/ martes 28 de noviembre de 2023

OPINIÓN POR MARINIEVES GARCÍA-MANZANO | Otro mundo es posible: El monopolio de las ideas

Desde finales del siglo pasado, el Foro de Sao Paulo ha acogido a los movimientos de izquierda latinoamericana bajo el lema “Otro mundo es posible”. Tiene su origen en la convocatoria de Fidel Castro y Lula para integrar propuestas de acción en la lucha antiimperialista y promover intercambios en torno a los problemas económicos, políticos, sociales y culturales, con el objetivo de definir las bases de un nuevo concepto de unidad e integración continental en contraposición al dominio imperialista. Hoy cuenta con 123 partidos miembros en 27 países, y 12 países latinoamericanos tienen un gobierno de izquierda.

La base del ideario de “Otro mundo es posible” es el rol fundamental del Estado para asegurar la distribución de la riqueza, y dentro de su agenda encontramos temas como los derechos de la naturaleza (sic), la igualdad, la justicia social, la erradicación de los flagelos neoliberales y la lucha contra los valores alienantes del capitalismo. Fuera de la libertad de los estados, es decir, la libertad de los gobernantes para emitir leyes y políticas que lleven al cumplimiento de esta agenda, no encontramos ninguna referencia a la libertad de las personas para definir sus proyectos de vida: la meta es subsumir a las personas dentro de un colectivo, sustituyendo los derechos individuales por derechos colectivos, y apelando a ideas abstractas como el “bien común” que define el gobernante en turno de acuerdo a sus intereses o los de su partido.

Casualmente todas estas ideas son totalmente consistentes con las que emanan de organismos internacionales como la Agenda 2030 de Naciones Unidas, la Unión Europea, y el World Economic Forum.

Esta ideología ha permeado de manera sigilosa (mucho más eficientemente que la famosísima mano invisible de Adam Smith) en el imaginario colectivo de países como México, de manera tal que ya no podemos diferenciar dónde termina la izquierda y dónde empieza la derecha; pues si quitamos la referencia a palabras como “neoliberalismo” o “imperialismo” encontramos el mismo discurso estatista en todos los candidatos, y salvo algunos matices sobre temas espinosos como el aborto, la agenda de fondo de todos los partidos es la misma.

Pero independientemente de que estemos de acuerdo o no con ellas, es importante reflexionar sobre el monopolio que se ha hecho de estas ideas políticas, sociales y económicas como única forma de gobierno y organización social. La dominación mental ha llegado a tal nivel, que hemos llegado a un punto en el que ya ni siquiera podemos imaginar que tal vez Otro Mundo es Posible fuera del colectivismo y el control cada vez más absoluto del Estado sobre nuestras vidas, atacando rabiosamente por igual desde la izquierda y la derecha mexicanas a cualquiera que se atreva siquiera a cuestionar estas ideas.

Así es que, a no ser que en el Siglo XXI hayamos llegado en México a la consumación de la Teoría del Estado para la humanidad, podríamos afirmar que cuando todos piensan igual, es que nadie está pensando.


Opinión por Marinieves García-Manzano Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves

Desde finales del siglo pasado, el Foro de Sao Paulo ha acogido a los movimientos de izquierda latinoamericana bajo el lema “Otro mundo es posible”. Tiene su origen en la convocatoria de Fidel Castro y Lula para integrar propuestas de acción en la lucha antiimperialista y promover intercambios en torno a los problemas económicos, políticos, sociales y culturales, con el objetivo de definir las bases de un nuevo concepto de unidad e integración continental en contraposición al dominio imperialista. Hoy cuenta con 123 partidos miembros en 27 países, y 12 países latinoamericanos tienen un gobierno de izquierda.

La base del ideario de “Otro mundo es posible” es el rol fundamental del Estado para asegurar la distribución de la riqueza, y dentro de su agenda encontramos temas como los derechos de la naturaleza (sic), la igualdad, la justicia social, la erradicación de los flagelos neoliberales y la lucha contra los valores alienantes del capitalismo. Fuera de la libertad de los estados, es decir, la libertad de los gobernantes para emitir leyes y políticas que lleven al cumplimiento de esta agenda, no encontramos ninguna referencia a la libertad de las personas para definir sus proyectos de vida: la meta es subsumir a las personas dentro de un colectivo, sustituyendo los derechos individuales por derechos colectivos, y apelando a ideas abstractas como el “bien común” que define el gobernante en turno de acuerdo a sus intereses o los de su partido.

Casualmente todas estas ideas son totalmente consistentes con las que emanan de organismos internacionales como la Agenda 2030 de Naciones Unidas, la Unión Europea, y el World Economic Forum.

Esta ideología ha permeado de manera sigilosa (mucho más eficientemente que la famosísima mano invisible de Adam Smith) en el imaginario colectivo de países como México, de manera tal que ya no podemos diferenciar dónde termina la izquierda y dónde empieza la derecha; pues si quitamos la referencia a palabras como “neoliberalismo” o “imperialismo” encontramos el mismo discurso estatista en todos los candidatos, y salvo algunos matices sobre temas espinosos como el aborto, la agenda de fondo de todos los partidos es la misma.

Pero independientemente de que estemos de acuerdo o no con ellas, es importante reflexionar sobre el monopolio que se ha hecho de estas ideas políticas, sociales y económicas como única forma de gobierno y organización social. La dominación mental ha llegado a tal nivel, que hemos llegado a un punto en el que ya ni siquiera podemos imaginar que tal vez Otro Mundo es Posible fuera del colectivismo y el control cada vez más absoluto del Estado sobre nuestras vidas, atacando rabiosamente por igual desde la izquierda y la derecha mexicanas a cualquiera que se atreva siquiera a cuestionar estas ideas.

Así es que, a no ser que en el Siglo XXI hayamos llegado en México a la consumación de la Teoría del Estado para la humanidad, podríamos afirmar que cuando todos piensan igual, es que nadie está pensando.


Opinión por Marinieves García-Manzano Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves