/ lunes 21 de diciembre de 2020

Ya son 20 mil muertos por Covid-19 en la Ciudad de México

Pese a lo alarmante, reuniones sociales siguen en aumento; hospitales a punto del colapso

“Tú no, papito, tu no, maldito virus me acaba de arrancar lo que más quiero”, este es solo uno de los miles de lamentos que han ocurrido en la Ciudad de México durante los nueve meses que han pasado desde el inicio de la pandemia por Covid 19 y que ha cobrado más de 20 mil muertos.

Desde marzo, el contagio en la capital del país ha aumentado de manera crítica, y al día de hoy se tienen más de 290 mil personas infectadas, lo que coloca a la CDMX en la cima de la tabla de contagios y defunciones a nivel nacional.

A pesar de esta situación, y de los constantes llamados de las autoridades a no acudir a sitios concurridos, en la ciudad aún permanecen abiertos centros comerciales y otros giros comerciales no esenciales, además, las calles del Centro Histórico lucen abarrotadas todos lo días, sin importar la distancia mínima de seguridad u otras medidas sanitarias.

A nueve meses de inicio de la contingencia y pese a lo alarmante de las cifras, las reuniones sociales siguen en aumento, esto deriva en contagios masivos y lamentablemente, la ocupación de camas en los hospitales está llegando al límite; de seguir la tendencia, en unos días no habrá espacio

A diario, personal de los servicios de emergencia, principalmente paramédicos, se han encontrado con desgarradoras historias de personas y hasta familias enteras que han perdido la batalla en sus casas ante la complicada situación en los hospitales y la alta tasa de mortalidad a causa de la enfermedad.

Aún recuerdo mi primer paciente que vi morir por covid... Era un martes de marzo, en unas calles de la alcaldía Álvaro Obregón, recuerdo llegar a la casa y un joven pidiendo casi implorando que ayudara a su papá.

Me coloqué mi equipo y entré a un segundo piso, el señor se encontraba aislado en un pequeño cuarto tosiendo e intentando gritar pidiendo agua, mientras que sus nietos desayunaban en la mesa del comedor.

Al entrar a un pequeño cuarto y observarlo, sabía lo que iba pasar; ese día conocí lo que es ver sufrir a una persona, labios y dedos violáceos, boca seca al punto de parecer hecha de barro, ojos hundidos sin brillo, una respiración rápida y profunda que no parece ser suficientemente, movimientos desesperados pegando sobre su pecho, y una tos que como tal precia que lo apuñalaba.

Salí de la habitación para explicar el protocolo de traslado a su familia, todos me prestaban atención a menos su esposa, que se quedó mirando a su compañero de vida desde el resquicio de la puerta, todo era silencio; únicamente se escuchaba la respiración agónica de mi paciente cuando un grito estremeció a todos.

“Algo le pasa, se está poniendo peor, hágale algo por favor”, inmediatamente regresé a la habitación solo para encontrarme con una escena que para ser francos nunca creo olvidar, aquel cuerpo se encontraba convulsionando, espasmos que duraron aproximadamente 5 minutos, solo para que, al terminar, vomitara sangre de una manera profusa e incontrolable.

Aquella mirada que expresa sin palabras como se está acabando la vida, es algo indescriptible, mientras luchaba con su hija para que no se acercara por el riesgo de contagiarse, ¡es mi papá y se murió, déjame abrazarlo quítate y déjame abrazarlo, eres un desgraciado no le has hecho nada y ya se murió, maldito perro!

Salí de la habitación, cerré la puerta mientras la señora consolaba a su hija que continuaba insultándome, recuerdo ver a su hijo mayor sentado en un sillón atónito, y el hijo más joven diciendo: “amigo, dime por favor que yo no lo contagié, yo solo tenía gripa, enserio solo me duro tres días, por favor dime que yo no maté a mi papá”.

En ese punto yo no sabía que decir, esto era totalmente nuevo, era otro nivel, una enfermedad sumamente agresiva, se desconocía todo, era muy frustrante ver una persona sufrir asi, una familia sufriendo y yo totalmente ignorante de esto.

Solo sabía que era el principio de algo muy malo y que sería algo nuevo a lo cual me enfrentaría y que no sabía cuándo iba a terminar, solo ruego que esto termine. Así es como esta enfermedad con la cual convivo a diario marco mi vida y dejó un gran vacío en una familia”, contó a LA PRENSA uno de tantos paramédicos que está en primera línea de atención.

En otro punto de la CDMX, una persona llamó al 911 para solicitar el apoyo de una ambulancia de ERUM para que valoraran a una mujer que se encontraba enferma de Covid con prueba positiva de cinco días atrás que manifestaba sentirse muy mal.

La ambulancia llegó muchos minutos después de la solicitud, la valoró y nos informó que ameritaba ser trasladada al hospital porque su saturación de oxigeno estaba disminuyendo, por lo cual tuvieron que pedir una ambulancia especial de traslado Covid.

Al llegar esta otra ambulancia, nos brindaron la información y los cuidados que mi mamá requería de acuerdo a su enfermedad; ponerle oxígeno, llevarla en una cápsula especial y trasladándola al hospital que vía radio les habían indicado a los paramédicos que la recibirían porque ya había sido regulada y el nosocomio tenía conocimiento de esto.

Nos dirigimos a el hospital General de Tláhuac. Durante todo el traslado mi mamá se fue acompañada por mi pareja la cual fue apoyandola en cuidarla y asegurarse de que todo marchara bien, llegamos al hospital a las 14:30 hrs aproximadamente y en el hospital nos dijeron que no iban a recibirla debido a que ellos no tenían conocimiento de que iba a ser trasladada.

Nosotros contábamos con un folio emitido por el 911 y por el Centro Regulador de Urgencias Médicas que era de la regulación que indicaba que hospital la iba a recibir, que ya tenían conocimiento de que llegaríamos y el estado de salud de mi familiar.

Sin embargo, la Ávila se negó a brindarle la atención a mi mamá y por más de 30 min la dejó sin ninguna ayuda, aun teniendo ella conocimiento del estado de mi familiar, cuando decidieron pasarla la cápsula en donde iba mi mamá la pasaron por otra puerta y en esa puerta se encontraba mi pareja y observó como todavía entro con vida porque mi mamá aún se movía y emitía quejidos por la falta de oxigenación e incluso la doctora le mencionó su familiar viene muy grave.

Al menos 15 minutos después, nos llevaron a un cubículo y ahí dijeron de forma agresiva que mi mamá estaba muerta desde mi domicilio y que así la habían trasladado sin signos vitales y sin más explicaciones nos sacaron de ahí y nos dijeron que ella llevaba horas de haber fallecido.

Además, se negaron a expedir él acta de defunción, Nos enviaron al Ministerio Público para que ellos lo resolvieran por que los doctores desconocían supuestamente la causa de muerte y todo al respecto, ahí me informaron que como mi mamá contaba con prueba positiva de covid, que fue trasladada en una cápsula y que ERUM no traslada personas muertas y aunado a esto el hospital la tenía resguardada, era obligación del hospital y del médico en turno realizar los trámites pertinentes.

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Después de insistir y hablar con los directivos médicos y dar varias vueltas al hospital y al ministerio público decidieron realizarme el acta de defunción en el hospital con la condición de que esta trajera la leyenda de que había muerto en mi casa y así se deslindara el hospital de toda negligencia.

Siendo casi las 2:00 de la mañana del 10 de diciembre decidí aceptar el acta de defunción bajo sus condiciones porque solo así podría recuperar el cuerpo de mi mamá para que la pudiéramos cremar.

Hago esto público para que más personas no sean víctimas de la negligencia médica, para que si hay la esperanza de vida para otros ante esta contingencia la tengan y para que se haga justicia ante

El mal trato, la inatención y la falta de empatía con todas las personas que estamos viviendo esta tragedia”, concluyó uno de los miles de familiares de las personas fallecidas a causa del virus.

Pese a lo esfuerzos que el gobierno y la sociedad han realizado para frenar los contagios, las cifras de México ocupan el primer lugar en decesos y suma ya más de 20 mil víctimas mortales, existe saturación en hospitales y los equipos de primera línea se encuentran rebasados.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

“Tú no, papito, tu no, maldito virus me acaba de arrancar lo que más quiero”, este es solo uno de los miles de lamentos que han ocurrido en la Ciudad de México durante los nueve meses que han pasado desde el inicio de la pandemia por Covid 19 y que ha cobrado más de 20 mil muertos.

Desde marzo, el contagio en la capital del país ha aumentado de manera crítica, y al día de hoy se tienen más de 290 mil personas infectadas, lo que coloca a la CDMX en la cima de la tabla de contagios y defunciones a nivel nacional.

A pesar de esta situación, y de los constantes llamados de las autoridades a no acudir a sitios concurridos, en la ciudad aún permanecen abiertos centros comerciales y otros giros comerciales no esenciales, además, las calles del Centro Histórico lucen abarrotadas todos lo días, sin importar la distancia mínima de seguridad u otras medidas sanitarias.

A nueve meses de inicio de la contingencia y pese a lo alarmante de las cifras, las reuniones sociales siguen en aumento, esto deriva en contagios masivos y lamentablemente, la ocupación de camas en los hospitales está llegando al límite; de seguir la tendencia, en unos días no habrá espacio

A diario, personal de los servicios de emergencia, principalmente paramédicos, se han encontrado con desgarradoras historias de personas y hasta familias enteras que han perdido la batalla en sus casas ante la complicada situación en los hospitales y la alta tasa de mortalidad a causa de la enfermedad.

Aún recuerdo mi primer paciente que vi morir por covid... Era un martes de marzo, en unas calles de la alcaldía Álvaro Obregón, recuerdo llegar a la casa y un joven pidiendo casi implorando que ayudara a su papá.

Me coloqué mi equipo y entré a un segundo piso, el señor se encontraba aislado en un pequeño cuarto tosiendo e intentando gritar pidiendo agua, mientras que sus nietos desayunaban en la mesa del comedor.

Al entrar a un pequeño cuarto y observarlo, sabía lo que iba pasar; ese día conocí lo que es ver sufrir a una persona, labios y dedos violáceos, boca seca al punto de parecer hecha de barro, ojos hundidos sin brillo, una respiración rápida y profunda que no parece ser suficientemente, movimientos desesperados pegando sobre su pecho, y una tos que como tal precia que lo apuñalaba.

Salí de la habitación para explicar el protocolo de traslado a su familia, todos me prestaban atención a menos su esposa, que se quedó mirando a su compañero de vida desde el resquicio de la puerta, todo era silencio; únicamente se escuchaba la respiración agónica de mi paciente cuando un grito estremeció a todos.

“Algo le pasa, se está poniendo peor, hágale algo por favor”, inmediatamente regresé a la habitación solo para encontrarme con una escena que para ser francos nunca creo olvidar, aquel cuerpo se encontraba convulsionando, espasmos que duraron aproximadamente 5 minutos, solo para que, al terminar, vomitara sangre de una manera profusa e incontrolable.

Aquella mirada que expresa sin palabras como se está acabando la vida, es algo indescriptible, mientras luchaba con su hija para que no se acercara por el riesgo de contagiarse, ¡es mi papá y se murió, déjame abrazarlo quítate y déjame abrazarlo, eres un desgraciado no le has hecho nada y ya se murió, maldito perro!

Salí de la habitación, cerré la puerta mientras la señora consolaba a su hija que continuaba insultándome, recuerdo ver a su hijo mayor sentado en un sillón atónito, y el hijo más joven diciendo: “amigo, dime por favor que yo no lo contagié, yo solo tenía gripa, enserio solo me duro tres días, por favor dime que yo no maté a mi papá”.

En ese punto yo no sabía que decir, esto era totalmente nuevo, era otro nivel, una enfermedad sumamente agresiva, se desconocía todo, era muy frustrante ver una persona sufrir asi, una familia sufriendo y yo totalmente ignorante de esto.

Solo sabía que era el principio de algo muy malo y que sería algo nuevo a lo cual me enfrentaría y que no sabía cuándo iba a terminar, solo ruego que esto termine. Así es como esta enfermedad con la cual convivo a diario marco mi vida y dejó un gran vacío en una familia”, contó a LA PRENSA uno de tantos paramédicos que está en primera línea de atención.

En otro punto de la CDMX, una persona llamó al 911 para solicitar el apoyo de una ambulancia de ERUM para que valoraran a una mujer que se encontraba enferma de Covid con prueba positiva de cinco días atrás que manifestaba sentirse muy mal.

La ambulancia llegó muchos minutos después de la solicitud, la valoró y nos informó que ameritaba ser trasladada al hospital porque su saturación de oxigeno estaba disminuyendo, por lo cual tuvieron que pedir una ambulancia especial de traslado Covid.

Al llegar esta otra ambulancia, nos brindaron la información y los cuidados que mi mamá requería de acuerdo a su enfermedad; ponerle oxígeno, llevarla en una cápsula especial y trasladándola al hospital que vía radio les habían indicado a los paramédicos que la recibirían porque ya había sido regulada y el nosocomio tenía conocimiento de esto.

Nos dirigimos a el hospital General de Tláhuac. Durante todo el traslado mi mamá se fue acompañada por mi pareja la cual fue apoyandola en cuidarla y asegurarse de que todo marchara bien, llegamos al hospital a las 14:30 hrs aproximadamente y en el hospital nos dijeron que no iban a recibirla debido a que ellos no tenían conocimiento de que iba a ser trasladada.

Nosotros contábamos con un folio emitido por el 911 y por el Centro Regulador de Urgencias Médicas que era de la regulación que indicaba que hospital la iba a recibir, que ya tenían conocimiento de que llegaríamos y el estado de salud de mi familiar.

Sin embargo, la Ávila se negó a brindarle la atención a mi mamá y por más de 30 min la dejó sin ninguna ayuda, aun teniendo ella conocimiento del estado de mi familiar, cuando decidieron pasarla la cápsula en donde iba mi mamá la pasaron por otra puerta y en esa puerta se encontraba mi pareja y observó como todavía entro con vida porque mi mamá aún se movía y emitía quejidos por la falta de oxigenación e incluso la doctora le mencionó su familiar viene muy grave.

Al menos 15 minutos después, nos llevaron a un cubículo y ahí dijeron de forma agresiva que mi mamá estaba muerta desde mi domicilio y que así la habían trasladado sin signos vitales y sin más explicaciones nos sacaron de ahí y nos dijeron que ella llevaba horas de haber fallecido.

Además, se negaron a expedir él acta de defunción, Nos enviaron al Ministerio Público para que ellos lo resolvieran por que los doctores desconocían supuestamente la causa de muerte y todo al respecto, ahí me informaron que como mi mamá contaba con prueba positiva de covid, que fue trasladada en una cápsula y que ERUM no traslada personas muertas y aunado a esto el hospital la tenía resguardada, era obligación del hospital y del médico en turno realizar los trámites pertinentes.

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Después de insistir y hablar con los directivos médicos y dar varias vueltas al hospital y al ministerio público decidieron realizarme el acta de defunción en el hospital con la condición de que esta trajera la leyenda de que había muerto en mi casa y así se deslindara el hospital de toda negligencia.

Siendo casi las 2:00 de la mañana del 10 de diciembre decidí aceptar el acta de defunción bajo sus condiciones porque solo así podría recuperar el cuerpo de mi mamá para que la pudiéramos cremar.

Hago esto público para que más personas no sean víctimas de la negligencia médica, para que si hay la esperanza de vida para otros ante esta contingencia la tengan y para que se haga justicia ante

El mal trato, la inatención y la falta de empatía con todas las personas que estamos viviendo esta tragedia”, concluyó uno de los miles de familiares de las personas fallecidas a causa del virus.

Pese a lo esfuerzos que el gobierno y la sociedad han realizado para frenar los contagios, las cifras de México ocupan el primer lugar en decesos y suma ya más de 20 mil víctimas mortales, existe saturación en hospitales y los equipos de primera línea se encuentran rebasados.

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