/ viernes 16 de junio de 2023

Teresa Landa, la Miss México que asesinó a su marido

Una nota de La Prensa le reveló la infamia de Vidal Corro, así que fue y vació plomo en las entrañas; una tragedia acontecida en 1929

El cadáver fue hallado en la sala de su casa, ubicada en la calle de Correo Mayor, el domingo 25 de agosto por la mañana, tenía seis tiros, varios de ellos en el pecho, se trataba nada más y nada menos, del conocido general Moisés Vidal Corro, cuya participación en la Revolución mexicana le valió el reconocimiento del pueblo; su valor y modales refinados hicieron que en 1928, la señorita Teresa Landa Ríos, la primera Miss México de la nación, se enamorara de él y meses más tarde contrajeran nupcias. No obstante, aquel día muy temprano, él terminó asesinado y ella en la segunda comisaría de policía de la naciente ciudad capital.

María Teresa Landa nació en el ajetreado año de 1910 en la Ciudad de México, fue la hija mayor del enlace entre Rafael de Landa y Débora Ríos. Su educación hasta el bachillerato la realizó en colegios de monjas pero no se dedicó a la vida religiosa, se decantó por estudiar Odontología.

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Sin embargo, fue en el mes de marzo de 1928, cuando su vida dio un giro inesperado, el diario Excélsior convocó al primer certamen de Miss México, emulando a los concursos realizados en París y Estados Unidos. La competición tuvo como objetivo presentar una imagen moderna de la mujer mexicana, situación que encajó de maravilla con María Teresa Landa; ella, consciente de su belleza física y su indudable educación académica, no le pareció mala idea participar.

Incitada por un grupo de amigos, quienes estaban seguros de que Teresa no tendría rival y saldría ganadora, fueron ellos los que enviaron la foto de su guapa compañera y la registraron entregando el cupón correspondiente al diario Excélsior.

Un velorio y los cortejos de un general

La partida del plano terrenal de su entrañable abuela, le traería a Teresa el “amor de su vida”, el 8 de mayo durante el velorio, uno de sus tíos le presentaría al general Vidal Corro. El saludo fue breve, pero el apretón de manos y el cruce de miradas profundos, desde ese momento, él quedaría totalmente enganchado a los encantos de la jovencita y se propuso conquistarla a cualquier precio.

Así, el general comenzó a llenar de regalos a la joven Teresa, le llevaba serenatas al pie de su balcón, le obsequiaba flores, daban paseos por la Alameda Central los domingos y ella se sentía halagada, y pese a que la diferencia de edades era notoria (18 y 35), esto en aquella época no era mal visto; además la jovencita no había vivido romance alguno, por lo que se comenzó a enamorar perdidamente de Moisés Vidal y después de unos meses, se hicieron novios contra la voluntad de su padre, quien no veía con agrado al militar.

Miss México y un futuro prometido

El veredicto del concurso de belleza se dio el 15 de mayo y María Teresa Landa ganó por amplio margen de votos con 9 mil 473, derrotando a 24 competidoras más. Como parte de los premios obtenidos, la bella jovencita al ser nombrada Miss México, aseguró su aparición en los principales diarios y revistas del país, además de recibir diversos regalos de las marcas más prestigiosas de la época. Pero el mayor atractivo fue, que su triunfo le afianzó su participación en el concurso Miss Universo, en cuya ciudad de Galveston, Texas, se llevaría a cabo a finales de año.

La victoria de Teresa no fue del agrado del señor Vidal Corro, quien se oponía a que su novia participara en el certamen internacional, cuyo mayor enfado era que Teresa desfilara en traje de baño y los hombres fijaran sus miradas en ella; así, los celos ocultos hasta entonces, comenzaron a hacerse notorios en el general, pero ella los tomaba como una clara muestra de que Moisés la amaba con locura, que era amor del bueno.

No obstante, Vidal quería tener la certeza de que en tal viaje a Galveston, su novia no lo dejaría por otro, por lo cual presionó a Teresa y la hizo prometer que a su regreso se casarían y vivirían juntos, promesa que ella reafirmó en las cartas que se escribieron durante su ausencia.

La chispeante señorita emprendió un viaje que duró varios meses, al final, no resultó ganadora en el certamen internacional, pero su belleza no pasó desapercibida, al punto de que recibió varias ofertas para trabajar en el cine y en el ámbito de la publicidad; en pocas palabras, un amplio mundo se abrió ante Teresa Landa, quien tenía todo para fincarse una brillante carrera artística en la lozanía de sus 18 años.

Una boda clandestina

A su regreso, el general de inmediato le comentó a Tere que ya tenía preparado todo para su enlace matrimonial, y a sabiendas que sus padres se opondrían, la convenció de no comentarles nada y se casaran de forma clandestina. En un inicio la joven no estaba muy convencida de aprobar las formas de su novio, no obstante, al final cedió y se casaron en el anonimato más absoluto, sin la presencia de familiares ni amigos, además de que Teresa mintió sobre su edad, pues ante el notario afirmó tener 21 años, cuando apenas contaba con 18. Pero un soborno por parte de Vidal fue suficiente para remediar dicha situación.

El sacerdote que los casó fue Buenaventura Corro, medio hermano del general, que no tuvo más remedio que efectuar el enlace. El día de la boda, María Teresa Landa no se sintió muy feliz, sino culpable por casarse sin la presencia de sus padres y hermanos. Esa misma tarde, Vidal Corro llevó a su esposa a la calle de Londres, a una casa que alquiló para vivir como esposos.

Unos cuantos meses después, las obligaciones como militar de Vidal llevó a los recién casados a emigrar a la entidad de Xalapa, en Veracruz, de donde por cierto, él era originario. Ahí, el general le presentó a su familia, aprovechó para enseñarla a montar a caballo y disparar armas, actividades que no representaron ninguna dificultad para Teresa. También, ella acompañó muchas veces a su esposo a campamentos militares donde él se sentía muy orgulloso de presentar a su bella esposa.

Hacia junio de 1929, la pareja regresó a la capital y se instalaron en la casa de los padres de Teresa, ya que deseaban tenerla cerca para mimarla y apapacharla.

Cartas, falsas promesas y una demanda

Mientras tanto, otra Teresa sufría y hundía el rostro al claro desengaño, se trataba de la primera esposa del general Vidal Corro, quien llevaba varios meses recibiendo cartas de este, donde prometía que pronto volvería a su lado y el de sus dos hijas que procrearon poco después de contraer nupcias en 1924, en Cosamaloapan, Veracruz.

Resulta que poco después de su boda, Vidal Corro fue ascendido al grado de general y asignado a un cuartel de la Ciudad de México, por lo que tuvo que ausentarse de su familia, no obstante, enviaba cartas muy amorosas cada semana a su esposa María Teresa Herrejón, y cada mes, una cantidad considerable de dinero, para que no le hiciera falta nada a su adorada, pero todo ese amor, se fue apagando poco a poco desde que Moisés conoció a la otra Teresa, de apellido Landa.

Y aunque Teresa Herrejón creía que un cielo en un infierno cabe, cayó en la cuenta de que su marido ya no era el mismo, y para terminar de desengañarse, un día, una vecina le llevó la edición impresa de La Prensa, que su esposo había adquirido en un viaje a la capital del país, donde se mencionaba que unos meses atrás, Moisés Vidal Corro había contraído matrimonio de forma clandestina nada más y nada menos, que con la primera Miss México, María Teresa Landa Ríos.

Y aunque Moisés se empeñó en continuar con la farsa, enviando falsas promesas de amor en sus cartas a su primera esposa, ella en un primer instante no dijo nada, pero lo sabía todo, sobre la infamia que su marido estaba cometiendo en su contra. Y si guardó silencio, fue por sus dos hijas, al menos así lo diría meses después, cuando devino la tragedia.

No obstante, llegó el momento en que decidió actuar por dignidad propia y la de sus hijas, así que acudió con un abogado, le contó todo sobre la situación que padecía y entablaron una demanda contra el general Moisés Vidal Corro, en cuyo Juzgado Cuarto de la Ciudad de México fue presentada.

"La señorita Miss México y su esposo, acusados"

—¡Tengo un hambre voraz, amor! Por qué no le dices a Juanita que prepare unos huevitos para desayunar. —dijo el general a Teresa, mientras ella permanecía enterrada bajo las cobijas.

Moisés se levantó de la cama, fue a la sala y de un buró sacó su pistola favorita, una Smith and Wesson con cacha de marfil. La examinó con cariño, le colocó el seguro y la puso encima de la mesa, de donde tomó la cajetilla de sus cigarros, encendió uno y aspiró el penetrante humo con placer. Dio unos pasos, se sentó en su sillón favorito de bejuco y agarró un libro en el cual clavó la mirada con interés.

En ese momento, su jovial y radiante esposa se levantó de la cama, cubrió su cuerpo con un kimono y se dirigió hacia la cocina, encontró a Juanita, la empleada poniendo el agua para el café y le indicó lo del desayuno.

Entonces salió al patio, en el suelo estaba la edición impresa de La Prensa, que cada mañana les dejaba el voceador. La recogió, entró al comedor, se sentó, puso atención a la portada, de pronto sintió un enjambre de abejas en el corazón cuando leyó: “La Señorita México, María Teresa Landa, y su esposo, acusados”. “El general Vidal no era soltero, la señora Herrejón de Vidal, su primera esposa, ha presentado una acusación contra él por el delito de bigamia. Les espera la cárcel”, y se ilustraba con una foto enorme suya donde lucía radiante con la banda de Miss México.

No lo podía creer, sintió de golpe que el mundo se le venía encima. Abrió el periódico para leer la nota en las páginas interiores, se ratificaba la demanda interpuesta por la señora Teresa Herrejón. Comenzó a llorar. Leía y releía la nota como esperando las letras cobraran otro sentido y todo fuera mentira, pero no, estaba hundida en la desgracia por culpa “del supuesto amor de su vida”, el general Moisés Vidal.

Su cuerpo estaba ahí, pero sus pensamientos la comenzaron a llevar por situaciones que cobraron sentido en cuanto a varias actitudes sospechosas de su esposo: la boda a escondidas, sus celos, su control, ciertas cartas que según él enviaba al cuartel… Las lágrimas rodaron por las páginas corriéndose un poco la tinta. Se sintió humillada, quiso contener el llanto pero no pudo, entonces cobró de nuevo conciencia de dónde estaba ubicada y decidió hacerle frente a su marido.

"¿Por qué me has hecho esto?"

Teresa se levantó y con pasos determinantes entró a la sala, mostrándole la noticia del periódico le gritó a Moisés: —¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué me has perdido?

El general Vidal Corro se vio sorprendido, pese a que bien sabía que la mentira tiene patas cortas y en cualquier momento lo descubrirían, trató de minimizar su culpa: —¡Qué te fijas en tonterías, cariño! Yo solo tengo ojos para ti, además, vivo contigo, ¿no? Lo de esa mujer y yo… fue un error.

—No obstante, la forma socarrona en cómo dijo aquellas palabras, exacerbó el ánimo de Teresa: —¡Cómo no me voy a fijar si con ello destruyes toda mi vida, mis ilusiones! —Cariño, no le des importancia, te juro que me voy a divorciar de ella… —pero lo interrumpió: —Eres un desgraciado. ¿Y tus hijas, no piensas en ellas? ¡Cómo puedes desobligarte de ellas de esa forma! Y yo, qué va a ser de mí. Debes saber que yo me casé contigo únicamente por amor. ¡Y tan es así, que me voy a pegar un tiro!

En ese momento, María Teresa tomó la pistola calibre .44mm de Vidal Corro y se la colocó en el pecho, a la altura del corazón, el general ya bastante sorprendido por el curso que estaban tomando los hechos, se levantó y dijo: —¡Teresa, no hagas una locura! ¡Recapacita!

El general trató de acercarse a su linda esposa para tratar de arrebatarle el arma, sin embargo, ella con supremo aire de decisión amenazó: —Si das un paso, te mato primero a ti —y le apuntó con la seguridad qué el mismo la había adiestrado.

Vidal sin titubear intentó abalanzarse contra ella, pero jaló del gatillo en varias ocasiones y el general cayó sobre el sillón de bejuco, sangrando de inmediato por la boca y nariz, a causa de las balas recibidas. En cosa de un instante, yacía muerto.

Teresa aún sostenía la pistola en sus temblorosas manos, al ver a su esposo inerte la arrojó al suelo y luego comenzó a zarandearlo: —¡Moisés, no te mueras! ¡No, Moisés, por qué me has hecho esto! —gritaba Teresa y con llanto desconsolado cayó arrodillada ante su marido.

En cuestión de segundos, la bella joven reaccionó y fue por la pistola, diciendo para sí: “Nos vamos juntos, nos vamos juntos”, la volvió a tomar, y la colocó ahora en su sien derecha, jaló el gatillo una y otra vez, pero fue inútil, el arma ya no tenía balas, las había descargado todas contra su esposo. Se sintió más impotente que nunca y entonces cayó en la cuenta de que el mundo era ancho y ajeno, al menos para ella, de pronto entró Juanita y gritó: —¿Qué ha hecho, señora?, ¡por qué lo mató! Teresa volvió a caer de rodillas desconsolada y se abrazó otra vez a las piernas de su marido muerto.

La bella Miss México, arrestada

A los pocos minutos, de la misa dominical llegaron los padres y hermanos de Teresa, quienes encontraron a su hija sentada en una silla siendo consolada por Juanita, no hicieron falta muchas palabras para enterarse de la tragedia; el señor Rafael entró a la sala y miró aterrado la escena: la pistola en la mesa, el periódico en el suelo, Vidal ensangrentado y recostado en el sofá sobre su lado izquierdo, con la mirada perdida.


Teresa explicó todo a su familia y ellos lo corroboraron al leer la noticia en La Prensa, no obstante, don Rafael les dijo que lo correcto era llamar a la policía y asumir las consecuencias, pero que el principal responsable de la tragedia era el general Vidal. Le prometió a su hija que no permitiría la encarcelaran, pero que tenía que enfrentar a la justicia.

Así fue, para cuando los agentes policiacos llegaron al domicilio de la familia Landa Ríos, María Teresa ya se había cubierto el rostro y la cabeza con un velo negro, los sabuesos inspeccionaron la escena del crimen y, en breve, esposaron a la hermosa Miss México y su desconsolada madre no tuvo remedio que aceptar se la llevaran a la Segunda Comandancia de Policía.

Contó su historia a La Prensa

Detrás de la barandilla, enfundada en un abrigo negro y velo del mismo color, Teresa Landa rindió su declaración ante el comisario Pelayo Quintana, mientras el reportero policiaco de esta casa editora aguardaba paciente el momento de poderla entrevistar.

Después de que Pelayo asentó en el acta correspondiente cada una de las palabras de Teresa Landa, y bajo una atmosfera que más se parecía a un velorio, los padres de la joven y ella aceptaron platicar con el periodista, con la firme intención de que se supiera la verdad:

—¿Señorita Landa, cuándo conoció al general Vidal? —Fue el ocho de mayo del año pasado, durante el velorio de mi abuelita Asunción Tamayo, desde entonces él me requirió en amores y a finales de marzo le correspondí. Al ganar el concurso de belleza y tener que ir a Estados Unidos a representar a México, le prometí regresar para casarnos. Y, en efecto, rechacé todos los contratos que me ofrecieron empresarios teatrales y cinematográficos para cumplirle mi palabra —dijo la joven entre sollozos.

Luego contó sobre su boda clandestina con Moisés Vidal, debido a que sus padres se oponían a su relación, pero en octubre les confesó todo, y ellos de inmediato les pidieron se casaran por la iglesia, cuya ceremonia se efectuó pocos días después.

—¿Nunca notó actitudes sospechosas por parte de su marido, me refiero a si sospechó que tuviera otra mujer? —volvió a cuestionar el reportero.

—Fue hace apenas una semana cuando mi marido dio señales de contrariedad, pues siempre salíamos juntos a todas partes, y últimamente se enojaba mucho cuando le decía que ya no le gustaba mi compañía. Él muy molesto solo me respondía que no era eso, que tenía un problema con unos caciques que querían quitarle unos terrenos petrolíferos en Veracruz. Y según él, salía a ver a sus abogados para solucionar ese asunto.

No obstante, era obvio, el general ya tenía conocimiento de las acciones legales que había emprendido su primera esposa, Teresa Herrejón, cuya atmósfera turbia cubrió a Vidal y a la hermosa Miss México, la cual desembocaría en la terrible tragedia.

Solo pensaba en el suicidio

Las siguientes preguntas del periodista fueron más directas y contundentes: —Cuando disparó contra su marido, ¿guardaba rencor hacia él? —No señor, le quise siempre mucho y aún le quiero.

—¿Sabía usted con anterioridad que era casado? —Qué iba a saber, si decía quererme con toda el alma y me entregaba todo su tiempo.

—¿Entonces hasta hoy se enteró de que era casado? —Sí, señor, hasta esta mañana que miré el periódico para el que usted trabaja.

—¿Qué sentimiento la dominaba cuando hizo los disparos? —No sé, no sé, no me pude dar cuenta qué fue lo qué pasó.

—¿Y qué piensa ahora? —En el suicidio, ¡quisiera estar muerta con él! —culminó Teresa y estalló en llanto.

Al siguiente día, a las nueve de la mañana María Teresa Landa fue ingresada en la cárcel de Belén, donde fue recibida por su director, el coronel Casimiro Talamantes, para ese momento, la noticia ya había corrido por todo el país y decenas de periodistas se arremolinaron a las afueras de la penitenciaria para atestiguar la desgracia de la bella Miss México.

José María Lozano, un hábil abogado

Cerca de la una de la tarde, el reconocido abogado José María Lozano, contratado por el padre de Teresa Landa llegó a la penitenciaría, se entrevistó con la enlutada joven, su encuentro fue breve, solo para poner al tanto al letrado de los hechos y posteriormente, subió al Juzgado Cuarto de Instrucción para hacer el trámite correspondiente ante el juez Jesús Zavala, y asumir oficialmente la defensa de Miss México.

Al salir del Juzgado, el abogado señalaría a los periodistas que la joven recluida se encontraba deshecha: —María Teresa Landa se encuentra muy mal de ánimo debido al gran cariño que le tenía a su esposo. No se trata del temor que le tenga al presidio, es más bien el horror que siente por haber privado de la vida al ser en quien había cifrado toda su vida.

“Confío en el buen sentido del Tribunal del Pueblo, que sabrá juzgar este caso nato pasional y dicten un fallo justo, lo más pronto posible, pues la familia Landa está sufriendo mucho por esta desgracia. Su madre está deshecha al grado de que hará gestiones ante la Secretaría de Gobernación para que le permitan estar el mayor tiempo posible con su hija aquí, en la penitenciaría”. —concluyó el abogado, el cual abordó su automóvil y se retiró del lugar.

Mientras tanto, el jueves 29 de agosto, el juez Jesús Zavala dictó la formal prisión contra María Teresa Landa Ríos, quien ante el juez firmó las boletas correspondientes y sin emitir algún comentario, su figura se perdió por el oscuro pasillo que conducía a su fría galera.

Tumulto en la penitenciaría, se abre el juicio contra Miss México

—Se abre la audiencia —gritó el presidente de Debates, licenciado Ignacio Bustos.

En la sala del Cuarto Juzgado de la Penitenciaría de Belén, llena hasta el tope: el juez, el Jurado del Pueblo, policías, público en general y periodistas guardaron silencio absoluto; entonces por un pasillo y hasta una plataforma que se encontraba en el centro caminó a pasos lentos la Miss México, luciendo pálida, pero con ese brillo hechicero en sus ojos. Tere Landa se sentó y el secretario de audiencias, licenciado José Taracena, pasó lista al Jurado del Pueblo y a los testigos y cedió la palabra al licenciado Bustos:

—¡Guarde toda la sala silencio, por favor! Exhorto a la señora María Teresa Landa se dirija con verdad ante este respetable Tribunal. ¿Sabe usted por qué se le detuvo? —cuestionó el presidente de Debates a Landa.

—Sí, por la muerte de mi esposo, el general Moisés Vidal Corro.

Luego, la bella Tere Landa explicó cuándo y cómo había conocido a su esposo, y la forma en cómo sucedieron los terribles hechos aquella mañana del 25 de agosto, en que le arrebató la vida al vaciarle la pistola calibre .44 milímetros.

Tratando de verse ágil y con la intención de envolver a la acusada, Bustos encauzó sus preguntas al momento exacto del crimen: —¿Tenía costumbre el general de usar pistola?

—Siempre, durante toda su vida como militar, siempre la tenía a la mano, era su costumbre —-respondió Landa.

—Hay testigos, entre ellos la señora Teresa Herrejón, primera esposa del occiso, que refieren, Vidal tenía miedo a ser asesinado. Se dice, señora Landa, que cuando ella lo invitó a la reconciliación, él indicó que no podía abandonarla, ya que temía que usted lo matara… ¿Eso es verdad, señora? —Todavía no terminaba la pregunta el licenciado Bustos y se armó el alboroto en la sala, por lo cual el juez tuvo que poner orden.

—¡Silencio, señores, por favor, no podemos proseguir con este escándalo!

Cuando todos guardaron la compostura continuó el interrogatorio: —Conteste a la pregunta que se le hizo, señorita Landa.

Con voz muy segura y firme, Miss México contestó: —No creo que Moisés lo haya dicho, porque eso es una absoluta mentira. —¿Usted tiene pistolas de su propiedad? —Sí, señor, tengo una calibre .32 que Vidal me regaló en Veracruz. —¿Y con qué fin se la regaló? —Para enseñarme a disparar. Él me decía que era importante que aprendiera a usarlas.

—¿El día de los hechos, usted tenía su pistola calibre .32mm? —Sí, señor, en un cajón de mi ropero.

De pronto, un poco desesperado, intervino el juez Jesús Zavala con una pregunta más directa: —¿Qué sintió usted al ver la noticia en el periódico, de que su marido era casado? —No puedo describirlo de manera cierta, señor, sentí que todo mi mundo se derrumbaba, pues lo dejé todo por él, porque lo amaba —dijo Landa y no pudo contener el llanto.

—¿Con qué intención tomó usted la pistola? —Para matarme, pero él intentó quitármela y entonces no sé por qué disparé contra él.

—¿Después de asesinar a su esposo qué hizo? —Tomé de nuevo la pistola con la intención de matarme, me la coloqué en la sien, jalé el gatillo pero ya no tenía balas, luego caí ante sus pies y lo abracé, me sentí arrepentida —acentuó Landa con lágrimas de nuevo.

—Si volviera a presentársele la misma situación ¿repetiría su acción? —¡De ninguna manera, señor juez, yo lo amaba con toda mi alma, no sé por qué disparé solo sé que hice mal!

Luego, volvió a pedir la palabra el presidente de Debates, que hay precisar, así se le nombraba a lo que hoy conocemos como al Fiscal. El licenciado Bustos sacó de un sobre unas fotografías de María Teresa Landa posando en traje de baño durante el concurso de Miss Universo en la ciudad de Galveston, Texas, certamen que calificó de inmoral, por lo cual la acusó de deshonrar a su esposo y familia, pues según él, no era una conducta propia de una mujer decente y pulcra.

Al escuchar tal argumento, el abogado defensor José María Lozano pidió la palabra, pero el juez se la negó.

Luego, Bustos continuó con sus acusaciones, haciendo referencia a unos anónimos que su madre había recibido meses antes de la tragedia, en los que se explicaba toda la situación del general Vidal Corro, en cuanto que era casado con la señora Teresa Herrejón con quien además procreó dos niñas: —¿No le parece extraño, señora, que su madre no le haya comentado nada acerca de esos anónimos? —Un anónimo es siempre despreciable —respondió contundente Tere Landa y prosiguió: —Además, mi madre no quería turbar mi felicidad basándose únicamente en un anónimo.

—Y nunca fueron a Casamaloapan? —No, señor… —Claro, porque ahí vivía la primera esposa del general, la señora Teresa Herrejón —se contestó el mismo licenciado Bustos. —Es que yo no fijaba los itinerarios de los viajes, siempre era mi esposo quien los decidía.

El defensor acusa al juez

Fue el momento en que el abogado de Landa se levantó de su asiento y enérgico dijo: —¿Hasta cuándo me va a permitir el uso de la palabra, señor juez? En la sala volvió a imperar el caos con toda clase de comentarios por parte de los presentes, pero José María Lozano puso orden y arremetió contra el juez y el presidente de Debates señalando el pesar que le había causado su conducta durante el interrogatorio hacia Tere Landa:

—¡Nunca me imaginé, que ustedes licenciados fueran a desfigurar los hechos con tales falsedades —y respecto a la supuesta conducta inmoral de su defendida recalcó: —Usted, licenciado Bustos, ha procedido de forma injusta al calificar de inmoral el concurso en el que participó mi clienta, la señora Teresa Landa. Sépase usted, que los reyes visitan las playas y se sumergen en las aguas en trajes de baño, sin que haya nadie que los califique de inmorales.

“Ahora, en cuanto a los anónimos, señor juez, ¿le parece a usted extraño que una madre vaya a decirle a su hija que es una desgraciada? Y también ha dicho que hay varios testigos que afirman, que el señor Vidal les platicó que tenía miedo de dejar a la señora Landa, porque ella lo había amenazado con matarlo si se atrevía a tal cosa, lo cual, también es falso, pues la señora Teresa Herrejón nunca ha mencionado tal cosa ni está asentado en su declaración.

Tan pronto concluyó el abogado José María Lozano, el público que se encontraba en la sala rompió el silencio con una carretada de aplausos y vivas para el abogado defensor y María Teresa Landa, a quien calificaron de inocente.

No obstante, el agente del ministerio público, el licenciado Luis G. Corona pidió la palabra y expuso su argumento contra Landa: —Por qué no nos dice la verdad, señora Landa, usted sabía perfectamente que el general era casado y no solo eso, usted ya sabía de la demanda presentada contra los dos, por la señora Teresa Herrejón, y al conocer que su marido dejaría todos sus bienes a nombre de sus hijas, usted lo mató…

“Díganos, con qué intenciones fue a la sala —¡Con la mera intención de matarme, señor…

Con ironía, Luis G. Corona atajó a la acusada y le espetó:

—Pero no se mató usted, señora Landa… —la bella Miss México no pudo contenerse y rompió en llanto, los sollozos le impedían pronunciar palabra, sin embargo, como pudo logró decir: —Lo que hice fue peor que si me hubiera matado… señor licenciado, fue mucho peor.

De pronto un campanillazo hecho por el juez Jesús Zavala dio por terminada la audiencia, los presentes se levantaron de sus asientos y en medio de la bulla abandonaron la sala del Cuarto Juzgado de la prisión de Belén.

Frente a frente

Al día siguiente, se reanudó el juicio con varios careos y la presencia de varios testigos, entre ellos la primera esposa de Moisés Vidal, la señora María Teresa Herrejón, quien fue sentada junto a la acusada, dio su versión de los hechos y entre lo más relevante contó que fue su madre, quien le confirmó lo que había visto por el periódico, al mostrarle una copia del acta civil donde quedaba comprobado, que Vidal se había vuelto a casar, ahora con Teresa Landa.

Asimismo, contó se vio obligada a venirse a la Ciudad de México, pero no con la intención de buscar a su marido ni de reclamarle a Teresa Landa, sino para ponerse a trabajar y mantener a sus dos pequeñas hijas. Posteriormente una de sus hermanas le aconsejó tramitar el divorcio y pedirle una pensión a Vidal que le ayudara con la manutención de sus chamacas.

Luego, precisó sobre el encuentro que tuvo con su esposo donde ella le propuso la reconciliación, no obstante, el general le dijo que era imposible dejar a Teresa Landa, pues temía que lo mataran, entonces, el presidente de Debates intervino: —¿Y no le dijo a usted, de quién tenía miedo en específico? —No señor, nunca mencionó a nadie —respondió la triste mujer.

—¿Por qué no mencionó esa situación en su declaración ante el ministerio público, señora Herrejón? —Cuestionó de nuevo Bustos —No lo consideré importante, licenciado.

Cabe señalar, que durante el interrogatorio a la señora Teresa Herrejón, nunca se le vio animada por el odio hacia su rival, por el contrario, al entrar a la sala, la saludó y Tere Landa respondió cortés a su saludo. Y como no hubo punto de contradicción en las declaraciones de ambas mujeres, no se dio la confrontación entre ellas y se dio paso a dos testigos más.

Estos se trataron de Consuelo Flores Reyes, una “bataclana” (es decir, una bailarina que actuaba en las carpas luciendo poca ropa) y de un sastre de nombre Jesús Ramírez del Río, quienes trataron de perjudicar a Mis México, afirmando que ella visitaba al general Vidal en un cuarto del Hotel Gual, ubicado en la calle República de Chile número 4, antes de que fueran esposos, situación que Tere Landa negó categóricamente.

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"Tere Landa, absuelta"

La audiencia se extendió hasta la madrugada del 1 de diciembre, cuando el Jurado dictó sentencia absolutoria para María Teresa Landa Ríos, también conocida como la mujer más bella del país, al ser coronada como Miss México.

El veredicto se dio a conocer cerca de las 2:50 de la mañana, y fue recibido por todos los presentes con gran alborozo, además de que el Jurado pidió la liberación inmediata de Tere Landa.

El Jurado consideró que la acusada actuó en legítima defensa de su honor, y por las circunstancias en cómo habían ocurrido los hechos, se trató de un crimen meramente pasional. Los deliberantes tomaron en cuenta el estado emocional, la perturbación que causó en la bella mujer la noticia que leyó en el diario y descubrir que su marido le había mentido al tener previamente otro matrimonio.

Así, el momento de la absolución para María Teresa Landa fue conmovedor pues su madre la señora Devora Ríos se acercó a su hija y la abrazó fuertemente, ambas no pudieron contener el llanto por todo el drama que habían pasado y se fundieron en una sola; el cariño de la madre atribulada y el de su hija buena y sencilla a pesar de cargar con la fama de ser la primera Miss México del país, cuya carrera artística vio truncada al matar a su esposo empujada por la fatalidad y entregar su alma y vida a un claro desengaño.

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El cadáver fue hallado en la sala de su casa, ubicada en la calle de Correo Mayor, el domingo 25 de agosto por la mañana, tenía seis tiros, varios de ellos en el pecho, se trataba nada más y nada menos, del conocido general Moisés Vidal Corro, cuya participación en la Revolución mexicana le valió el reconocimiento del pueblo; su valor y modales refinados hicieron que en 1928, la señorita Teresa Landa Ríos, la primera Miss México de la nación, se enamorara de él y meses más tarde contrajeran nupcias. No obstante, aquel día muy temprano, él terminó asesinado y ella en la segunda comisaría de policía de la naciente ciudad capital.

María Teresa Landa nació en el ajetreado año de 1910 en la Ciudad de México, fue la hija mayor del enlace entre Rafael de Landa y Débora Ríos. Su educación hasta el bachillerato la realizó en colegios de monjas pero no se dedicó a la vida religiosa, se decantó por estudiar Odontología.

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Sin embargo, fue en el mes de marzo de 1928, cuando su vida dio un giro inesperado, el diario Excélsior convocó al primer certamen de Miss México, emulando a los concursos realizados en París y Estados Unidos. La competición tuvo como objetivo presentar una imagen moderna de la mujer mexicana, situación que encajó de maravilla con María Teresa Landa; ella, consciente de su belleza física y su indudable educación académica, no le pareció mala idea participar.

Incitada por un grupo de amigos, quienes estaban seguros de que Teresa no tendría rival y saldría ganadora, fueron ellos los que enviaron la foto de su guapa compañera y la registraron entregando el cupón correspondiente al diario Excélsior.

Un velorio y los cortejos de un general

La partida del plano terrenal de su entrañable abuela, le traería a Teresa el “amor de su vida”, el 8 de mayo durante el velorio, uno de sus tíos le presentaría al general Vidal Corro. El saludo fue breve, pero el apretón de manos y el cruce de miradas profundos, desde ese momento, él quedaría totalmente enganchado a los encantos de la jovencita y se propuso conquistarla a cualquier precio.

Así, el general comenzó a llenar de regalos a la joven Teresa, le llevaba serenatas al pie de su balcón, le obsequiaba flores, daban paseos por la Alameda Central los domingos y ella se sentía halagada, y pese a que la diferencia de edades era notoria (18 y 35), esto en aquella época no era mal visto; además la jovencita no había vivido romance alguno, por lo que se comenzó a enamorar perdidamente de Moisés Vidal y después de unos meses, se hicieron novios contra la voluntad de su padre, quien no veía con agrado al militar.

Miss México y un futuro prometido

El veredicto del concurso de belleza se dio el 15 de mayo y María Teresa Landa ganó por amplio margen de votos con 9 mil 473, derrotando a 24 competidoras más. Como parte de los premios obtenidos, la bella jovencita al ser nombrada Miss México, aseguró su aparición en los principales diarios y revistas del país, además de recibir diversos regalos de las marcas más prestigiosas de la época. Pero el mayor atractivo fue, que su triunfo le afianzó su participación en el concurso Miss Universo, en cuya ciudad de Galveston, Texas, se llevaría a cabo a finales de año.

La victoria de Teresa no fue del agrado del señor Vidal Corro, quien se oponía a que su novia participara en el certamen internacional, cuyo mayor enfado era que Teresa desfilara en traje de baño y los hombres fijaran sus miradas en ella; así, los celos ocultos hasta entonces, comenzaron a hacerse notorios en el general, pero ella los tomaba como una clara muestra de que Moisés la amaba con locura, que era amor del bueno.

No obstante, Vidal quería tener la certeza de que en tal viaje a Galveston, su novia no lo dejaría por otro, por lo cual presionó a Teresa y la hizo prometer que a su regreso se casarían y vivirían juntos, promesa que ella reafirmó en las cartas que se escribieron durante su ausencia.

La chispeante señorita emprendió un viaje que duró varios meses, al final, no resultó ganadora en el certamen internacional, pero su belleza no pasó desapercibida, al punto de que recibió varias ofertas para trabajar en el cine y en el ámbito de la publicidad; en pocas palabras, un amplio mundo se abrió ante Teresa Landa, quien tenía todo para fincarse una brillante carrera artística en la lozanía de sus 18 años.

Una boda clandestina

A su regreso, el general de inmediato le comentó a Tere que ya tenía preparado todo para su enlace matrimonial, y a sabiendas que sus padres se opondrían, la convenció de no comentarles nada y se casaran de forma clandestina. En un inicio la joven no estaba muy convencida de aprobar las formas de su novio, no obstante, al final cedió y se casaron en el anonimato más absoluto, sin la presencia de familiares ni amigos, además de que Teresa mintió sobre su edad, pues ante el notario afirmó tener 21 años, cuando apenas contaba con 18. Pero un soborno por parte de Vidal fue suficiente para remediar dicha situación.

El sacerdote que los casó fue Buenaventura Corro, medio hermano del general, que no tuvo más remedio que efectuar el enlace. El día de la boda, María Teresa Landa no se sintió muy feliz, sino culpable por casarse sin la presencia de sus padres y hermanos. Esa misma tarde, Vidal Corro llevó a su esposa a la calle de Londres, a una casa que alquiló para vivir como esposos.

Unos cuantos meses después, las obligaciones como militar de Vidal llevó a los recién casados a emigrar a la entidad de Xalapa, en Veracruz, de donde por cierto, él era originario. Ahí, el general le presentó a su familia, aprovechó para enseñarla a montar a caballo y disparar armas, actividades que no representaron ninguna dificultad para Teresa. También, ella acompañó muchas veces a su esposo a campamentos militares donde él se sentía muy orgulloso de presentar a su bella esposa.

Hacia junio de 1929, la pareja regresó a la capital y se instalaron en la casa de los padres de Teresa, ya que deseaban tenerla cerca para mimarla y apapacharla.

Cartas, falsas promesas y una demanda

Mientras tanto, otra Teresa sufría y hundía el rostro al claro desengaño, se trataba de la primera esposa del general Vidal Corro, quien llevaba varios meses recibiendo cartas de este, donde prometía que pronto volvería a su lado y el de sus dos hijas que procrearon poco después de contraer nupcias en 1924, en Cosamaloapan, Veracruz.

Resulta que poco después de su boda, Vidal Corro fue ascendido al grado de general y asignado a un cuartel de la Ciudad de México, por lo que tuvo que ausentarse de su familia, no obstante, enviaba cartas muy amorosas cada semana a su esposa María Teresa Herrejón, y cada mes, una cantidad considerable de dinero, para que no le hiciera falta nada a su adorada, pero todo ese amor, se fue apagando poco a poco desde que Moisés conoció a la otra Teresa, de apellido Landa.

Y aunque Teresa Herrejón creía que un cielo en un infierno cabe, cayó en la cuenta de que su marido ya no era el mismo, y para terminar de desengañarse, un día, una vecina le llevó la edición impresa de La Prensa, que su esposo había adquirido en un viaje a la capital del país, donde se mencionaba que unos meses atrás, Moisés Vidal Corro había contraído matrimonio de forma clandestina nada más y nada menos, que con la primera Miss México, María Teresa Landa Ríos.

Y aunque Moisés se empeñó en continuar con la farsa, enviando falsas promesas de amor en sus cartas a su primera esposa, ella en un primer instante no dijo nada, pero lo sabía todo, sobre la infamia que su marido estaba cometiendo en su contra. Y si guardó silencio, fue por sus dos hijas, al menos así lo diría meses después, cuando devino la tragedia.

No obstante, llegó el momento en que decidió actuar por dignidad propia y la de sus hijas, así que acudió con un abogado, le contó todo sobre la situación que padecía y entablaron una demanda contra el general Moisés Vidal Corro, en cuyo Juzgado Cuarto de la Ciudad de México fue presentada.

"La señorita Miss México y su esposo, acusados"

—¡Tengo un hambre voraz, amor! Por qué no le dices a Juanita que prepare unos huevitos para desayunar. —dijo el general a Teresa, mientras ella permanecía enterrada bajo las cobijas.

Moisés se levantó de la cama, fue a la sala y de un buró sacó su pistola favorita, una Smith and Wesson con cacha de marfil. La examinó con cariño, le colocó el seguro y la puso encima de la mesa, de donde tomó la cajetilla de sus cigarros, encendió uno y aspiró el penetrante humo con placer. Dio unos pasos, se sentó en su sillón favorito de bejuco y agarró un libro en el cual clavó la mirada con interés.

En ese momento, su jovial y radiante esposa se levantó de la cama, cubrió su cuerpo con un kimono y se dirigió hacia la cocina, encontró a Juanita, la empleada poniendo el agua para el café y le indicó lo del desayuno.

Entonces salió al patio, en el suelo estaba la edición impresa de La Prensa, que cada mañana les dejaba el voceador. La recogió, entró al comedor, se sentó, puso atención a la portada, de pronto sintió un enjambre de abejas en el corazón cuando leyó: “La Señorita México, María Teresa Landa, y su esposo, acusados”. “El general Vidal no era soltero, la señora Herrejón de Vidal, su primera esposa, ha presentado una acusación contra él por el delito de bigamia. Les espera la cárcel”, y se ilustraba con una foto enorme suya donde lucía radiante con la banda de Miss México.

No lo podía creer, sintió de golpe que el mundo se le venía encima. Abrió el periódico para leer la nota en las páginas interiores, se ratificaba la demanda interpuesta por la señora Teresa Herrejón. Comenzó a llorar. Leía y releía la nota como esperando las letras cobraran otro sentido y todo fuera mentira, pero no, estaba hundida en la desgracia por culpa “del supuesto amor de su vida”, el general Moisés Vidal.

Su cuerpo estaba ahí, pero sus pensamientos la comenzaron a llevar por situaciones que cobraron sentido en cuanto a varias actitudes sospechosas de su esposo: la boda a escondidas, sus celos, su control, ciertas cartas que según él enviaba al cuartel… Las lágrimas rodaron por las páginas corriéndose un poco la tinta. Se sintió humillada, quiso contener el llanto pero no pudo, entonces cobró de nuevo conciencia de dónde estaba ubicada y decidió hacerle frente a su marido.

"¿Por qué me has hecho esto?"

Teresa se levantó y con pasos determinantes entró a la sala, mostrándole la noticia del periódico le gritó a Moisés: —¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué me has perdido?

El general Vidal Corro se vio sorprendido, pese a que bien sabía que la mentira tiene patas cortas y en cualquier momento lo descubrirían, trató de minimizar su culpa: —¡Qué te fijas en tonterías, cariño! Yo solo tengo ojos para ti, además, vivo contigo, ¿no? Lo de esa mujer y yo… fue un error.

—No obstante, la forma socarrona en cómo dijo aquellas palabras, exacerbó el ánimo de Teresa: —¡Cómo no me voy a fijar si con ello destruyes toda mi vida, mis ilusiones! —Cariño, no le des importancia, te juro que me voy a divorciar de ella… —pero lo interrumpió: —Eres un desgraciado. ¿Y tus hijas, no piensas en ellas? ¡Cómo puedes desobligarte de ellas de esa forma! Y yo, qué va a ser de mí. Debes saber que yo me casé contigo únicamente por amor. ¡Y tan es así, que me voy a pegar un tiro!

En ese momento, María Teresa tomó la pistola calibre .44mm de Vidal Corro y se la colocó en el pecho, a la altura del corazón, el general ya bastante sorprendido por el curso que estaban tomando los hechos, se levantó y dijo: —¡Teresa, no hagas una locura! ¡Recapacita!

El general trató de acercarse a su linda esposa para tratar de arrebatarle el arma, sin embargo, ella con supremo aire de decisión amenazó: —Si das un paso, te mato primero a ti —y le apuntó con la seguridad qué el mismo la había adiestrado.

Vidal sin titubear intentó abalanzarse contra ella, pero jaló del gatillo en varias ocasiones y el general cayó sobre el sillón de bejuco, sangrando de inmediato por la boca y nariz, a causa de las balas recibidas. En cosa de un instante, yacía muerto.

Teresa aún sostenía la pistola en sus temblorosas manos, al ver a su esposo inerte la arrojó al suelo y luego comenzó a zarandearlo: —¡Moisés, no te mueras! ¡No, Moisés, por qué me has hecho esto! —gritaba Teresa y con llanto desconsolado cayó arrodillada ante su marido.

En cuestión de segundos, la bella joven reaccionó y fue por la pistola, diciendo para sí: “Nos vamos juntos, nos vamos juntos”, la volvió a tomar, y la colocó ahora en su sien derecha, jaló el gatillo una y otra vez, pero fue inútil, el arma ya no tenía balas, las había descargado todas contra su esposo. Se sintió más impotente que nunca y entonces cayó en la cuenta de que el mundo era ancho y ajeno, al menos para ella, de pronto entró Juanita y gritó: —¿Qué ha hecho, señora?, ¡por qué lo mató! Teresa volvió a caer de rodillas desconsolada y se abrazó otra vez a las piernas de su marido muerto.

La bella Miss México, arrestada

A los pocos minutos, de la misa dominical llegaron los padres y hermanos de Teresa, quienes encontraron a su hija sentada en una silla siendo consolada por Juanita, no hicieron falta muchas palabras para enterarse de la tragedia; el señor Rafael entró a la sala y miró aterrado la escena: la pistola en la mesa, el periódico en el suelo, Vidal ensangrentado y recostado en el sofá sobre su lado izquierdo, con la mirada perdida.


Teresa explicó todo a su familia y ellos lo corroboraron al leer la noticia en La Prensa, no obstante, don Rafael les dijo que lo correcto era llamar a la policía y asumir las consecuencias, pero que el principal responsable de la tragedia era el general Vidal. Le prometió a su hija que no permitiría la encarcelaran, pero que tenía que enfrentar a la justicia.

Así fue, para cuando los agentes policiacos llegaron al domicilio de la familia Landa Ríos, María Teresa ya se había cubierto el rostro y la cabeza con un velo negro, los sabuesos inspeccionaron la escena del crimen y, en breve, esposaron a la hermosa Miss México y su desconsolada madre no tuvo remedio que aceptar se la llevaran a la Segunda Comandancia de Policía.

Contó su historia a La Prensa

Detrás de la barandilla, enfundada en un abrigo negro y velo del mismo color, Teresa Landa rindió su declaración ante el comisario Pelayo Quintana, mientras el reportero policiaco de esta casa editora aguardaba paciente el momento de poderla entrevistar.

Después de que Pelayo asentó en el acta correspondiente cada una de las palabras de Teresa Landa, y bajo una atmosfera que más se parecía a un velorio, los padres de la joven y ella aceptaron platicar con el periodista, con la firme intención de que se supiera la verdad:

—¿Señorita Landa, cuándo conoció al general Vidal? —Fue el ocho de mayo del año pasado, durante el velorio de mi abuelita Asunción Tamayo, desde entonces él me requirió en amores y a finales de marzo le correspondí. Al ganar el concurso de belleza y tener que ir a Estados Unidos a representar a México, le prometí regresar para casarnos. Y, en efecto, rechacé todos los contratos que me ofrecieron empresarios teatrales y cinematográficos para cumplirle mi palabra —dijo la joven entre sollozos.

Luego contó sobre su boda clandestina con Moisés Vidal, debido a que sus padres se oponían a su relación, pero en octubre les confesó todo, y ellos de inmediato les pidieron se casaran por la iglesia, cuya ceremonia se efectuó pocos días después.

—¿Nunca notó actitudes sospechosas por parte de su marido, me refiero a si sospechó que tuviera otra mujer? —volvió a cuestionar el reportero.

—Fue hace apenas una semana cuando mi marido dio señales de contrariedad, pues siempre salíamos juntos a todas partes, y últimamente se enojaba mucho cuando le decía que ya no le gustaba mi compañía. Él muy molesto solo me respondía que no era eso, que tenía un problema con unos caciques que querían quitarle unos terrenos petrolíferos en Veracruz. Y según él, salía a ver a sus abogados para solucionar ese asunto.

No obstante, era obvio, el general ya tenía conocimiento de las acciones legales que había emprendido su primera esposa, Teresa Herrejón, cuya atmósfera turbia cubrió a Vidal y a la hermosa Miss México, la cual desembocaría en la terrible tragedia.

Solo pensaba en el suicidio

Las siguientes preguntas del periodista fueron más directas y contundentes: —Cuando disparó contra su marido, ¿guardaba rencor hacia él? —No señor, le quise siempre mucho y aún le quiero.

—¿Sabía usted con anterioridad que era casado? —Qué iba a saber, si decía quererme con toda el alma y me entregaba todo su tiempo.

—¿Entonces hasta hoy se enteró de que era casado? —Sí, señor, hasta esta mañana que miré el periódico para el que usted trabaja.

—¿Qué sentimiento la dominaba cuando hizo los disparos? —No sé, no sé, no me pude dar cuenta qué fue lo qué pasó.

—¿Y qué piensa ahora? —En el suicidio, ¡quisiera estar muerta con él! —culminó Teresa y estalló en llanto.

Al siguiente día, a las nueve de la mañana María Teresa Landa fue ingresada en la cárcel de Belén, donde fue recibida por su director, el coronel Casimiro Talamantes, para ese momento, la noticia ya había corrido por todo el país y decenas de periodistas se arremolinaron a las afueras de la penitenciaria para atestiguar la desgracia de la bella Miss México.

José María Lozano, un hábil abogado

Cerca de la una de la tarde, el reconocido abogado José María Lozano, contratado por el padre de Teresa Landa llegó a la penitenciaría, se entrevistó con la enlutada joven, su encuentro fue breve, solo para poner al tanto al letrado de los hechos y posteriormente, subió al Juzgado Cuarto de Instrucción para hacer el trámite correspondiente ante el juez Jesús Zavala, y asumir oficialmente la defensa de Miss México.

Al salir del Juzgado, el abogado señalaría a los periodistas que la joven recluida se encontraba deshecha: —María Teresa Landa se encuentra muy mal de ánimo debido al gran cariño que le tenía a su esposo. No se trata del temor que le tenga al presidio, es más bien el horror que siente por haber privado de la vida al ser en quien había cifrado toda su vida.

“Confío en el buen sentido del Tribunal del Pueblo, que sabrá juzgar este caso nato pasional y dicten un fallo justo, lo más pronto posible, pues la familia Landa está sufriendo mucho por esta desgracia. Su madre está deshecha al grado de que hará gestiones ante la Secretaría de Gobernación para que le permitan estar el mayor tiempo posible con su hija aquí, en la penitenciaría”. —concluyó el abogado, el cual abordó su automóvil y se retiró del lugar.

Mientras tanto, el jueves 29 de agosto, el juez Jesús Zavala dictó la formal prisión contra María Teresa Landa Ríos, quien ante el juez firmó las boletas correspondientes y sin emitir algún comentario, su figura se perdió por el oscuro pasillo que conducía a su fría galera.

Tumulto en la penitenciaría, se abre el juicio contra Miss México

—Se abre la audiencia —gritó el presidente de Debates, licenciado Ignacio Bustos.

En la sala del Cuarto Juzgado de la Penitenciaría de Belén, llena hasta el tope: el juez, el Jurado del Pueblo, policías, público en general y periodistas guardaron silencio absoluto; entonces por un pasillo y hasta una plataforma que se encontraba en el centro caminó a pasos lentos la Miss México, luciendo pálida, pero con ese brillo hechicero en sus ojos. Tere Landa se sentó y el secretario de audiencias, licenciado José Taracena, pasó lista al Jurado del Pueblo y a los testigos y cedió la palabra al licenciado Bustos:

—¡Guarde toda la sala silencio, por favor! Exhorto a la señora María Teresa Landa se dirija con verdad ante este respetable Tribunal. ¿Sabe usted por qué se le detuvo? —cuestionó el presidente de Debates a Landa.

—Sí, por la muerte de mi esposo, el general Moisés Vidal Corro.

Luego, la bella Tere Landa explicó cuándo y cómo había conocido a su esposo, y la forma en cómo sucedieron los terribles hechos aquella mañana del 25 de agosto, en que le arrebató la vida al vaciarle la pistola calibre .44 milímetros.

Tratando de verse ágil y con la intención de envolver a la acusada, Bustos encauzó sus preguntas al momento exacto del crimen: —¿Tenía costumbre el general de usar pistola?

—Siempre, durante toda su vida como militar, siempre la tenía a la mano, era su costumbre —-respondió Landa.

—Hay testigos, entre ellos la señora Teresa Herrejón, primera esposa del occiso, que refieren, Vidal tenía miedo a ser asesinado. Se dice, señora Landa, que cuando ella lo invitó a la reconciliación, él indicó que no podía abandonarla, ya que temía que usted lo matara… ¿Eso es verdad, señora? —Todavía no terminaba la pregunta el licenciado Bustos y se armó el alboroto en la sala, por lo cual el juez tuvo que poner orden.

—¡Silencio, señores, por favor, no podemos proseguir con este escándalo!

Cuando todos guardaron la compostura continuó el interrogatorio: —Conteste a la pregunta que se le hizo, señorita Landa.

Con voz muy segura y firme, Miss México contestó: —No creo que Moisés lo haya dicho, porque eso es una absoluta mentira. —¿Usted tiene pistolas de su propiedad? —Sí, señor, tengo una calibre .32 que Vidal me regaló en Veracruz. —¿Y con qué fin se la regaló? —Para enseñarme a disparar. Él me decía que era importante que aprendiera a usarlas.

—¿El día de los hechos, usted tenía su pistola calibre .32mm? —Sí, señor, en un cajón de mi ropero.

De pronto, un poco desesperado, intervino el juez Jesús Zavala con una pregunta más directa: —¿Qué sintió usted al ver la noticia en el periódico, de que su marido era casado? —No puedo describirlo de manera cierta, señor, sentí que todo mi mundo se derrumbaba, pues lo dejé todo por él, porque lo amaba —dijo Landa y no pudo contener el llanto.

—¿Con qué intención tomó usted la pistola? —Para matarme, pero él intentó quitármela y entonces no sé por qué disparé contra él.

—¿Después de asesinar a su esposo qué hizo? —Tomé de nuevo la pistola con la intención de matarme, me la coloqué en la sien, jalé el gatillo pero ya no tenía balas, luego caí ante sus pies y lo abracé, me sentí arrepentida —acentuó Landa con lágrimas de nuevo.

—Si volviera a presentársele la misma situación ¿repetiría su acción? —¡De ninguna manera, señor juez, yo lo amaba con toda mi alma, no sé por qué disparé solo sé que hice mal!

Luego, volvió a pedir la palabra el presidente de Debates, que hay precisar, así se le nombraba a lo que hoy conocemos como al Fiscal. El licenciado Bustos sacó de un sobre unas fotografías de María Teresa Landa posando en traje de baño durante el concurso de Miss Universo en la ciudad de Galveston, Texas, certamen que calificó de inmoral, por lo cual la acusó de deshonrar a su esposo y familia, pues según él, no era una conducta propia de una mujer decente y pulcra.

Al escuchar tal argumento, el abogado defensor José María Lozano pidió la palabra, pero el juez se la negó.

Luego, Bustos continuó con sus acusaciones, haciendo referencia a unos anónimos que su madre había recibido meses antes de la tragedia, en los que se explicaba toda la situación del general Vidal Corro, en cuanto que era casado con la señora Teresa Herrejón con quien además procreó dos niñas: —¿No le parece extraño, señora, que su madre no le haya comentado nada acerca de esos anónimos? —Un anónimo es siempre despreciable —respondió contundente Tere Landa y prosiguió: —Además, mi madre no quería turbar mi felicidad basándose únicamente en un anónimo.

—Y nunca fueron a Casamaloapan? —No, señor… —Claro, porque ahí vivía la primera esposa del general, la señora Teresa Herrejón —se contestó el mismo licenciado Bustos. —Es que yo no fijaba los itinerarios de los viajes, siempre era mi esposo quien los decidía.

El defensor acusa al juez

Fue el momento en que el abogado de Landa se levantó de su asiento y enérgico dijo: —¿Hasta cuándo me va a permitir el uso de la palabra, señor juez? En la sala volvió a imperar el caos con toda clase de comentarios por parte de los presentes, pero José María Lozano puso orden y arremetió contra el juez y el presidente de Debates señalando el pesar que le había causado su conducta durante el interrogatorio hacia Tere Landa:

—¡Nunca me imaginé, que ustedes licenciados fueran a desfigurar los hechos con tales falsedades —y respecto a la supuesta conducta inmoral de su defendida recalcó: —Usted, licenciado Bustos, ha procedido de forma injusta al calificar de inmoral el concurso en el que participó mi clienta, la señora Teresa Landa. Sépase usted, que los reyes visitan las playas y se sumergen en las aguas en trajes de baño, sin que haya nadie que los califique de inmorales.

“Ahora, en cuanto a los anónimos, señor juez, ¿le parece a usted extraño que una madre vaya a decirle a su hija que es una desgraciada? Y también ha dicho que hay varios testigos que afirman, que el señor Vidal les platicó que tenía miedo de dejar a la señora Landa, porque ella lo había amenazado con matarlo si se atrevía a tal cosa, lo cual, también es falso, pues la señora Teresa Herrejón nunca ha mencionado tal cosa ni está asentado en su declaración.

Tan pronto concluyó el abogado José María Lozano, el público que se encontraba en la sala rompió el silencio con una carretada de aplausos y vivas para el abogado defensor y María Teresa Landa, a quien calificaron de inocente.

No obstante, el agente del ministerio público, el licenciado Luis G. Corona pidió la palabra y expuso su argumento contra Landa: —Por qué no nos dice la verdad, señora Landa, usted sabía perfectamente que el general era casado y no solo eso, usted ya sabía de la demanda presentada contra los dos, por la señora Teresa Herrejón, y al conocer que su marido dejaría todos sus bienes a nombre de sus hijas, usted lo mató…

“Díganos, con qué intenciones fue a la sala —¡Con la mera intención de matarme, señor…

Con ironía, Luis G. Corona atajó a la acusada y le espetó:

—Pero no se mató usted, señora Landa… —la bella Miss México no pudo contenerse y rompió en llanto, los sollozos le impedían pronunciar palabra, sin embargo, como pudo logró decir: —Lo que hice fue peor que si me hubiera matado… señor licenciado, fue mucho peor.

De pronto un campanillazo hecho por el juez Jesús Zavala dio por terminada la audiencia, los presentes se levantaron de sus asientos y en medio de la bulla abandonaron la sala del Cuarto Juzgado de la prisión de Belén.

Frente a frente

Al día siguiente, se reanudó el juicio con varios careos y la presencia de varios testigos, entre ellos la primera esposa de Moisés Vidal, la señora María Teresa Herrejón, quien fue sentada junto a la acusada, dio su versión de los hechos y entre lo más relevante contó que fue su madre, quien le confirmó lo que había visto por el periódico, al mostrarle una copia del acta civil donde quedaba comprobado, que Vidal se había vuelto a casar, ahora con Teresa Landa.

Asimismo, contó se vio obligada a venirse a la Ciudad de México, pero no con la intención de buscar a su marido ni de reclamarle a Teresa Landa, sino para ponerse a trabajar y mantener a sus dos pequeñas hijas. Posteriormente una de sus hermanas le aconsejó tramitar el divorcio y pedirle una pensión a Vidal que le ayudara con la manutención de sus chamacas.

Luego, precisó sobre el encuentro que tuvo con su esposo donde ella le propuso la reconciliación, no obstante, el general le dijo que era imposible dejar a Teresa Landa, pues temía que lo mataran, entonces, el presidente de Debates intervino: —¿Y no le dijo a usted, de quién tenía miedo en específico? —No señor, nunca mencionó a nadie —respondió la triste mujer.

—¿Por qué no mencionó esa situación en su declaración ante el ministerio público, señora Herrejón? —Cuestionó de nuevo Bustos —No lo consideré importante, licenciado.

Cabe señalar, que durante el interrogatorio a la señora Teresa Herrejón, nunca se le vio animada por el odio hacia su rival, por el contrario, al entrar a la sala, la saludó y Tere Landa respondió cortés a su saludo. Y como no hubo punto de contradicción en las declaraciones de ambas mujeres, no se dio la confrontación entre ellas y se dio paso a dos testigos más.

Estos se trataron de Consuelo Flores Reyes, una “bataclana” (es decir, una bailarina que actuaba en las carpas luciendo poca ropa) y de un sastre de nombre Jesús Ramírez del Río, quienes trataron de perjudicar a Mis México, afirmando que ella visitaba al general Vidal en un cuarto del Hotel Gual, ubicado en la calle República de Chile número 4, antes de que fueran esposos, situación que Tere Landa negó categóricamente.

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"Tere Landa, absuelta"

La audiencia se extendió hasta la madrugada del 1 de diciembre, cuando el Jurado dictó sentencia absolutoria para María Teresa Landa Ríos, también conocida como la mujer más bella del país, al ser coronada como Miss México.

El veredicto se dio a conocer cerca de las 2:50 de la mañana, y fue recibido por todos los presentes con gran alborozo, además de que el Jurado pidió la liberación inmediata de Tere Landa.

El Jurado consideró que la acusada actuó en legítima defensa de su honor, y por las circunstancias en cómo habían ocurrido los hechos, se trató de un crimen meramente pasional. Los deliberantes tomaron en cuenta el estado emocional, la perturbación que causó en la bella mujer la noticia que leyó en el diario y descubrir que su marido le había mentido al tener previamente otro matrimonio.

Así, el momento de la absolución para María Teresa Landa fue conmovedor pues su madre la señora Devora Ríos se acercó a su hija y la abrazó fuertemente, ambas no pudieron contener el llanto por todo el drama que habían pasado y se fundieron en una sola; el cariño de la madre atribulada y el de su hija buena y sencilla a pesar de cargar con la fama de ser la primera Miss México del país, cuya carrera artística vio truncada al matar a su esposo empujada por la fatalidad y entregar su alma y vida a un claro desengaño.

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