico que la atendía decía que su mal no tenía remedio.

Se dijo entonces que la condena de Claudia sería reductible en caso de que la ciencia médica encontrara una cura aplicable a su caso. Incluso, se llegó a proponer, en su momento, aplicar a Claudia una trepanación cerebral, lo que la hubiera dejado en un estado vegetativo.


PASADO TORMENTOSO

Claudia Mijangos vio la primera luz en 1956, en Mazatlán, Sinaloa. Fue una niña feliz. No le faltaba nada al lado de su familia. Disfrutaba del calor hogareño. Era estudiante de la carrera de Comercio y el destino la llevó muy jovencita de la mano a concursar en un certamen de belleza, donde fue elegida reina del puerto.

Al morir sus padres, Claudia recibió una jugosa herencia. Se casó al poco tiempo con el empleado bancario Alfredo Castaños, ocho años mayor que ella, y fincaron su hogar conyugal en Querétaro.

Claudia era emprendedora. Abrió en aquella ciudad una exclusiva tienda de ropa en el pasaje de La Llata, donde las mujeres más distinguidas compraban sus vestidos.

Se daba tiempo para todo. Claudia era inquieta. Le gustaba servir. Daba clases de catecismo en el colegio Fray Luis de León, donde estudiaban sus tres hijos.

Ya en su vida matrimonial al lado de Alfredo Castaños, Claudia empezó a manifestar crisis agresivas y depresivas. En 1982, después de una discusión, Claudia persiguió a Alfredo con un machete en la mano; en otras ocasiones lo hacía portando unas tijeras.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sobrevino el inevitable divorcio. Claudia se quedó con la custodia de sus tres hijos. Las personas cercanas veían como aquellos disturbios emocionales afectaban con más fuerza a Claudia.

En la escuela donde estudiaban sus hijos, daba clases el padre Ramón, joven sacerdote de quien se dijo, estaba Claudia muy obsesionado. Mucha gente les atribuyó un idilio.

Se supo que desde hacía tiempo ella escuchaba voces extrañas. No quiso comentárselo a su exesposo, ya que siempre la tachó de loca.

Aquel día trágico de abril, Alfredo Castaños había llevado a sus hijos a una kermesse de la escuela. De regreso a casa, discutió acaloradamente con Claudia.

Alfredo pretendía retornar al hogar con Claudia y sus hijos, pero ella se negaba. Entonces, Alfredo, muy enojado, se retiró de la casa.

Claudia cerró la puerta con llave. Subió a darle la bendición a sus hijos y se dirigió a su recamara a descansar. Durante la madrugada, sobrevino el exterminio.

Un diario de Querétaro dio a conocer que Claudia fue la menor de siete hermanos. Se dijo que su madre, María del Carmen Arzac, era una persona dominante y autoritaria, agresiva y cerrada en sus creencias, además de fanática religiosa.

Las tres hermanas Mijangos habían padecido matrimonios tormentosos que habían culminado en divorcios. En cuanto a los hermanos, el mayor era farmacodependiente.

Fue internado varias veces en un hospital psiquiátrico. Alberto, otro de los hermanos, padecía retraso mental y era incapaz de valerse por sí mismo. Rafael, el hermano menor, padecía síndrome de Down.

En su infancia, Claudia era una niña poco brillante en la escuela y tenía un carácter rebelde.

Estas y otras manifestaciones en su personalidad se detonaron cinco años más tarde en el dramático y triple filicidio en 1989.


¿ESQUIZOFRENIA?

El triple asesinato de Claudia Mijangos cometido contra sus hijos es, estimado lector, un caso grotesco, horroroso y controvertido por todos los elementos que lo conforman. Sin embargo, también viene a reafirmar la complejidad del comportamiento humano.

Desde el momento en que ocurrieron los hechos, los cuestionamientos surgieron: ¿cuáles fueron los motivos que la llevaron a asesinar de manera despiadada a sus tres pequeños? ¿Es verdad que la señora Mijangos actuó de manera inconsciente, desbordada por una enfermedad mental, llámese epilepsia o esquizofrenia? O ¿Claudia Mijangos procedió de manera lúcida, fría y calculadora y, al matar a sus pequeños se trató de vengar de su exesposo Alfredo Castaños, del padre Ramón, de quien se comentó tuvo una relación amorosa, o incluso, de ella misma y sus frustraciones?

El caso es en verdad tan complejo que quizá las autoridades optaron por la teoría más lógica, que no significa que haya sido la correcta: “Claudia Mijangos ejecutó a sus hijos inducida por una enfermedad mental incurable”; es decir, por loca, como diríamos coloquialmente. Esto explica su sentencia y reclusión en una clínica psiquiátrica.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

El argumento podría ser válido, pues qué más sino una madre loca puede llegar a los extremos de matar a sus hijos, pero si esto no es del todo cierto, entonces ¿cuáles fueron los verdaderos motivos?

En efecto, estimado lector, yo no intento justificar los actos horripilantes de la filicida Mijangos, porque es claro que son por completo condenables, sólo intento entender un poco, las causas que motivaron ese brutal acto.

Me asalta la duda, he de confesarles, estimados lectores, y no estoy plenamente convencido de que Claudia Mijangos haya actuado ausente de sus facultades. Por más que años antes de matar a sus hijos haya presentado conductas desproporcionadas y después de realizar el triple asesinato, se le haya diagnosticado un trastorno mental crónico.

Cómo es que una mujer que se distinguió por varios años por ser amorosa y solidaria –pues así lo demuestran los hechos cuando fue maestra de ética y religión en el colegio donde estudiaban sus hijos- haya cambiado de manera repentina.

Además, otro ejemplo de que era una mujer lúcida y llena de proyectos es el negocio de ropa que echó a andar en la ciudad de Querétaro, después de contraer nupcias con Alfredo Castaños. Fue una tienda que marchó bien para ella y que le dejó buenas ganancias.

Ahora, si nos regresamos a mirar su infancia, pues encontramos que fue una niña que se desarrolló sin carencias económicas, sus padres la arroparon de cariño, asistió a buenos colegios y aunque no fue una alumna destacada ni mucho menos, tampoco fue de las peores. Claudia se hacía notar más por su belleza física, la cual la llevó años más tarde a ser reina del Carnaval de Mazatlán, su ciudad natal.

Al parecer, la debacle comenzó para Claudia Mijangos la misma noche de bodas, pero también pudo haber sido antes, no lo sabemos con precisión. Se cuenta que desde su unión matrimonial con Alfredo Castaños sus trastornos mentales se comenzaron a presentar cada vez con más frecuencia. Pero me pregunto, si hubo algo que hizo el señor Castaños que despertara el enojo de Claudia, tal vez una infidelidad, malos tratos, por desgracia, no hay certeza al respecto, pues la información con la que se cuenta es muy hermética.

Lo que sí es evidente, es que el matrimonio tuvo problemas y eso derivó en su separación, aunque la única versión que sabemos es la de que la locura de Claudia Mijangos fue la causa del divorcio, y me parece a mí, que la información no es imparcial y que se le tuvo que dar el beneficio de la duda a Mijangos. Quizá ella también sufrió y fue violentada, aunque claro, como repito, eso no justifica el terrible acto que realizó.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Es probable que Mijangos haya sufrido una serie de decepciones amorosas; primero con Alfredo Castaños, y después como se comenta, con el padre Ramón, quien al parecer fue una persona que influenció de manera importante a Claudia. Con el primero vio truncado un proyecto de vida, es decir, una familia desintegrada por los problemas entre ellos y con el segundo, tal vez el tormento fue peor, ya que era una relación que jamás podría ser aceptada por razones más que obvias.

Así que llena de frustraciones, es probable que Claudia Mijangos haya asesinado a sus tres pequeños hijos impulsada por una venganza. Sí, trastornada como se dijo, pero no tanto por una enfermedad mental, sino por las decepciones que la vida le presentó y de las cuales, ni usted ni yo estamos exentos, estimado lector. Muchos padecemos del mismo mal, queramos o no.

Quizá el terrible acto de Claudia Mijangos fue una venganza contra su exesposo Alfredo Castaños, contra el padre Ramón, o tal vez contra ella misma, por sentirse frustrada. No es que odiara a sus tres hijos, pero éstos fueron el medio para lastimar al otro y así misma. Un acto doloroso y violento en el que todos resultaron mutilados. Un caso que nos sigue enchinando la piel por su magnitud. Un capítulo crudo que nos lleva a la reflexión y también nos lastima a todos como sociedad.

FILICIDAS: El horror de crueles crímenes

Se llama filicidio (asesinato de los hijos, que puede ser cometido tanto por los padres como por las madres) y es un tema que horroriza. Lo cierto es que el filicidio tiene mil facetas y comprenderlo a fondo es fundamental, pues no se puede negar que se manifiesta a través del abandono, el castigo, la amenaza, la crueldad, los ataques físicos o verbales, las negaciones despóticas, la insensibilidad ante el sufrimiento.

El caso de La Hiena de Querétaro resulta algo diferente, ya que jamás se pudo comprobar que hubiera actuado de forma violenta o manifestara alguna ira contra su progenie.

No obstante, el resultado de la inestabilidad de un instante la llevó a cometer el triple crimen por el cual pasó 30 años recluida, hasta que el 24 de abril de 2019 terminó el plazo de su condena.

Foto: Hemeroteca Mario Vázquez Raña

Sin embargo, no todo es como podría suponerse respecto a su liberación, es decir, sí salió de prisión, pero tras dejar el encierro, su familia determinó que la internarían en una clínica psiquiátrica.

Por consiguiente, una de sus sobrinas indicó que se haría responsable de los cuidados de la exconvicta, aunque finalmente se determinó que sería internada en una clínica psiquiátrica, la cual estaría al cuidado de ella.

Antonio Ortega Cerbón, magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro, señaló que por el diagnóstico de salud mental, debería continuar con revisiones y un tratamiento médico.


OTROS FILICIDIOS

En la historia reciente han acontecido otros casos que han impactado. Quizá uno de los de mayor conocimiento sea el de Elvira Luz, quien mató a sus tres hijos por ahorcamiento.

La noche del domingo 8 y el lunes 9 de agosto (1982) por la mañana Elvira amenazó a su esposo con irse de su casa con sus hijos, pues habían discutido. Al final, él optó por marcharse y le dijo que iba a dejarla. Pero antes de irse a su trabajo, Nicolás pasó a casa de su madre para informarle lo que pensaba hacer. Le pidió que vigilara a su mujer y se marchó.

La desesperación hizo presa de Elvira, quien se sintió abandonada e impotente, con sus hijos a cuestas, sin trabajo ni dinero, y sin saber qué hacer a continuación.

Los hechos ocurrieron a las 10:00 horas del lunes 9 de agosto de 1982 en la colonia Bosques del Pedregal, en el Ajusco.

Primero ahorcó a Israel con un calcetín color azul marino; sorprendió al niño por la espalda. A Eduardo lo ahorcó con un trozo de tela; y a Marbella con un fajero para bebé. Al terminar de matar a los tres, se dirigió hasta donde se encontraba la más pequeña: María de Jesús. Con sus manos le tapó la boca y la nariz hasta asfixiarla. Después intentó suicidarse, ahorcándose con un mecate, usando el cadáver de María de Jesús como peso adicional.

Uno de los casos más recientes también es el de Mireya Agraz, cuya trágica historia comenzó con una denuncia por violación sexual infantil, perpetrada por su propio padre. Luego, en una serie de omisiones y de no prestarle la atención debida,su historia acabó cuando Mireya decidió suicidarse junto a sus tres hijos, su padre y su madre antes de que su expareja siguiera abusando de los tres menores.

Los hechos ocurrieron el 7 junio de 2017, cuando Mireya determinó que era mejor estar muertos que vivir entre amenazas, abuso de poder y corrupción por parte de L. Olvera, esposo y padre de los tres menores.

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