/ viernes 23 de junio de 2023

Por fallido robo al Banco Longoria, Karl Franz fue recluido en Lecumberri, pero hábilmente fugó

Llegó a México en los sesenta, se convirtió en ladrón, pero fracasó; luego cayó en prisión, de donde escapó  para regresar a su país, pero todo fue en vano

Entre muchas de las historias que se tejieron en torno al temible Palacio Negro de Lecumberri, una destaca no sólo por lo anecdótico de la hazaña, sino por la cualidad que tuvo para despistar a todos en prisión.

Se trata de la hábil fuga del alemán Karl Franz Heinz Meins -sentenciado por el delito de robo-, quien escapó de ese penal tras segar uno de los barrotes de la reja de prácticas del antiguo Juzgado 19 Penal.

Según informó LA PRENSA, se trató de la primera fuga de 1963, que se agregó a otras tres ocurridas un año antes. Y sólo por mencionar quizá la más trascendente, la evasión de Fidel Corvera Ríos, quien se escapó en diciembre del 62.

Corvera se abrió paso a sangre y fuego por las murallas para salir (aunque a los pocos días fue recapturado); en tanto que el alemán Heinz realizó una de las fugas más pacíficas, tras ejecutar un “limpio trabajo”, según informó la policía en aquella época.

La evasión de Corvera y sus socios criminales se registró el 5 de diciembre, lo cual significaba que en un lapso menor a un mes ocurrieron dos escapatorias. Manuel González Sánchez, compañero de Corvera y éste aún permanecían prófugos, cuando Heinz huyó por el Juzgado Décimo Noveno, a finales de diciembre.

Karl Franz, de 35 años, quien había intentado robar el Banco Longoria en junio de 1961, impartía clases de matemáticas e idiomas en la prisión. Para alcanzar su libertad -sin que le aumentaran la condena en caso de reaprehensión- el ingeniero civil hizo lo siguiente:

Buscó que alguien se hiciera pasar por él cuando los vigilantes pasaran lista; luego se escabulló hasta el juzgado, aserró pacientemente uno de los barrotes, rompió la malla de alambre que cubre la reja y luego, forzó la cerradura de la puerta que conducía a los patios.

Después, el teutón siguió cualquiera de estos caminos para llegar a la calle: saltó las rejas de hierro o quizá salió por la puerta que antiguamente daba acceso a los juzgados.

El “trabajo” realizado por Heinz fue tan limpio que nadie se percató de la evasión, o por lo menos, eso parecía... Salió tranquilamente, sin algún sobresalto. Sólo una estatua de José María Pino Suárez, que se levantaba a mitad del patio, fue testigo muda de la fuga.

Se suponía que el alemán había escapado entre las 19:00 y las 20:00 horas del 31 de diciembre, cuando la vigilancia casi necesariamente se relajó, con motivo de la espera de Año Nuevo y la consiguiente celebración.

No obstante, hasta el día 1 de enero de 1963, a las 16:00 horas aproximadamente, las autoridades carcelarias dieron aviso al Ministerio Público.

Culpan a los vigilantes

El director del penal, general Carlos Martín del Campo, no quiso hablar con los periodistas en relación con el caso e impidió la entrada a la cárcel. Uno de sus empleados expresó que los diaristas podrían entrar hasta que llegara el agente del Ministerio Público.

Lo grave del caso fue que el agente del MP se presentó hasta pasadas las 16:00 horas, pues no se había dado aviso antes. Tampoco la Policía Judicial tuvo conocimiento respecto a la fuga, pues le avisó el personal de la Primera Delegación hasta las 18:00 horas.

Al parecer, las autoridades de Lecumberri se enteraron de la evasión hasta un día después, sin embargo, aseguraron que ya habían iniciado las investigaciones y que habían podido averiguar qué ocurrió aquella “noche o anteanoche”.

Como primera medida, el general Martín del Campo pidió a los vigilantes rindieran un informe. Después, el director de la prisión envió un oficio a la Delegación.

Según el teniente coronel Fernando Sánchez López, existió responsabilidad para el teniente Antonio Valle Meza y el vigilante Sebastián Roque Cisneros, pues -según explicó el subdirector de la Cárcel Preventiva- dichos celadores rindieron un parte de “sin novedad”, aunque ya había ocurrido la fuga y estos no se percataron o quizás habían ayudado. Eso era algo que se tendría que dilucidar.

(Obviamente, con los brindis y el descanso obligatorio del primer día de 1963, los trámites se retrasaron, situación totalmente explicable).

Salió tranquilamente sin ningún sobresalto

Karl Franz era ingeniero en su país; no sé sabe por qué llego a México con precisión, pero ya instalado aquí, intentó robar un banco, pero las cosas no resultaron como esperaba y terminó tras las rejas

El germano Franz Heinz fue detenido el 19 de junio de 1961 por agentes del Servicio Secreto, al mando del jefe Jorge Obregón y Lima, tras perpetrar un robo en la empresa Labramex, la cual se ubicaba en la esquina de las calles Havre y Hamburgo.

Confesó que su plan original era robar en el Banco Longoria, pero tropezó con grandes dificultades al tratar de agujerar la bóveda por el techo. Al fracasar en el latrocinio al banco, se conformó con llevarse una grabadora y otros documentos de la empresa Labramex.

Franz se hospedaba en el hotel Génova cuando los agentes secretos lo arrestaron. EI Juez Décimo Penal le abrió proceso por el delito de robo y después fue sentenciado a cuatro años y seis meses de prisión.

Cuando ingresó a la cárcel, el teutón hablaba poco español, pero otros reclusos le enseñaron. Y conforme aprendió a hablar de forma más o menos correcta y fluida el español, Karl fue comisionado para dar clases en el presidio.

Quizás se podría pensar en que en tanto aprendía los misterios del español, también iba configurando su plan para escaparse. Es prácticamente inconcebible trazar un plan como el que ideó en un par de días o de un “chispazo”. Debió tener paciencia, pero sobre todo, debió haber sentido que quería regresar a su tierra, pues nada es más terrible para la identidad que el encierro.

Kart Franz ocupó una celda en la Crujía “B”, que estaba destinada para los que desempeñaban alguna comisión.

Tras dictarle la sentencia, el Tribunal Superior de Justicia le confirmó la pena. Sin embargo, pese a estar ejecutoriada la sentencia, Heinz no fue trasladado a la Penitenciaría de Santa Marta Acatitla, debido a que solicitó y obtuvo amparo contra dicha medida.

La documentación de Karl quedó en poder de la Embajada alemana, ya que al ser procesado por robo perdió todo derecho. EI reo podía obtener su libertad bajo fianza, pero se ignora por qué nunca la solicitó.

Se informó que Heinz era visitado por un sacerdote de la iglesia alemana y por un individuo de nombre Rudolf Luhansen. También se dijo que Karl enamoró a una joven, quien lo visitaba frecuentemente. Se señaló que el sentenciado por robo conoció a la mujer, cuyo nombre se ignora, por medio de una revista semanal especializada en el "intercambio sentimental".

Las versiones

Según las autoridades de Lecumberri, una de las hipótesis que se planteó respecto a la fuga consideró que el último día del año 1962 se pasó lista y alguien gritó por Karl, ya que éste fue anotado como “presente”. Al día siguiente ocurrió lo mismo, pero los vigilantes se dieron cuenta de la maniobra y lo buscaron en forma infructuosa.


La otra versión, recogida entre los compañeros del fugado, señala que éste, después de pasar lista a las 16:00 horas del 31 de diciembre, se dirigió al local de la escuela del penal para checar la remesa, es decir, comprobar qué reos tenían cierta instrucción y qué oficio desempeñaban para comisionarlos en las crujías respectivas.

Se informó que fue en la escuela el último sitio en donde se le vio a Franz, quien probablemente pasó al taller de fundición y luego a la herrería, en donde se apoderó de una segueta y saltó a los pasillos de reos de los antiguos juzgados.

Según la misma versión, ya en los pasillos, el alemán aprovechó la escasa vigilancia y se introdujo a la reja de prácticas del Juzgado Décimo Noveno Penal, en donde limó, desde su base, el segundo barrote.

Después (probablemente llevaba alicates para cortar alambre, aunque no se precisa cómo se hizo de ellos), desprendió la malla y, en cuclillas, salió hasta la puerta para llegar al jardín.

Inmediatamente, pese a la demora en notificar el escape- se emitió una ficha con las características del prófugo: “La filiación de Heinz es: blanco, pelo canoso, ojos azules, 1.75 de estatura”.

Otras de las medidas que se llevaron a cabo por la policía fueron: dar órdenes al aeropuerto y a las fronteras para que estableciera vigilancia a fin de que el alemán fuera detenido lo más pronto posible.

Sólo quizás había una duda en el ambiente que quizás no parecía sino pasar desapercibida. ¿A qué se debía el énfasis por detener a un ladrón extranjero mientras el temible Corvera Ríos permanecía oculto luego de escaparse también de Lecumberri?

Nadie se dio cuenta de la escapatoria

“Me siento triste, no quiero comer; quiero estar solo”, dijo Karl Franz Heinz Meins la tarde del 31 de diciembre, a dos de sus compañeros de prisión.

Karl Franz, calificado como "extraordinariamente metódico" por el reo Salvador Gómez Munive, desapareció de la Crujía B desde las 20.30 horas del último día de 1962. Y por ello están detenidos dos celadores, en la Procuraduría del Distrito Federal.

La plática entre el exfugitivo y Gómez Munive se desarrolló durante largo rato, a partir de las tres de la tarde de ese día. Karl se mostró muy deprimido y fue hasta su celda, sin que Salvador volviera a verlo.

Recuerda Salvador que Karl Franz, al parecer, ya no pasó lista a las 20:30 horas ni en la mañana del día supuesto nombre de Pete Johnson, fue trasladado a la Penitenciaría de Tuxtla Gutiérrez.

LA PRENSA entrevistó telefónicamente al oficial Clemente Castila Alemán y al capitán Migenca, jefe del Servicio de Investigación, quienes recogieron -de labios de Franz- la versión de su fuga.

Castilla Aleman informó que Karl Franz vestía un traje gris oscuro. Tenía las manos ampolladas y se le encontraron 187 pesos en efectivo. Es el único dinero que le queda de un cheque por 1,250 pesos que le envió desde Alemania su amigo Fritz Flohr.

Franz indicó que las heridas en las manos se las causó al tratar de hacer una horadación en uno de los talleres de la Cárcel Preventiva, que fue el sitio original por el que planeó evadirse.

Este es el relato que Heinz hizo a Castilla Alemán, según éste manifestó a LA PRENSA por la vía telefónica.

Estaba nostálgico

La nostalgia fue la que impulsó a Heinz a llevar a cabo la fuga, calificada como asombrosa por el “trabajo” realizado por el teutón, quien en ningún momento recurrió a la violencia para escapar del Palacio Negro de Lecumberri.

"Sentía deseos de regresar a Alemania, de ver a mis amigos; a mi familia. Dieciocho meses de prisión lo hacen ponerse a uno nostálgico; día a día se me hacía más difícil mi estancia en la cárcel. Muchas veces pensé en fugarme; pero empecé a elaborar un plan, cuando mi amigo Fritz me envió un cheque por 1,250 pesos.

Sabía que ese dinero me podría ayudar a salir de México y después viajar a Alemania. Yo daba clases de matemáticas e idiomas en la prisión; por dicho motivo tenía acceso a diferentes lugares, entre éstos el taller de fundición y el de herrería.

El día 1 de enero, aproveché que era día de visita para desaparecerme. Llegué hasta uno de los talleres y allí empecé a trabajar.

Empuñé un desarmador y traté de hacer una horadación en una de las paredes del taller de fundición, que está contiguo a la escuela.

“No recuerdo cuánto tiempo estuve tratando de hacer el agujero, pero debe haber sido bastante, pues desistí de la idea debido a que tenía las manos heridas y me sentía cansado”.

En 30 minutos realizó el "trabajo"

“Al ver que fracasaba, pensé entonces que sería más fácil escapar por los locales de los antiguos juzgados, debido a que allí no hay vigilancia. Recuerdo que recorrí un pasillo largo y luego entré a la reja de prácticas.

Con una segueta desprendí uno de los barrotes y con unos alicates corté la malla de alambre. No creo haber tardado mucho en hacer todo esto; a lo sumo media hora.

Después de arrancar el alambre, salí “a gatas” hasta la puerta del juzgado y forcé la cerradura. Ya en el jardín todo fue fácil, debido a que no había allí ninguna persona que me impidiera la salida.

Camino sin rumbo

Tras salir de la cárcel, caminé varías calles hasta que entró la noche. No recuerdo qué calles fueron las que recorrí, pero finalmente llegué hasta la terminal de los autobuses ADO, en donde compré un boleto para dirigirme a la ciudad de Oaxaca, adonde llegué horas después.

En dicha ciudad ocupé un cuarto en un hotel, pero no recuerdo el nombre. EI muchacho que se encarga de hacer mandados fue a quien encomendé me comprara un boleto para viajar hacia Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Dije al jovencito que el boleto lo pidiera a nombre de Pete Johnson.

El muchacho regresó minutos después y me entregó el boleto número 859965. Salí rápidamente del hotel y llegué al aeropuerto. Pensaba llegar inicialmente a Tuxtla, luego a Guatemala y después ver en qué forma podía llegar hasta Alemania.

Sin embargo, el viaje terminó en la primera escala. Ni modo; a ver si la próxima vez tengo más suerte”.

Otra versión, recogida ayer en la expenitenciaría, indica que Heinz salió ayer de esta capital con rumbo Tuxtla, en donde fue detenido.

El agente del Servicio Secreto, Juan Larios Ochoa, saldrá hoy por la vía aérea hacia Chiapas, con el objeto de traer al alemán, quien deberá llegar a esta capital a las 16 horas.

"Ni modo, me falló"

Heinz Meins fue capturado minutos después de que el avión de la Compañía Mexicana de Aviación tocó tierra en el Aeropuerto Francisco Sarabia, de Tuxtla Gutiérrez.

Heinz permaneció en el avión debido a que deseaba proseguir el viaje hacia Tapachula, pero fue abordado por los agentes de la policía que, tras rodearlo, lo redujeron a la impotencia.

Eduardo Escapulla Hernández, jefe de la Policía Preventiva en Tuxtla Gutiérrez, fue uno de los aprehensores. Es el mismo que el día 12 de agosto del año pasado capturó a Mario González Venegas, quien días antes había huido de la expenitenciaría tras limar uno de los barrotes del Juzgado Tercero Penal.

También participaron en la detención el subjefe de la Policía Judicial, Gilberto López Palomeque, y los agentes Javier Trujillo Lara y Efraín Castillejos.

No opuso resistencia

Según la versión de los detectives, Heinz no opuso resistencia. Caminó junto con sus aprehensores hasta una oficina, en donde permaneció unos momentos hasta que llegó un vehículo que lo trasladó a los separos de la Dirección General de Seguridad Pública. De este sitio fue conducido a la Penitenciaría.

Por otra parte, cabe señalar que ayer fue soldado el barrote de hierro de la reja de prácticas del Juzgado Décimo Noveno Penal, o sea el sitio por donde Heinz escapó.

También se informó en la Cárcel Preventiva que ayer llegó una suspensión provisional en favor del prófugo, concedida por el Juez Primero de Distrito en Materia Penal, sólo para el efecto de que se le fije una fianza mínima para su libertad caucional, pues la Séptima Sala del Tribunal Superior de Justicia le señaló una fianza de 30,000 pesos.

En relación con el amparo en cuestión, se fijó el día 10 del actual para que se efectúe la audiencia constitucional en la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia.

Gracias a las fotografías publicadas en LA PRENSA, Karl Franz fue identificado y recapturado el 3 de enero de 1963.

Minutos antes de las 11:00 horas, los sobrecargos del vuelo 201 de la CMA, Miguel Ángel Luna Rosa y Eusebio Fernández Guzmán, se dieron cuenta de que un pasajero de apariencia extranjera, que había abordado el avión en Oaxaca, tenía gran parecido con el prófugo.

Al darse cuenta del peligro que entrañaba llevar a bordo a un prófugo de la justicia mexicana, quizá dispuesto a todo por mantenerse libre, avisaron al capitán Henry Innis Ludscolin, quien confirmó todo y dio instrucciones de que la cabina de mando se mantuviera cerrada herméticamente; que nadie la abriera hasta llegar a la próxima escala que era la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

El capitán mexicano, de padres alemanes, dio aviso a la policía para que arrestaran a Karl en cuanto descendiera. Pero el prófugo no bajó, encendió pacientemente un cigarrillo y finalmente abandonó la nave, para ser arrestado por la policía sin violencia.

El alemán había abordado con el nombre de Ted Johnson, en Oaxaca, hasta donde habría llegado en automóvil. Quizá pretendía llegar ilegalmente a Guatemala y salir en la misma forma hacia Europa.

El detective Juan Larios Ochoa, uno de los mejores investigadores que ha tenido el Servicio Secreto, fue comisionado para traer a Karl...

-Me siento triste, no quiero comer, sino estar solo- dijo Karl Franz Heinz Meins aquella tarde del 31 de diciembre de 1962, a dos compañeros de prisión, según informó el diarista Jorge Herrera.

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Calificado como “extraordinariamente metódico” por el interno Salvador Gómez Munive, Karl desapareció de la Crujía B, desde las 20:30 horas del último día de 1962. Y por ello estaban detenidos dos celadores.

Recordaba Salvador que Karl Franz, al parecer, ya no pasó lista a las 20:30 horas ni en la mañana del 1o. de enero de 1963, pero no se le buscó “porque podría estar en cualquier parte”...

Sebastián Roque Cisneros, de 64 años de edad, vigilante, pasó lista a la mitad de los reclusos y “se cansó, por lo que supuso que estaban todos y por ello rindió parte de sin novedad”.

-Ni modo, me falló- dijo el alemán, al término de sus 42 horas de libertad tras la fuga de Lecumberri.

Dijo haber salido de la cárcel a las 17:00 horas del martes 1o. de enero de 1963. Traía 187 pesos en efectivo, que le sobraron de 1,250 que le envió desde Alemania su amigo Fritz Flohr. En la Penitenciaría de Tuxtla Gutiérrez narró que “la nostalgia fue lo que lo impulsó a llevar a cabo la fuga, calificada como asombrosa, en la que en ningún momento recurrió a la violencia”.

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Entre muchas de las historias que se tejieron en torno al temible Palacio Negro de Lecumberri, una destaca no sólo por lo anecdótico de la hazaña, sino por la cualidad que tuvo para despistar a todos en prisión.

Se trata de la hábil fuga del alemán Karl Franz Heinz Meins -sentenciado por el delito de robo-, quien escapó de ese penal tras segar uno de los barrotes de la reja de prácticas del antiguo Juzgado 19 Penal.

Según informó LA PRENSA, se trató de la primera fuga de 1963, que se agregó a otras tres ocurridas un año antes. Y sólo por mencionar quizá la más trascendente, la evasión de Fidel Corvera Ríos, quien se escapó en diciembre del 62.

Corvera se abrió paso a sangre y fuego por las murallas para salir (aunque a los pocos días fue recapturado); en tanto que el alemán Heinz realizó una de las fugas más pacíficas, tras ejecutar un “limpio trabajo”, según informó la policía en aquella época.

La evasión de Corvera y sus socios criminales se registró el 5 de diciembre, lo cual significaba que en un lapso menor a un mes ocurrieron dos escapatorias. Manuel González Sánchez, compañero de Corvera y éste aún permanecían prófugos, cuando Heinz huyó por el Juzgado Décimo Noveno, a finales de diciembre.

Karl Franz, de 35 años, quien había intentado robar el Banco Longoria en junio de 1961, impartía clases de matemáticas e idiomas en la prisión. Para alcanzar su libertad -sin que le aumentaran la condena en caso de reaprehensión- el ingeniero civil hizo lo siguiente:

Buscó que alguien se hiciera pasar por él cuando los vigilantes pasaran lista; luego se escabulló hasta el juzgado, aserró pacientemente uno de los barrotes, rompió la malla de alambre que cubre la reja y luego, forzó la cerradura de la puerta que conducía a los patios.

Después, el teutón siguió cualquiera de estos caminos para llegar a la calle: saltó las rejas de hierro o quizá salió por la puerta que antiguamente daba acceso a los juzgados.

El “trabajo” realizado por Heinz fue tan limpio que nadie se percató de la evasión, o por lo menos, eso parecía... Salió tranquilamente, sin algún sobresalto. Sólo una estatua de José María Pino Suárez, que se levantaba a mitad del patio, fue testigo muda de la fuga.

Se suponía que el alemán había escapado entre las 19:00 y las 20:00 horas del 31 de diciembre, cuando la vigilancia casi necesariamente se relajó, con motivo de la espera de Año Nuevo y la consiguiente celebración.

No obstante, hasta el día 1 de enero de 1963, a las 16:00 horas aproximadamente, las autoridades carcelarias dieron aviso al Ministerio Público.

Culpan a los vigilantes

El director del penal, general Carlos Martín del Campo, no quiso hablar con los periodistas en relación con el caso e impidió la entrada a la cárcel. Uno de sus empleados expresó que los diaristas podrían entrar hasta que llegara el agente del Ministerio Público.

Lo grave del caso fue que el agente del MP se presentó hasta pasadas las 16:00 horas, pues no se había dado aviso antes. Tampoco la Policía Judicial tuvo conocimiento respecto a la fuga, pues le avisó el personal de la Primera Delegación hasta las 18:00 horas.

Al parecer, las autoridades de Lecumberri se enteraron de la evasión hasta un día después, sin embargo, aseguraron que ya habían iniciado las investigaciones y que habían podido averiguar qué ocurrió aquella “noche o anteanoche”.

Como primera medida, el general Martín del Campo pidió a los vigilantes rindieran un informe. Después, el director de la prisión envió un oficio a la Delegación.

Según el teniente coronel Fernando Sánchez López, existió responsabilidad para el teniente Antonio Valle Meza y el vigilante Sebastián Roque Cisneros, pues -según explicó el subdirector de la Cárcel Preventiva- dichos celadores rindieron un parte de “sin novedad”, aunque ya había ocurrido la fuga y estos no se percataron o quizás habían ayudado. Eso era algo que se tendría que dilucidar.

(Obviamente, con los brindis y el descanso obligatorio del primer día de 1963, los trámites se retrasaron, situación totalmente explicable).

Salió tranquilamente sin ningún sobresalto

Karl Franz era ingeniero en su país; no sé sabe por qué llego a México con precisión, pero ya instalado aquí, intentó robar un banco, pero las cosas no resultaron como esperaba y terminó tras las rejas

El germano Franz Heinz fue detenido el 19 de junio de 1961 por agentes del Servicio Secreto, al mando del jefe Jorge Obregón y Lima, tras perpetrar un robo en la empresa Labramex, la cual se ubicaba en la esquina de las calles Havre y Hamburgo.

Confesó que su plan original era robar en el Banco Longoria, pero tropezó con grandes dificultades al tratar de agujerar la bóveda por el techo. Al fracasar en el latrocinio al banco, se conformó con llevarse una grabadora y otros documentos de la empresa Labramex.

Franz se hospedaba en el hotel Génova cuando los agentes secretos lo arrestaron. EI Juez Décimo Penal le abrió proceso por el delito de robo y después fue sentenciado a cuatro años y seis meses de prisión.

Cuando ingresó a la cárcel, el teutón hablaba poco español, pero otros reclusos le enseñaron. Y conforme aprendió a hablar de forma más o menos correcta y fluida el español, Karl fue comisionado para dar clases en el presidio.

Quizás se podría pensar en que en tanto aprendía los misterios del español, también iba configurando su plan para escaparse. Es prácticamente inconcebible trazar un plan como el que ideó en un par de días o de un “chispazo”. Debió tener paciencia, pero sobre todo, debió haber sentido que quería regresar a su tierra, pues nada es más terrible para la identidad que el encierro.

Kart Franz ocupó una celda en la Crujía “B”, que estaba destinada para los que desempeñaban alguna comisión.

Tras dictarle la sentencia, el Tribunal Superior de Justicia le confirmó la pena. Sin embargo, pese a estar ejecutoriada la sentencia, Heinz no fue trasladado a la Penitenciaría de Santa Marta Acatitla, debido a que solicitó y obtuvo amparo contra dicha medida.

La documentación de Karl quedó en poder de la Embajada alemana, ya que al ser procesado por robo perdió todo derecho. EI reo podía obtener su libertad bajo fianza, pero se ignora por qué nunca la solicitó.

Se informó que Heinz era visitado por un sacerdote de la iglesia alemana y por un individuo de nombre Rudolf Luhansen. También se dijo que Karl enamoró a una joven, quien lo visitaba frecuentemente. Se señaló que el sentenciado por robo conoció a la mujer, cuyo nombre se ignora, por medio de una revista semanal especializada en el "intercambio sentimental".

Las versiones

Según las autoridades de Lecumberri, una de las hipótesis que se planteó respecto a la fuga consideró que el último día del año 1962 se pasó lista y alguien gritó por Karl, ya que éste fue anotado como “presente”. Al día siguiente ocurrió lo mismo, pero los vigilantes se dieron cuenta de la maniobra y lo buscaron en forma infructuosa.


La otra versión, recogida entre los compañeros del fugado, señala que éste, después de pasar lista a las 16:00 horas del 31 de diciembre, se dirigió al local de la escuela del penal para checar la remesa, es decir, comprobar qué reos tenían cierta instrucción y qué oficio desempeñaban para comisionarlos en las crujías respectivas.

Se informó que fue en la escuela el último sitio en donde se le vio a Franz, quien probablemente pasó al taller de fundición y luego a la herrería, en donde se apoderó de una segueta y saltó a los pasillos de reos de los antiguos juzgados.

Según la misma versión, ya en los pasillos, el alemán aprovechó la escasa vigilancia y se introdujo a la reja de prácticas del Juzgado Décimo Noveno Penal, en donde limó, desde su base, el segundo barrote.

Después (probablemente llevaba alicates para cortar alambre, aunque no se precisa cómo se hizo de ellos), desprendió la malla y, en cuclillas, salió hasta la puerta para llegar al jardín.

Inmediatamente, pese a la demora en notificar el escape- se emitió una ficha con las características del prófugo: “La filiación de Heinz es: blanco, pelo canoso, ojos azules, 1.75 de estatura”.

Otras de las medidas que se llevaron a cabo por la policía fueron: dar órdenes al aeropuerto y a las fronteras para que estableciera vigilancia a fin de que el alemán fuera detenido lo más pronto posible.

Sólo quizás había una duda en el ambiente que quizás no parecía sino pasar desapercibida. ¿A qué se debía el énfasis por detener a un ladrón extranjero mientras el temible Corvera Ríos permanecía oculto luego de escaparse también de Lecumberri?

Nadie se dio cuenta de la escapatoria

“Me siento triste, no quiero comer; quiero estar solo”, dijo Karl Franz Heinz Meins la tarde del 31 de diciembre, a dos de sus compañeros de prisión.

Karl Franz, calificado como "extraordinariamente metódico" por el reo Salvador Gómez Munive, desapareció de la Crujía B desde las 20.30 horas del último día de 1962. Y por ello están detenidos dos celadores, en la Procuraduría del Distrito Federal.

La plática entre el exfugitivo y Gómez Munive se desarrolló durante largo rato, a partir de las tres de la tarde de ese día. Karl se mostró muy deprimido y fue hasta su celda, sin que Salvador volviera a verlo.

Recuerda Salvador que Karl Franz, al parecer, ya no pasó lista a las 20:30 horas ni en la mañana del día supuesto nombre de Pete Johnson, fue trasladado a la Penitenciaría de Tuxtla Gutiérrez.

LA PRENSA entrevistó telefónicamente al oficial Clemente Castila Alemán y al capitán Migenca, jefe del Servicio de Investigación, quienes recogieron -de labios de Franz- la versión de su fuga.

Castilla Aleman informó que Karl Franz vestía un traje gris oscuro. Tenía las manos ampolladas y se le encontraron 187 pesos en efectivo. Es el único dinero que le queda de un cheque por 1,250 pesos que le envió desde Alemania su amigo Fritz Flohr.

Franz indicó que las heridas en las manos se las causó al tratar de hacer una horadación en uno de los talleres de la Cárcel Preventiva, que fue el sitio original por el que planeó evadirse.

Este es el relato que Heinz hizo a Castilla Alemán, según éste manifestó a LA PRENSA por la vía telefónica.

Estaba nostálgico

La nostalgia fue la que impulsó a Heinz a llevar a cabo la fuga, calificada como asombrosa por el “trabajo” realizado por el teutón, quien en ningún momento recurrió a la violencia para escapar del Palacio Negro de Lecumberri.

"Sentía deseos de regresar a Alemania, de ver a mis amigos; a mi familia. Dieciocho meses de prisión lo hacen ponerse a uno nostálgico; día a día se me hacía más difícil mi estancia en la cárcel. Muchas veces pensé en fugarme; pero empecé a elaborar un plan, cuando mi amigo Fritz me envió un cheque por 1,250 pesos.

Sabía que ese dinero me podría ayudar a salir de México y después viajar a Alemania. Yo daba clases de matemáticas e idiomas en la prisión; por dicho motivo tenía acceso a diferentes lugares, entre éstos el taller de fundición y el de herrería.

El día 1 de enero, aproveché que era día de visita para desaparecerme. Llegué hasta uno de los talleres y allí empecé a trabajar.

Empuñé un desarmador y traté de hacer una horadación en una de las paredes del taller de fundición, que está contiguo a la escuela.

“No recuerdo cuánto tiempo estuve tratando de hacer el agujero, pero debe haber sido bastante, pues desistí de la idea debido a que tenía las manos heridas y me sentía cansado”.

En 30 minutos realizó el "trabajo"

“Al ver que fracasaba, pensé entonces que sería más fácil escapar por los locales de los antiguos juzgados, debido a que allí no hay vigilancia. Recuerdo que recorrí un pasillo largo y luego entré a la reja de prácticas.

Con una segueta desprendí uno de los barrotes y con unos alicates corté la malla de alambre. No creo haber tardado mucho en hacer todo esto; a lo sumo media hora.

Después de arrancar el alambre, salí “a gatas” hasta la puerta del juzgado y forcé la cerradura. Ya en el jardín todo fue fácil, debido a que no había allí ninguna persona que me impidiera la salida.

Camino sin rumbo

Tras salir de la cárcel, caminé varías calles hasta que entró la noche. No recuerdo qué calles fueron las que recorrí, pero finalmente llegué hasta la terminal de los autobuses ADO, en donde compré un boleto para dirigirme a la ciudad de Oaxaca, adonde llegué horas después.

En dicha ciudad ocupé un cuarto en un hotel, pero no recuerdo el nombre. EI muchacho que se encarga de hacer mandados fue a quien encomendé me comprara un boleto para viajar hacia Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Dije al jovencito que el boleto lo pidiera a nombre de Pete Johnson.

El muchacho regresó minutos después y me entregó el boleto número 859965. Salí rápidamente del hotel y llegué al aeropuerto. Pensaba llegar inicialmente a Tuxtla, luego a Guatemala y después ver en qué forma podía llegar hasta Alemania.

Sin embargo, el viaje terminó en la primera escala. Ni modo; a ver si la próxima vez tengo más suerte”.

Otra versión, recogida ayer en la expenitenciaría, indica que Heinz salió ayer de esta capital con rumbo Tuxtla, en donde fue detenido.

El agente del Servicio Secreto, Juan Larios Ochoa, saldrá hoy por la vía aérea hacia Chiapas, con el objeto de traer al alemán, quien deberá llegar a esta capital a las 16 horas.

"Ni modo, me falló"

Heinz Meins fue capturado minutos después de que el avión de la Compañía Mexicana de Aviación tocó tierra en el Aeropuerto Francisco Sarabia, de Tuxtla Gutiérrez.

Heinz permaneció en el avión debido a que deseaba proseguir el viaje hacia Tapachula, pero fue abordado por los agentes de la policía que, tras rodearlo, lo redujeron a la impotencia.

Eduardo Escapulla Hernández, jefe de la Policía Preventiva en Tuxtla Gutiérrez, fue uno de los aprehensores. Es el mismo que el día 12 de agosto del año pasado capturó a Mario González Venegas, quien días antes había huido de la expenitenciaría tras limar uno de los barrotes del Juzgado Tercero Penal.

También participaron en la detención el subjefe de la Policía Judicial, Gilberto López Palomeque, y los agentes Javier Trujillo Lara y Efraín Castillejos.

No opuso resistencia

Según la versión de los detectives, Heinz no opuso resistencia. Caminó junto con sus aprehensores hasta una oficina, en donde permaneció unos momentos hasta que llegó un vehículo que lo trasladó a los separos de la Dirección General de Seguridad Pública. De este sitio fue conducido a la Penitenciaría.

Por otra parte, cabe señalar que ayer fue soldado el barrote de hierro de la reja de prácticas del Juzgado Décimo Noveno Penal, o sea el sitio por donde Heinz escapó.

También se informó en la Cárcel Preventiva que ayer llegó una suspensión provisional en favor del prófugo, concedida por el Juez Primero de Distrito en Materia Penal, sólo para el efecto de que se le fije una fianza mínima para su libertad caucional, pues la Séptima Sala del Tribunal Superior de Justicia le señaló una fianza de 30,000 pesos.

En relación con el amparo en cuestión, se fijó el día 10 del actual para que se efectúe la audiencia constitucional en la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia.

Gracias a las fotografías publicadas en LA PRENSA, Karl Franz fue identificado y recapturado el 3 de enero de 1963.

Minutos antes de las 11:00 horas, los sobrecargos del vuelo 201 de la CMA, Miguel Ángel Luna Rosa y Eusebio Fernández Guzmán, se dieron cuenta de que un pasajero de apariencia extranjera, que había abordado el avión en Oaxaca, tenía gran parecido con el prófugo.

Al darse cuenta del peligro que entrañaba llevar a bordo a un prófugo de la justicia mexicana, quizá dispuesto a todo por mantenerse libre, avisaron al capitán Henry Innis Ludscolin, quien confirmó todo y dio instrucciones de que la cabina de mando se mantuviera cerrada herméticamente; que nadie la abriera hasta llegar a la próxima escala que era la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

El capitán mexicano, de padres alemanes, dio aviso a la policía para que arrestaran a Karl en cuanto descendiera. Pero el prófugo no bajó, encendió pacientemente un cigarrillo y finalmente abandonó la nave, para ser arrestado por la policía sin violencia.

El alemán había abordado con el nombre de Ted Johnson, en Oaxaca, hasta donde habría llegado en automóvil. Quizá pretendía llegar ilegalmente a Guatemala y salir en la misma forma hacia Europa.

El detective Juan Larios Ochoa, uno de los mejores investigadores que ha tenido el Servicio Secreto, fue comisionado para traer a Karl...

-Me siento triste, no quiero comer, sino estar solo- dijo Karl Franz Heinz Meins aquella tarde del 31 de diciembre de 1962, a dos compañeros de prisión, según informó el diarista Jorge Herrera.

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Calificado como “extraordinariamente metódico” por el interno Salvador Gómez Munive, Karl desapareció de la Crujía B, desde las 20:30 horas del último día de 1962. Y por ello estaban detenidos dos celadores.

Recordaba Salvador que Karl Franz, al parecer, ya no pasó lista a las 20:30 horas ni en la mañana del 1o. de enero de 1963, pero no se le buscó “porque podría estar en cualquier parte”...

Sebastián Roque Cisneros, de 64 años de edad, vigilante, pasó lista a la mitad de los reclusos y “se cansó, por lo que supuso que estaban todos y por ello rindió parte de sin novedad”.

-Ni modo, me falló- dijo el alemán, al término de sus 42 horas de libertad tras la fuga de Lecumberri.

Dijo haber salido de la cárcel a las 17:00 horas del martes 1o. de enero de 1963. Traía 187 pesos en efectivo, que le sobraron de 1,250 que le envió desde Alemania su amigo Fritz Flohr. En la Penitenciaría de Tuxtla Gutiérrez narró que “la nostalgia fue lo que lo impulsó a llevar a cabo la fuga, calificada como asombrosa, en la que en ningún momento recurrió a la violencia”.

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