/ viernes 3 de septiembre de 2021

El crimen de Ballina: Mató de tres tiros a su rival de amores

El licenciado Ballina asesinó al pintor Renán Gutiérrez, quien trató de estrangularlo en su propia habitación

Unas horas antes de que se convirtiera en asesino, el licenciado Santiago González Gascón Ballina fue feliz al lado de su hija María Cristina, quien cumplió ese día 15 años, y como regalo, contrató un mariachi para que le cantaran las mañanitas a su princesa. Después de disfrutar “el gallo” (la serenata), ambos se condujeron a sus respectivas habitaciones a dormir.

Elena Leroy y su novio, el pintor Renán Gutiérrez Zamora, bajaron del taxi en la esquina de la calle Ajusco, iban algo bebidos, habían pasado toda la noche en el cabaret Jacaranda. Llevaban un cuadro que él hizo especialmente para regalárselo a María Cristina en su cumpleaños. Ella tocó el timbre y Ester Lara, la sirvienta, abrió. La pareja entró en la lujosa casa y de inmediato Elena subió a la habitación de su hija con la pintura en las manos, Renán encendió un cigarrillo y esperó abajo en la sala.

De pronto, el señor Ballina salió de su cuarto y desde arriba pudo ver a Renán sentado en un sillón, de golpe se sintió invadido por el coraje e increpó al pintor: -¡Cómo se atreve a pisar esta casa! ¡No le basta con haberme quitado a mi esposa! ¡Es usted un desgraciado!

-Renán no se sintió intimidado y contestó: -Tengo derecho a acompañar a Elena. ¡Y le recuerdo, que ahora es mi mujer! –Ballina no soportó más y retó a su rival –Vamos a arreglar esto de una vez por todas. ¡Si es usted tan hombrecito, permítame cambiarme y lo arreglamos afuera, como los hombres!

Renán apagó su cigarro y subió las escaleras decidido a dar alcance a Ballina: -¡Baja, cobarde! Sólo has causado penas a Elena, pero te voy a poner en tu lugar. ¡Te voy a matar!

El licenciado Ballina apresuró el paso hacia su habitación, pasó por el cuarto de su hija María Cristina, quien estaba con su madre, pero no las alcanzó a ver. Intentó tomar el teléfono, pero fue demasiado tarde, su rival lo tomó por el cuello de la piyama y comenzó a zarandearlo. Recibió dos fuertes cachetadas de Renán, quien parecía un energúmeno y percibió su aliento alcohólico. Santiago Ballina cayó sobre la cama y su agresor, sin pensarlo, se abalanzó sobre él, directo al cuello para estrangularlo.

Los hombres forcejearon por unos segundos, el licenciado se defendía como podía, era un hombre de 61 años y su rival era más joven y fuerte. Con mucho esfuerzo Ballina metió su mano derecha bajo su almohada y logró tomar su pistola. Al ver el arma, el pintor se apartó: -Sólo así eres hombre –reclamó a Ballina, quien, sin pensarlo, detonó su pistola contra él.

La bala se incrustó hacia el lado derecho del pecho del pintor. Aunque tambaleante, todavía tuvo fuerzas y arremetió contra el licenciado, éste, al ver que se le venía encima de nuevo, volvió a accionar su arma. Ahora, la bala entró en el muslo izquierdo de Renán: -¡Hijo de la chingada, te voy a matar! –pronunció con mucho esfuerzo, cuando sintió el tercer balazo, justo arriba de su ombligo. Se llevó las manos al estómago y cayó sobre la alfombra del cuarto, sintiendo los estertores de la muerte.

La vida de Elena Leroy siempre estuvo marcada por la violencia y la desgracia; quizás los únicos días en los que fue feliz, fueron, al lado de Renán.

En ese momento, Elena entró a la recámara de su exmarido y vio tendido a su novio, el pintor Renán, quien sangraba por la boca. -¿Qué hiciste Santiago? ¡Lo has matado! –gritó sin poder contener el llanto. Entonces tomó una almohada y colocó la cabeza de su amante en ella para que descansara y lo abrazó, mientras María Cristina, arrebató el arma a su padre y pidió a Erasmo, el mozo, que llamara pronto a una ambulancia.

Cuando la ambulancia trasladaba a Renán Gutiérrez Zamora hacia el hospital Juárez, éste falleció a causa de las heridas de bala propinadas por su rival en amores, el licenciado Santiago González Gascón Ballina.


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¡Elena Leroy, una mujer fatal!

Elena padeció desde muy pequeña el maltrato de su padrastro y a los 15 años se escapó de su casa, con Ballina pensó que sería feliz, pero sufrió otra desilusión y más tarde, también perdió a Renán

El asesino, temblando llamó por teléfono y pidió ayuda a su cuñado, el licenciado Antonio Irueste Germán, quien llegó en pocos minutos a su domicilio. Ballina le explicó a grandes rasgos lo que había sucedido y el abogado apuntó un nombre y una dirección de un colega suyo en un papel y se lo entregó: -Busca a esta persona, dile que vas de mi parte, él te ayudara y no te aparezcas hasta que yo te diga. El homicida tomó las llaves de su auto y escapó antes de que llegara la policía para detenerlo.

Cuando la policía llegó a la residencia del licenciado Ballina, el cuñado de éste les entregó el arma homicida. Los uniformados preguntaron por el asesino, pero su cuñado contestó que éste aprovechó la confusión para darse a la fuga. La autoridad comentó a María Cristina y a Elena que tenían que presentarse en la Doceava Delegación para rendir sus declaraciones ante el ministerio público, pero Elena contestó que ella se encontraba muy afectada y pidió tiempo para reponerse y cumplir con la ley. Cristina, en cambio, señaló que estaba dispuesta cuanto antes en contar todo lo que había presenciado y más, y ante los agentes policiacos, culpó a su madre de la tragedia.

Ma. Cristina condenó a su madre y justificó a su padre

Ante el ministerio público, Flavio Sosa Vargas, la señorita María Cristina Ballina Leroy despotricó en contra de su progenitora para tratar de salvar a su padre. Desde la primera pregunta, la quinceañera puso en claro su actitud:

-Cuál es su nombre, señorita –preguntó el fiscal. –María Cristina Ballina… -¿Cuál es su segundo apellido? –renuente, la jovencita apenas contestó: -Leroy.

-¿En dónde se encontraba usted cuando sucedieron los hechos? –En mi recámara con mi mamá. Me estaba enseñando el retrato que me había hecho como regalo de cumpleaños su novio, el señor Renán. -¿Escuchó algunos insultos? –Sí, Renán le gritaba a mi padre que bajara, que no fuera cobarde. Cuando me asomé, el pintor tenía sujetado a mi padre del cuello y lo golpeó dos veces, al grado de que se le cayeron los lentes a mi papá. Corrí a ponerme una bata y cuando volví sonaron los disparos y mi madre me jaló por el temor a que fuera herida.

-¿El señor Renán ya había estado antes en su domicilio o era la primera vez? –Ese hombre ya había estado varias veces en nuestra casa. Mi madre lo llevaba. Una noche estaba con mi mamá en la sala, mi padre llegó y para evitar un disgusto o una discusión, prefirió salirse.

Al concluir el interrogatorio, la chica se convertía en el mejor testigo de su padre, quien por cierto, se esperaba su presencia en la Doceava para rendir también su declaración, sin embargo, dejó a todos vestidos y alborotados. Además, apenas dio muerte al pintor, el licenciado Ballina se tramitó un amparo para no ser detenido.

Una familia llora a Renán Gutiérrez Zamora

Más tarde, Borbolla se hizo presente en la funeraria donde velaban al difunto y pudo recoger las impresiones de la viuda, la señora Leticia del Río, quien enlutada de pies a cabeza y con los ojos hinchados por tanto llanto, platicó con el periodista.

-Ella tuvo la culpa –atizó- seguramente, esa mujer presionó a Renán para que fuera a reclamarle a su exmarido. Mi Renán era un hombre muy valiente, pero ella lo cambió por completo. Entre lágrimas, la mujer refirió que contrajo matrimonio con el occiso en la iglesia del Sagrado Corazón, en la colonia Juárez.

-¿Conocía usted personalmente a la señora Elena Leroy? –No, jamás la traté, pero ya ve, las mujeres somos muy intuitivas. Mi marido comenzó a llegar tarde a la casa y sospeché algo…

“El día de su cumpleaños, ella se atrevió a traerle “gallo”. Renán no salió y yo menos, pero me enojé mucho con él. Ese día salí muy temprano a misa y cuando regresé ya no estaba. Se pasó todo el día con ella. Paseaban mucho. No sé de dónde sacaba dinero… sería de ese pobre tonto (se refirió al licenciado Ballina), cómo pudo pasarme esto.

Un pariente de la víctima reconoció lo mujeriego del pintor, además de tener un carácter explosivo y violento.

Y continuó: -Mi primo José Estavané me dijo que esa mujer quiso entrar aquí, en la funeraria, pero se lo impidió. Le reclamó que no fuera a tener la desfachatez de presentarse en el velorio, entonces ella se fue.

En ese momento, se acercó su padre, el señor Pedro del Río y comentó: -Culpable Renán como la señora Elena, pero la única víctima es mi hija y sus seis hijos. ¡Imagínese, ahora cómo van a crecer sin su padre! Pero también hay otras víctimas, señor, los hijos de la señora Elena y de Ballina. Sobre todos ellos caerá el cieno de esta desgracia –culminó triste el hombre.

El pintor registró altos niveles de alcohol en su organismo

Al servicio Médico Forense se presentó un hermano de Renán Gutiérrez Zamora para reclamar el cadáver. Después de la autopsia realizada al difunto, los médicos legistas confirmaron que la víctima registró altos niveles de alcohol, no sólo en la sangre sino hasta en el cerebro y vísceras.

Por su parte, el familiar del fallecido declaró a La Prensa: -Mi hermano era muy reservado con sus asuntos. Yo no sabía nada sobre su relación con la señora Elena. Eso sí, Renán era muy audaz –admitió-. Fue jugador de futbol americano y tenía un carácter muy violento.

Elena Leroy y su vida al lado de Santiago Ballina

Carlos Borbolla partió de la redacción de La Prensa al encuentro con la señora Leroy de la Peña, sabía que aquella mujer tenía mucho que contar y que detrás de su relación con el licenciado Ballina, había muchos detalles interesantes por conocer.

Situados en el departamento de la mujer, en la calle de Villalongín, la atractiva señora Leroy Peña relató minucias de lo que llamó “la verdadera historia de su vida conyugal”.

En principio, aceptó que fue la amante del pintor Renán Gutiérrez Zamora, a quien conoció dos años atrás, en una fiesta que su exmarido organizó en su casa.

La bella mujer comenzó su relato: -Me casé cuando tenía diecisiete años… con ese hombre aparentemente normal, fuimos muy felices durante seis años, sin embargo un desafortunado día, me dijo que le tuviera confianza, que si había amor entre los dos, juntos podíamos aguantar todo e incluso, irnos al infierno. Al inicio no entendí muy bien a lo que se refería, pero muy pronto me daría cuenta.

“Comenzó a llevarme a cabarets de mala muerte donde me obligaba a beber demasiado y después vino lo peor, las drogas. Él compraba cocaína y me presionaba a consumirla. Varias veces peleamos y llegamos a los golpes, porque ya no quería acompañarlo a sus reuniones y tampoco intoxicarme con las drogas.

Vino el divorcio

-Así que exigí a mi marido el divorcio. En un inicio se negó, pero como insistí, me dijo accedería con una condición: que mientras yo no me volviera a casar, me permitiría ver a mis hijos y hasta me daría una pensión de mil 500 pesos al mes. Si yo faltaba a lo pactado, no los volvería a ver. Ingenuamente, yo acepté. Lo que es la ironía de la vida, desde que conocí y tuve relaciones con Renán, me siento tranquila y tan decente. Antes, al lado de Ballina, me sentía la peor de las mujeres. Él es un hombre con muchos contactos e influencia, por eso la sociedad me condena.

Borbolla también cuestionó a la hermosa mujer sobre si tenía conocimiento desde un inicio, de que su amante, Renán Gutiérrez, era casado, a lo cual, Elena contestó que cuando comenzaron a salir no lo sabía porque él se lo ocultó, pero después le confesó que era casado y que tenía seis hijos, pero ella se sentía tan feliz que no le importó esa situación.

Orden de aprehensión contra Ballina, pero éste se volvió a amparar

El día 30 de julio, por la mañana, el abogado de Santiago Ballina, Telesforo Ocampo, presentó una nueva demanda de amparo para su cliente, pues en días pasados, el juez Ramón Franco Romero, de la Quinta Corte Penal, solicitó una orden de aprehensión contra el asesino del pintor Renán Gutiérrez Zamora.

En la exposición de motivos de aquel documento, el señor Ballina argumentó lo siguiente: “Disparé contra el señor Renán por miedo a que me lesionara gravemente y hasta me privara de la vida, pues era joven, corpulento, agresivo y meses atrás, me había amenazado de muerte; en tanto que yo soy casi un anciano, débil, enfermo y en el momento del forcejeo, veía muy poco porque él me tiró los anteojos debido a los golpes que me dio.

“Disparé contra él, porque yo había caído sobre la cama y su agresión contra mí proseguía, además se encontraba ebrio y temí que fuera a atacar a mis hijos. Advierto que mi hija Cristina lo presenció todo”.

En efecto, la declaración de su hija Cristina dio al MP, coincidía con la versión que su padre exponía ante las autoridades. Así que la nueva demanda de amparo del señor Ballina fue concedida por el juez Ángel Gamboa y Cervera, pero con la aclaración, de que el licenciado tenía que presentarse a rendir su declaración ministerial el 10 de agosto y, de ser requerida su detención, se procedería a ello.

¡Se entregó a la justicia Ballina!

A las 10:00 horas, a las afueras de la Quinta Corte Penal de la Penitenciaría, se escucharon los gritos de decenas de curiosos: “¡Es Ballina!” ¡Llegó el asesino!” De un flamante Mercury bajó el hombre que dio muerte al pintor Renán Gutiérrez Zamora.

El secretario del juzgado 13, Pascual Cuéllar González, se encargó de llenar el oficio que decretaba la orden de aprehensión contra el homicida. Al detenido se le pidió mostrar todos sus objetos de valor: llevaba unas mancuernillas, una pluma fuente, sus anteojos, unas pastillas Aldox, para mitigar la acidez y 311 pesos en efectivo.

Se anotó su nombre completo en el libro de ingresos y lo pasaron al registro de huellas dactilares. Ahí, le dieron una boleta con sus datos generales y su número de preso: el 69977. Ballina entregó la boleta al sargento Luis Padilla y se colocó en la rejilla de prácticas, donde se le permitió hablar con los periodistas antes de quedar formalmente preso.

Antes de pronunciar palabra, el licenciado ya se había desbordado en llanto: -Es una cosa horrible. Lo siento más que nada por mi madre, que tiene 86 años, y por mis hijos. Luego, Carlos Borbolla, de La Prensa, intervino: -¿Dónde estuvo escondido? –Me alojé en casa de un amigo que es doctor. Como empecé a tener problemas con la úlcera, me recomendó reposo absoluto, pero sabía que esta pesadilla no iba a terminar nunca, así que decidí dar la cara de una vez.

-Para mí, ya la vida no tiene ningún valor; precisamente, esto vino a ocurrir, el día que mi hija Cristina cumplió 15 años, y al día siguiente era mi onomástico…

-Entonces, Borbolla hace la pregunta acertada: -¿Piensa cambiar su declaración o la ratificará? –Mi declaración fue concisa y no la cambiaré. Sólo omití algunas palabras altisonantes e insultos de mi agresor, pero eso fue lo que pasó –contestó el licenciado, mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo blanco.

De pronto, llamó a su hija Cristina y, a través de las rejas se tomaron las manos. Ballina volvió a pedir perdón a su pequeña, dio media vuelta y se alejó de la rejilla. Los celadores Luis Gutiérrez y Raúl Balderas abrieron la enorme puerta de acero y se oyó un grito estentóreo: -¡Pasa a turno!

El licenciado Ballina pasó frente al comedor de los oficiales y como era día de visita, la orquesta del penal tocaba danzones y varias parejas bailaban alegres. Esa fue la primera imagen que vio el homicida al ingresar a la Peni.

Santiago Ballina bajó de la “julia” y escoltado por seis celadores a las 16:30 horas, en la calle de Ajusco 103, Lomas de Chapultepec, nada más y nada menos que en su domicilio, para la reconstrucción de los hechos, donde asesinó al amante de su exesposa, Elena Leroy de la Peña.

A la diligencia, también acudieron el juez, Franco Romero, su secretario Pascual Cuéllar; el fiscal, Jorge Narváez, los abogados defensores: Telesforo Ocampo y José Franco Serratos y los peritos en balística Ángel Noguera y Alfonso Rodríguez. En pocos minutos, comenzaron la reconstrucción de los hechos y pidieron las autoridades a Ballina, que explicara con lujo de detalles, lo que sucedió la mañana del 25 de julio.

El relato del homicida

El acusado mencionó que se encontraba en su cama, despierto, eran cerca de las 6:45 horas, cuando escuchó voces, así que se levantó y desde la puerta de su cuarto gritó que quién era, a lo cual, contestó la sirvienta Ester Lara, que se trataba de la señora Elena, quien estaba con su hija Cristina en su habitación. Entonces, salió de su recámara y vio a Renán en la sala, fumando:

-Yo me enfadé y le reclamé que estuviera en mi casa, que era un cínico, entonces él me amenazó, me gritó que me iba a matar y comenzó a subir las escaleras. Yo apresuré el paso hacia mi cuarto e intenté tomar el teléfono para llamar a una patrulla, pero me fue imposible, el pintor ya estaba dentro y se me fue encima –explicó Ballina.

-Me tomó por el cuello de la piyama, me zarandeó mientras me ofendía con insultos y después me dio dos golpes en el rostro por lo que se me cayeron los anteojos. Caí de espaldas en la cama y cuando intenté levantarme, fue imposible, Renán se abalanzó sobre mí y comenzó a estrangularme. Sentí mucho miedo. Él era más fuerte que yo. Entonces fue cuando alcancé mi arma que estaba debajo de mi almohada.

-Uno de los peritos intervino. -¿Por qué dormía con un arma bajo su almohada? –Por seguridad señor. Mis hijos viven conmigo y para defenderlos de cualquier ladrón, por eso tenía la pistola conmigo.

-Si no tenía sus anteojos puestos, ¿cómo es que alcanzó a ver dónde le disparó a su rival? –No veo bien sin mis lentes, señor, pero distingo muy bien las siluetas y así fue como me defendí –señaló el homicida, quien empuñó el arma y se colocó en la cama en la manera en cómo sucedió la mañana del crimen.

Los peritos analizaron la postura del señor Ballina y tomaron incluso medidas con un metro y, en efecto, dieron por sentado que en la forma cómo explicó el señor Ballina, coincidía con la trayectoria y alojamiento de las balas en el cuerpo de Renán Gutiérrez.

Quedó en libertad el asesino del pintor

El fiscal Jorge Narváez hizo algunas preguntas al acusado: -¿Aquella mañana intuyó que su exesposa había llegado a su casa con su novio? –No señor, no tuve ni la menor idea. Sólo salí de mi cuarto y lo vi en la sala. La verdad me dio coraje verlo en mi domicilio. -¿Por qué, si el señor Renán lo venía insultando mientras subía las escaleras, no cerró la puerta de su cuarto con seguro? –En ese momento no se me ocurrió más que llamar a la policía, pero mi atacante no me dio ni tiempo, se me vino encima y sentí mucho miedo a que me matara.

Por otra parte, la servidumbre también dio su versión de los hechos. El señor Erasmo Morales Jiménez, chofer y asistente del señor Ballina corroboró lo relatado por su patrón y, agregó que todo sucedió tan rápido, que no tuvo tiempo de ayudar al licenciado Ballina. La señora Ester Lara, comentó que cuando les abrió la puerta a la señora Elena y a Renán, trató de impedir que éste ingresara, pero que él la empujó y se metió por la fuerza.

A la diligencia no acudió la señora Elena Leroy, implicada en el caso como testigo de cargo. Su abogado argumentó que la señora se encontraba mal de salud, que todo lo ocurrido la estaba afectando seriamente, pero que acudiría al siguiente día a ratificar su declaración ministerial.

Elena se presentó en el juzgado

En efecto, la señora Elena Leroy Peña acudió al día siguiente al Juzgado 13 de la Quinta Corte Penal. Durante la diligencia, se mostró muy parca y hermética, sólo se enfocó a señalar que su novio, el pintor Renán, jamás tuvo intenciones de matar a su exmarido. Por ello, tampoco vio mal llevarlo a su casa y que nunca se imaginó que todo terminaría en una desgracia. Señaló que fue lo más clara con sus hijos, a quienes confesó que dejaba a su padre por el mal trato que le dio los últimos años de casados. Que al lado de su novio, se sentía muy feliz.

Respecto a lo relacionado con los trágicos hechos, relató que nunca vio cómo se realizaron los disparos, pues se encontraba en la habitación de su hija Cristina, mostrándole un cuadro que le llevaron como regalo de cumpleaños. Tampoco escuchó las amenazas que, según Ballina, el pintor le profirió. Lo único que vio, fue pasar a su amante hacia la recámara del licenciado y después, a Renán en el suelo, herido de muerte.

Por su parte, detrás de la reja de prácticas, Ballina le gritaba que era una mentirosa. Dio a entender que lo llevó para provocarlo y que la única culpable de la tragedia era ella.

Los jueces no lo pensaron demasiado

Al siguiente día, por la mañana, Santiago González Gascón Ballina fue citado a la rejilla de prácticas de nuevo, tanto él como sus abogados esperaban el auto de formal prisión y después una sentencia en su contra.

Pero cuál fue su sorpresa, al ver que le entregaban su boleta de salida para firmarla. Luego, el juez Franco Romero leyó frente a él y sus abogados el veredicto:

-Según la relación de constancias que aquí se desprenden y después de ser estudiado el caso por los magistrados, se determinó que el acusado, Santiago González Gascón Ballina, obró en defensa de su integridad y repeliendo una agresión que ponía en peligro su vida, por parte del difunto Renán Gutiérrez Zamora.

“Tal veredicto se basa en la reconstrucción de hechos y en los estudios de balística, así como en las declaraciones de los testigos. Sin embargo, se considera que la agresión del señor Ballina fue excesiva, porque con el primer disparo, su rival ya se encontraba impedido, a pesar de que arremetió en su contra nuevamente. Por lo cual, se le aplicará al acusado los artículos 18, 19 y 21 constitucional, que señalan que alcanza su libertad mediante una fianza, la cual, se estipuló en 20 mil pesos mexicanos.

La madre del occiso se vuelca contra el homicida

Al terminar de darse lectura a la resolución judicial, la madre del pintor increpó a Ballina: -¡Usted saldrá bajo fianza, pero lo pagarán los hijos de usted y no se escapará de la justicia de Dios! Luego, alguien le dijo que el licenciado prometió ayudar a los huérfanos de Renán, pero ella arremetió: -A mí no me reparan el daño ni con cien millones. Antes pediré limosna que aceptar dinero suyo.

Por último, también opinó sobre Elena Leroy: -Esa mujer sin conciencia tendrá que pagarlo, también es culpable porque ella lo llevó a su casa. Ahora resulta que ninguno de los dos recibirá un castigo. ¡Ella envolvió a mi hijo y él me lo mató!

Mientras se terminaba de hacer el papeleo, Ballina fue a recoger sus cosas a la celda 2, de la crujía en turno. Llegaron varias amistades suyas, quienes lo esperaban afuera.

A las 11.10 horas, Ballina entregó su boleta de salida con el número 1040/56, al vigilante José Velasco, quien gritó:

-¡Sale uno, libre!

A las puertas de la Penitenciaría, Ballina abordó el auto Chevrolet Bel-Air, de su cuñado Antonio Irueste Germán y se alejaron de Lecumberri, justo a las 72 horas de que ingresó.

Unas horas antes de que se convirtiera en asesino, el licenciado Santiago González Gascón Ballina fue feliz al lado de su hija María Cristina, quien cumplió ese día 15 años, y como regalo, contrató un mariachi para que le cantaran las mañanitas a su princesa. Después de disfrutar “el gallo” (la serenata), ambos se condujeron a sus respectivas habitaciones a dormir.

Elena Leroy y su novio, el pintor Renán Gutiérrez Zamora, bajaron del taxi en la esquina de la calle Ajusco, iban algo bebidos, habían pasado toda la noche en el cabaret Jacaranda. Llevaban un cuadro que él hizo especialmente para regalárselo a María Cristina en su cumpleaños. Ella tocó el timbre y Ester Lara, la sirvienta, abrió. La pareja entró en la lujosa casa y de inmediato Elena subió a la habitación de su hija con la pintura en las manos, Renán encendió un cigarrillo y esperó abajo en la sala.

De pronto, el señor Ballina salió de su cuarto y desde arriba pudo ver a Renán sentado en un sillón, de golpe se sintió invadido por el coraje e increpó al pintor: -¡Cómo se atreve a pisar esta casa! ¡No le basta con haberme quitado a mi esposa! ¡Es usted un desgraciado!

-Renán no se sintió intimidado y contestó: -Tengo derecho a acompañar a Elena. ¡Y le recuerdo, que ahora es mi mujer! –Ballina no soportó más y retó a su rival –Vamos a arreglar esto de una vez por todas. ¡Si es usted tan hombrecito, permítame cambiarme y lo arreglamos afuera, como los hombres!

Renán apagó su cigarro y subió las escaleras decidido a dar alcance a Ballina: -¡Baja, cobarde! Sólo has causado penas a Elena, pero te voy a poner en tu lugar. ¡Te voy a matar!

El licenciado Ballina apresuró el paso hacia su habitación, pasó por el cuarto de su hija María Cristina, quien estaba con su madre, pero no las alcanzó a ver. Intentó tomar el teléfono, pero fue demasiado tarde, su rival lo tomó por el cuello de la piyama y comenzó a zarandearlo. Recibió dos fuertes cachetadas de Renán, quien parecía un energúmeno y percibió su aliento alcohólico. Santiago Ballina cayó sobre la cama y su agresor, sin pensarlo, se abalanzó sobre él, directo al cuello para estrangularlo.

Los hombres forcejearon por unos segundos, el licenciado se defendía como podía, era un hombre de 61 años y su rival era más joven y fuerte. Con mucho esfuerzo Ballina metió su mano derecha bajo su almohada y logró tomar su pistola. Al ver el arma, el pintor se apartó: -Sólo así eres hombre –reclamó a Ballina, quien, sin pensarlo, detonó su pistola contra él.

La bala se incrustó hacia el lado derecho del pecho del pintor. Aunque tambaleante, todavía tuvo fuerzas y arremetió contra el licenciado, éste, al ver que se le venía encima de nuevo, volvió a accionar su arma. Ahora, la bala entró en el muslo izquierdo de Renán: -¡Hijo de la chingada, te voy a matar! –pronunció con mucho esfuerzo, cuando sintió el tercer balazo, justo arriba de su ombligo. Se llevó las manos al estómago y cayó sobre la alfombra del cuarto, sintiendo los estertores de la muerte.

La vida de Elena Leroy siempre estuvo marcada por la violencia y la desgracia; quizás los únicos días en los que fue feliz, fueron, al lado de Renán.

En ese momento, Elena entró a la recámara de su exmarido y vio tendido a su novio, el pintor Renán, quien sangraba por la boca. -¿Qué hiciste Santiago? ¡Lo has matado! –gritó sin poder contener el llanto. Entonces tomó una almohada y colocó la cabeza de su amante en ella para que descansara y lo abrazó, mientras María Cristina, arrebató el arma a su padre y pidió a Erasmo, el mozo, que llamara pronto a una ambulancia.

Cuando la ambulancia trasladaba a Renán Gutiérrez Zamora hacia el hospital Juárez, éste falleció a causa de las heridas de bala propinadas por su rival en amores, el licenciado Santiago González Gascón Ballina.


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¡Elena Leroy, una mujer fatal!

Elena padeció desde muy pequeña el maltrato de su padrastro y a los 15 años se escapó de su casa, con Ballina pensó que sería feliz, pero sufrió otra desilusión y más tarde, también perdió a Renán

El asesino, temblando llamó por teléfono y pidió ayuda a su cuñado, el licenciado Antonio Irueste Germán, quien llegó en pocos minutos a su domicilio. Ballina le explicó a grandes rasgos lo que había sucedido y el abogado apuntó un nombre y una dirección de un colega suyo en un papel y se lo entregó: -Busca a esta persona, dile que vas de mi parte, él te ayudara y no te aparezcas hasta que yo te diga. El homicida tomó las llaves de su auto y escapó antes de que llegara la policía para detenerlo.

Cuando la policía llegó a la residencia del licenciado Ballina, el cuñado de éste les entregó el arma homicida. Los uniformados preguntaron por el asesino, pero su cuñado contestó que éste aprovechó la confusión para darse a la fuga. La autoridad comentó a María Cristina y a Elena que tenían que presentarse en la Doceava Delegación para rendir sus declaraciones ante el ministerio público, pero Elena contestó que ella se encontraba muy afectada y pidió tiempo para reponerse y cumplir con la ley. Cristina, en cambio, señaló que estaba dispuesta cuanto antes en contar todo lo que había presenciado y más, y ante los agentes policiacos, culpó a su madre de la tragedia.

Ma. Cristina condenó a su madre y justificó a su padre

Ante el ministerio público, Flavio Sosa Vargas, la señorita María Cristina Ballina Leroy despotricó en contra de su progenitora para tratar de salvar a su padre. Desde la primera pregunta, la quinceañera puso en claro su actitud:

-Cuál es su nombre, señorita –preguntó el fiscal. –María Cristina Ballina… -¿Cuál es su segundo apellido? –renuente, la jovencita apenas contestó: -Leroy.

-¿En dónde se encontraba usted cuando sucedieron los hechos? –En mi recámara con mi mamá. Me estaba enseñando el retrato que me había hecho como regalo de cumpleaños su novio, el señor Renán. -¿Escuchó algunos insultos? –Sí, Renán le gritaba a mi padre que bajara, que no fuera cobarde. Cuando me asomé, el pintor tenía sujetado a mi padre del cuello y lo golpeó dos veces, al grado de que se le cayeron los lentes a mi papá. Corrí a ponerme una bata y cuando volví sonaron los disparos y mi madre me jaló por el temor a que fuera herida.

-¿El señor Renán ya había estado antes en su domicilio o era la primera vez? –Ese hombre ya había estado varias veces en nuestra casa. Mi madre lo llevaba. Una noche estaba con mi mamá en la sala, mi padre llegó y para evitar un disgusto o una discusión, prefirió salirse.

Al concluir el interrogatorio, la chica se convertía en el mejor testigo de su padre, quien por cierto, se esperaba su presencia en la Doceava para rendir también su declaración, sin embargo, dejó a todos vestidos y alborotados. Además, apenas dio muerte al pintor, el licenciado Ballina se tramitó un amparo para no ser detenido.

Una familia llora a Renán Gutiérrez Zamora

Más tarde, Borbolla se hizo presente en la funeraria donde velaban al difunto y pudo recoger las impresiones de la viuda, la señora Leticia del Río, quien enlutada de pies a cabeza y con los ojos hinchados por tanto llanto, platicó con el periodista.

-Ella tuvo la culpa –atizó- seguramente, esa mujer presionó a Renán para que fuera a reclamarle a su exmarido. Mi Renán era un hombre muy valiente, pero ella lo cambió por completo. Entre lágrimas, la mujer refirió que contrajo matrimonio con el occiso en la iglesia del Sagrado Corazón, en la colonia Juárez.

-¿Conocía usted personalmente a la señora Elena Leroy? –No, jamás la traté, pero ya ve, las mujeres somos muy intuitivas. Mi marido comenzó a llegar tarde a la casa y sospeché algo…

“El día de su cumpleaños, ella se atrevió a traerle “gallo”. Renán no salió y yo menos, pero me enojé mucho con él. Ese día salí muy temprano a misa y cuando regresé ya no estaba. Se pasó todo el día con ella. Paseaban mucho. No sé de dónde sacaba dinero… sería de ese pobre tonto (se refirió al licenciado Ballina), cómo pudo pasarme esto.

Un pariente de la víctima reconoció lo mujeriego del pintor, además de tener un carácter explosivo y violento.

Y continuó: -Mi primo José Estavané me dijo que esa mujer quiso entrar aquí, en la funeraria, pero se lo impidió. Le reclamó que no fuera a tener la desfachatez de presentarse en el velorio, entonces ella se fue.

En ese momento, se acercó su padre, el señor Pedro del Río y comentó: -Culpable Renán como la señora Elena, pero la única víctima es mi hija y sus seis hijos. ¡Imagínese, ahora cómo van a crecer sin su padre! Pero también hay otras víctimas, señor, los hijos de la señora Elena y de Ballina. Sobre todos ellos caerá el cieno de esta desgracia –culminó triste el hombre.

El pintor registró altos niveles de alcohol en su organismo

Al servicio Médico Forense se presentó un hermano de Renán Gutiérrez Zamora para reclamar el cadáver. Después de la autopsia realizada al difunto, los médicos legistas confirmaron que la víctima registró altos niveles de alcohol, no sólo en la sangre sino hasta en el cerebro y vísceras.

Por su parte, el familiar del fallecido declaró a La Prensa: -Mi hermano era muy reservado con sus asuntos. Yo no sabía nada sobre su relación con la señora Elena. Eso sí, Renán era muy audaz –admitió-. Fue jugador de futbol americano y tenía un carácter muy violento.

Elena Leroy y su vida al lado de Santiago Ballina

Carlos Borbolla partió de la redacción de La Prensa al encuentro con la señora Leroy de la Peña, sabía que aquella mujer tenía mucho que contar y que detrás de su relación con el licenciado Ballina, había muchos detalles interesantes por conocer.

Situados en el departamento de la mujer, en la calle de Villalongín, la atractiva señora Leroy Peña relató minucias de lo que llamó “la verdadera historia de su vida conyugal”.

En principio, aceptó que fue la amante del pintor Renán Gutiérrez Zamora, a quien conoció dos años atrás, en una fiesta que su exmarido organizó en su casa.

La bella mujer comenzó su relato: -Me casé cuando tenía diecisiete años… con ese hombre aparentemente normal, fuimos muy felices durante seis años, sin embargo un desafortunado día, me dijo que le tuviera confianza, que si había amor entre los dos, juntos podíamos aguantar todo e incluso, irnos al infierno. Al inicio no entendí muy bien a lo que se refería, pero muy pronto me daría cuenta.

“Comenzó a llevarme a cabarets de mala muerte donde me obligaba a beber demasiado y después vino lo peor, las drogas. Él compraba cocaína y me presionaba a consumirla. Varias veces peleamos y llegamos a los golpes, porque ya no quería acompañarlo a sus reuniones y tampoco intoxicarme con las drogas.

Vino el divorcio

-Así que exigí a mi marido el divorcio. En un inicio se negó, pero como insistí, me dijo accedería con una condición: que mientras yo no me volviera a casar, me permitiría ver a mis hijos y hasta me daría una pensión de mil 500 pesos al mes. Si yo faltaba a lo pactado, no los volvería a ver. Ingenuamente, yo acepté. Lo que es la ironía de la vida, desde que conocí y tuve relaciones con Renán, me siento tranquila y tan decente. Antes, al lado de Ballina, me sentía la peor de las mujeres. Él es un hombre con muchos contactos e influencia, por eso la sociedad me condena.

Borbolla también cuestionó a la hermosa mujer sobre si tenía conocimiento desde un inicio, de que su amante, Renán Gutiérrez, era casado, a lo cual, Elena contestó que cuando comenzaron a salir no lo sabía porque él se lo ocultó, pero después le confesó que era casado y que tenía seis hijos, pero ella se sentía tan feliz que no le importó esa situación.

Orden de aprehensión contra Ballina, pero éste se volvió a amparar

El día 30 de julio, por la mañana, el abogado de Santiago Ballina, Telesforo Ocampo, presentó una nueva demanda de amparo para su cliente, pues en días pasados, el juez Ramón Franco Romero, de la Quinta Corte Penal, solicitó una orden de aprehensión contra el asesino del pintor Renán Gutiérrez Zamora.

En la exposición de motivos de aquel documento, el señor Ballina argumentó lo siguiente: “Disparé contra el señor Renán por miedo a que me lesionara gravemente y hasta me privara de la vida, pues era joven, corpulento, agresivo y meses atrás, me había amenazado de muerte; en tanto que yo soy casi un anciano, débil, enfermo y en el momento del forcejeo, veía muy poco porque él me tiró los anteojos debido a los golpes que me dio.

“Disparé contra él, porque yo había caído sobre la cama y su agresión contra mí proseguía, además se encontraba ebrio y temí que fuera a atacar a mis hijos. Advierto que mi hija Cristina lo presenció todo”.

En efecto, la declaración de su hija Cristina dio al MP, coincidía con la versión que su padre exponía ante las autoridades. Así que la nueva demanda de amparo del señor Ballina fue concedida por el juez Ángel Gamboa y Cervera, pero con la aclaración, de que el licenciado tenía que presentarse a rendir su declaración ministerial el 10 de agosto y, de ser requerida su detención, se procedería a ello.

¡Se entregó a la justicia Ballina!

A las 10:00 horas, a las afueras de la Quinta Corte Penal de la Penitenciaría, se escucharon los gritos de decenas de curiosos: “¡Es Ballina!” ¡Llegó el asesino!” De un flamante Mercury bajó el hombre que dio muerte al pintor Renán Gutiérrez Zamora.

El secretario del juzgado 13, Pascual Cuéllar González, se encargó de llenar el oficio que decretaba la orden de aprehensión contra el homicida. Al detenido se le pidió mostrar todos sus objetos de valor: llevaba unas mancuernillas, una pluma fuente, sus anteojos, unas pastillas Aldox, para mitigar la acidez y 311 pesos en efectivo.

Se anotó su nombre completo en el libro de ingresos y lo pasaron al registro de huellas dactilares. Ahí, le dieron una boleta con sus datos generales y su número de preso: el 69977. Ballina entregó la boleta al sargento Luis Padilla y se colocó en la rejilla de prácticas, donde se le permitió hablar con los periodistas antes de quedar formalmente preso.

Antes de pronunciar palabra, el licenciado ya se había desbordado en llanto: -Es una cosa horrible. Lo siento más que nada por mi madre, que tiene 86 años, y por mis hijos. Luego, Carlos Borbolla, de La Prensa, intervino: -¿Dónde estuvo escondido? –Me alojé en casa de un amigo que es doctor. Como empecé a tener problemas con la úlcera, me recomendó reposo absoluto, pero sabía que esta pesadilla no iba a terminar nunca, así que decidí dar la cara de una vez.

-Para mí, ya la vida no tiene ningún valor; precisamente, esto vino a ocurrir, el día que mi hija Cristina cumplió 15 años, y al día siguiente era mi onomástico…

-Entonces, Borbolla hace la pregunta acertada: -¿Piensa cambiar su declaración o la ratificará? –Mi declaración fue concisa y no la cambiaré. Sólo omití algunas palabras altisonantes e insultos de mi agresor, pero eso fue lo que pasó –contestó el licenciado, mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo blanco.

De pronto, llamó a su hija Cristina y, a través de las rejas se tomaron las manos. Ballina volvió a pedir perdón a su pequeña, dio media vuelta y se alejó de la rejilla. Los celadores Luis Gutiérrez y Raúl Balderas abrieron la enorme puerta de acero y se oyó un grito estentóreo: -¡Pasa a turno!

El licenciado Ballina pasó frente al comedor de los oficiales y como era día de visita, la orquesta del penal tocaba danzones y varias parejas bailaban alegres. Esa fue la primera imagen que vio el homicida al ingresar a la Peni.

Santiago Ballina bajó de la “julia” y escoltado por seis celadores a las 16:30 horas, en la calle de Ajusco 103, Lomas de Chapultepec, nada más y nada menos que en su domicilio, para la reconstrucción de los hechos, donde asesinó al amante de su exesposa, Elena Leroy de la Peña.

A la diligencia, también acudieron el juez, Franco Romero, su secretario Pascual Cuéllar; el fiscal, Jorge Narváez, los abogados defensores: Telesforo Ocampo y José Franco Serratos y los peritos en balística Ángel Noguera y Alfonso Rodríguez. En pocos minutos, comenzaron la reconstrucción de los hechos y pidieron las autoridades a Ballina, que explicara con lujo de detalles, lo que sucedió la mañana del 25 de julio.

El relato del homicida

El acusado mencionó que se encontraba en su cama, despierto, eran cerca de las 6:45 horas, cuando escuchó voces, así que se levantó y desde la puerta de su cuarto gritó que quién era, a lo cual, contestó la sirvienta Ester Lara, que se trataba de la señora Elena, quien estaba con su hija Cristina en su habitación. Entonces, salió de su recámara y vio a Renán en la sala, fumando:

-Yo me enfadé y le reclamé que estuviera en mi casa, que era un cínico, entonces él me amenazó, me gritó que me iba a matar y comenzó a subir las escaleras. Yo apresuré el paso hacia mi cuarto e intenté tomar el teléfono para llamar a una patrulla, pero me fue imposible, el pintor ya estaba dentro y se me fue encima –explicó Ballina.

-Me tomó por el cuello de la piyama, me zarandeó mientras me ofendía con insultos y después me dio dos golpes en el rostro por lo que se me cayeron los anteojos. Caí de espaldas en la cama y cuando intenté levantarme, fue imposible, Renán se abalanzó sobre mí y comenzó a estrangularme. Sentí mucho miedo. Él era más fuerte que yo. Entonces fue cuando alcancé mi arma que estaba debajo de mi almohada.

-Uno de los peritos intervino. -¿Por qué dormía con un arma bajo su almohada? –Por seguridad señor. Mis hijos viven conmigo y para defenderlos de cualquier ladrón, por eso tenía la pistola conmigo.

-Si no tenía sus anteojos puestos, ¿cómo es que alcanzó a ver dónde le disparó a su rival? –No veo bien sin mis lentes, señor, pero distingo muy bien las siluetas y así fue como me defendí –señaló el homicida, quien empuñó el arma y se colocó en la cama en la manera en cómo sucedió la mañana del crimen.

Los peritos analizaron la postura del señor Ballina y tomaron incluso medidas con un metro y, en efecto, dieron por sentado que en la forma cómo explicó el señor Ballina, coincidía con la trayectoria y alojamiento de las balas en el cuerpo de Renán Gutiérrez.

Quedó en libertad el asesino del pintor

El fiscal Jorge Narváez hizo algunas preguntas al acusado: -¿Aquella mañana intuyó que su exesposa había llegado a su casa con su novio? –No señor, no tuve ni la menor idea. Sólo salí de mi cuarto y lo vi en la sala. La verdad me dio coraje verlo en mi domicilio. -¿Por qué, si el señor Renán lo venía insultando mientras subía las escaleras, no cerró la puerta de su cuarto con seguro? –En ese momento no se me ocurrió más que llamar a la policía, pero mi atacante no me dio ni tiempo, se me vino encima y sentí mucho miedo a que me matara.

Por otra parte, la servidumbre también dio su versión de los hechos. El señor Erasmo Morales Jiménez, chofer y asistente del señor Ballina corroboró lo relatado por su patrón y, agregó que todo sucedió tan rápido, que no tuvo tiempo de ayudar al licenciado Ballina. La señora Ester Lara, comentó que cuando les abrió la puerta a la señora Elena y a Renán, trató de impedir que éste ingresara, pero que él la empujó y se metió por la fuerza.

A la diligencia no acudió la señora Elena Leroy, implicada en el caso como testigo de cargo. Su abogado argumentó que la señora se encontraba mal de salud, que todo lo ocurrido la estaba afectando seriamente, pero que acudiría al siguiente día a ratificar su declaración ministerial.

Elena se presentó en el juzgado

En efecto, la señora Elena Leroy Peña acudió al día siguiente al Juzgado 13 de la Quinta Corte Penal. Durante la diligencia, se mostró muy parca y hermética, sólo se enfocó a señalar que su novio, el pintor Renán, jamás tuvo intenciones de matar a su exmarido. Por ello, tampoco vio mal llevarlo a su casa y que nunca se imaginó que todo terminaría en una desgracia. Señaló que fue lo más clara con sus hijos, a quienes confesó que dejaba a su padre por el mal trato que le dio los últimos años de casados. Que al lado de su novio, se sentía muy feliz.

Respecto a lo relacionado con los trágicos hechos, relató que nunca vio cómo se realizaron los disparos, pues se encontraba en la habitación de su hija Cristina, mostrándole un cuadro que le llevaron como regalo de cumpleaños. Tampoco escuchó las amenazas que, según Ballina, el pintor le profirió. Lo único que vio, fue pasar a su amante hacia la recámara del licenciado y después, a Renán en el suelo, herido de muerte.

Por su parte, detrás de la reja de prácticas, Ballina le gritaba que era una mentirosa. Dio a entender que lo llevó para provocarlo y que la única culpable de la tragedia era ella.

Los jueces no lo pensaron demasiado

Al siguiente día, por la mañana, Santiago González Gascón Ballina fue citado a la rejilla de prácticas de nuevo, tanto él como sus abogados esperaban el auto de formal prisión y después una sentencia en su contra.

Pero cuál fue su sorpresa, al ver que le entregaban su boleta de salida para firmarla. Luego, el juez Franco Romero leyó frente a él y sus abogados el veredicto:

-Según la relación de constancias que aquí se desprenden y después de ser estudiado el caso por los magistrados, se determinó que el acusado, Santiago González Gascón Ballina, obró en defensa de su integridad y repeliendo una agresión que ponía en peligro su vida, por parte del difunto Renán Gutiérrez Zamora.

“Tal veredicto se basa en la reconstrucción de hechos y en los estudios de balística, así como en las declaraciones de los testigos. Sin embargo, se considera que la agresión del señor Ballina fue excesiva, porque con el primer disparo, su rival ya se encontraba impedido, a pesar de que arremetió en su contra nuevamente. Por lo cual, se le aplicará al acusado los artículos 18, 19 y 21 constitucional, que señalan que alcanza su libertad mediante una fianza, la cual, se estipuló en 20 mil pesos mexicanos.

La madre del occiso se vuelca contra el homicida

Al terminar de darse lectura a la resolución judicial, la madre del pintor increpó a Ballina: -¡Usted saldrá bajo fianza, pero lo pagarán los hijos de usted y no se escapará de la justicia de Dios! Luego, alguien le dijo que el licenciado prometió ayudar a los huérfanos de Renán, pero ella arremetió: -A mí no me reparan el daño ni con cien millones. Antes pediré limosna que aceptar dinero suyo.

Por último, también opinó sobre Elena Leroy: -Esa mujer sin conciencia tendrá que pagarlo, también es culpable porque ella lo llevó a su casa. Ahora resulta que ninguno de los dos recibirá un castigo. ¡Ella envolvió a mi hijo y él me lo mató!

Mientras se terminaba de hacer el papeleo, Ballina fue a recoger sus cosas a la celda 2, de la crujía en turno. Llegaron varias amistades suyas, quienes lo esperaban afuera.

A las 11.10 horas, Ballina entregó su boleta de salida con el número 1040/56, al vigilante José Velasco, quien gritó:

-¡Sale uno, libre!

A las puertas de la Penitenciaría, Ballina abordó el auto Chevrolet Bel-Air, de su cuñado Antonio Irueste Germán y se alejaron de Lecumberri, justo a las 72 horas de que ingresó.

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