/ miércoles 16 de octubre de 2019

Riesgo de perredización en MORENA (1ª parte)

Me tocó estar muy cerca de la cúpula del PRD durante 15 años, tiempo en el que estuve afiliado hasta mi renuncia en el 2011. Vi de cerca los primeros gobiernos de “izquierda” ganados -estatales y municipales- así como triunfos en el Senado y Cámara de Diputados en 1997, cuando se ganó la Ciudad de México y por primera vez una fuerza significativa en el Congreso.

Todo ello bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia del partido, pero parece que esos triunfos no fueron suficientes para detener la guerra fratricida que se dio desde 1999, cuando en sus elecciones internas, desde entonces acusaron un cochinero y tuvieron que anularse, para dar paso a una dirección nacional de nacimiento dividida.

Aún con todo ello, vinieron más triunfos, provenientes de escisiones priistas, y que al interior del partido generaban siempre controversia entre puristas y pragmáticos. Ganó el pragmatismo, y más gobiernos desde entonces, cuando AMLO era ya Jefe de Gobierno.

Sin embargo, no cesaban los escándalos; en el 2000 se dio la 1ª sacudida –que ya casi nadie recuerda- con la expulsión de Porfirio Muñoz Ledo del PRD por contender a la Presidencia de la República por otras siglas, y, mucho más recordado, los llamados excesos de Rosario Robles durante su paso como Secretaria de Gobierno en la Ciudad de México y posteriormente como Presidenta Nacional del partido, con un duro cuestionamiento en las finanzas que manejaba José Ramón Zebadúa (amparado por cierto en estas fechas) y que junto con el escándalo por todos conocido orilló a su renuncia al PRD en el 2004.

Después, vino el llamado fraude electoral del 2006 contra Andrés Manuel López Obrador, que nuevamente en este fratricidio constante, acusaba de traiciones importantes dentro del mismo PRD que supuestamente habrían apoyado a Felipe Calderón en ese entonces.

Hago este recuento, para que nadie se extrañe de lo que está viviendo esta semana MORENA, y que continuaré explicando en esta columna la siguiente semana, ¡hasta entonces!

Me tocó estar muy cerca de la cúpula del PRD durante 15 años, tiempo en el que estuve afiliado hasta mi renuncia en el 2011. Vi de cerca los primeros gobiernos de “izquierda” ganados -estatales y municipales- así como triunfos en el Senado y Cámara de Diputados en 1997, cuando se ganó la Ciudad de México y por primera vez una fuerza significativa en el Congreso.

Todo ello bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia del partido, pero parece que esos triunfos no fueron suficientes para detener la guerra fratricida que se dio desde 1999, cuando en sus elecciones internas, desde entonces acusaron un cochinero y tuvieron que anularse, para dar paso a una dirección nacional de nacimiento dividida.

Aún con todo ello, vinieron más triunfos, provenientes de escisiones priistas, y que al interior del partido generaban siempre controversia entre puristas y pragmáticos. Ganó el pragmatismo, y más gobiernos desde entonces, cuando AMLO era ya Jefe de Gobierno.

Sin embargo, no cesaban los escándalos; en el 2000 se dio la 1ª sacudida –que ya casi nadie recuerda- con la expulsión de Porfirio Muñoz Ledo del PRD por contender a la Presidencia de la República por otras siglas, y, mucho más recordado, los llamados excesos de Rosario Robles durante su paso como Secretaria de Gobierno en la Ciudad de México y posteriormente como Presidenta Nacional del partido, con un duro cuestionamiento en las finanzas que manejaba José Ramón Zebadúa (amparado por cierto en estas fechas) y que junto con el escándalo por todos conocido orilló a su renuncia al PRD en el 2004.

Después, vino el llamado fraude electoral del 2006 contra Andrés Manuel López Obrador, que nuevamente en este fratricidio constante, acusaba de traiciones importantes dentro del mismo PRD que supuestamente habrían apoyado a Felipe Calderón en ese entonces.

Hago este recuento, para que nadie se extrañe de lo que está viviendo esta semana MORENA, y que continuaré explicando en esta columna la siguiente semana, ¡hasta entonces!