/ miércoles 19 de agosto de 2020

¿Y dónde quedó la pandemia?

Este mes de agosto, es cuando finalmente llegamos al pico de la pandemia en México. Nos llevó más de 5 meses empezar con la famosa bajada de la curva en contagios y fallecimientos, y vaya que el saldo es sumamente doloroso.

Más allá de porcentajes, de debates estériles o de oportunismo político, se siente muy feo ver esos videos en que aparecen las tendencias del COVID-19 a nivel mundial, y como particularmente en junio y julio, México fue escalando rápidamente posiciones para llegar a más de 50,000 fallecimientos este mes, ocupando el triste 3er lugar, solo superado por Brasil y Estados Unidos.

Y duele más, porque a inicios de este 2020 parece que veíamos de lejos lo que sucedía en Italia y España, y tuvimos la oportunidad para evitar tantos fallecimientos, pero esto no se logró. Y la responsabilidad no es exclusiva (aunque si la hay) del gobierno, sino de todos. Particularmente de aquellos que sin necesidad de salir, no guardaron la cuarentena y contagiaron a muchísima gente, miles sin saber que eran positivos de esta mortal enfermedad.

Si la subida fue brutal, no se descuide en la bajada, porque es donde también se dan las mayores tragedias. Tan sólo ver las multitudes que se juntaron este fin de semana, en colonias de alto contagio, donde se aplicaron los exámenes de admisión para ingresar a la prepa. Las imágenes mostraban cientos de personas sin guardar la sana distancia, y sin la necesidad real de estar ahí. Vamos a ver cómo nos va en 15 días.

Pero los peores, son quienes ya están armando la fiesta a todo lo que da. Bares abiertos clandestinamente, reuniones sociales, borracheras, festejos en muchos lugares de la Ciudad de México. Para ellos no hay crisis económica, y tampoco luto por los que perdieron algún familiar, amistad o ser querido. No se trata de ser aguafiestas, pero si mayor sensibilidad por quienes lo están perdiendo todo. Y más, porque lo difícil de la recuperación apenas comienza.

Secuelas en la salud, en lo emocional, y principalmente, en la economía. Agarre fuerzas, porque hay que echarle ganas.

Este mes de agosto, es cuando finalmente llegamos al pico de la pandemia en México. Nos llevó más de 5 meses empezar con la famosa bajada de la curva en contagios y fallecimientos, y vaya que el saldo es sumamente doloroso.

Más allá de porcentajes, de debates estériles o de oportunismo político, se siente muy feo ver esos videos en que aparecen las tendencias del COVID-19 a nivel mundial, y como particularmente en junio y julio, México fue escalando rápidamente posiciones para llegar a más de 50,000 fallecimientos este mes, ocupando el triste 3er lugar, solo superado por Brasil y Estados Unidos.

Y duele más, porque a inicios de este 2020 parece que veíamos de lejos lo que sucedía en Italia y España, y tuvimos la oportunidad para evitar tantos fallecimientos, pero esto no se logró. Y la responsabilidad no es exclusiva (aunque si la hay) del gobierno, sino de todos. Particularmente de aquellos que sin necesidad de salir, no guardaron la cuarentena y contagiaron a muchísima gente, miles sin saber que eran positivos de esta mortal enfermedad.

Si la subida fue brutal, no se descuide en la bajada, porque es donde también se dan las mayores tragedias. Tan sólo ver las multitudes que se juntaron este fin de semana, en colonias de alto contagio, donde se aplicaron los exámenes de admisión para ingresar a la prepa. Las imágenes mostraban cientos de personas sin guardar la sana distancia, y sin la necesidad real de estar ahí. Vamos a ver cómo nos va en 15 días.

Pero los peores, son quienes ya están armando la fiesta a todo lo que da. Bares abiertos clandestinamente, reuniones sociales, borracheras, festejos en muchos lugares de la Ciudad de México. Para ellos no hay crisis económica, y tampoco luto por los que perdieron algún familiar, amistad o ser querido. No se trata de ser aguafiestas, pero si mayor sensibilidad por quienes lo están perdiendo todo. Y más, porque lo difícil de la recuperación apenas comienza.

Secuelas en la salud, en lo emocional, y principalmente, en la economía. Agarre fuerzas, porque hay que echarle ganas.