Los organilleros, músicos, lustradores de calzado, artesanos, vendedores de revistas atrasadas, fotógrafos, ambulantes y tianguistas, son parte del paisaje urbano de la Ciudad de México, pese a que han pasado meses muy complicados por la pandemia del Covid-19, luchan para sobrevivir… agonizan, pero no mueren.
Forman parte de los dos millones de trabajadores no asalariados, sin ingresos fijos ni prestaciones, inmersos en la economía informal, de esta ciudad.
Estos miles de mexicanos que laboran en oficios y artes, mediante sus organizaciones correspondientes, así como los independientes exigen se les incluya en la legislación secundaria de la Ley de Trabajo no Asalariado de la capital mexicana.
“Que se marque la diferencia entre trabajadores asalariados y comerciantes, que se defiendan sus lugares de trabajo autorizados, donde han ejercido sus oficios y artes tradicionalmente.
“Se deben mantener vivos los oficios y artes que forman parte de la cultura de la ciudad de México”, comentaron representantes de esos grupos de trabajadores no asalariados entrevistados por La Prensa.
Para Tania Espinosa Sánchez, coordinadora para la CDMX de WIEGO, el Congreso Local adeuda Ley de trabajadores no asalariados. Se debe examinar su derecho y reconocimiento al trabajo informal en la Ciudad de México que está en la Constitución de la CDMX, pero falta que sea una realidad.
Recordó que los congresistas discutieron hace un año la iniciativa para garantizar seguro y vivienda a los trabajadores, así como delimitar las zonas de comercio, pero nada de éstas se han consolidado, ni hay ningún avance.
La ley con la que la Ciudad de México otorgará a trabajadores no asalariados seguridad social y les delimita las zonas de comercio no se ha consolidado a pesar de que el Congreso local acumula 12 iniciativas para crearla.
A la fecha, han presentado 12 propuestas, pero no hay avances, pese a que la Constitución de la Ciudad de México lo señala.
Todos los oficios que se desarrollan en el espacio público se consideran trabajo no asalariado porque así lo reconoce la Constitución local. Y representan más de la mitad de la fuerza económica de esta ciudad.
La activista precisó que, a la fecha, sólo existe un reglamento, no actualizado, que establece un listado de quiénes son estos trabajadores, pero la Ley que se apruebe debe rebasarlo para dar mayor certidumbre jurídica a casi a dos millones de personas, que se incluyen en el trabajo informal.
Los trabajadores no asalariados no tienen un patrón, ofrece un servicio. De acuerdo al Reglamento que los rige, menciona que se clasifican como fijos, semifijos y ambulantes.
En tanto que los trabajadores filarmónicos, trovadores, aseadores de calzado, ambulantes, fotógrafos de instantáneas y artistas de la vía pública no podrán desarrollar sus actividades en las zonas remodeladas excepto durante las fiestas navideñas y patrias, (aunque no se cumple a cabalidad).
Tampoco el hecho de que no podrán ejercer su oficio los trabajadores no asalariados en los prados, camellones, en el interior de las estaciones del metro y de los mercados; en autobuses, tranvías y trenes, en accesos a los espectáculos públicos, entradas a los estacionamientos de automóviles, enfrente de hospitales, clínicas, escuelas y otros lugares similares que determine la Dirección de Trabajo y Previsión Social.
El número de personas que se dedican a trabajo no asalariado es de 2 millones, por lo tanto, los espacios públicos están rebasados y no se respeta el artículo 5 del citado reglamento.
El artículo 8 cita que los no asalariados están obligados a mantener limpios los lugares en que realicen sus labores, por lo que deben evitar que en ellos queden desechos, desperdicios o cualquier otra clase de substancias derivadas de las actividades que les son propias, lo cual no se respeta.
El artículo 3 del Reglamento incluye a aseadores de calzado; estibadores, maniobristas y clasificadores de frutas y legumbres; mariachis; músicos, trovadores y cantantes; organilleros; artistas de la vía pública.
Plomeros, hojalateros, afiladores y reparadores de carrocerías; fotógrafos, mecanógrafos y peluqueros; albañiles; reparadores de calzado; pintores. Trabajadores auxiliares de los panteones; cuidadores y lavadores de vehículos; compradores de objetos varios, ayateros; y vendedores de billetes de lotería, de publicaciones y revistas atrasadas.
Tianguistas
Arturo Granados Frías, dirigente de la Unión de Comerciantes y Tianguistas no Asalariados, precisó que de acuerdo a la Secretaría de Desarrollo Económico son 200 mil las personas que se dedican a esta actividad, pero la realidad es que son muchos más.
En entrevista con La Prensa aseguró que no se han recuperado, padecen por los bajos ingresos, las bajas ventas, ya por la inflación los productos perecederos como el jitomate, la cebolla, chiles, manzanas, papas cuestan más caros
“Otras cosa que complica a este sector es que los comerciantes no tienen dinero para surtir, se han endeudado, deben rentas, servicios como la luz. Viven al día en su trabajos y actividades, “nosotros podemos dar testimonio de lo mal que la estamos pasando los trabajadores no asalariados”.
De acuerdo al líder de estos comerciantes: “no han recibido apoyos del gobierno local, a los integrantes de la Unión de Comerciantes y Tianguistas no Asalariados. Ingresamos más de 700 solicitudes para adquirir esos préstamos y no nos llegó ni el 1%”.
En varias zonas de la Ciudad de México, los restringieron al 100%, durante 2 meses, sin darles la oportunidad sin hacer comercio ni apoyos.
Este grupo de trabajadores no asalariados afirmó: “queremos trabajar, que nos den las licencias y permisos; esperan que el gobierno local no vuelva a cerrar nuevamente por la pandemia, ya que realizamos nuestra actividad al aire libre, atienden con responsabilidad los protocolos sanitarios”.
No a los estigmas por ocupar la vía pública
Vendedores ambulantes en el centro Histórico lamentan que se hable de los comerciantes o los trabajadores no asalariados, que tienen la necesidad de ocupar el espacio público con estigmas y discriminación hacia su trabajo y su actividad comercial.
Su presencia en el espacio público es histórica, pero ahora con la llegada del Covid-19 se agudizó su situación económica vino a desnudar las necesidades de estos sectores de la población que representan 2 millones de personas en la capital mexicana.
Aseadores de calzado
Víctor Miguel Pérez Serrano, secretario General de la Unión de Aseadores de Calzado de la CDMX, comentó que frente a la crisis económica derivada por la pandemia los trabajadores no asalariados “se endeudaron han tenido que marcharse a sus pueblos ante la falta de trabajo y se han tenido que endeudar para pagar su renta.
Es cierto que regresamos a trabajar, pero mucha gente no ha regresado, “nosotros dependemos de oficinistas, pero hay mucha gente que todavía no ha vuelto a las oficinas y no podemos recuperarnos económicamente”.
“A la fecha, apenas las vamos librando ya que muchos boleros sólo hacen 4 o 5 (100 pesos al día) boleadas al día, y antes de la pandemia hacían entre 10 y 12 (cerca de 250 pesos, lo cual les alcanzaba para llevar dinero a sus familias”.
Además, denunció que la Secretaría del Trabajo local les ha puesto demasiadas trabas para tramitar sus licencias de trabajo nuevas o resellos hay mucho burocratismo. No reconoce a las 8 uniones ni a los representantes de más de 5 mil boleros que laboran en la capital mexicana.
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Organilleros: acervo cultural de la CDMX
Luis Román Dichi Lara, secretario general de la Unión de Organilleros de México, dijo que están pasando una situación muy complicada ya que por la pandemia tienen poco trabajo.
Su organización está integrada por 372 socios, entre quienes hay mujeres, hombres y personas de la comunidad gay, pero también hay organilleros independientes o libres que no se quieren registrar.
Explicó que los organillos (instrumentos) tienen registrados 214, los cuales se alquilan por algunos socios o bien varios son los dueños.
El líder de los organilleros platicó que sus ganancias siempre son muy variadas, ya que influye todo, si es quincena, si hay gente, si es puente, estación del año, ánimo del público, el clima…pero en un día bueno, pueden ser hasta 500 pesos o hasta 800.
Con un organillo trabajan tres personas, uno es el que toca y los otros son los que piden la cooperación. Por lo que deben sacar la renta del instrumento (la cual oscila entre 80 y 200 pesos según el dueño y el estado del organillo), traslados, comida de los tres y regresar a la bodega, donde también pagan.
Piden al gobierno local que los dejen trabajar y se les considere como parte cultural del acervo de la ciudad de México, que son de las pocas que quedan.
Es importante recordar que los primeros organillos llegaron a México en 1880 durante la época de Porfirio Díaz. Llegaron algunas familias inmigrantes alemanes al país, entre ellos los dueños de la casa de instrumentos musicales Wagner y Levien.
Esta familia era conocida por su reconocida marca de pianos, pero no solo tenía estos instrumentos, ya que también trajo los organillos, los cuales solían rentar a personas que querían ganar un poco de dinero si se ponían a tocarlo en las calles.
Fue Pomposo Gaona el que se encargó de adquirir más de 200 organillos para continuar con la tradición en México. Es aquí donde se agregaron algunas melodías mexicanas, indicó el representante de estos trabajadores.
La caja musical llega a pesar entre 30 a 50 kilogramos, mismos que deben soportar los organilleros para poder recorrer las calles del Centro Histórico.
Don Pascual un trabajador del Centro Histórico platicó que durante la época de la Revolución Mexicana, la tradición del organillo logró sobrevivir luego de que Pancho Villa integrara en su pelotón a un organillero para levantar el ánimo.
Ello explica que el uniforme de los organilleros es color beige o caqui, similar al de los soldados de la Revolución Mexicana.
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