/ sábado 5 de febrero de 2022

Revisar la historia de México

Por Alejandro Jiménez


Dicen que la historia la escriben los vencedores. Todo grupo en el poder intenta dejar su huella en los libros de historia, resaltando aquello de su propia narrativa que desean que quede plasmada como verdad histórica.

La 4T no es la excepción, ni ha ocultado su deseo de rehacer la Historia de México conforme el evangelio lopezobradorista: el fin de la oscura noche neoliberal, el ocaso de la corrupción, el despertar democrático del pueblo, presidentes villanos, la pureza ideológica e intachable del nuevo régimen, España como enemiga historica…

No ha contado, sin embargo, con buenos ejecutores de ese replanteamiento académico. De hecho ha quedado en manos de un historiador peculiar, Max Arriaga, actualmente encargado de Materiales Educativos de la SEP, quien goza de todas las bendiciones de Palacio Nacional, pero suele no ir más allá de un discurso incendiario, o por falta de presupuesto, o por un radicalismo ideológico que lo obnubila y lo mete en debates digitales desgastantes que acaban llevándolo a callejones sin salida.

Para no ir lejos, esta semana, en Yucatán, durante la Asamblea de Análisis del Plan y los Programas de Estudio para el diseño de los libros de texto gratuitos, el personaje “dio nota” al anunciar la erradicación de palabras neoliberales que ensucian la mente de los educados con una mentalidad empresarial (lo cual, por supuesto, es malo): “‘eficiencia terminal’, ‘equidad’, ‘rezago’, ‘cobertura’, ‘egreso’, ‘pertinencia’, productividad, sociedad del conocimiento”.

Para él son libros de corte empresarial, de derecha, y ser empresario es malo, la educación privada es el diablo, es chatarra, como a su vez ha dicho otra radical de la academia Margarita Álvarez Buylla, directora del Conacyt, quienes juntos traen su propia guerra cultural (al estilo Mao), contra todo lo que a ellos les suene a fifis o de ricos, que es contraria a la ciencia del pueblo bueno. Puro prejuicio ideológico.

En contraste, dentro de la misma corriente del partido en el poder, pero de manera fina y con planteamientos más sofisticados, José Alfonso Suárez del Real, ex secretario de Cultura capitalino, ex jefe de la oficina de Claudia Sheinbaum y recién nombrado representante mexicano ante Estrasburgo, publicó esta semana en El Sol de México un artículo titulado “Europa debate la enseñanza de la Historia”, en el que relata cómo la unión Europea está tratado de ajustar su narrativa histórica, de tal manera que no sirva a propósitos xenófobos y contribuya a la unidad de la región.

Dice Suárez del Real: “México debería generar un proceso de reflexión similar, que asegure la preparación de generaciones fincadas en el entendimiento respetuoso y responsable de nuestra multiculturalidad, multietnicidad y pluralidad lingüística, con el objetivo de construir una sociedad democrática cimentada en el respeto cotidiano de los derechos humanos, en donde entendamos y demos fe de la profunda visión del humanismo concebida por el poeta calcutense Rabindranath Tagore, quien defendió la fraternidad universal de la humanidad en contra de las mezquindades y egoísmos de naciones fragmentadas por metales y mercados más que por diferencias superables a través del conocimiento.”

Una cosa muy distinta a la de poner la historia en burdos blancos y negros, sino pensando en generaciones fincadas en el entendimiento respetuoso y responsable de nuestra multiculturalidad, multietnicidad y pluralidad lingüística, con el objetivo de construir una sociedad democrática cimentada en el respeto.

Esto suena, por mucho, más constructivo que planear panfletos. Es la convocatoria a reflexionar a todos los sectores del país para construir de nuevo un piso parejo, que ciertamente los anteriores grupos en el poder pusieron muy chipotudo, para hacer de lado odios y prejuicios, en favor del entendimiento.

Son dos visiones encontradas dentro de un mismo gobierno que dista de ser homogéneo, y donde todavía hay radicales, puros y moderados, que tendrán que ponerse de acuerdo en algún momento, por el bien del país.

Por Alejandro Jiménez


Dicen que la historia la escriben los vencedores. Todo grupo en el poder intenta dejar su huella en los libros de historia, resaltando aquello de su propia narrativa que desean que quede plasmada como verdad histórica.

La 4T no es la excepción, ni ha ocultado su deseo de rehacer la Historia de México conforme el evangelio lopezobradorista: el fin de la oscura noche neoliberal, el ocaso de la corrupción, el despertar democrático del pueblo, presidentes villanos, la pureza ideológica e intachable del nuevo régimen, España como enemiga historica…

No ha contado, sin embargo, con buenos ejecutores de ese replanteamiento académico. De hecho ha quedado en manos de un historiador peculiar, Max Arriaga, actualmente encargado de Materiales Educativos de la SEP, quien goza de todas las bendiciones de Palacio Nacional, pero suele no ir más allá de un discurso incendiario, o por falta de presupuesto, o por un radicalismo ideológico que lo obnubila y lo mete en debates digitales desgastantes que acaban llevándolo a callejones sin salida.

Para no ir lejos, esta semana, en Yucatán, durante la Asamblea de Análisis del Plan y los Programas de Estudio para el diseño de los libros de texto gratuitos, el personaje “dio nota” al anunciar la erradicación de palabras neoliberales que ensucian la mente de los educados con una mentalidad empresarial (lo cual, por supuesto, es malo): “‘eficiencia terminal’, ‘equidad’, ‘rezago’, ‘cobertura’, ‘egreso’, ‘pertinencia’, productividad, sociedad del conocimiento”.

Para él son libros de corte empresarial, de derecha, y ser empresario es malo, la educación privada es el diablo, es chatarra, como a su vez ha dicho otra radical de la academia Margarita Álvarez Buylla, directora del Conacyt, quienes juntos traen su propia guerra cultural (al estilo Mao), contra todo lo que a ellos les suene a fifis o de ricos, que es contraria a la ciencia del pueblo bueno. Puro prejuicio ideológico.

En contraste, dentro de la misma corriente del partido en el poder, pero de manera fina y con planteamientos más sofisticados, José Alfonso Suárez del Real, ex secretario de Cultura capitalino, ex jefe de la oficina de Claudia Sheinbaum y recién nombrado representante mexicano ante Estrasburgo, publicó esta semana en El Sol de México un artículo titulado “Europa debate la enseñanza de la Historia”, en el que relata cómo la unión Europea está tratado de ajustar su narrativa histórica, de tal manera que no sirva a propósitos xenófobos y contribuya a la unidad de la región.

Dice Suárez del Real: “México debería generar un proceso de reflexión similar, que asegure la preparación de generaciones fincadas en el entendimiento respetuoso y responsable de nuestra multiculturalidad, multietnicidad y pluralidad lingüística, con el objetivo de construir una sociedad democrática cimentada en el respeto cotidiano de los derechos humanos, en donde entendamos y demos fe de la profunda visión del humanismo concebida por el poeta calcutense Rabindranath Tagore, quien defendió la fraternidad universal de la humanidad en contra de las mezquindades y egoísmos de naciones fragmentadas por metales y mercados más que por diferencias superables a través del conocimiento.”

Una cosa muy distinta a la de poner la historia en burdos blancos y negros, sino pensando en generaciones fincadas en el entendimiento respetuoso y responsable de nuestra multiculturalidad, multietnicidad y pluralidad lingüística, con el objetivo de construir una sociedad democrática cimentada en el respeto.

Esto suena, por mucho, más constructivo que planear panfletos. Es la convocatoria a reflexionar a todos los sectores del país para construir de nuevo un piso parejo, que ciertamente los anteriores grupos en el poder pusieron muy chipotudo, para hacer de lado odios y prejuicios, en favor del entendimiento.

Son dos visiones encontradas dentro de un mismo gobierno que dista de ser homogéneo, y donde todavía hay radicales, puros y moderados, que tendrán que ponerse de acuerdo en algún momento, por el bien del país.