/ lunes 6 de abril de 2020

Nadie construye en  tiempos de coronavirus

Pedro Francisco dejó su natal Veracruz para venir a la Ciudad de México a trabajar, atrás quedó su esposa, sus dos hijas, padres y hermana, quería una mejor vida para ellas. Sin saber hacer nada, más que sembrar la tierra, se aventuró en esta selva de asfalto, aún más peligrosa que aquellas veredas verdes conocidas desde pequeño.

Con el tiempo se hizo amigo de un albañil que le enseñó los secretos de la construcción, menos el de cobrar.

En algún momento lo atraparon las drogas, hasta que un día un policía lo regañó, lo llevó a casa y lo conminó a volver a su pueblo, quizá por cosas el destino entendió la lección y dejó esas amistades para empezar a trabajar por su cuenta en pequeñas obras de construcción.

Cuando lo conocí pretendimos enseñarle a cobrar sus trabajo, a valorarlo, pero parece que su falta de autoestima como persona y en su trabajo, que dicho sea de paso es excelente, le impide cobrar, incluso cuando se pasa un poco de sus parámetros, el mismo se sorprende de lo dicho y pregunta ¿Es mucho?

Un día me contó que su mujer murió en aquel pueblo veracruzano y las hijas se quedaron al cuidado de la tierra.

Así continúo su periplo por esta ciudad, donde no tiene lugar fijo, a veces renta un cuarto, a veces duerme donde la obra y otras, las menos con algún intento de pareja, no obstante que las más de las veces abusan de su generosidad y termina solo de nuevo.

No le gustan los celulares, o quizá los vende para hacerse de unos pesos para pagar la renta o comer, así que en caso de necesitarlo hay que esperar que aparezca por ahí para saludar o lo sorprenda uno platicando con la del pan o la de las gelatinas.

Así lo hallé la última vez, en que le pregunté si podía hacer un pequeño trabajo. Su respuesta fue: “Si, voy en estos días que termine un trabajo, porque no se qué habrá con eso que dicen que el coronavirus”.

Pero no se presentó y creí, bueno quizá tiene cosas que hacer, ya vendrá un día de estos y ajustaremos cuentas para que se ponga a trabajar.

Pasaron los días y tampoco apareció el tal Pedro Francisco, trabajador y buen hombre, que muchas amas de casa llaman a hacer algún trabajo, sobre todo porque con o buenas que son terminan pagándole con un mal servido plato de sopa y unos pesos.

Él, que sólo quiere compañía y amigos, termina aceptando de buena gana, porque todo suma para juntar lo de la renta.

Por desgracia, cuando se presentó teníamos encima la cuarentena y el llamado a quedarse a casa, lo que me obligó a pedirle: vengase en un mes más o menos, mientras él, con sus ojos tristes, respondió que sí, no sin haber adelantado que todos los trabajos pendientes le fueron cancelados hasta terminar con esta cuarentena del coronavirus. En tanto, Pedro Francisco sufre con este futuro incierto, sin dinero para la renta ni para comer. Si puedes darle trabajo seguro lo agradecerá.


Sígueme en twitter @Antoniodemarcel

En el correo Antonio.marcelo@oem.com.mx

Pedro Francisco dejó su natal Veracruz para venir a la Ciudad de México a trabajar, atrás quedó su esposa, sus dos hijas, padres y hermana, quería una mejor vida para ellas. Sin saber hacer nada, más que sembrar la tierra, se aventuró en esta selva de asfalto, aún más peligrosa que aquellas veredas verdes conocidas desde pequeño.

Con el tiempo se hizo amigo de un albañil que le enseñó los secretos de la construcción, menos el de cobrar.

En algún momento lo atraparon las drogas, hasta que un día un policía lo regañó, lo llevó a casa y lo conminó a volver a su pueblo, quizá por cosas el destino entendió la lección y dejó esas amistades para empezar a trabajar por su cuenta en pequeñas obras de construcción.

Cuando lo conocí pretendimos enseñarle a cobrar sus trabajo, a valorarlo, pero parece que su falta de autoestima como persona y en su trabajo, que dicho sea de paso es excelente, le impide cobrar, incluso cuando se pasa un poco de sus parámetros, el mismo se sorprende de lo dicho y pregunta ¿Es mucho?

Un día me contó que su mujer murió en aquel pueblo veracruzano y las hijas se quedaron al cuidado de la tierra.

Así continúo su periplo por esta ciudad, donde no tiene lugar fijo, a veces renta un cuarto, a veces duerme donde la obra y otras, las menos con algún intento de pareja, no obstante que las más de las veces abusan de su generosidad y termina solo de nuevo.

No le gustan los celulares, o quizá los vende para hacerse de unos pesos para pagar la renta o comer, así que en caso de necesitarlo hay que esperar que aparezca por ahí para saludar o lo sorprenda uno platicando con la del pan o la de las gelatinas.

Así lo hallé la última vez, en que le pregunté si podía hacer un pequeño trabajo. Su respuesta fue: “Si, voy en estos días que termine un trabajo, porque no se qué habrá con eso que dicen que el coronavirus”.

Pero no se presentó y creí, bueno quizá tiene cosas que hacer, ya vendrá un día de estos y ajustaremos cuentas para que se ponga a trabajar.

Pasaron los días y tampoco apareció el tal Pedro Francisco, trabajador y buen hombre, que muchas amas de casa llaman a hacer algún trabajo, sobre todo porque con o buenas que son terminan pagándole con un mal servido plato de sopa y unos pesos.

Él, que sólo quiere compañía y amigos, termina aceptando de buena gana, porque todo suma para juntar lo de la renta.

Por desgracia, cuando se presentó teníamos encima la cuarentena y el llamado a quedarse a casa, lo que me obligó a pedirle: vengase en un mes más o menos, mientras él, con sus ojos tristes, respondió que sí, no sin haber adelantado que todos los trabajos pendientes le fueron cancelados hasta terminar con esta cuarentena del coronavirus. En tanto, Pedro Francisco sufre con este futuro incierto, sin dinero para la renta ni para comer. Si puedes darle trabajo seguro lo agradecerá.


Sígueme en twitter @Antoniodemarcel

En el correo Antonio.marcelo@oem.com.mx