Las Poquianchis: Regenteadoras de burdeles, secuestraron, explotaron, torturaron y asesinaron a mujeres y niñas

Miguel Mota hizo saber que en los primeros días de enero de 1964 recibió la denuncia de que tres madres buscaban a sus hijas que habían sido secuestradas y llevadas a San Francisco del Rincón; lo que hallaron fue lo más parecido a las crueldades de un campo de concentración

Alfredo Sosa y Carlos Álvarez | La Prensa

  · viernes 22 de octubre de 2021

Foto La Prensa

En enero de 1964 se dio a conocer uno de los casos más mórbidos ocurridos en el terreno policiaco. Si bien la historia data de muchísimos años antes, no fue sino hasta que los horres cometidos por las hermanas González Valenzuela se conocieron cuando la ley con su brazo de la justicia intentaron solucionar el asunto.

Sin embargo, el daño estaba hecho y sólo reflejaba el estado de descomposición de las mentes criminales y de su grupo de seguidores, protectores, así como de sus víctimas y el infierno que vivieron durante largos años.

Esta es la crónica de cómo El Diario de las Mayorías dio a conocer la impactante noticia del caso que por décadas ha marcado a la sociedad: las conocieron como Las Poquianchis.

Horripilante muerte de tres jovencitas

A garrotazos fueron asesinadas tres jovencitas que formaban parte de un grupo de muchachas que estaban en poder de tratantes de blancas.

Los cadáveres de las víctimas fueron inhumados clandestinamente por criminales y fueron localizados por agentes de la policía.

Las muchachas asesinadas tenían edades que oscilaban entre los 18 y 20 años de edad y fueron agredidas a garrotazos porque se resistieron a acatar los inhumanos tratos de sus secuestradores. Otras trece jóvenes fueron rescatadas por la policía.

Estaban secuestradas en el rancho El Tecolote, que se localiza en San Francisco del Rincón. Con los rostros demacrados y anémicos por la falta de alimentos, las víctimas de los tratantes de blancas al parecer se encontraban en un verdadero campo de concentración, ya que sólo les daban de comer durante cinco días y platillos que no eran más que frijoles…


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Capturaron a los tratantes

La policía anunció, por otra parte, la captura de las hermanas Delfina y María de Jesús González Valenzuela, quienes se encargaban de capturar a las jóvenes y entregarlas a los tratantes que operaban dentro del estado.

La institución dijo que ambas señoras eran solapadas en sus actos por un excapitán del ejército de nombre Hermenegildo, quien a cambio de veinte pesos diarios ofrecía seguridad a las hermanas González Valenzuela.

También fueron aprehendidos Camarena y Salvador Estrada, quien hacía que las muchachas acataran cada una sus órdenes.

Miguel Mota, jefe de la Policía Judicial, hizo saber que Salvador Estrada Bocanegra fue quien mató a garrotazos a las jóvenes que se resistían a acatar sus mandatos.

Las muchachas son originarias de los estados de Jalisco, Nayarit, Guanajuato y Michoacán, en su mayoría.

La policía trató de localizar a los familiares de cada una de las víctimas. Los investigadores informaron que una de las adolescentes asesinadas respondía en vida al nombre de Ernestina García. Los otros cadáveres no han sido plenamente identificados. La exhumación de los cuerpos fue realizada el 14 de enero de 1964.Yacían cubiertos por piedras y tierra en la llamada Loma del Coc, cercana al Rancho El Tecolote. Médicos legistas informaron que los cuerpos sin vida presentaban heridas contusas.

Operaban en Lagos de Moreno

Delfina y María de Jesús González confesaron que desde hace varios años realizaban sus actos ilícitos en Lagos de Moreno, Jalisco. En aquella población instalaron un antro de vicio que la policía combatió.

Recuerdan que tuvieron un encuentro a tiros con los guardianes del orden y que entonces cayó muerto Ramón Torres González, hijo de Delfina.

Tal hecho ocurrió el 21 de abril de 1963 y las tratantes de blancas huyeron hacia San Francisco del Rincón, junto con las jóvenes que tenían cautivas.

Las hermanas González Valenzuela también instalaron un antro en San Francisco del Rincón, que fue clausurado en acatamiento a una disposición del gobierno del estado.

Sin embargo, dichas mujeres abandonaron sus actividades al comprender que ya no podían controlar centros de vicio y se dedicaron a enrolar muchachas que eran enviadas a diferentes lugares de la república.

Tres madres buscaban a sus hijas

El jefe de grupo, Miguel Mota, hizo saber que en días pasados recibió la denuncia de tres jóvenes, entre ellas, Virginia Martínez y Catalina Ortega, quienes buscaban a sus hijas.

Informaron las angustiadas madres que sus hijas fueron secuestradas y llevadas a San Francisco del Rincón.

Miguel Mota movilizó a los agentes a sus órdenes y fue así como logró la captura de los criminales y el rescate de 13 víctimas.

Se sabe que Ernestina fue asesinada el jueves anterior. Una de las dos muchachas no identificadas aún murió anteayer y la otra expiró ayer a consecuencia de los garrotazos.

Luego de lo anterior, se trató de deslindar nexos de los tratantes con los aprehendidos.

Tragedia de horror y pánico

Mientras continuaban las diligencias, las casas donde funcionaron los burdeles eran visitadas por decenas de curiosos que trataban de descubrir más restos de mujeres y niños sacrificados; era un espectáculos tristes y bochornoso. En Lagos de Moreno; en San Francisco del Rincón y en Loma del Ángel, los curiosos desfilaban ante las improvisadas tumbas de muchas mujeres que fueron explotadas por las arpías

Mientras que en San Francisco del Rincón, Guanajuato, continuabaa el caldeado proceso contra Las Diabólicas, la noticia de cómo conformaron su imperio criminal de impunidad al amparo de las autoridades y poderosos hombres salió a la luz. Se dijo que un cacique jalisciense les brindó protección por muchos años.

El nombre de Faustino Rosales, quien ha sido diputado local, presidente municipal de El Salto de Juanacatlán, secretario general de un sindicato textil y aspirante a diputado federal, fue relacionado con las archicriminales.

Las autoras de una serie interminable de delitos nacieron en Acatlán de Juárez, Jalisco.Sus padres se llamaron Isidro González y Bernardina Valenzuela. Isidro González huyó de Acatlán de Juárez con toda su familia, después de que mató a un individuo. Se cambió el nombre de Isidro por el de Andrés y se refugió en El Salto de Juanacatlán. Esto ocurrió en 1932.

María de Jesús González Valenzuela, quien junto con su hermana Delfina fue detenida en San Francisco del Rincón, también se cambió el nombre. Luisa es su nombre de pila. Tanto Delfina como la supuesta María de Jesús lograron empleo en la fábrica textil denominada Río Grande. También trabajaron allí Manuela y Carmen González, hermanas de Las Diabólicas. Manuela emplea ahora el nombre de Eva.

Carmen González, quien ya murió, procreó a Teresa Mireles González, quien contrajo matrimonio con Primitivo Rosales Prado, hermano del cacique Faustino Rosales. Allí comenzó la liga entre familias.

Las hermanas González se entregaron al vicio en 1934, cuando instalaron una cantina en la calle 1200 de El Salto de Juanacatlán. Allí se produjeron tantos escándalos que el vecindario protestó y esas señoras tuvieron que cambiarse a la colonia Obrera, en un sitio llamado El Cerro.

Por aquel entonces a las hermanas González les pusieron el mote de Las Piernudas y se recuerda que eran muy guapas. Ya en El Cerro emplearon mujeres galantes y se interesaron por el negocio de la trata de blancas.

Delfina González, la más satánica de todas, procreó tres hijos: Ramón González Torres (a) El Tepo y dos mujeres que hoy viven en Jalisco y que están casadas. Pero además, Las Piernudas obtuvieron miles y miles de pesos porque en la casa de su propiedad se jugaban fuertes sumas a través de los naipes y los dados.

Traficantes de marihuana

Informantes de LA PRENSA que conocieron perfectamente a esas mujeres y recordaron que las damiselas eran obligadas a que sufrieran partos prematuros. Algunos niños recién nacidos fueron arrojados a los marranos.

Desde aquella época, las criminales tuvieron “colaboradoras”. Contaron por ejemplo con una tal María Corona (a) La Rifle, quien eliminó a muchos niños recién nacidos.

En 1944, el nefasto negocio era próspero y Faustino Rosales Prado se había convertido en el individuo más importante de El Salto de Juanacatlán, según informaron fuentes cercanas a LA PRENSA. En ese año se registró un asesinato en el antro de vicio y Faustino Rosales Prado se había convertido en el individuo más importante de El Salto de Juanacatlán, según afirmaron los informantes.

En ese año se registró un asesinato en el antro de vicio y Faustino Rosales aconsejó a las mujeres a quienes protegía que clausuraran la casa de vicio y se cambiaran a otro lugar.

Fue así como las explotadoras del vicio se instalaron en San Francisco del Rincón, Guanajuato, y en Lagos de Moreno, Jalisco.

En ningún momento se desligaron de Faustino Rosales. Quienes conocen al cacique de El Salto de Juanacatlán afirman que se dedicó al cultivo de mariguana y que la yerba maligna era enviada a Guanajuato para que la distribuyeran las hermanas González.

También se recuerda que un individuo que se llamó Crescencio Espadas utilizó su casa para cultivar mariguana y que al cabo de tres años fue sacrificado por órdenes de Faustino Rosales.

Una de las personas entrevistadas por LA PRENSA dijo: “Faustino controlaba a toda la población y especialmente a los obreros de la fábrica textil. Muchos jefes de familia accedieron a que sus hijas fueran entregadas a Las Piernudas y sólo así conservaron sus puestos en la factoría”.

En 1948 Ramón González Torres (a) El Tepo llegó a El Salto y por la fuerza se llevó a una muchacha de apellido Bedoy. Ramón ya había asimilado todas las lecciones de su madre, Delfina.

Desde 1940, las hermanas González Valenzuela se dedicaron a plagiar a niñas, con ayuda de otras mujeres. En Jalisco, nunca tuvieron mayores problemas, porque Faustino Rosales las protegía. No se sabe, sin embargo, qué jefes policiacos o políticos ayudaron a las González cuando éstas ramificaron sus actividades en el estado de Guanajuato. En León inauguraron un prostíbulo denominado El Poquianchis y por eso eran conocidas también con el mote de Las Poquianchis.

En San Francisco del Rincón y en Lagos de Moreno regentearon otros centros de vicio que se llamaron Guadalajara de Noche.

Ahora se ha comprobado que Las Poquianchis, Las Piernudas, Las Diabólicas o como las quiera llamar, son autoras de más de cien muertes, entre mujeres y recién nacidos.

El lunes 21 de enero de 1964 se reveló que dos elementos de la Policía Federal de Narcóticos trataron de capturar a El Tepo por traficar droga, pero éste balaceó a los investigadores.

El Tepo murió en el enfrentamiento, pero su madre Delfina lo vengó en seguida. Ella mató a uno de los mismos detectives. Esto sucedió el 21 de abril de 1963.

La policía de Guanajuato encontró los restos de mujeres y niños en Lagos de Moreno, en San Francisco del Rincón y en el rancho Loma del Ángel, donde las Las Diabólicas tenían su campo de concentración.

El 21 de enero de 1964, los investigadores examinaron la casa donde funcionó El Poquianchis, pues se tienen sospechas de que allí también inhumaron clandestinamente los cadáveres de mujeres y niños.

Aparte de las mujeres victimadas que ya se mencionaron, la policía dio a conocer que Nieves Calderón, Rafael Franco (a) Mono Xitle y José Carrillo (a) El Pata Larga fueron asesinados en Jalisco por instrucciones de Fausto Rosales o de las hermanas González.

Todos esos homicidios quedaron sin castigo.

Buscan a Eva

Asimismo, los detectives trataron de localizar a Manuela o Eva González, ya que por muchos años se dedicó a las mismas actividades que sus hermanas. Lo que se sabía en ese momento era que la habían detenido en algún lugar de Jalisco, según informó LA PRENSA.

Por su parte, El Diario de las Mayorías también informó que hasta una semana antes de ser detenidas, las hermanas González no sabían qué hacer con doce cautivas que aún se encontraban bajo su dominio.

No podían venderlas “porque ya no servían” y ellas tampoco las explotaban porque todos sus prostíbulos habían sido clausurados por la policía. Así es que todas las infelices mujeres que se encontraban en el rancho Loma del Ángel estaban destinadas a morir.

Sin embargo, tras ser rescatadas y trasladadas a San Francisco del Rincón, se llevó a cabo el careo de éstas con Las Diabólicas, ya que las infames negaban todas las acusaciones que había en su contra. Delfina fue la única que aceptó que vio cuando tres cadáveres fueron inhumados clandestinamente durante la primera semana de enero de 1964.

Los choferes Enrique Rodríguez y Francisco Camarena declararon el 21 de enero. Primero habían confesado que transportaron unos ocho cadáveres para ser inhumados o abandonados junto a las carreteras federales, pero luego negaron lo dicho.

Francisco Camarena dijo que él no inhumó cadáveres, en cambio, aceptó que atacó a varias niñas que le entregaron sus patronas.

Pensaban huir al extranjero

Los investigadores de Guanajuato comprobaron que las hermanas González pensaban vender todas sus propiedades y huir al extranjero.

Las matonas dicen que no tienen dinero, pero se sabe que el cacique Ramón González Torres es quien depositó a su nombre y en un banco de Guadalajara varios millones que Las Poquianchis obtuvieron en su carrera delictuosa.

Delfina y María de Jesús González Valenzuela, así como su séquito de criminales serán declarados formalmente presos, informó el juez Timoteo Lozano.

A un paso de ser linchadas

Las Diabólicas Delfina y María de Jesús González Valenzuela fueron atacadas a golpes por las doce mujeres que por muchos años estuvieron sujetas a crueles martirios y la policía tuvo problemas para evitar el lichamiento.

Las infelices mujeres, que salvaron la vida luego de detener a sus captoras, pidieron que las archicriminales fueran enterradas en vida, en el mismo lugar donde las propias González instalaron un verdadero campo de concentración.

El 23 de enero de 1964 se llevó a cabo una reconstrucción de los hechos en el rancho Loma del Ángel, donde Delfina y María de Jesús asesinaron a muchas mujeres y niños para en seguida inhumar clandestinamente los cadáveres.

Las mujeres temblaron al encontrarse una vez más en el sitio donde fueron martirizadas, donde por mucho tiempo sólo comieron unas cuantas tortillas y frijoles que les daban diariamente, donde las atacaron a garrotazos y donde vieron morir a otras compañeras suyas.

Otras acusadoras

Las arpías que fueron utilizadas para castigar y matar a sus semejantes también se volvieron contra sus expatronas.

“¡Delfina! ¡Aquí deben enterrarte para que pagues los cuatro asesinatos que cometiste en El Salto de Juanacatlán y los que me obligaste a consumar en este lugar!”

Delfina González se volvió para decirle: “¡Malagradecida! ¡Ahora pides mi cabeza después de todo lo que hice por ti!”

La diligencia comenzó alrededor de las 9:30 horas. Allí se encontró el procurador del estado, Raúl Aranda Torres, el juez Timoteo Lozano, jefes policiacos y decenas de curiosos que penetraron como les fue posible al tenebroso rancho Loma del Ángel.

Las llamadas Poquianchis negaron en todo momento ser autoras de una interminable serie de delitos y por ello se hizo necesaria la reconstrucción de hechos.

Adela Mancillas Alcalá, autora de la muerte de su hermana Ernestina, se adelantó para decir: “En este lugar enterré el cuerpo de mi hermana por órdenes de María de Jesús. Ella me obligó a hacerlo y también me obligó a matarla a palos”.

“¡Embustera! -gritó María de Jesús-. Las otras te ayudaron a enterrarla después de que dijiste que tu hermana ya estaba fría.

Guadalupe Moreno Quiroz, la fantasmal mujer que desempeñó la tarea de capataz, dijo: “Todo cuanto se ha dicho es cierto. Yo presencié muchos crímenes y las González me obligaban a golpear a las muchachas”.

Acto seguido, el grupo se dirigió a los húmedos cuartos donde decenas de mujeres estuvieron encerradas y sujetas a martirios indescriptibles.

Ernestina Mercado, Lucila Martínez, Catalina Ortega, Jovita García, María Trinidad Hernández y otras expresaron a una pregunta que se les formuló: “Aquí fue donde nos hincaron sobre arena gruesa, nos ponían los brazos en cruz y un ladrillo en cada mano. Cuando nos rendíamos, éramos atacadas a garrotazos”.

La diligencia se prolongó durante varias horas y el grupo se dirigió después hacia el lugar donde funcionó el cabaret Guadalajara de Noche, donde las víctimas mostraron con precisión los sitios donde eran encerradas y donde fueron obligadas a tener tratos con los parroquianos.

El procurador Aranda Torres, el juez que tiene el conocimiento del caso y los jefes policiacos, se convencieron, en definitiva, de que todo cuanto han dicho las acusadoras es verdad.

Los investigadores no acaban de comprender cómo puede haber tanta maldad en las González Valenzuela y que éstas tengan el descaro de negar sus crímenes, a pesar de tantas evidencias que se tienen sobre el particular.

Todos los bienes de las arpías fueron decomisados y con ellos se trata de reparar los daños que sufrieron las doce mujeres rescatadas. En realidad, con nada se podrá reparar el daño que todas ellas padecieron.

La desgracia de niñas y niños

Como campo de concentración, las víctimas ocupaban un cuarto oscuro y húmedo, en donde dormían desnudas por completo; y las capataces las golpeaban siempre

Dos hermanas jaliscienses, presas del vicio y la crueldad, son las autoras de unos 30 asesinatos, de los martirios a centenas de mujeres y de haber pervertido a niñas que fueron plagiadas. Delfina y María de Jesús González Valenzuela, ya detenidas, combinaron el lenocinio con el tráfico de mujeres desde 1938 y recurrieron al homicidio colectivo, al martirio y al soborno con tal de ganar miles de pesos.

Con base en lo declarado por víctimas y cómplices de las González Valenzuela, LA PRENSA estableció que los cuerpos de veintiún seres humanos, entre los que se cuentan a los de recién nacidos, fueron inhumados clandestinamente o incinerados.

La policía local, sin embargo, buscó otros cadáveres y todo indicaba que encontraría algunos más.

Las mujeres que tal vez superaron las ideas y métodos de los nazis, controlaron los diversos antros de vicio del Bajío y tenían nexos con tratantes de blancas que operaban en casi todo el país.

Increíble situación

Lo que sucedió en el rancho Loma del Ángel, que se localiza a 15 kilómetros de León, Guanajuato, sobre la carretera que conduce a Ciudad Manuel Doblado, parece arrancado de los campos de concentración…

En ese lugar yacían los cadáveres de tres jóvenes que fueron rematadas a garrotazos y a puntapiés cuando agonizaban por el hambre y por las enfermedades que sufrieron en aquel infierno. Más tarde en esa misma fecha y en el mismo sitio, se encontraron los restos de dos mujeres que hacía seis meses fueron incineradas y las de otras dos que en 1960 fueron inhumadas clandestinamente. Además, aparecieron osamentas de niños recién nacidos.

También fueron rescatadas 13 mujeres -cuatro de ellas menores de edad-, quienes durante varios meses recibieron fuertes golpizas a cambio de lo cual se les daba diariamente cinco tortillas y unos cuantos frijoles en agua mal hervida.

El destino de cada una de ellas podía ser la muerte. Las González Valenzuela no se resignaban a darles la libertad por temor a ser denunciadas. Quedaron en poder de la policía, asimismo, cinco mujeres que desempeñaban el papel de capataces o martirizadoras de las infelices a las que se les negó el derecho de vivir en libertad.

Las capataces tienen un negro historial a las órdenes de Delfina y María de Jesús González Valenzuela, aunque también pasaron por algo parecido; pero por una forma u otra se ganaron el afecto de sus patronas y castigaron con saña a sus compañeras de desgracia.

Las detenidas eran María Auxiliadora Gómez Acosta, Guadalupe Moreno Quiroz, Adela Mancilla Alcalá, Ramona Gutiérrez Torres y Ester Muñoz Nava. La policía capturó también a Salvador Estrada Bocanegra, quien era mandadero de las arpías. Dicho individuo atacó a varias niñas menores de 14 años. Se le echó el guante ayer mismo al chofer Francisco Camarena García, quien está confeso de haber desaparecido tres cadáveres de mujeres y también quedó arrestado el chofer Enrique Rodríguez, quien sirvió a las hermanas González.

El último detenido es el capitán retirado Hermenegildo Zúñiga Maldonado, quien por veinte pesos diarios brindó protección a dichas hermanas e intervino en brutales delitos.

Relatos de pánico

Durante cinco horas, el reportero de este diario escuchó los relatos casi increíbles de esas mujeres que más que seres humanos dan la impresión de ser espíritus de ultratumba.

Están demacradas, con la piel pegada a los huesos, con brazos y piernas deformadas por los golpes, con padecimientos diversos y ya sin noción de lo que es la vida. Los mismos agentes que tienen a su cargo la investigación no dan crédito a cuanto ven y escuchan. María Altagracia Soberano Valdivia, de 24 años, relató:

“Hace ocho años que no veo a mi madre, Manuela Valdivia; yo laboraba en Santiago Ixcuintla, Nayarit. Una tal Beatriz me convenció de que iba a trabajar en Guadalajara en un restaurante y que iba a ganar buen dinero.

”Me convenció para ir a Lagos de Moreno, Jalisco, y quedé atrapada en el cabaret Guadalajara de Noche que regenteaba Delfina González. Ya no pude salir. En la puerta había señoras que nos cortaban el paso y que además recibían el dinero de los clientes. Por la noche nos encerraban”.

Sin ninguna mueca en el rostro, como si fuera un robot, María Altagracia prosiguió:

“Casi no nos daban de comer y el tener conversaciones con los clientes era motivo de rudos castigos”.

Luego dijo: “El 21 de abril del año pasado, la policía llegó al cabaret y hubo balacera. Cayó muerto Ramón González Torres, hijo de Delfina, la dueña del antro”.

-¿Qué pasó con ustedes? -se le preguntó.

-Delfina tuvo tiempo de meternos a un cuarto cuya puerta estaba simulada con un ropero. El cabaret fue clausurado y ahí permanecimos tres días, al cabo de los cuales nos pasaron alimentos por el tejado.

Posteriormente, nos sacaron por una ventana. Un automóvil de Delfina González hizo varios viajes para el traslado. Nos acostaban en el piso del vehículo y el capitán Hermenegildo Zúñiga ponía los pies sobre nosotras para evitar que la policía nos descubriera”.

En seguida, informó María Altagracia Soberano que dio a luz tres niños en diferentes épocas y todos fueron asesinados por Adela Mancillas Alcalá (a) “Adelaida”.

Se queja la infortunada mujer que en una ocasión no aceptó dinero de un cliente y eso fue suficiente para que Delfina González le infiriera un tiro en el vientre.

Más de 100 asesinatos

A partir del lunes 20 de enero de 1964 iniciaría el proceso en contra de las González Valenzuala; había especulación de que se pudieran registrar graves incidentes cuando ambas se enfrentaran a su juez y se les tomara su declaración preparatoria.; sus protectores, inclusive, exjefes policiacos desaparecieron y era sabido que ningún abogado se atrevía a defender a las archicriminales

Las Poquianchis querían liquidar el negocio y aceleraron la solución al estilo de Adolf Eichmann, el criminal de guerra, responsable de cientos de muertes durante el régimen nazi en los campos de concentración de Polonia.

Jamás se sabrá cuántas mujeres y niños fueron sacrificados por mandato de las hermanas Delfina y María de Jesús González Valenzuela. Está comprobado, por lo pronto, que son autoras de más de 30 homicidios y en Jalisco serán buscados los restos de algunas de las víctimas. Baste decir que las archicriminales cometieron asesinatos desde una década antes de su captura.

Las González, quienes en este mundo no pagarán con nada su cadena de delitos, habían instalado un verdadero cementerio en el rancho Loma de San Ángel, que se localiza a 15 kilómetros de León, Guanajuato.

El 16 de enero de 1694 quedó comprobado que ambas hermanas también vendieron mujeres al mejor postor. En efecto, Enrique Rodríguez Ramírez, exchofer de Delfina González Valenzuela, dijo a LA PRENSA que él manejó los vehículos a bordo de los cuales fueron conducidas las muchachas que las tratantes remataron en Linares, Nuevo León.

Agregó Rodríguez Ramírez que él no se dio cuenta en qué cantidades fueron vendidas las infelices mujeres, ya que Delfina González hacía los tratos a escondidas.

Negocio en liquidación

Como se informó a través de las páginas de El Periódico que Dice lo que Otros Callan, las hermanas González se dedicaron al lenocinio desde 1938 o tal vez antes. Otras mujeres se prestaron a plagiar a jovencitas con base en engaños o, en su defecto, ellas mismas ofrecieron empleos bien remunerados a las que después victimaron.

Las crueles señoras instalaron inicialmente un antro en El Salto, Jalisco. Años después se trasladaron a Lagos de Moreno, de la misma entidad. La mujer que caía en las redes de las González comprendía de inmediato que tenía que obedecer si es que en algo apreciaba su vida.

Las hermanas delincuentes ejercían un dominio absoluto sobre las jóvenes que explotaban. Pero además, Delfina y María de Jesús González contaron siempre con señoras que se encargaban de vigilar y castigar con rudeza a las damiselas.

El 21 de abril de 1963, la policía jalisciense decidió acabar con el Guadalajara de Noche que funcionaba en Lagos de Moreno, Jalisco. En la balacera que se produjo, pereció Ramón González Torres, hijo de Delfina.

Las criminales lograron, a pesar de todo, retener a la mayoría de sus víctimas y las trasladaron a San Francisco del Rincón, Guanajuato, donde ya regenteaban otro centro de vicio.

En León, Delfina González inauguró el cabaretucho El Poquianchis y tanto esta señora como su hermana, no tuvieron mayores problemas con la policía, excepto por el delito de lenocinio.

Sin embargo, esas mujeres no contaron con que el gobernador del estado acabaría con los prostíbulos. En consecuencia, ya no tuvieron dónde acomodar a las damiselas.

Entonces, María de Jesús y Delfina González condujeron a las desdichadas señoras al campo de concentración en que convirtieron el rancho Loma del Ángel.

Es seguro que en ese sitio fueron inhumados, por lo menos, los cuerpos de una veintena de mujeres y niños. Allí fueron descubiertos, a principios de enero de 1964, diez cadáveres.

En el rancho referido, existen cuatro cuartos sin puertas. Por los techos de los mismos, eran arrojadas las señoras que “ya no servían” o que había que matar por renuentes. Las infelices expiraban de hambre, por las enfermedades o por las palizas que a diario les propinaban. A últimas fechas, las hermanas González decidieron eliminar a 19 mujeres que tenían en su poder. Del jueves 11 al domingo 14 de enero de 1964 remataron a tres de ellas.

Las González tomaron esa cruel medida para evitar que las denunciaran a la policía. El nefasto negocio estaba liquidado, por lo que tenían que terminar su “obra”.

Por fortuna, la señora Virginia Martínez de Ortega exigió a los investigadores que detuvieran a las hermanas de referencia, lo cual ocurrió. La captura coincidió con los últimos tres asesinatos que ayer relatamos, los cuales fueron ideados por las tratantes de blancas.

Teatro de suicidio

Hoy, a la una de la madrugada, Delfina González quiso “suicidarse” en presencia de dos agentes.La obesa mujer que viste de negro gritó durante toda la noche. Combinó sus quejas, sin razón, con los insultos. Decía que ya habían matado a su hermana y que ella iba a correr igual suerte.

En virtud de que nadie le hizo caso, Delfina González anunció que se iba a suicidar. Fue cuando uno de los agentes se acercó al separo donde se encontraba. Delfina se enredó un velo en el cuello e hizo pantomima de que se estaba ahorcando. Le quitaron el velo y tomó los bordes de su amplio vestido dizque para estrangularse. Todo se redujo a un escándalo sin trascendencia.

Dicha mujer acepta que es responsable de la inhumación clandestina de tres cadáveres. Agregó que es inocente de los demás delitos.

María de Jesús González Valenzuela adoptó la misma postura, pero el 16 de enero de 1964 declaró el licenciado Gerardo García Amaro, agente del Ministerio Público de San Francisco del Rincón, que hay elementos suficientes para acusarlas por los delitos de homicidio, lesiones, lenocinio, corrupción de menores y otros.

En el transcurso de las investigaciones, el hábil comandante Miguel Mota ha tenido que efectuar careos con las satánicas mujeres, las víctimas y los cómplices.

A las González Valenzuela se les ha dicho todo cuanto hicieron, pero las cínicas contestan: “¡Son calumnias! ¡Eso es mentira! ¡No es cierto! ¡No es cierto!”.

Y luego se dirigen a las mujeres que fueron rescatadas del infierno del rancho Loma del Ángel para espetarles: “¡Mentirosas! ¡Mal agradecidas! Nos acusan a pesar de todo lo que hicimos por ustedes”.

El 16 de enero de 1964, el licenciado Gildardo García empezó a tomar declaraciones a las mujeres acusadoras y antes de 72 horas serán puestos los inculpados en poder del juez que conozca del caso.

La tortura como método

El “enterrador” número uno, Salvador Estrada Bocanegra, confesó que inhumó a unas seis mujeres. Hay indicios de que sepultó a otras muchas.

Los choferes Francisco Camarena García, Enrique Rodríguez Ramírez y José Facio Sánchez declararon que trasladaron ¡18 cadáveres! para su entierro clandestino. Y sólo Dios sabe cuántos más desaparecieron.

Las capataces María Auxiliadora Gómez, Guadalupe Moreno, Adela Mancillas, Ramona Gutiérrez y Ester Muñoz mataron a garrotazos a muchas de las que fueron sus compañeras y martirizaron a decenas de damiselas.

El capitán Hermenegildo Zúñiga protegía a las arpías y trasladaba a las víctimas a los antros que funcionaron en León, en Lagos de Moreno y en San Francisco del Rincón.

Las hermanas González Valenzuela, los choferes, el malvado enterrador y las capataces fueron consignadas el 17 de enero de 1964 ante el agente del Ministerio Público de San Francisco del Rincón.