Sinaloa siempre ha estado en el ojo del huracán por el tema del narcotráfico, desde hace décadas, la gente de esa región sabe que no son pocos los que ahí se asentaron para hacer crecer el negocio; no es que sea correcto o no, simplemente las condiciones geográficas o el destino así lo dispuso.
No ha habido en los últimos años un capo tan poderoso como el originario de Badiraguato, Joaquín Guzmán Loera, ahora inquilino de una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos. Este personaje es odiado por muchos, pero, de manera sorprendente, idolatrado por miles, quizá por la excesiva carga televisiva de la narcocultura.
Y aunque él se encuentra encerrado, esta semana fue citado por medios alrededor del mundo por la violencia desmedida y la falta de planeación del operativo que había culminado con la captura de Ovidio Guzmán, su hijo y presunto sucesor, a quien el gobierno del país del norte busca para que enfrente la ley junto con su padre.
Un operativo a todas luces hecho como mucho en la 4T, al “chilazo”, pues un grupúsculo de apenas 50 hombres llegó hasta el restaurante donde comía Ovidio y al grito de abrazos y no balazos le sugirieron que se entregara. Lo que no contaban es que el lugar y el resto de la ciudad ardería por ver al junior libre.
Y así es como fue, apenas aseguraron a Guzmán, decenas de hombres armados se hicieron presentes para rodear al grupo de militares que realizaron la captura. Primero intentaron hacerles entender a los castrenses que estaban en su tierra y que eran superados en número y en armamento, cosa que ignoraron.
La gente de Guzmán no se anduvo por las ramas y de inmediato comenzó una balacera aquí, otra allá, otra acullá y en menos de una hora, la ciudad de Culiacán estaba vuelta una zona de batalla, todo con el único fin de ver a Ovidio libre. Cosa que sucedió apenas cinco horas después.
Aquí es donde viene el dilema, dice López Obrador que fue el gabinete de seguridad, mismo que se reunió en cuanto vio la dimensión de la situación, quien decidió liberar a Guzmán para frenar la violencia, respaldado por el presidente, dicho por él mismo, yo no invento.
Después salieron a decir que lo liberaron por la lentitud del sistema judicial, raro que la 4T culpe a otros de sus fallos, el dilema es entre lo moral y lo legal. La Constitución señala un castigo para quien permite que un preso se evada, pero esto frenó la violencia. ¿Qué hubieran hecho ustedes?