/ domingo 28 de junio de 2020

Lo que viene puede ser peor

El atentado que sufrió Omar García Harfuch el pasado viernes es una muestra de que el crimen organizado no se va a tentar el corazón y además que está trastocando lo que por tres décadas se pensó; la Ciudad de México estaba blindada contra los cárteles de la droga que operan ya en todo el país.

En sexenios pasados, la negativa de aceptar que había asentamiento de los cárteles más poderosos del país en la capital únicamente provocó que estos operaran a sus anchas, inundando de drogas desde las colonias más pobres hasta las más ostentosas de la capital.

Por años se creyó que en la Ciudad de México, el mando único de la policía y los miles de elementos hacían imposible las operaciones de los cárteles, sin embargo, esto no impidió que el viernes pasado, sicarios armados hasta los dientes desafiaran esta teoría.

No es que no operaran, pero cualquiera de quien niegan su presencia se siente mucho más cómodo de operar si están convencidos de no estar, es decir, cualquier rata se siente tranquila si el gato es distraído, o peor aún, si el gato es su amigo.

Y esta no es la primera afrenta tan grande que el crimen organizado hace a las autoridades en la capital del país, hay que recordar los decapitados de Santa Fe, los descuartizados de Insurgentes y por supuesto, la masacre de Garibaldi; de sobra se sabe que hay cárteles que se disputan la ciudad más importante del país.

El hecho no es que exista o no se quiera ver no cambia lo ocurrido el viernes, la afrenta que el Cártel de Jalisco o cualquier otro hizo a las autoridades no se puede pasar por alto y mucho menos minimizarlo porque de la reacción que tomen las autoridades se va a desencadenar lo que viene.

Si no se toman medidas enérgicas, el mensaje a los grupos delictivos es que pueden hacer y deshacer en la capital, quizá el último estado que se mantenía alejado de la violencia extrema, y que además de operar van a someter a la policía, y no, es lo último que se necesita.

Cerrar filas decía un comentario en grupos de policías, y la reacción en general fue, que si no estaban cerradas las filas contra la delicuencia, entonces que estaba haciendo la policía, lo que si es que exigen, y con justa razón, que las autoridades dejen de pisotear sus derechos y con esto se les quite el miedo de actuar; claro, habrá quien lo haga fuera de la ley y eso tampoco se puede permitir.

El atentado que sufrió Omar García Harfuch el pasado viernes es una muestra de que el crimen organizado no se va a tentar el corazón y además que está trastocando lo que por tres décadas se pensó; la Ciudad de México estaba blindada contra los cárteles de la droga que operan ya en todo el país.

En sexenios pasados, la negativa de aceptar que había asentamiento de los cárteles más poderosos del país en la capital únicamente provocó que estos operaran a sus anchas, inundando de drogas desde las colonias más pobres hasta las más ostentosas de la capital.

Por años se creyó que en la Ciudad de México, el mando único de la policía y los miles de elementos hacían imposible las operaciones de los cárteles, sin embargo, esto no impidió que el viernes pasado, sicarios armados hasta los dientes desafiaran esta teoría.

No es que no operaran, pero cualquiera de quien niegan su presencia se siente mucho más cómodo de operar si están convencidos de no estar, es decir, cualquier rata se siente tranquila si el gato es distraído, o peor aún, si el gato es su amigo.

Y esta no es la primera afrenta tan grande que el crimen organizado hace a las autoridades en la capital del país, hay que recordar los decapitados de Santa Fe, los descuartizados de Insurgentes y por supuesto, la masacre de Garibaldi; de sobra se sabe que hay cárteles que se disputan la ciudad más importante del país.

El hecho no es que exista o no se quiera ver no cambia lo ocurrido el viernes, la afrenta que el Cártel de Jalisco o cualquier otro hizo a las autoridades no se puede pasar por alto y mucho menos minimizarlo porque de la reacción que tomen las autoridades se va a desencadenar lo que viene.

Si no se toman medidas enérgicas, el mensaje a los grupos delictivos es que pueden hacer y deshacer en la capital, quizá el último estado que se mantenía alejado de la violencia extrema, y que además de operar van a someter a la policía, y no, es lo último que se necesita.

Cerrar filas decía un comentario en grupos de policías, y la reacción en general fue, que si no estaban cerradas las filas contra la delicuencia, entonces que estaba haciendo la policía, lo que si es que exigen, y con justa razón, que las autoridades dejen de pisotear sus derechos y con esto se les quite el miedo de actuar; claro, habrá quien lo haga fuera de la ley y eso tampoco se puede permitir.

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