/ domingo 4 de agosto de 2019

Bolero Santanero

¿En dónde están los bohemios del amor y el desamor? No están en la iglesia, ni en la sociedad, ni en la universidad. Siguen estando en la noche, en el aroma de las copas y en aquella zona prohibida en la que sólo pueden darse cita los amantes, el desengaño, el despecho y la pena. El fondo musical es irreemplazable: piano, contrabajo, percusiones, tres trompetas en perfecta armonía y cuatro voces que seducen, cada una con una misión interpretativa distinta. Matices ilusorios que conectan a un sólo cauce: El Bolero.

Legatario del arte ejemplar de la cubanísima Sonora Matancera, el maestro Carlos Colorado, originario de Santa Ana, Tabasco, desde adolescente se vio hechizado por el son y los ritmos afroantillanos mientras estudiaba música como dictaba la tradición familiar; pero fue el Bolero, ese gran corruptor de mayores, el género que marcó el fondo musical de las Américas en el siglo XX, acaparando desde siempre la fascinación de quien se convertiría, a la postre, en el creador de un sonido influenciado por la tradición cultural del Caribe que identifica nuestra genética citadina en las crónicas de sus barrios, en el pasaje popular que navegó entre la festividad y la nostalgia propia del romanticismo.

A partir del surgimiento del ensamble hasta hoy conocido como La Sonora Santanera, no sólo se popularizaron un sinnúmero de canciones entre las cuales destacan ritmos como el chachachá, la guaracha y el son, también dicha agrupación nos regaló maravillosas obras originales en el marco esplendoroso del Bolero, destacando las obras de compositores como Homero Aguilar, autor de éxitos como ”Mi razón”, ”El Nido”, ”Mi Adiós” o ”Ya te conocí”; Carlos Lico, creador de ”La Boa” y ”Cantinero” o el mismo Carlos Colorado en canciones como el bolero-chá “Y me quedé sin ti”.

También la Santanera nos regaló luminosas versiones de boleros de compositores de tradición tales como José Dolores Quiñones “Los aretes de la Luna”; Tito Mendoza “Luces de Nueva York”; Alberto Videz “Fruto robado” y “Amor de Cabaret”; Agustín Martínez “De mil maneras”; Federico Baena “Que te vaya bien”; Rafael Hernández “Perfume de Gardenias” o Agustín Lara, a quien dedicaron un álbum entero en donde destacan títulos como “Aventurera”, “Naufragio”, “Pecadora”, “Solamente una vez”, “Imposible” y “Estoy pensando en ti”, una de las últimas creaciones del flaco de Tlacotalpan.

Cada voz, una emoción

Inicialmente fueron tres cantantes los solistas fundadores de esta internacional agrupación: José Bustos, quien se distinguió por enarbolar la bandera del canto jovial y festivo de la alegría hecha rumba, baile y canción; Silvestre Mercado, voz de arrabal y madrugadas que nos dejó en claro que los humos del alcohol y el delirio entre botellas son el antídoto perfecto al mal de amor al compás del verso encendido para cualquier corazón y Andrés Terrones, la voz que evocó momentos de recuerdos y añoranzas de aquel cariño que no se alcanza. Posteriormente se integró Pepe Bustos como la voz que revivió ratos de romance y de nostalgia con perfume y fragancia inigualables.

Terciopelo y luz neón

No hay circunstancia más completa que envuelva todos estos ingredientes que aquella en la que se dan cita la voz, la ebriedad y el desencanto. Esta es la verdadera cortina dramática y trágica del Bolero santanero y sus voces cuyo único proscenio es el teatro de revista, la cantina, la ficha, el arrabal, el cielo tropical, el cabaret, la costa o las palmeras nocturnas.

Actualmente, una de las más solemnes y respetuosas expresiones de esta tradición permanece viva gracias al maestro Gildardo Zárate, trompetista principal, arreglista, compositor y director de la Auténtica Santanera, a quienes hoy rendimos sagrado homenaje a través de esos boleros que hoy siguen guiándonos en el sendero de nuestra vida bohemia.

No podemos hablar de los próceres del bolero de rompe y razga como fríos tratadistas que contemplan el espectáculo de la barbarie sentimental desde el palco dorado en el que se escuchan canciones modernas sin alma, sin copas y sin fumar; porque el cigarrillo, el licor y la noche han escrito esta historia del corazón desamparado del ser humano con el fondo musical del Bolero santanero.

Encendamos, lectores míos, las luces mortecinas en un bar de alguna esquina, sitio de hombres, tabaco y alcohol; hogar verdadero de la bohemia y de la tristeza convertida en canción en el que asistimos a esa serenata interminable que nos aguza la pena que no hace más que recrear la tragedia del desencuentro y el fracaso sentimental, cuyo eco las trompetas y la voz repiten en busca del amanecer, única frontera de la separación definitiva entre la felicidad y el deber.

Una cita bolerística

México es Santanero y su Bolero está vivo hoy, aquí y ahora. El Festival Mundial del Bolero en su cuarta edición reunirá a más de 60 intérpretes nacionales y extranjeros, reconociendo a la Santanera este domingo 25 de agosto a las 19 horas en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”.

¡Ni una línea más!

¿En dónde están los bohemios del amor y el desamor? No están en la iglesia, ni en la sociedad, ni en la universidad. Siguen estando en la noche, en el aroma de las copas y en aquella zona prohibida en la que sólo pueden darse cita los amantes, el desengaño, el despecho y la pena. El fondo musical es irreemplazable: piano, contrabajo, percusiones, tres trompetas en perfecta armonía y cuatro voces que seducen, cada una con una misión interpretativa distinta. Matices ilusorios que conectan a un sólo cauce: El Bolero.

Legatario del arte ejemplar de la cubanísima Sonora Matancera, el maestro Carlos Colorado, originario de Santa Ana, Tabasco, desde adolescente se vio hechizado por el son y los ritmos afroantillanos mientras estudiaba música como dictaba la tradición familiar; pero fue el Bolero, ese gran corruptor de mayores, el género que marcó el fondo musical de las Américas en el siglo XX, acaparando desde siempre la fascinación de quien se convertiría, a la postre, en el creador de un sonido influenciado por la tradición cultural del Caribe que identifica nuestra genética citadina en las crónicas de sus barrios, en el pasaje popular que navegó entre la festividad y la nostalgia propia del romanticismo.

A partir del surgimiento del ensamble hasta hoy conocido como La Sonora Santanera, no sólo se popularizaron un sinnúmero de canciones entre las cuales destacan ritmos como el chachachá, la guaracha y el son, también dicha agrupación nos regaló maravillosas obras originales en el marco esplendoroso del Bolero, destacando las obras de compositores como Homero Aguilar, autor de éxitos como ”Mi razón”, ”El Nido”, ”Mi Adiós” o ”Ya te conocí”; Carlos Lico, creador de ”La Boa” y ”Cantinero” o el mismo Carlos Colorado en canciones como el bolero-chá “Y me quedé sin ti”.

También la Santanera nos regaló luminosas versiones de boleros de compositores de tradición tales como José Dolores Quiñones “Los aretes de la Luna”; Tito Mendoza “Luces de Nueva York”; Alberto Videz “Fruto robado” y “Amor de Cabaret”; Agustín Martínez “De mil maneras”; Federico Baena “Que te vaya bien”; Rafael Hernández “Perfume de Gardenias” o Agustín Lara, a quien dedicaron un álbum entero en donde destacan títulos como “Aventurera”, “Naufragio”, “Pecadora”, “Solamente una vez”, “Imposible” y “Estoy pensando en ti”, una de las últimas creaciones del flaco de Tlacotalpan.

Cada voz, una emoción

Inicialmente fueron tres cantantes los solistas fundadores de esta internacional agrupación: José Bustos, quien se distinguió por enarbolar la bandera del canto jovial y festivo de la alegría hecha rumba, baile y canción; Silvestre Mercado, voz de arrabal y madrugadas que nos dejó en claro que los humos del alcohol y el delirio entre botellas son el antídoto perfecto al mal de amor al compás del verso encendido para cualquier corazón y Andrés Terrones, la voz que evocó momentos de recuerdos y añoranzas de aquel cariño que no se alcanza. Posteriormente se integró Pepe Bustos como la voz que revivió ratos de romance y de nostalgia con perfume y fragancia inigualables.

Terciopelo y luz neón

No hay circunstancia más completa que envuelva todos estos ingredientes que aquella en la que se dan cita la voz, la ebriedad y el desencanto. Esta es la verdadera cortina dramática y trágica del Bolero santanero y sus voces cuyo único proscenio es el teatro de revista, la cantina, la ficha, el arrabal, el cielo tropical, el cabaret, la costa o las palmeras nocturnas.

Actualmente, una de las más solemnes y respetuosas expresiones de esta tradición permanece viva gracias al maestro Gildardo Zárate, trompetista principal, arreglista, compositor y director de la Auténtica Santanera, a quienes hoy rendimos sagrado homenaje a través de esos boleros que hoy siguen guiándonos en el sendero de nuestra vida bohemia.

No podemos hablar de los próceres del bolero de rompe y razga como fríos tratadistas que contemplan el espectáculo de la barbarie sentimental desde el palco dorado en el que se escuchan canciones modernas sin alma, sin copas y sin fumar; porque el cigarrillo, el licor y la noche han escrito esta historia del corazón desamparado del ser humano con el fondo musical del Bolero santanero.

Encendamos, lectores míos, las luces mortecinas en un bar de alguna esquina, sitio de hombres, tabaco y alcohol; hogar verdadero de la bohemia y de la tristeza convertida en canción en el que asistimos a esa serenata interminable que nos aguza la pena que no hace más que recrear la tragedia del desencuentro y el fracaso sentimental, cuyo eco las trompetas y la voz repiten en busca del amanecer, única frontera de la separación definitiva entre la felicidad y el deber.

Una cita bolerística

México es Santanero y su Bolero está vivo hoy, aquí y ahora. El Festival Mundial del Bolero en su cuarta edición reunirá a más de 60 intérpretes nacionales y extranjeros, reconociendo a la Santanera este domingo 25 de agosto a las 19 horas en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”.

¡Ni una línea más!