/ sábado 11 de junio de 2022

¿Política industrial en puerta?

Columna Disco duro, por Alejandro Jiménez


El pasado lunes, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, participó en el evento de los 85 años del Banco de Comercio Exterior, que dirige Luis Antonio Ramírez, con un mensaje corto pero interesante, porque contextualizó lo que está pasando con la economía mundial y lo que tendría que estar haciendo México para insertarse con éxito en la coyuntura.

Ahí, palabras más, palabras menos, dijo que México requiere participar en el mercado externo, con más y mejores productos, en momentos en los que la economía internacional migra de la globalización a la regionalización y al proteccionismo selectivo, para hacer frente al desafío que representan hoy, tras la pandemia y la guerra en Ucrania, los proveedores lejanos de mano de obra barata.

Hoy los grandes productores, siguió el funcionario, enfrentan altos costos de transporte, la la interrupción de las cadenas de suministro, el incremento de precios de los energéticos, fertilizantes y alimentos y, más recientemente, un fenómeno inflacionario que ha obligado a los bancos centrales a aumentar sus tasas de interés y asumir una política monetaria restrictiva.

Es ahí donde el titular de la hacienda pública consideró que México debe aprovechar su situación geográfica y a que es capaz de hacer productos de alta calidad, con tecnología y mano de obra calificada. “Tenemos todo para atraer inversiones y convertirnos en un polo de producción renovado para la región norteamericana en el marco del T-MEC.”

Y mencionó que lo que se está imponiendo es el nearshoring, que es la estrategia por la que una empresa transfiere parte de su producción a terceros que, a pesar de ubicarse en otros países, están localizados en destinos cercanos y con una zona horaria semejante, justo como estamos nosotros en la frontera de Estados Unidos y Canadá, con quienes conformamos el mercado más grande del mundo a nivel regional. Se trata de ampliar, dijo, las capacidades de nuestra planta productiva.

Analistas como José Luis de la Cruz consideran que esta visión de gobierno sería altamente esperanzadora para México si estuviera acompañada, como parece, de una política industrial, de sustitución de importaciones y con aumento del contenido nacional en los productos, lo que impulsaría la mano de obra nacional, los sueldos, y la innovación tecnológica y científica, agregando valor a los productos hechos en México. Ya se probó que ser sólo maquilador de mano de obra barata no funciona.

Se espera que antes de que acabe este mes, el gobierno federal presente una propuesta de política industrial, congruente con los postulados sociales de la actual administración. Todavía no se sabe fecha para ello, porque paradójicamente sigue habiendo dentro del gabinete federal opositores a una política industrial, tal y como lo combatían los tecnócratas de los gobiernos del PAN y del PRI.

El discurso del lunes del secretario de Hacienda parece más empático con esta idea de aprovechar el desplome de las cadenas de valor globalizadas, para meter el acelerador industrial del país y aprovechar los nuevos tiempos del comercio exterior.

Columna Disco duro, por Alejandro Jiménez


El pasado lunes, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, participó en el evento de los 85 años del Banco de Comercio Exterior, que dirige Luis Antonio Ramírez, con un mensaje corto pero interesante, porque contextualizó lo que está pasando con la economía mundial y lo que tendría que estar haciendo México para insertarse con éxito en la coyuntura.

Ahí, palabras más, palabras menos, dijo que México requiere participar en el mercado externo, con más y mejores productos, en momentos en los que la economía internacional migra de la globalización a la regionalización y al proteccionismo selectivo, para hacer frente al desafío que representan hoy, tras la pandemia y la guerra en Ucrania, los proveedores lejanos de mano de obra barata.

Hoy los grandes productores, siguió el funcionario, enfrentan altos costos de transporte, la la interrupción de las cadenas de suministro, el incremento de precios de los energéticos, fertilizantes y alimentos y, más recientemente, un fenómeno inflacionario que ha obligado a los bancos centrales a aumentar sus tasas de interés y asumir una política monetaria restrictiva.

Es ahí donde el titular de la hacienda pública consideró que México debe aprovechar su situación geográfica y a que es capaz de hacer productos de alta calidad, con tecnología y mano de obra calificada. “Tenemos todo para atraer inversiones y convertirnos en un polo de producción renovado para la región norteamericana en el marco del T-MEC.”

Y mencionó que lo que se está imponiendo es el nearshoring, que es la estrategia por la que una empresa transfiere parte de su producción a terceros que, a pesar de ubicarse en otros países, están localizados en destinos cercanos y con una zona horaria semejante, justo como estamos nosotros en la frontera de Estados Unidos y Canadá, con quienes conformamos el mercado más grande del mundo a nivel regional. Se trata de ampliar, dijo, las capacidades de nuestra planta productiva.

Analistas como José Luis de la Cruz consideran que esta visión de gobierno sería altamente esperanzadora para México si estuviera acompañada, como parece, de una política industrial, de sustitución de importaciones y con aumento del contenido nacional en los productos, lo que impulsaría la mano de obra nacional, los sueldos, y la innovación tecnológica y científica, agregando valor a los productos hechos en México. Ya se probó que ser sólo maquilador de mano de obra barata no funciona.

Se espera que antes de que acabe este mes, el gobierno federal presente una propuesta de política industrial, congruente con los postulados sociales de la actual administración. Todavía no se sabe fecha para ello, porque paradójicamente sigue habiendo dentro del gabinete federal opositores a una política industrial, tal y como lo combatían los tecnócratas de los gobiernos del PAN y del PRI.

El discurso del lunes del secretario de Hacienda parece más empático con esta idea de aprovechar el desplome de las cadenas de valor globalizadas, para meter el acelerador industrial del país y aprovechar los nuevos tiempos del comercio exterior.