/ domingo 28 de julio de 2019

Radio-Melancolía

Henos aún aquí unidos en #PeligroSóloBohemios por el cordón umbilical de las ondas hertzianas. Unos frente al micrófono y otros frente a las bocinas. En fin, esto de “frente a las bocinas” habría que revisarlo porque hace mucho tiempo ya que aquel que escucha la radio no está frente a la radio.

Está de lado, haciendo otras cosas, probablemente de espaldas, en otra habitación o en un espacio adverso. Una de las grandezas de la radio es que puede uno no pelarla y es toda una libertad que la televisión niega. Antes no. Antiguamente la radio la pelaba uno. Muchos recordamos o hemos conocido de nuestros ancestros, de cómo los viejos se reunían en torno a la radio y no sólo estaban frente a ella sino incluso la miraban y se la pasaban sintonizando con cuidado y una delicadeza casi quirúrgica la precisión del cuadrante, el volumen, la ecualización ...y mirándola. ¡Los diexistas! ¿sabe usted, querido bohemio, lo que es un diexista? ¿La banda DX, la onda corta, los cazadores de señales lejanas? ...

Era toda una especie qué, me temo, está en vías de extinción si no es que ya desapareció por completo.Antes la radio era realmente importante, aunque lo sigue siendo de cierta forma, precisamente porque está dejando de ser importante. Recuerdo que alguna de mis viejas amistades me contaba cuando allá por los primeros años de la década de 1920 y ella era niña, en su casa en un adorable pueblito de Guanajuato llegó su papá con el primer radio de la casa.

Éste era un radio-receptor de galena. Si usted tiene más de cierta edad debe saber lo que esto era aunque no le haya visto nunca. La galena era una piedra o una aleación especial -nunca he sabido exactamente en qué consistía- que permitía sintonizar las primeras emisiones de radio.

Llegó el jefe de la casa con aquel aparato mágico y sus cuatro hijas enloquecieron junto con su madre. Entonces, con toda parsimonia, en todo un ritual, el viejo sacó la dichosa piedra de galena, se puso unos rudimentarios audífonos conectados al curioso aparato con forma de caja de zapatos y comenzaron a tratar de sintonizar alguna señal. Por aquellos años, entrañable bohemio lector, se transmitía en vivo desde improvisados laboratorios de radio y los primeros estudios experimentales habilitados para dicha tecnología o bien, a control remoto desde teatros o los más diversos escenarios.

Aquella noche se transmitía en vivo la ópera Tosca, el gran drama operístico del célebre compositor italiano Giacomo Puccini. Curioso que entonces no se podía o era mucho más difícil transmitir grabaciones y resultaba casi obligatorio hacer la radio en vivo. Entonces el abuelo comenzó a mover la aguja ceremoniosamente ante el silencio expectante de las hijas y del esposo sobre el radio de galena. Nada se movía en la casa. Se hubiera podido oír el vuelo de algún insecto, pero no voló. En un momento dado, ante la atención de todos, el abuelo detuvo la aguja mágica sobre un austero cuadrante y exclamó: ¡La tengo! La emoción fue mayúscula y se fueron pasando los auriculares el uno al otro gritando “¡Es el aria de Scarpia!”.

Cuando mi amiga, otrora cancionera en los años 40, se puso los auriculares, me confesó que lo que realmente escuchó fue mas bien estática, pero le dio vergüenza decir que no había escuchado la ópera para no decepcionar a su padre. Ésa era la radio, el principio de la radio, la magia de la radio: ese instrumento que había entrado en los hogares de todos y que se convertiría en el padre de la televisión que, convertida en una especie de Edipo, acabaría o intentaría al menos terminar con la vida de su padre.

La radio y yo

Nadie puede imaginarse lo que significa hacer un programa de radio. Es la magia absoluta y total. Uno entra a la cabina y no tiene ninguna herramienta más que la palabra; la voz. Con ellas podemos tender puentes, logramos encontrar muchas personas y sobretodo podemos conocer mundos que nunca nos habíamos imaginado. Pero hay algo muy importante que va más allá de la radio y me parece valiosísimo: Una persona que se postra ante un micrófono puede hacer que otras que están del otro lado del aparato receptor se sientan menos solas. Esa posibilidad de abatir la soledad es algo inestimable en la comunicación y esto es del todo pertinente. La radio cumple una función que ningún otro medio puede resolver; en particular la televisión. Fueron muchos los agoreros que preconizaron la desaparición de la radio cuando surgió la televisión y contra todo pronóstico la radio sigue estoica de pie, vigorosa sobreviviente. El caso es que la radio sobrevive a la televisión de la misma manera que el teatro sobrevivió al cine. Son registros distintos.

La radio hoy

En México como en el mundo, el apagón analógico es una realidad a la vuelta de la esquina. Los grandes consorcios a punto de la bancarrota, los recortes a la radio pública imposibilitando todo proyecto de contenidos de calidad y la falta de ofertas serias hacen que la radio deje de ser la otrora alternativa a la deleznable bazofia de la ignominia televisiva. Extraño a Ikram Antaki, Germán Dehesa, Manuel Pallares, Jacobo Moret, Pedro Ferriz Santacruz, Juan Calderón, Arrigo Cohen, Madera Ferrón, Álvaro Gálvez y Fuentes, Fernando Marcos, Jorge Zúñiga, Paco Huerta, El Explicador, Jorge Manuel Hernández, Luis Cáceres, Manuel de La Vega o Jaime Ortiz Pino. No me queda más que refugiarme en Los Contertulios de Radio Educación, La mujer actual de Janett Arceo, Héctor Martinez Serrano, Miguel Reyes Razo, Todo para la mujer o el certero René Franco.

Un hombre de radio

El pasado miércoles amanecimos con una terrible noticia: Falleció a los 60 años de edad el doctor Pablo Dueñas, aliado incondicional de la amistad y la complicidad en grandes proyectos de preservación y difusión pública.

Como gerente y programador de radio se desempeñó en la dirección de emisoras como XEW, XEQ, XEX y XEB, la B grande de México; siendo esta su última casa radiofónica en donde proyectos como “Las nuevas voces del Bolero” rompieron récord de asistencia y participación ciudadana. Entre sus publicaciones editoriales destacan “Historia documental del Bolero”, “Las divas en el teatro y la revista musical” y “Las 65 canciones de todos los tiempos”. Erudito en la materia de música popular fundó la AMEF (Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos).

Víctima de cáncer, mi amigo ya descansa en paz en la espera del próximo reencuentro con Jesús Flores y Escalante y tantos otros hermanos nuestros que se nos adelantaron. Pablo deja un gran vacío en los medios de comunicación y en el plan de salvaguardia de nuestra cultura popular musical.

Lo que me preocupa a mí y a muchos es que la B, última emisora en activo decana en la radiodifusión en el valle de México continúe su proyecto de conservación de la tradición histórica de promover el catálogo de oro de la música mexicana y aportar contenidos de calidad a la vida sonora del país a través del archivo y la divulgación cultural.

Queda en nosotros el compromiso de continuar tu legado, Pablo hermano, amigo mío.Dicho lo cual, entrañable bohemio lector, dispongo a usted mi correo electrónico que yo siempre contesto <rodrigodelacadena@yahoo.com>

¡Ni una línea más!

Henos aún aquí unidos en #PeligroSóloBohemios por el cordón umbilical de las ondas hertzianas. Unos frente al micrófono y otros frente a las bocinas. En fin, esto de “frente a las bocinas” habría que revisarlo porque hace mucho tiempo ya que aquel que escucha la radio no está frente a la radio.

Está de lado, haciendo otras cosas, probablemente de espaldas, en otra habitación o en un espacio adverso. Una de las grandezas de la radio es que puede uno no pelarla y es toda una libertad que la televisión niega. Antes no. Antiguamente la radio la pelaba uno. Muchos recordamos o hemos conocido de nuestros ancestros, de cómo los viejos se reunían en torno a la radio y no sólo estaban frente a ella sino incluso la miraban y se la pasaban sintonizando con cuidado y una delicadeza casi quirúrgica la precisión del cuadrante, el volumen, la ecualización ...y mirándola. ¡Los diexistas! ¿sabe usted, querido bohemio, lo que es un diexista? ¿La banda DX, la onda corta, los cazadores de señales lejanas? ...

Era toda una especie qué, me temo, está en vías de extinción si no es que ya desapareció por completo.Antes la radio era realmente importante, aunque lo sigue siendo de cierta forma, precisamente porque está dejando de ser importante. Recuerdo que alguna de mis viejas amistades me contaba cuando allá por los primeros años de la década de 1920 y ella era niña, en su casa en un adorable pueblito de Guanajuato llegó su papá con el primer radio de la casa.

Éste era un radio-receptor de galena. Si usted tiene más de cierta edad debe saber lo que esto era aunque no le haya visto nunca. La galena era una piedra o una aleación especial -nunca he sabido exactamente en qué consistía- que permitía sintonizar las primeras emisiones de radio.

Llegó el jefe de la casa con aquel aparato mágico y sus cuatro hijas enloquecieron junto con su madre. Entonces, con toda parsimonia, en todo un ritual, el viejo sacó la dichosa piedra de galena, se puso unos rudimentarios audífonos conectados al curioso aparato con forma de caja de zapatos y comenzaron a tratar de sintonizar alguna señal. Por aquellos años, entrañable bohemio lector, se transmitía en vivo desde improvisados laboratorios de radio y los primeros estudios experimentales habilitados para dicha tecnología o bien, a control remoto desde teatros o los más diversos escenarios.

Aquella noche se transmitía en vivo la ópera Tosca, el gran drama operístico del célebre compositor italiano Giacomo Puccini. Curioso que entonces no se podía o era mucho más difícil transmitir grabaciones y resultaba casi obligatorio hacer la radio en vivo. Entonces el abuelo comenzó a mover la aguja ceremoniosamente ante el silencio expectante de las hijas y del esposo sobre el radio de galena. Nada se movía en la casa. Se hubiera podido oír el vuelo de algún insecto, pero no voló. En un momento dado, ante la atención de todos, el abuelo detuvo la aguja mágica sobre un austero cuadrante y exclamó: ¡La tengo! La emoción fue mayúscula y se fueron pasando los auriculares el uno al otro gritando “¡Es el aria de Scarpia!”.

Cuando mi amiga, otrora cancionera en los años 40, se puso los auriculares, me confesó que lo que realmente escuchó fue mas bien estática, pero le dio vergüenza decir que no había escuchado la ópera para no decepcionar a su padre. Ésa era la radio, el principio de la radio, la magia de la radio: ese instrumento que había entrado en los hogares de todos y que se convertiría en el padre de la televisión que, convertida en una especie de Edipo, acabaría o intentaría al menos terminar con la vida de su padre.

La radio y yo

Nadie puede imaginarse lo que significa hacer un programa de radio. Es la magia absoluta y total. Uno entra a la cabina y no tiene ninguna herramienta más que la palabra; la voz. Con ellas podemos tender puentes, logramos encontrar muchas personas y sobretodo podemos conocer mundos que nunca nos habíamos imaginado. Pero hay algo muy importante que va más allá de la radio y me parece valiosísimo: Una persona que se postra ante un micrófono puede hacer que otras que están del otro lado del aparato receptor se sientan menos solas. Esa posibilidad de abatir la soledad es algo inestimable en la comunicación y esto es del todo pertinente. La radio cumple una función que ningún otro medio puede resolver; en particular la televisión. Fueron muchos los agoreros que preconizaron la desaparición de la radio cuando surgió la televisión y contra todo pronóstico la radio sigue estoica de pie, vigorosa sobreviviente. El caso es que la radio sobrevive a la televisión de la misma manera que el teatro sobrevivió al cine. Son registros distintos.

La radio hoy

En México como en el mundo, el apagón analógico es una realidad a la vuelta de la esquina. Los grandes consorcios a punto de la bancarrota, los recortes a la radio pública imposibilitando todo proyecto de contenidos de calidad y la falta de ofertas serias hacen que la radio deje de ser la otrora alternativa a la deleznable bazofia de la ignominia televisiva. Extraño a Ikram Antaki, Germán Dehesa, Manuel Pallares, Jacobo Moret, Pedro Ferriz Santacruz, Juan Calderón, Arrigo Cohen, Madera Ferrón, Álvaro Gálvez y Fuentes, Fernando Marcos, Jorge Zúñiga, Paco Huerta, El Explicador, Jorge Manuel Hernández, Luis Cáceres, Manuel de La Vega o Jaime Ortiz Pino. No me queda más que refugiarme en Los Contertulios de Radio Educación, La mujer actual de Janett Arceo, Héctor Martinez Serrano, Miguel Reyes Razo, Todo para la mujer o el certero René Franco.

Un hombre de radio

El pasado miércoles amanecimos con una terrible noticia: Falleció a los 60 años de edad el doctor Pablo Dueñas, aliado incondicional de la amistad y la complicidad en grandes proyectos de preservación y difusión pública.

Como gerente y programador de radio se desempeñó en la dirección de emisoras como XEW, XEQ, XEX y XEB, la B grande de México; siendo esta su última casa radiofónica en donde proyectos como “Las nuevas voces del Bolero” rompieron récord de asistencia y participación ciudadana. Entre sus publicaciones editoriales destacan “Historia documental del Bolero”, “Las divas en el teatro y la revista musical” y “Las 65 canciones de todos los tiempos”. Erudito en la materia de música popular fundó la AMEF (Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos).

Víctima de cáncer, mi amigo ya descansa en paz en la espera del próximo reencuentro con Jesús Flores y Escalante y tantos otros hermanos nuestros que se nos adelantaron. Pablo deja un gran vacío en los medios de comunicación y en el plan de salvaguardia de nuestra cultura popular musical.

Lo que me preocupa a mí y a muchos es que la B, última emisora en activo decana en la radiodifusión en el valle de México continúe su proyecto de conservación de la tradición histórica de promover el catálogo de oro de la música mexicana y aportar contenidos de calidad a la vida sonora del país a través del archivo y la divulgación cultural.

Queda en nosotros el compromiso de continuar tu legado, Pablo hermano, amigo mío.Dicho lo cual, entrañable bohemio lector, dispongo a usted mi correo electrónico que yo siempre contesto <rodrigodelacadena@yahoo.com>

¡Ni una línea más!