/ jueves 2 de noviembre de 2023

Entre altares y flores, así se vivió el Día de Muertos en la UAM

Los altares son una expresión de la cultura popular que los sujetos sociales promueven

La dualidad entre la vida y la muerte como elemento cultural y de la cosmovisión de un sector importante de la sociedad mexicana –cuya influencia española se conjuntó con las tradiciones prehispánicas– cobra especial relevancia en las festividades del Día de Muertos, mediante altares con ofrendas, alimentos y bebidas para recordar a los difuntos, que en la actualidad convive con el Halloween estadounidense, afirmó María Antonieta Ilhui Pacheco Chávez, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En ese sentido, Carlos Garma Navarro, profesor del Departamento de Antropología, resaltó que las celebraciones del Día de Muertos y de Halloween se llevan muy bien, eso lo descubrieron los comerciantes, los intentos puristas de mantener separados ambos festejos no han fructificado. Los elementos del sincretismo se siguen dando, a pesar de la tendencia de pensar que éste sólo se dio en la época colonial.

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Para muchos sectores de la población el Día de Muertos se armoniza con el Halloween. Hace un par de décadas existió un esfuerzo por señalar que el primero “era nuestro y que el segundo era de los estadounidenses”, pero la sociedad ha aceptado ambos y los mezcla. “Se trata de un fenómeno en el que está presente la migración, por ello es imposible que se maneje con pureza”, indicó Garma.

La maestra María Antonieta Ilhui explicó que desde la llegada de los españoles se realizaron las celebraciones de fieles difuntos y todos santos, que databan de la Edad Media, y en las cuales se veneraban sus reliquias por ser la prueba de que habían alcanzado la vida eterna.

Esta serie de ritos fueron traídos a México y a América Latina, y en las iglesias de la Nueva España llegaban muchos creyentes que honraban los cuerpos y objetos de sus finados para rendirles culto en festejos populares, en los que se instalaban puestos de golosinas, aguas frescas y pan.

Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

La docente del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa, refirió que así, las fiestas y homenajes dedicados a los fallecidos en Mesoamérica se conjuntaron con las tradiciones traídas del viejo continente, que sin ser completamente distintas sí tenían una solemnidad diferente y momentos variados de festividades, aclaró la egresada de El Colegio de México.

La investigadora apuntó las coincidencias en algunos rituales: los españoles, por ejemplo, usaban la cera como símbolo de luz y vida eterna, las flores porque recuerdan al campo florido; “sin embargo, en las celebraciones en Mesoamérica tenemos para los muertos grandes y chiquitos las flores, pero también se emplean papeles de color azul y las ofrendas que comen los familiares”.

Además, asienta que hubo un proceso de creación y recreación de la fiesta de 1920 a 1950 a partir del nacionalismo mexicano cuando se puso énfasis en las tradiciones prehispánicas y se convirtió en un convite en el que los pueblos rendían honores a sus finados el 1 y 2 de noviembre.

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Desde la época colonial y hasta el siglo XIX, éstos se desarrollaron fuera de las iglesias convirtiéndose en elementos populares. “Si lo vemos desde sus orígenes es más una conmemoración de corte español, aunque se aportaron componentes indígenas del siglo XVI al XVIII, por tanto, es una celebración popular en cuanto a la continuidad de la misma”.

Carlos Garma advirtió la existencia de una comercialización propiciada por los medios de comunicación y algunos funcionarios gubernamentales que han contribuido a la turistificación de lo que era un ritual comunitario y familiar en comunidades indígenas.

En México hay una diversidad religiosa y pluralidad de conocimientos; resulta imposible hablar de una forma mayoritaria en el sistema de creencias, 75 por ciento de la población es católico y el 25 por ciento restante se declara no católico, entre evangélicos, cristianos protestantes, aunque el rubro que más creció fue el de no creyentes, indicó en entrevista el investigador nacional nivel III.

“No es lo mismo ser creyente en una comunidad en Oaxaca que en Monterrey; en la misma CDMX, el conjunto de dogmas varía según el sector social

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Los medios de comunicación dan la impresión que hay un sistema de creencias y rituales que predomina en la sociedad, pero eso es falso”, puntualizó el antropólogo.

Recordó que en su juventud en Guanajuato los días de Todos los Santos eran la expresión católica ortodoxa del 2 de noviembre, sin embargo, poner altares para los difuntos era considerada como una práctica de los pueblos indígenas, lo cual se hacía en Michoacán y Oaxaca, ya que “nosotros sólo llevábamos flores al panteón”.

La película Coco muestra cómo en Estados Unidos están muy conscientes del valor comercial del Día de Muertos, así también el desfile organizado en Paseo de la Reforma que surge a partir de la película 007: Spectre, ejemplos claros de la comercialización que proviene de este hecho.

Los altares son una expresión de la cultura popular que los sujetos sociales promueven. “Uno puede describir el fenómeno, como científico social no tomo bando para decir si está bien o mal, sólo registro lo que sucede, quién soy para expresar si está equivocada la comercialización o turistificación de la festividad si es lo que quiere hacer la gente,” reconoció el investigador de la Casa abierta al tiempo.

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La dualidad entre la vida y la muerte como elemento cultural y de la cosmovisión de un sector importante de la sociedad mexicana –cuya influencia española se conjuntó con las tradiciones prehispánicas– cobra especial relevancia en las festividades del Día de Muertos, mediante altares con ofrendas, alimentos y bebidas para recordar a los difuntos, que en la actualidad convive con el Halloween estadounidense, afirmó María Antonieta Ilhui Pacheco Chávez, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En ese sentido, Carlos Garma Navarro, profesor del Departamento de Antropología, resaltó que las celebraciones del Día de Muertos y de Halloween se llevan muy bien, eso lo descubrieron los comerciantes, los intentos puristas de mantener separados ambos festejos no han fructificado. Los elementos del sincretismo se siguen dando, a pesar de la tendencia de pensar que éste sólo se dio en la época colonial.

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Para muchos sectores de la población el Día de Muertos se armoniza con el Halloween. Hace un par de décadas existió un esfuerzo por señalar que el primero “era nuestro y que el segundo era de los estadounidenses”, pero la sociedad ha aceptado ambos y los mezcla. “Se trata de un fenómeno en el que está presente la migración, por ello es imposible que se maneje con pureza”, indicó Garma.

La maestra María Antonieta Ilhui explicó que desde la llegada de los españoles se realizaron las celebraciones de fieles difuntos y todos santos, que databan de la Edad Media, y en las cuales se veneraban sus reliquias por ser la prueba de que habían alcanzado la vida eterna.

Esta serie de ritos fueron traídos a México y a América Latina, y en las iglesias de la Nueva España llegaban muchos creyentes que honraban los cuerpos y objetos de sus finados para rendirles culto en festejos populares, en los que se instalaban puestos de golosinas, aguas frescas y pan.

Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

La docente del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa, refirió que así, las fiestas y homenajes dedicados a los fallecidos en Mesoamérica se conjuntaron con las tradiciones traídas del viejo continente, que sin ser completamente distintas sí tenían una solemnidad diferente y momentos variados de festividades, aclaró la egresada de El Colegio de México.

La investigadora apuntó las coincidencias en algunos rituales: los españoles, por ejemplo, usaban la cera como símbolo de luz y vida eterna, las flores porque recuerdan al campo florido; “sin embargo, en las celebraciones en Mesoamérica tenemos para los muertos grandes y chiquitos las flores, pero también se emplean papeles de color azul y las ofrendas que comen los familiares”.

Además, asienta que hubo un proceso de creación y recreación de la fiesta de 1920 a 1950 a partir del nacionalismo mexicano cuando se puso énfasis en las tradiciones prehispánicas y se convirtió en un convite en el que los pueblos rendían honores a sus finados el 1 y 2 de noviembre.

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Desde la época colonial y hasta el siglo XIX, éstos se desarrollaron fuera de las iglesias convirtiéndose en elementos populares. “Si lo vemos desde sus orígenes es más una conmemoración de corte español, aunque se aportaron componentes indígenas del siglo XVI al XVIII, por tanto, es una celebración popular en cuanto a la continuidad de la misma”.

Carlos Garma advirtió la existencia de una comercialización propiciada por los medios de comunicación y algunos funcionarios gubernamentales que han contribuido a la turistificación de lo que era un ritual comunitario y familiar en comunidades indígenas.

En México hay una diversidad religiosa y pluralidad de conocimientos; resulta imposible hablar de una forma mayoritaria en el sistema de creencias, 75 por ciento de la población es católico y el 25 por ciento restante se declara no católico, entre evangélicos, cristianos protestantes, aunque el rubro que más creció fue el de no creyentes, indicó en entrevista el investigador nacional nivel III.

“No es lo mismo ser creyente en una comunidad en Oaxaca que en Monterrey; en la misma CDMX, el conjunto de dogmas varía según el sector social

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Los medios de comunicación dan la impresión que hay un sistema de creencias y rituales que predomina en la sociedad, pero eso es falso”, puntualizó el antropólogo.

Recordó que en su juventud en Guanajuato los días de Todos los Santos eran la expresión católica ortodoxa del 2 de noviembre, sin embargo, poner altares para los difuntos era considerada como una práctica de los pueblos indígenas, lo cual se hacía en Michoacán y Oaxaca, ya que “nosotros sólo llevábamos flores al panteón”.

La película Coco muestra cómo en Estados Unidos están muy conscientes del valor comercial del Día de Muertos, así también el desfile organizado en Paseo de la Reforma que surge a partir de la película 007: Spectre, ejemplos claros de la comercialización que proviene de este hecho.

Los altares son una expresión de la cultura popular que los sujetos sociales promueven. “Uno puede describir el fenómeno, como científico social no tomo bando para decir si está bien o mal, sólo registro lo que sucede, quién soy para expresar si está equivocada la comercialización o turistificación de la festividad si es lo que quiere hacer la gente,” reconoció el investigador de la Casa abierta al tiempo.

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