/ domingo 2 de agosto de 2020

Ferieros que llevaban alegría hoy deambulan en busca de comida y trabajo

El Covid-19 les impide montar sus juegos, recibir a la gente y vender sus golosinas

La feria ha sido desde siempre un espacio de distracción para chicos y grandes, no hay como sentir el vértigo del martillo, la rueda de la fortuna, las tazas voladoras o saborear un elote, un algodón de azúcar o tirar los aros para un premio, lo que ya no se puede desde que llegó la pandemia de Covid-19 y que lanzó a los ferieros a las calles a pedir comida, dinero o trabajo.

Así nos encontramos a Carlos Alberto Santiago, que de vender algodones de azúcar en la ferias, ahora puso su camioneta a disposición de sus compañeros para recorrer las calles en busca de ayuda.

Ahora, el altavoz que servía para anunciar las golosinas y juegos de la feria no reproduce más que un triste llamado a la sociedad, una grabación que se repite una y otra vez, en la que explican: “Debido a la situación por la que pasamos, y entendemos lo que vive usted, pero si está en sus manos regalarnos una moneda o despensa que no afecte su economía, se lo agradecemos”; incluso hacen alusión al ruido y piden disculpas a quien incomoden.

Carlos Alberto sólo es uno más, quien explica con tristeza: que antes se dedicaba a trabajar, pero desde que les ordenaron no instalarse no ha tenido entradas económicas para mantener a su familia.

Resaltó que en esta organización son más de 300 familias, quienes idearon poner un par de centros de acopio, uno en la colonia 20 de Noviembre de la Alcaldía de Venustiano Carranza y otro en Nezahualcóyotl, en avenida López y Pantitlán, sitios en que reciben cualquier ayuda que la sociedad les quiera dar, arroz, frijoles, agua, pan, azúcar o café, que se reparte entre los integrantes de la feria.

Pero sostiene que no solo piden, también ofrecen sus servicios como electricistas, herreros y otros oficios que conocen, toda vez que no han recibido ayuda del gobierno municipal, o federal para sobrevivir a esta pandemia.

Por fortuna, dijo, hay personas que se acercan a llevarles algo de comida o unas monedas y con ello han sobrevivido los últimos tres o cuatro meses, aunque la desesperación empieza a permear entre los integrantes, que desean el reinició del trabajo y ganar su dinero.

Con su cubrebocas, para no contagiar a nadie o salir enfermo de estos recorridos, Carlos Alberto aborda su camioneta estaquitas, prende de nuevo su altavoz y sigue su camino bajo un cielo que anuncia un aguacero, en el asiento contiguo le acompañaban ya algunos kilos de arroz, nopales y otros productos que la gente había salido a regalarle, es poco, pero le hace feliz sentir la solidaridad de la sociedad a quien dijo: “sabemos que a mucha gente les caemos mal por el ruido, pero esto va a pasar y pronto los recibiremos con gusto en la feria para que se diviertan.

La feria ha sido desde siempre un espacio de distracción para chicos y grandes, no hay como sentir el vértigo del martillo, la rueda de la fortuna, las tazas voladoras o saborear un elote, un algodón de azúcar o tirar los aros para un premio, lo que ya no se puede desde que llegó la pandemia de Covid-19 y que lanzó a los ferieros a las calles a pedir comida, dinero o trabajo.

Así nos encontramos a Carlos Alberto Santiago, que de vender algodones de azúcar en la ferias, ahora puso su camioneta a disposición de sus compañeros para recorrer las calles en busca de ayuda.

Ahora, el altavoz que servía para anunciar las golosinas y juegos de la feria no reproduce más que un triste llamado a la sociedad, una grabación que se repite una y otra vez, en la que explican: “Debido a la situación por la que pasamos, y entendemos lo que vive usted, pero si está en sus manos regalarnos una moneda o despensa que no afecte su economía, se lo agradecemos”; incluso hacen alusión al ruido y piden disculpas a quien incomoden.

Carlos Alberto sólo es uno más, quien explica con tristeza: que antes se dedicaba a trabajar, pero desde que les ordenaron no instalarse no ha tenido entradas económicas para mantener a su familia.

Resaltó que en esta organización son más de 300 familias, quienes idearon poner un par de centros de acopio, uno en la colonia 20 de Noviembre de la Alcaldía de Venustiano Carranza y otro en Nezahualcóyotl, en avenida López y Pantitlán, sitios en que reciben cualquier ayuda que la sociedad les quiera dar, arroz, frijoles, agua, pan, azúcar o café, que se reparte entre los integrantes de la feria.

Pero sostiene que no solo piden, también ofrecen sus servicios como electricistas, herreros y otros oficios que conocen, toda vez que no han recibido ayuda del gobierno municipal, o federal para sobrevivir a esta pandemia.

Por fortuna, dijo, hay personas que se acercan a llevarles algo de comida o unas monedas y con ello han sobrevivido los últimos tres o cuatro meses, aunque la desesperación empieza a permear entre los integrantes, que desean el reinició del trabajo y ganar su dinero.

Con su cubrebocas, para no contagiar a nadie o salir enfermo de estos recorridos, Carlos Alberto aborda su camioneta estaquitas, prende de nuevo su altavoz y sigue su camino bajo un cielo que anuncia un aguacero, en el asiento contiguo le acompañaban ya algunos kilos de arroz, nopales y otros productos que la gente había salido a regalarle, es poco, pero le hace feliz sentir la solidaridad de la sociedad a quien dijo: “sabemos que a mucha gente les caemos mal por el ruido, pero esto va a pasar y pronto los recibiremos con gusto en la feria para que se diviertan.

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