/ miércoles 30 de marzo de 2022

“Esto se está cayendo a pedazos”, dicen viajeros de combis en Edomex

En la zona conurbada del Valle de México existen miles de derroteros que trasladan a diario a habitantes que van de los municipios a las alcaldías de la capital y viceversa

Sentada en un extremo del interior de la combi, justo a espaldas del conductor del vehículo del transporte público concesionado, la señora Patricia veía constantemente su reloj. La unidad se aprestaba a salir de la base del Rio de Los Remedios.

Eran las 9:35 horas y ella había abordado casi 20 minutos antes. Moviendo los pies (como signo de desesperación) y volteando a ver de vez en cuando al chofer, ya quería que la unidad arrancara.

El operador subía y bajaba, charlaba con sus colegas en la base de la ruta, en espera de que más usuarios llegaran para poder iniciar el trayecto.

Mientras eso sucedía, este diario se acercó a la señora Patricia con la intención de dialogar discretamente. Sólo dos preguntas quiso contestar.

Usuarios opinan sobre el transporte público

¿Qué opina del servicio que ofrece esta ruta?, se le cuestionó tras mostrarle la identificación de LA PRENSA. Después de unos segundos, movió la cabeza, miró el interior de la unidad y dijo: “malo, muy malo; vea cómo está de maltratado aquí (se refirió a los asientos) y es un servicio pésimo”.

“Esto se está cayendo a pedazos; son unidades muy viejas, sucias y los señores (refriéndose a los choferes) quieren llevarse esto lleno. Usted ya vio: más de media hora para salir”.

¿Qué llamado le hace al gobierno para que esto mejore y si me puede dar su nombre por favor?

“Soy la señora Patricia y la verdad siempre es lo mismo, aunque exijamos un mejor servicio nunca nos hacen caso”, dijo, tras mencionar que “no solo enfrentamos a los ladrones, sino que salimos y tenemos que transportarnos en carros todos destartalados”.

A medida que avanzó la unidad y subía más gente decidió ya no hablar más. Con un ademán cortó la charla para enseguida entrelazar sus brazos y asentir con la cabeza.

El vehículo salió de la base del Río de Los Remedios, en el municipio de Nezahualcóyotl, rumbo a la colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec, ruta que por la mañana no tiene mucha demanda, pues el lleno de las unidades a esa hora es a la inversa.

Foto: Rubén Pérez | La Prensa

La base de esa ruta está en el cruce de Avenida Central (Carlos Hank González), cerca de la Línea B del Metro. El servicio es prácticamente de extremo a extremo; es decir, que las unidades en muy pocas ocasiones hacen paradas intermedias porque los usuarios se desplazan de base a base.

Otro de los viajeros que iba al fondo, enfundado en calurosa indumentaria, con botas de hule, como si fuera fontanero, se trepó a horcadas en el roído asiento de la combi.

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En los extremos de la unidad, cuyos asientos lucían muy deteriorados, los usuarios no tenían otra alternativa más que buscar un hueco para acomodarse, mientras el operador –después del letargo para arrancar- conducía de manera acelerada.

Por momentos husmeaba la guantera, sin tomar firmemente el volante, lo que hacía que el vehículo zigzagueara y motivara que uno que otro pasajero alzara la cabeza y mirara precisamente hacia el conductor.

Ya muy cerca de su destino, en la colonia Jardines de Morelos, a la altura de Las Américas, el chofer dio un ligero “enfrenón” que, sin embargo, fue suficiente para que el usuario de las botas de hule, por la inercia, terminara con las manos sobre el hombro del pasajero que iba en frente.

Su reacción fue de molestia y en una expresión basilisca dijo: “que te pasa carnal, nos vas a matar”. Los demás usuarios solo movieron la cabeza y el chofer no dijo nada, mientras la señora Patricia hizo una mueca refrendando lo que minutos antes había declarado.

Hasta 15 pasajeros sentados suben los transportistas, pero según el testimonio de otro de los viajaros, de nombre Daniel López, quien accedió a platicar con LA PRENSA, una vez que la unidad llegó a la base de la colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec, “las combis vienen como sardinas”.

“Los señores (conductores) permiten que la gente viaje parada, encorvada, agarrándose de donde pueden porque es insuficiente el número de vehículos”, dijo el señor Daniel, de 67 años.

Cuestionado sobre las deficiencias que tiene el servicio público concesionado en el Estado de México, afirmó que “siempre que salen de la base, ya sea de aquí o de allá, van como tortugas porque quieren llevarse el mayor número de gente”.

Reprobó la forma en que manejan los operadores. “Usted ya vio como vienen, conducen como locos, sin precaución, poniendo en riesgo la vida de todos, pero si nosotros reclámanos son hasta groseros”.

Manifestó que el gobierno tiene que meter en cintura a los transportistas. “No es posible que los años pasen y nadie tome cartas en el asunto. Cuántos asaltos hay y además tenemos que viajar en unidades viejas, que no reciben mantenimiento, que se están desbaratando y que a nadie le interesa”.

En la zona conurbada del Valle de México existen miles de derroteros que trasladan a diario a habitantes que van de los municipios a las alcaldías de la capital y viceversa. Dichos testimonios son reflejo de las historias que todos los días se viven en el área metropolitana.

Foto: Rubén Pérez | La Prensa

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Sentada en un extremo del interior de la combi, justo a espaldas del conductor del vehículo del transporte público concesionado, la señora Patricia veía constantemente su reloj. La unidad se aprestaba a salir de la base del Rio de Los Remedios.

Eran las 9:35 horas y ella había abordado casi 20 minutos antes. Moviendo los pies (como signo de desesperación) y volteando a ver de vez en cuando al chofer, ya quería que la unidad arrancara.

El operador subía y bajaba, charlaba con sus colegas en la base de la ruta, en espera de que más usuarios llegaran para poder iniciar el trayecto.

Mientras eso sucedía, este diario se acercó a la señora Patricia con la intención de dialogar discretamente. Sólo dos preguntas quiso contestar.

Usuarios opinan sobre el transporte público

¿Qué opina del servicio que ofrece esta ruta?, se le cuestionó tras mostrarle la identificación de LA PRENSA. Después de unos segundos, movió la cabeza, miró el interior de la unidad y dijo: “malo, muy malo; vea cómo está de maltratado aquí (se refirió a los asientos) y es un servicio pésimo”.

“Esto se está cayendo a pedazos; son unidades muy viejas, sucias y los señores (refriéndose a los choferes) quieren llevarse esto lleno. Usted ya vio: más de media hora para salir”.

¿Qué llamado le hace al gobierno para que esto mejore y si me puede dar su nombre por favor?

“Soy la señora Patricia y la verdad siempre es lo mismo, aunque exijamos un mejor servicio nunca nos hacen caso”, dijo, tras mencionar que “no solo enfrentamos a los ladrones, sino que salimos y tenemos que transportarnos en carros todos destartalados”.

A medida que avanzó la unidad y subía más gente decidió ya no hablar más. Con un ademán cortó la charla para enseguida entrelazar sus brazos y asentir con la cabeza.

El vehículo salió de la base del Río de Los Remedios, en el municipio de Nezahualcóyotl, rumbo a la colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec, ruta que por la mañana no tiene mucha demanda, pues el lleno de las unidades a esa hora es a la inversa.

Foto: Rubén Pérez | La Prensa

La base de esa ruta está en el cruce de Avenida Central (Carlos Hank González), cerca de la Línea B del Metro. El servicio es prácticamente de extremo a extremo; es decir, que las unidades en muy pocas ocasiones hacen paradas intermedias porque los usuarios se desplazan de base a base.

Otro de los viajeros que iba al fondo, enfundado en calurosa indumentaria, con botas de hule, como si fuera fontanero, se trepó a horcadas en el roído asiento de la combi.

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En los extremos de la unidad, cuyos asientos lucían muy deteriorados, los usuarios no tenían otra alternativa más que buscar un hueco para acomodarse, mientras el operador –después del letargo para arrancar- conducía de manera acelerada.

Por momentos husmeaba la guantera, sin tomar firmemente el volante, lo que hacía que el vehículo zigzagueara y motivara que uno que otro pasajero alzara la cabeza y mirara precisamente hacia el conductor.

Ya muy cerca de su destino, en la colonia Jardines de Morelos, a la altura de Las Américas, el chofer dio un ligero “enfrenón” que, sin embargo, fue suficiente para que el usuario de las botas de hule, por la inercia, terminara con las manos sobre el hombro del pasajero que iba en frente.

Su reacción fue de molestia y en una expresión basilisca dijo: “que te pasa carnal, nos vas a matar”. Los demás usuarios solo movieron la cabeza y el chofer no dijo nada, mientras la señora Patricia hizo una mueca refrendando lo que minutos antes había declarado.

Hasta 15 pasajeros sentados suben los transportistas, pero según el testimonio de otro de los viajaros, de nombre Daniel López, quien accedió a platicar con LA PRENSA, una vez que la unidad llegó a la base de la colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec, “las combis vienen como sardinas”.

“Los señores (conductores) permiten que la gente viaje parada, encorvada, agarrándose de donde pueden porque es insuficiente el número de vehículos”, dijo el señor Daniel, de 67 años.

Cuestionado sobre las deficiencias que tiene el servicio público concesionado en el Estado de México, afirmó que “siempre que salen de la base, ya sea de aquí o de allá, van como tortugas porque quieren llevarse el mayor número de gente”.

Reprobó la forma en que manejan los operadores. “Usted ya vio como vienen, conducen como locos, sin precaución, poniendo en riesgo la vida de todos, pero si nosotros reclámanos son hasta groseros”.

Manifestó que el gobierno tiene que meter en cintura a los transportistas. “No es posible que los años pasen y nadie tome cartas en el asunto. Cuántos asaltos hay y además tenemos que viajar en unidades viejas, que no reciben mantenimiento, que se están desbaratando y que a nadie le interesa”.

En la zona conurbada del Valle de México existen miles de derroteros que trasladan a diario a habitantes que van de los municipios a las alcaldías de la capital y viceversa. Dichos testimonios son reflejo de las historias que todos los días se viven en el área metropolitana.

Foto: Rubén Pérez | La Prensa

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