/ domingo 12 de abril de 2020

Mientras los muertos no sean de uno

Bien dice el dicho, de que lloren en su casa a que lloren en la mía... el problema es qué tal pareciera que en la Ciudad de México mientras los muertos no sean de casa, el Covid-19 les hace lo que el viento a Juárez y las recomendaciones sanitarias sólo sirven de adorno, porque son fuertes y sanos y más vale comer pescado que cometer pecado.

Con tristeza vimos que no fue sino hasta que llegaron las autoridades al Mercado de La Nueva Viga el jueves pasado y levantaron todos os puestos fue que los capitalinos dejaron de abarrotar el lugar y es que pareciera que primero está la tradición que la salud, porque fue más importante el pescado que la sana distancia.

Si bien en la capital no existe la raza más alta de mortalidad por el coronavirus a nivel nacional, si es una de las entidades con mayor índice de positivos, una buena parte por la indisciplina de quienes la habitamos y otra buena parte por la sobrepoblación que asfixia cada vez más a los citadinos.

Apenas un día después, el viernes fue en las pescaderías de la Central de Abasto, en Iztapalapa, donde vimos a no decenas ni cientos, a miles de personas abarrotando los pasillos de los comercios como si de verdad estuvieran a salvo de un posible contagio solo por el hecho de no comer carne en viernes santo, algo que definitivamente supera la ficción.

Por mientras y como recordatorio, esta semana que termina y la que empieza son las cruciales para bajar la curva de contagio, pero así como van las cosas, la (i)responsabilidad de miles va a causar el encierro de millones, y ya no hablamos de los que prefirieron irse a la playa a pasar la cuarentena y a quienes aprovechan el teletrabajo para hacerlo desde un destino turístico. Ese ya es otro cantar.

Y qué decir de las redes sociales que abundan los escépticos que como no conocen a ningún enfermo o muerto entonces tratan de convencer a sus seguidores de que todo es una artimaña del gobierno, para los de los primeros casos y para estos últimos debería de existir una carta donde renuncian al tratamiento médico si se llegan a enfermar, solo por la negligencia.

La decisión de cuidarse es de cada quien, solo tenga en cuenta que matemáticamente si los contagios son promedio 10 por cada uno de los que el gobierno tiene en cifras, no habrá camas de hospital en el mundo que puedan alcanzar para atenderlos, si no se quiere cuidar, ni exponga a los demás, diría el afamado Cantinflas, no hay que ser.

Desde este espacio, un reconocimiento y eterno agradecimiento a quienes están en primera línea en la atención médica para los enfermos, a esos que dejaron a sus familias por su trabajo, esos que sin dormir y con poca protección están evitando que los contagios sigan creciendo, a esos todo el reconocimiento. La mejor manera de ayudarlos es quedándose en casa.

Bien dice el dicho, de que lloren en su casa a que lloren en la mía... el problema es qué tal pareciera que en la Ciudad de México mientras los muertos no sean de casa, el Covid-19 les hace lo que el viento a Juárez y las recomendaciones sanitarias sólo sirven de adorno, porque son fuertes y sanos y más vale comer pescado que cometer pecado.

Con tristeza vimos que no fue sino hasta que llegaron las autoridades al Mercado de La Nueva Viga el jueves pasado y levantaron todos os puestos fue que los capitalinos dejaron de abarrotar el lugar y es que pareciera que primero está la tradición que la salud, porque fue más importante el pescado que la sana distancia.

Si bien en la capital no existe la raza más alta de mortalidad por el coronavirus a nivel nacional, si es una de las entidades con mayor índice de positivos, una buena parte por la indisciplina de quienes la habitamos y otra buena parte por la sobrepoblación que asfixia cada vez más a los citadinos.

Apenas un día después, el viernes fue en las pescaderías de la Central de Abasto, en Iztapalapa, donde vimos a no decenas ni cientos, a miles de personas abarrotando los pasillos de los comercios como si de verdad estuvieran a salvo de un posible contagio solo por el hecho de no comer carne en viernes santo, algo que definitivamente supera la ficción.

Por mientras y como recordatorio, esta semana que termina y la que empieza son las cruciales para bajar la curva de contagio, pero así como van las cosas, la (i)responsabilidad de miles va a causar el encierro de millones, y ya no hablamos de los que prefirieron irse a la playa a pasar la cuarentena y a quienes aprovechan el teletrabajo para hacerlo desde un destino turístico. Ese ya es otro cantar.

Y qué decir de las redes sociales que abundan los escépticos que como no conocen a ningún enfermo o muerto entonces tratan de convencer a sus seguidores de que todo es una artimaña del gobierno, para los de los primeros casos y para estos últimos debería de existir una carta donde renuncian al tratamiento médico si se llegan a enfermar, solo por la negligencia.

La decisión de cuidarse es de cada quien, solo tenga en cuenta que matemáticamente si los contagios son promedio 10 por cada uno de los que el gobierno tiene en cifras, no habrá camas de hospital en el mundo que puedan alcanzar para atenderlos, si no se quiere cuidar, ni exponga a los demás, diría el afamado Cantinflas, no hay que ser.

Desde este espacio, un reconocimiento y eterno agradecimiento a quienes están en primera línea en la atención médica para los enfermos, a esos que dejaron a sus familias por su trabajo, esos que sin dormir y con poca protección están evitando que los contagios sigan creciendo, a esos todo el reconocimiento. La mejor manera de ayudarlos es quedándose en casa.

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