/ lunes 6 de diciembre de 2021

Apretó el hambre a informales en lo más álgido de pandemia

La informalidad ha sido la válvula de escape para contener la enorme demanda de empleo que requiere la población

De los 4.4 millones de personas que integran la población económicamente activa, en la Ciudad de México, casi la mitad de la población se encuentra en la informalidad y es de los sectores más afectados por la pandemia por el Covid-19.

Cifras del INEGI detallan que la informalidad en la capital mexicana es de 47.1%, es decir, cerca de 2 millones de trabajadores no asalariados y comerciantes integran este sector que invade las calles, cruceros, entradas del Metro, talleres no registrados y otras economías subterráneas.

Aunque oficialmente hay alrededor de 100,000 comerciantes registrados ante el Sistema de Comercio en Vía Pública (Siscovip), la herramienta que usan las alcaldías para integrar el padrón de comerciantes en la Ciudad de México.

La informalidad ha sido la válvula de escape para contener la enorme demanda de empleo que requiere la población, y con su creatividad las personas han buscado opciones para tener un ingreso diario.

A inicios de la pandemia, en abril de 2020, el 64% de las personas trabajadoras no asalariadas, el 55% de las trabajadoras del hogar y el 48% de las personas comerciantes en tianguis no pudieron trabajar.

La reducción de ingresos, afectó la seguridad alimentaria, por lo que el 24% asegura haber pasado hambre por falta de ingresos entre junio y agosto del 2020.

Sólo el 15% del total mencionó haber recibido algún tipo de ayuda alimentaria por parte del gobierno en respuesta a la crisis por el Covid-19, revela el estudio “Esenciales pero excluidos: Impactos persistentes y una agenda para la recuperación. Hallazgos del Estudio del Impacto de la crisis Covid-19 y recomendaciones”, que presentó Tania Espinosa Sánchez, coordinadora para la CDMX de Wiego.

Foto: Rogelio Tinoco| La Prensa

En el panorama capitalino podemos ver a miles de personas que laboran en la informalidad como son los músicos, mariachis, organilleros, tianguistas, vendedores ambulantes, aseadores de calzado, artesanos, fotógrafos de ceremonias, trovadores, empleadas del hogar y voluntarios del servicio de limpia.

Estos sectores aseguran que han sido excluidos de la reactivación económica de la capital. Por lo que ahora demandan que los dejen vender en la vía pública y los que necesitan permisos, se les reactiven, como es el caso de los aseadores de calzado.

El estudio de Wiego cita que los obstáculos para trabajar variaron dependiendo del grupo ocupacional: desde despidos por parte de personas empleadoras a restricciones del gobierno para laborar en el espacio público.

Esta coyuntura tuvo un impacto en los ingresos de tal forma que el 91% de las personas encuestadas mencionó que el ingreso de su hogar había disminuido. Entre ellas, un 15% reportó no haber tenido ningún ingreso en su hogar en el mes anterior.

Por su parte, el académico de la UAM, Eduardo Ramírez Cedillo del aseguró que la informalidad en México es un elemento que contribuye a una recaudación tributaria baja y evidencia los males de la sociedad y la fragilidad de quienes están en esa condición.

Además, la pandemia por Covid-19 ha venido a evidenciar que en cada crisis económica es muy factible que se incremente el número de empleos y actividades informales.

“Es una condición asimétrica porque en la crisis crece la informalidad pero cuando vamos hacia la recuperación no avanzamos en disminuir o no llegamos ni siquiera al mismo nivel de informalidad que teníamos y en la pandemia nos dimos cuenta de la fragilidad que viven muchas personas que están en este ámbito”, resaltó el investigador.

La mayoría de estos trabajadores enfrentan severos problemas económicos porque no los dejaron vender en la vía pública, porque resultaron los más afectados durante las etapas más complicadas del Covid-19.

Este sector de la población tuvo que dejar de trabajar algunos días en la vía pública, lo cual impactó gravemente en sus ingresos, los cuales no se han recuperado. Muchos fueron despedidos, o les impusieron descansos involuntarios o no los volvieron a contratar.

Foto: Rogelio Tinoco | La Prensa

Los que venden en la calle, enfrentaron la falta de clientes, aumentos en los precios de las materias primas, o bajas en los precios de venta”.

En el caso de las personas no asalariadas, los ingresos cayeron un 35% y las personas voluntarias en el servicio de limpia de la CDMX 27% en comparación de febrero del 2020.

Ello lo argumenta el estudio “Esenciales pero excluidos: Impactos persistentes y una agenda para la recuperación.

Sobre el tema, Tania Espinosa Sánchez resaltó que en la capital el 50% de la población activa forma parte de la economía informal; falta apoyo del Gobierno para este sector, algunos de trabajar 5 días a la semana, ahora trabajan 2 días y con una ganancia de $200 a nulos ingresos al día.

De acuerdo con los resultados, el 71% dijo que durante la pandemia se habían saltado una comida por falta de recursos económicos, 73 por ciento usó los ahorros que tenían para alimentar a la familia, 68 por ciento pidió prestado a familiares o algunas dependencias, 86 por ciento se endeudó y el 95 por ciento aún no puede reponerlos.

Arturo Granados, secretario general de la Unión de Comerciantes y Tianguistas “Néstor García Rivera”; Víctor Manuel Pérez, secretario general de la Unión de Aseadores de Calzado de la CDMX; Nadia Sierra Campos, 5ta visitadora de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX; María Isidra Llanos, secretaria general colegiada de SINACTRAHO; y Patricia Ángeles, voluntaria del servicio público de limpia de la CDMX, dieron testimonio de su grave situación económica por la pandemia y las pocas opciones que tuvieron para expender sus artículos o prestar sus servicios.

La funcionaria de WIEGO ejemplificó que las trabajadoras del hogar pasaron de ganar 350 a 300 pesos diarios; las voluntarias del servicio de limpia pasaron de 225 pesos a 165 pesos diarios. Las personas no asalariadas pasaron de 208 a 135 pesos. Los comerciantes de tianguis, también bajaron sus ingresos.

Lo anterior ha provocado menor consumo alimentario o bien se saltaron las comidas.

Patricia Ángeles, voluntaria del servicio público de limpia de la CDMX denunció: “muchas compañeras fueron despedidas sin ningún sueldo, no mandaron a la escuela a sus hijos por falta de recursos económicos; trabajaban 16 horas al día y algunas no cuentan con el seguro social”.

Víctor Miguel Pérez, secretario general de la Unión de Aseadores de la CDMX, comentó que no los deja trabajar negándoles la licencia o permiso de piso en las 16 alcaldías, anteriormente daban servicio a 10 personas al día, ahora de 3 a 4 y sus ganancias pasaron de más de 300 pesos a menos de 100 por día.

“Los tianguistas de la CDMX, más de 300 mil, estamos sufriendo por esta situación económica muy crítica, mucha gente se queja de los precios, pero esto se debe a la inflación de los alimentos de la canasta básica”, resaltó Arturo Granados, secretario de la Unión de Comerciantes y Tianguistas.

Recordó que en 2019 metieron 500 solicitudes de apoyo del Fondo Nacional Emprendedores del Gobierno de México, pero solamente el 2% fue aprobado, por lo que demandó a las autoridades capitalinas que pongan más énfasis en el sector de comercio informal y trabajadores no asalariados.

Trabajadores de limpia

La coordinadora en Ciudad de México de Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por su sigla en inglés), detalló la situación de los trabajadores “voluntarios” que, para el sistema de limpia, son invisibles –ahorrándole millones de pesos al gobierno capitalino.

Recordó que de acuerdo a la sección 1 del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México, hay 14,000 trabajadores contratados y 10,000 voluntarios, los cuales igual que los primeros, son los que barren las calles, recogen los residuos sólidos.

La organización considera que el gobierno capitalino debe reconocer a los voluntarios como trabajadores, “porque el nombre de voluntarios es para anular la relación laboral que existe entre el gobierno y ellos, y en realidad ellos están haciendo un servicio público que le corresponde al gobierno; si ellos no lo hicieran, el gobierno tendría que ocupar a otras personas para que hicieran el barrido y la recolección de basura donde ellos lo hacen.

Eso se debe materializar en contratos de base para todos ellos; y para ver a quién se le dan esos contratos se debe hacer el censo.

Recordó que hay una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, la 7/2016, donde uno de los puntos señala que deben censarse los trabajadores voluntarios.

Espinosa Sánchez indicó que el 97 por ciento de personas voluntarias de limpia siguieron trabajando pese a la crisis, aunque sus ingresos cayeron en 23 puntos porcentuales.

Empleadas del hogar

Entre las trabajadoras del hogar, la mitad (49%) reportó que las personas no estaban contratando o habían reducido los días de trabajo y un tercio (31 por ciento) mencionó que las habían despedido o ‘descansado’.

Este panorama dañó de manera particular a las trabajadoras de mayor edad.

Además, el 24 por ciento resaltó problemas de transporte, pues muchas de las personas empleadoras consideraban que el uso de transporte público suponía un riesgo.

La coordinadora de Wiego aseveró que en esta pandemia, los vendedores que se instalan en las calles más céntricas de la capital se han visto obligados a decidir entre resguardarse en casa para evitar el riesgo de contagio o salir a buscar sus ingresos.

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La investigadora Karla Galán Romero mencionó que el crecimiento económico sostenido debe estar acompañado por cambios en los aspectos tributarios, en la política social y en el desarrollo de nuevos productos financieros.

Algunas acciones que pueden realizarse en México en el corto y mediano plazo son la atención al trabajo doméstico, propiciar una mayor inclusión financiera, así como considerar la informalidad en la reforma fiscal que el país necesita con urgencia.

En México, como en otros países del continente, se percibe un bajo dinamismo económico y también la desarticulación social, aspectos que orillan a la realización de actividades con bajos ingresos, nula seguridad social, que aumenta la desigualdad, lo cual restringe tener mejores resultados sociales.

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De los 4.4 millones de personas que integran la población económicamente activa, en la Ciudad de México, casi la mitad de la población se encuentra en la informalidad y es de los sectores más afectados por la pandemia por el Covid-19.

Cifras del INEGI detallan que la informalidad en la capital mexicana es de 47.1%, es decir, cerca de 2 millones de trabajadores no asalariados y comerciantes integran este sector que invade las calles, cruceros, entradas del Metro, talleres no registrados y otras economías subterráneas.

Aunque oficialmente hay alrededor de 100,000 comerciantes registrados ante el Sistema de Comercio en Vía Pública (Siscovip), la herramienta que usan las alcaldías para integrar el padrón de comerciantes en la Ciudad de México.

La informalidad ha sido la válvula de escape para contener la enorme demanda de empleo que requiere la población, y con su creatividad las personas han buscado opciones para tener un ingreso diario.

A inicios de la pandemia, en abril de 2020, el 64% de las personas trabajadoras no asalariadas, el 55% de las trabajadoras del hogar y el 48% de las personas comerciantes en tianguis no pudieron trabajar.

La reducción de ingresos, afectó la seguridad alimentaria, por lo que el 24% asegura haber pasado hambre por falta de ingresos entre junio y agosto del 2020.

Sólo el 15% del total mencionó haber recibido algún tipo de ayuda alimentaria por parte del gobierno en respuesta a la crisis por el Covid-19, revela el estudio “Esenciales pero excluidos: Impactos persistentes y una agenda para la recuperación. Hallazgos del Estudio del Impacto de la crisis Covid-19 y recomendaciones”, que presentó Tania Espinosa Sánchez, coordinadora para la CDMX de Wiego.

Foto: Rogelio Tinoco| La Prensa

En el panorama capitalino podemos ver a miles de personas que laboran en la informalidad como son los músicos, mariachis, organilleros, tianguistas, vendedores ambulantes, aseadores de calzado, artesanos, fotógrafos de ceremonias, trovadores, empleadas del hogar y voluntarios del servicio de limpia.

Estos sectores aseguran que han sido excluidos de la reactivación económica de la capital. Por lo que ahora demandan que los dejen vender en la vía pública y los que necesitan permisos, se les reactiven, como es el caso de los aseadores de calzado.

El estudio de Wiego cita que los obstáculos para trabajar variaron dependiendo del grupo ocupacional: desde despidos por parte de personas empleadoras a restricciones del gobierno para laborar en el espacio público.

Esta coyuntura tuvo un impacto en los ingresos de tal forma que el 91% de las personas encuestadas mencionó que el ingreso de su hogar había disminuido. Entre ellas, un 15% reportó no haber tenido ningún ingreso en su hogar en el mes anterior.

Por su parte, el académico de la UAM, Eduardo Ramírez Cedillo del aseguró que la informalidad en México es un elemento que contribuye a una recaudación tributaria baja y evidencia los males de la sociedad y la fragilidad de quienes están en esa condición.

Además, la pandemia por Covid-19 ha venido a evidenciar que en cada crisis económica es muy factible que se incremente el número de empleos y actividades informales.

“Es una condición asimétrica porque en la crisis crece la informalidad pero cuando vamos hacia la recuperación no avanzamos en disminuir o no llegamos ni siquiera al mismo nivel de informalidad que teníamos y en la pandemia nos dimos cuenta de la fragilidad que viven muchas personas que están en este ámbito”, resaltó el investigador.

La mayoría de estos trabajadores enfrentan severos problemas económicos porque no los dejaron vender en la vía pública, porque resultaron los más afectados durante las etapas más complicadas del Covid-19.

Este sector de la población tuvo que dejar de trabajar algunos días en la vía pública, lo cual impactó gravemente en sus ingresos, los cuales no se han recuperado. Muchos fueron despedidos, o les impusieron descansos involuntarios o no los volvieron a contratar.

Foto: Rogelio Tinoco | La Prensa

Los que venden en la calle, enfrentaron la falta de clientes, aumentos en los precios de las materias primas, o bajas en los precios de venta”.

En el caso de las personas no asalariadas, los ingresos cayeron un 35% y las personas voluntarias en el servicio de limpia de la CDMX 27% en comparación de febrero del 2020.

Ello lo argumenta el estudio “Esenciales pero excluidos: Impactos persistentes y una agenda para la recuperación.

Sobre el tema, Tania Espinosa Sánchez resaltó que en la capital el 50% de la población activa forma parte de la economía informal; falta apoyo del Gobierno para este sector, algunos de trabajar 5 días a la semana, ahora trabajan 2 días y con una ganancia de $200 a nulos ingresos al día.

De acuerdo con los resultados, el 71% dijo que durante la pandemia se habían saltado una comida por falta de recursos económicos, 73 por ciento usó los ahorros que tenían para alimentar a la familia, 68 por ciento pidió prestado a familiares o algunas dependencias, 86 por ciento se endeudó y el 95 por ciento aún no puede reponerlos.

Arturo Granados, secretario general de la Unión de Comerciantes y Tianguistas “Néstor García Rivera”; Víctor Manuel Pérez, secretario general de la Unión de Aseadores de Calzado de la CDMX; Nadia Sierra Campos, 5ta visitadora de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX; María Isidra Llanos, secretaria general colegiada de SINACTRAHO; y Patricia Ángeles, voluntaria del servicio público de limpia de la CDMX, dieron testimonio de su grave situación económica por la pandemia y las pocas opciones que tuvieron para expender sus artículos o prestar sus servicios.

La funcionaria de WIEGO ejemplificó que las trabajadoras del hogar pasaron de ganar 350 a 300 pesos diarios; las voluntarias del servicio de limpia pasaron de 225 pesos a 165 pesos diarios. Las personas no asalariadas pasaron de 208 a 135 pesos. Los comerciantes de tianguis, también bajaron sus ingresos.

Lo anterior ha provocado menor consumo alimentario o bien se saltaron las comidas.

Patricia Ángeles, voluntaria del servicio público de limpia de la CDMX denunció: “muchas compañeras fueron despedidas sin ningún sueldo, no mandaron a la escuela a sus hijos por falta de recursos económicos; trabajaban 16 horas al día y algunas no cuentan con el seguro social”.

Víctor Miguel Pérez, secretario general de la Unión de Aseadores de la CDMX, comentó que no los deja trabajar negándoles la licencia o permiso de piso en las 16 alcaldías, anteriormente daban servicio a 10 personas al día, ahora de 3 a 4 y sus ganancias pasaron de más de 300 pesos a menos de 100 por día.

“Los tianguistas de la CDMX, más de 300 mil, estamos sufriendo por esta situación económica muy crítica, mucha gente se queja de los precios, pero esto se debe a la inflación de los alimentos de la canasta básica”, resaltó Arturo Granados, secretario de la Unión de Comerciantes y Tianguistas.

Recordó que en 2019 metieron 500 solicitudes de apoyo del Fondo Nacional Emprendedores del Gobierno de México, pero solamente el 2% fue aprobado, por lo que demandó a las autoridades capitalinas que pongan más énfasis en el sector de comercio informal y trabajadores no asalariados.

Trabajadores de limpia

La coordinadora en Ciudad de México de Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por su sigla en inglés), detalló la situación de los trabajadores “voluntarios” que, para el sistema de limpia, son invisibles –ahorrándole millones de pesos al gobierno capitalino.

Recordó que de acuerdo a la sección 1 del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México, hay 14,000 trabajadores contratados y 10,000 voluntarios, los cuales igual que los primeros, son los que barren las calles, recogen los residuos sólidos.

La organización considera que el gobierno capitalino debe reconocer a los voluntarios como trabajadores, “porque el nombre de voluntarios es para anular la relación laboral que existe entre el gobierno y ellos, y en realidad ellos están haciendo un servicio público que le corresponde al gobierno; si ellos no lo hicieran, el gobierno tendría que ocupar a otras personas para que hicieran el barrido y la recolección de basura donde ellos lo hacen.

Eso se debe materializar en contratos de base para todos ellos; y para ver a quién se le dan esos contratos se debe hacer el censo.

Recordó que hay una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, la 7/2016, donde uno de los puntos señala que deben censarse los trabajadores voluntarios.

Espinosa Sánchez indicó que el 97 por ciento de personas voluntarias de limpia siguieron trabajando pese a la crisis, aunque sus ingresos cayeron en 23 puntos porcentuales.

Empleadas del hogar

Entre las trabajadoras del hogar, la mitad (49%) reportó que las personas no estaban contratando o habían reducido los días de trabajo y un tercio (31 por ciento) mencionó que las habían despedido o ‘descansado’.

Este panorama dañó de manera particular a las trabajadoras de mayor edad.

Además, el 24 por ciento resaltó problemas de transporte, pues muchas de las personas empleadoras consideraban que el uso de transporte público suponía un riesgo.

La coordinadora de Wiego aseveró que en esta pandemia, los vendedores que se instalan en las calles más céntricas de la capital se han visto obligados a decidir entre resguardarse en casa para evitar el riesgo de contagio o salir a buscar sus ingresos.

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La investigadora Karla Galán Romero mencionó que el crecimiento económico sostenido debe estar acompañado por cambios en los aspectos tributarios, en la política social y en el desarrollo de nuevos productos financieros.

Algunas acciones que pueden realizarse en México en el corto y mediano plazo son la atención al trabajo doméstico, propiciar una mayor inclusión financiera, así como considerar la informalidad en la reforma fiscal que el país necesita con urgencia.

En México, como en otros países del continente, se percibe un bajo dinamismo económico y también la desarticulación social, aspectos que orillan a la realización de actividades con bajos ingresos, nula seguridad social, que aumenta la desigualdad, lo cual restringe tener mejores resultados sociales.

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