/ domingo 7 de abril de 2024

OPINIÓN DE LUIS WERTMAN ZASLA | Mantenimiento

Motivo de negociación vecinal permanente, la cuota de mantenimiento en los edificios y en las calles de la Ciudad de México es un tema al que debemos ponerle mucha atención para garantizar el buen estado de nuestros inmuebles y, en general, de los vecindarios en los que vivimos.

Quienes fijan la cantidad necesaria para darle mantenimiento a las áreas comunes de un edificio son los mismos vecinos y el mejor camino para acordarlo en la asamblea de condóminos que establece la ley en la materia y supervisa la Procuraduría Social capitalina.

A partir de un registro formal ante la Prosoc, los vecinos pueden fijar la, o las, cuotas que sean necesarias para el buen funcionamiento del inmueble que comparte y del que son propietarios, en conjunto, por medio de los espacios adquiridos en lo individual. Prácticamente todos los edificios cuentan con áreas comunes y desde hace un par de décadas incluyen “amenidades” que requieren atención especializada.

Contemplar la adquisición de una propiedad también implica considerar una cuota de que permita que todo lo que es de todos funcione. Uno de los principales problemas entre vecinos es la morosidad y el consecuente deterioro de áreas que terminan por afectar el patrimonio de las familias que habitan un inmueble en cualquiera de las 16 alcaldías capitalinas.

A ello hay que sumarle la contribución por el suministro de agua (que debe ser por medio de cuentas individualizadas como en el caso del servicio de energía eléctrica, pero en muchos condominios es un servicio que se cobra de manera conjunta), los depósitos para usar espacios y salones; muchos edificios cuentan además con albercas, gimnasios y hasta jardines, cuya atención es responsabilidad de todos los vecinos.

No es un asunto menor el que podamos conservar nuestros hogares a lo largo de los años, más allá del sentido común que representa mantener su plusvalía de mercado. La Ciudad de México, llamada con justicia “la Ciudad de los Palacios”, es un testimonio histórico de la mejor arquitectura del mundo, la cual está presente en casi todo su territorio.

Sin embargo, como otras grandes metrópolis, sufre de gentrificación, saturación vial, gestión hídrica y la sustitución de inmuebles por nuevos complejos de vivienda que puedan atender una demanda creciente de personas que buscan rentar o comprar en una de las urbes más populares en el mundo por sus diferentes ventajas.

Casi todas las alcaldías comienzan a desarrollar polos de construcción, específicamente de edificios de departamentos, lo que modifica años de convivencia en colonias que hasta hace unos años eran residenciales o pasaban de largo en la visión de quienes toman las decisiones, públicas y privadas, acerca del futuro de la capital.

No obstante, llevamos casi seis años en los que se ha avanzado en el reordenamiento de la edificación de inmuebles y en medidas, como la reciente aprobación de reformas a la Ley local de Turismo, para que las nuevas opciones de hospedaje por medio de plataformas tecnológicas tengan un crecimiento adecuado, sin depredar vecindarios y colonias.

La parte que nos corresponde a los capitalinos es la formación de comunidades más participativas y que se involucren de la puerta de sus hogares hacia fuera y de la puerta de su edificio hacia dentro para que, en conjunto, ninguno de sus inmuebles pierda valor y quede a merced de un mercado que puede salirse de control en cualquier momento, como ya lo hemos vivido en otras ocasiones en la Ciudad de México.

Es la sociedad de la capital la que tiene el papel más relevante en su viabilidad y en su futuro en el corto plazo. Existen muchas soluciones que se han aplicado en otras urbes y que podemos adaptar aquí, además de aquellas que pueden surgir de nuestra propia iniciativa. Solo que eso necesita una mejor organización vecinal. Si vivimos en un edificio, demos de alta ante las autoridades la asamblea de condóminos correspondiente y dialoguemos acerca de lo que se requiere para que podamos vivir cada vez mucho mejor y dejemos a las generaciones que vienen detrás la ciudad que siempre quisimos para nosotros.

Motivo de negociación vecinal permanente, la cuota de mantenimiento en los edificios y en las calles de la Ciudad de México es un tema al que debemos ponerle mucha atención para garantizar el buen estado de nuestros inmuebles y, en general, de los vecindarios en los que vivimos.

Quienes fijan la cantidad necesaria para darle mantenimiento a las áreas comunes de un edificio son los mismos vecinos y el mejor camino para acordarlo en la asamblea de condóminos que establece la ley en la materia y supervisa la Procuraduría Social capitalina.

A partir de un registro formal ante la Prosoc, los vecinos pueden fijar la, o las, cuotas que sean necesarias para el buen funcionamiento del inmueble que comparte y del que son propietarios, en conjunto, por medio de los espacios adquiridos en lo individual. Prácticamente todos los edificios cuentan con áreas comunes y desde hace un par de décadas incluyen “amenidades” que requieren atención especializada.

Contemplar la adquisición de una propiedad también implica considerar una cuota de que permita que todo lo que es de todos funcione. Uno de los principales problemas entre vecinos es la morosidad y el consecuente deterioro de áreas que terminan por afectar el patrimonio de las familias que habitan un inmueble en cualquiera de las 16 alcaldías capitalinas.

A ello hay que sumarle la contribución por el suministro de agua (que debe ser por medio de cuentas individualizadas como en el caso del servicio de energía eléctrica, pero en muchos condominios es un servicio que se cobra de manera conjunta), los depósitos para usar espacios y salones; muchos edificios cuentan además con albercas, gimnasios y hasta jardines, cuya atención es responsabilidad de todos los vecinos.

No es un asunto menor el que podamos conservar nuestros hogares a lo largo de los años, más allá del sentido común que representa mantener su plusvalía de mercado. La Ciudad de México, llamada con justicia “la Ciudad de los Palacios”, es un testimonio histórico de la mejor arquitectura del mundo, la cual está presente en casi todo su territorio.

Sin embargo, como otras grandes metrópolis, sufre de gentrificación, saturación vial, gestión hídrica y la sustitución de inmuebles por nuevos complejos de vivienda que puedan atender una demanda creciente de personas que buscan rentar o comprar en una de las urbes más populares en el mundo por sus diferentes ventajas.

Casi todas las alcaldías comienzan a desarrollar polos de construcción, específicamente de edificios de departamentos, lo que modifica años de convivencia en colonias que hasta hace unos años eran residenciales o pasaban de largo en la visión de quienes toman las decisiones, públicas y privadas, acerca del futuro de la capital.

No obstante, llevamos casi seis años en los que se ha avanzado en el reordenamiento de la edificación de inmuebles y en medidas, como la reciente aprobación de reformas a la Ley local de Turismo, para que las nuevas opciones de hospedaje por medio de plataformas tecnológicas tengan un crecimiento adecuado, sin depredar vecindarios y colonias.

La parte que nos corresponde a los capitalinos es la formación de comunidades más participativas y que se involucren de la puerta de sus hogares hacia fuera y de la puerta de su edificio hacia dentro para que, en conjunto, ninguno de sus inmuebles pierda valor y quede a merced de un mercado que puede salirse de control en cualquier momento, como ya lo hemos vivido en otras ocasiones en la Ciudad de México.

Es la sociedad de la capital la que tiene el papel más relevante en su viabilidad y en su futuro en el corto plazo. Existen muchas soluciones que se han aplicado en otras urbes y que podemos adaptar aquí, además de aquellas que pueden surgir de nuestra propia iniciativa. Solo que eso necesita una mejor organización vecinal. Si vivimos en un edificio, demos de alta ante las autoridades la asamblea de condóminos correspondiente y dialoguemos acerca de lo que se requiere para que podamos vivir cada vez mucho mejor y dejemos a las generaciones que vienen detrás la ciudad que siempre quisimos para nosotros.