Nadie puede imaginar las posadas sin las coloridas piñatas. Quizá pocos sepan que la primera piñata apareció en Acolman, Estado de México, hace unos cuatro siglos. Después de la Conquista, las piñatas adquirieron su sentido religioso, sirviéndoles a los monjes para la evangelización. A las ollas traídas por ellos se les agregó papel colorido para hacerla más colorida y representar los placeres superfluos y siete picos para darle forma de estrella.
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Estos picos son los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, además el palo son los principios y valores con que se vence al mal, y los ojos vendados representa la fe ciega. Al romper las piñatas hay una recompensa: ya sea fruta o dulces.
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Con el paso del tiempo llegaron a ser parte inseparable de las fiestas decembrinas. Al tenerlas enfrente, es inevitable cantar: ¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino..!
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