/ lunes 23 de octubre de 2023

Jueces Conciliadores en el Estado de México, sinónimo de corrupción, maltrato y abusos

Durante un recorrido que realizó LA PRENSA por oficinas de jueces conciliadores en Naucalpan, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli se pudo constatar esto

Existen quejas que dicen que las más de 125 oficinas de jueces conciliadores que existen en el Estado de México son sinónimo de corrupción, abuso de autoridad y malos tratos para las personas que llegan a esas instalaciones, la mayoría de ellas detenidas por policías municipales por faltas administrativas y en lo general por ingerir bebidas embriagantes en la calle.

Durante un recorrido que realizó LA PRENSA por oficinas de jueces conciliadores en Naucalpan, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli se pudo constatar esto, antes de entrar, los detenidos ya son sujetos a una serie de humillaciones por parte de policías municipales, quienes atentan contra sus derechos humanos, pues nos lo dejan hablar y si ponen resistencia a su detención y se niegan a entrar por su voluntad a las galeras de dichas oficinas, los golpean y a empujones y a veces casi a arrastras los meten y encierran.

Y este tipo de acciones se da porque, según testimonio de algunos policías que pidieron anonimato por posibles represalias, desde las mismas oficinas del juez conciliador, la instrucción para ellos es que entre semana tienen que ingresar por lo menos seis detenidos y los fines de semana debe ser el doble y si no cumplen se hacen acreedores a un castigo que regularmente es estar de guardia cada tercer día o que los bajen de su patrulla y tengan que trabajar a pie.

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Entre semana tienen que ingresar por lo menos seis detenidos y los fines de semana debe ser el doble...

Y es que según los uniformados, esto tiene una explicación, pues cada una de las personas que detienen tiene que pagar una multa de 2 mil 500 pesos para obtener su libertad y en caso de no ser así tienen que pagar con un encierro de 36 horas.

Muchos de ellos con tal de no estar encerrados en una galera tan denigrante, donde no se les da ni agua y existen condiciones muy insalubres, además de que son víctima de otros detenidos que los golpean a cambio de dinero, prefieren pagar y esto para los jueces calificadores y directamente para los Ayuntamientos representa una auténtica mina de oro, pues son grandes las cantidades de dinero que entran todos los días a sus arcas.

Hay que cumplir con las instrucción de las autoridades

Por eso, dijeron los uniformados, todos los días más que salir a brindar seguridad a la ciudadanía y enfrentar de manera frontal a la delincuencia, primero se dedican a buscar a sus presas, la mayoría de ellas borrachitos, alguien que está haciendo sus necesidades fisiologías en la calle e incluso parejitas que son sorprendidas besándose e intercambiando caricias, el chistees cumplir con la instrucción que se les da, por eso somos como somos, dijeron.

“Porque me detuviste, mi moto no es robada, déjame pedir mi factura para demostrártelo” comento Carlos “N”, minutos después de que salió de las galeras del Juez Conciliador de Naucalpan, 24 horas después de su encierro y de que demostró que su moto no era robada y que él la había comprado legalmente.

Estos abusivos policías, dijo, me detuvieron en la colonia El Molinito, en Naucalpan frente a una gasolinera, cuando empujaba mi moto para echarle gasolina, pues ya no tenía y ya no quiso arrancar.

Después de 24 horas, cuando con mi factura comprobé a los policías municipales que mi moto no era robada, señaló, increíblemente me dijeron que de todos modos tenía que pagar los dos mil 500 pesos de multa para salir porque como me negué a que me detuvieran incurrí en el delito de resistencia a la autoridad, o sea el chiste era que tenía que pagar.

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Al principio, explicó, me negué a pagar los dos mil 500 de multa, pero después no lo dude ni un momento y hable vía telefónica con mi hermano para explicarle lo que había sucedido y pedirle que pagara la multa.

De entrada, como todavía me negaba a ser encerrado en las galeras del Juez conciliador, los policías me golpearon brutalmente y casi arrastrando me metieron y encerraron.

Desde la misma entrada comencé a vivir un verdadero infierno, me llevaron por un pasillo y me empujaban y pateaban y los abusivos policías municipales de Naucalpan me gritaban que ya me callara y obedeciera porque si no me iban a partir la madre, mire a uno de ellos y como respuesta me dio un cachetadón, mejor obedecí.

Los policías me golpearon brutalmente y casi arrastrando me metieron y encerraron...

Al llegar a la galera, una celda de 4 por 4, donde se encontraban por lo menos 50 sujetos, todos ellos malencarados, me dio miedo, pues sabía que muchos de ellos ya me estaban esperando, y en efecto dos se me acercaron y me dijeron háblales a tus familiares para que te traigan dinero y nos saquen a los tres porque si no te vamos a partir tu madre.

Les comenté que me aguantaran, me senté por un momento en el suelo, pues todas las bancas estaban ocupadas y luego llegué a la conclusión que iba a pagar más cuando el olor que imperaba en la zona era insoportable, pues los baños estaban dentro de la misma galera, al aire libre, el escusado era un pedazo de taza enterrada en el piso, donde nada más te sentabas de “aguiita”, defecabas y no le echabas agua, ya sabrá el olor que despedía en todo el ambiente.

Luego a los cinco minutos llegaron los mismos policías y me preguntaron que si quería que me pasaran a otra de las celadas mucho más pequeña pero donde nadamas iba a estar yo y nadie me molestaría, pero que les tenía que dar para el chesco y que si quería hacer una llamada también me tenía que “reportar”.

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Ante estas circunstancias, después de todo lo que viví en las galeras del Juez calificador y consciente de que los dos sujetos que me habían amenazado con golpearme si no pagaba las multas lo iban a cumplir, opte por pasarme a la otra galera, hable con mi hermano y finalmente pague mi multa para escapar de ese infierno.

Existen muchas denuncias no solamente en la Oficialía del Juez Calificador de Naucalpan, sino que en Tlanepantla, Cuautitlán Izcalli y tal vez en todos los municipios mexiquenses, donde la corrupción, el abuso de autoridad y los malos tratos que sufren las personas que caen en esos lugares es inevitable.

algunos de los afectados que pidieron anonimato manifestaron que sería bueno que alguna autoridad del poder judicial del estado de México tome cartas en el asunto y ponga una solución a este problema y también pongan en orden no solamente a los policías municipales, sino que principalmente a los jueces conciliadores que finalmente son los encargados de que estas oficinas funcionen correctamente

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

Existen quejas que dicen que las más de 125 oficinas de jueces conciliadores que existen en el Estado de México son sinónimo de corrupción, abuso de autoridad y malos tratos para las personas que llegan a esas instalaciones, la mayoría de ellas detenidas por policías municipales por faltas administrativas y en lo general por ingerir bebidas embriagantes en la calle.

Durante un recorrido que realizó LA PRENSA por oficinas de jueces conciliadores en Naucalpan, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli se pudo constatar esto, antes de entrar, los detenidos ya son sujetos a una serie de humillaciones por parte de policías municipales, quienes atentan contra sus derechos humanos, pues nos lo dejan hablar y si ponen resistencia a su detención y se niegan a entrar por su voluntad a las galeras de dichas oficinas, los golpean y a empujones y a veces casi a arrastras los meten y encierran.

Y este tipo de acciones se da porque, según testimonio de algunos policías que pidieron anonimato por posibles represalias, desde las mismas oficinas del juez conciliador, la instrucción para ellos es que entre semana tienen que ingresar por lo menos seis detenidos y los fines de semana debe ser el doble y si no cumplen se hacen acreedores a un castigo que regularmente es estar de guardia cada tercer día o que los bajen de su patrulla y tengan que trabajar a pie.

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Entre semana tienen que ingresar por lo menos seis detenidos y los fines de semana debe ser el doble...

Y es que según los uniformados, esto tiene una explicación, pues cada una de las personas que detienen tiene que pagar una multa de 2 mil 500 pesos para obtener su libertad y en caso de no ser así tienen que pagar con un encierro de 36 horas.

Muchos de ellos con tal de no estar encerrados en una galera tan denigrante, donde no se les da ni agua y existen condiciones muy insalubres, además de que son víctima de otros detenidos que los golpean a cambio de dinero, prefieren pagar y esto para los jueces calificadores y directamente para los Ayuntamientos representa una auténtica mina de oro, pues son grandes las cantidades de dinero que entran todos los días a sus arcas.

Hay que cumplir con las instrucción de las autoridades

Por eso, dijeron los uniformados, todos los días más que salir a brindar seguridad a la ciudadanía y enfrentar de manera frontal a la delincuencia, primero se dedican a buscar a sus presas, la mayoría de ellas borrachitos, alguien que está haciendo sus necesidades fisiologías en la calle e incluso parejitas que son sorprendidas besándose e intercambiando caricias, el chistees cumplir con la instrucción que se les da, por eso somos como somos, dijeron.

“Porque me detuviste, mi moto no es robada, déjame pedir mi factura para demostrártelo” comento Carlos “N”, minutos después de que salió de las galeras del Juez Conciliador de Naucalpan, 24 horas después de su encierro y de que demostró que su moto no era robada y que él la había comprado legalmente.

Estos abusivos policías, dijo, me detuvieron en la colonia El Molinito, en Naucalpan frente a una gasolinera, cuando empujaba mi moto para echarle gasolina, pues ya no tenía y ya no quiso arrancar.

Después de 24 horas, cuando con mi factura comprobé a los policías municipales que mi moto no era robada, señaló, increíblemente me dijeron que de todos modos tenía que pagar los dos mil 500 pesos de multa para salir porque como me negué a que me detuvieran incurrí en el delito de resistencia a la autoridad, o sea el chiste era que tenía que pagar.

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Al principio, explicó, me negué a pagar los dos mil 500 de multa, pero después no lo dude ni un momento y hable vía telefónica con mi hermano para explicarle lo que había sucedido y pedirle que pagara la multa.

De entrada, como todavía me negaba a ser encerrado en las galeras del Juez conciliador, los policías me golpearon brutalmente y casi arrastrando me metieron y encerraron.

Desde la misma entrada comencé a vivir un verdadero infierno, me llevaron por un pasillo y me empujaban y pateaban y los abusivos policías municipales de Naucalpan me gritaban que ya me callara y obedeciera porque si no me iban a partir la madre, mire a uno de ellos y como respuesta me dio un cachetadón, mejor obedecí.

Los policías me golpearon brutalmente y casi arrastrando me metieron y encerraron...

Al llegar a la galera, una celda de 4 por 4, donde se encontraban por lo menos 50 sujetos, todos ellos malencarados, me dio miedo, pues sabía que muchos de ellos ya me estaban esperando, y en efecto dos se me acercaron y me dijeron háblales a tus familiares para que te traigan dinero y nos saquen a los tres porque si no te vamos a partir tu madre.

Les comenté que me aguantaran, me senté por un momento en el suelo, pues todas las bancas estaban ocupadas y luego llegué a la conclusión que iba a pagar más cuando el olor que imperaba en la zona era insoportable, pues los baños estaban dentro de la misma galera, al aire libre, el escusado era un pedazo de taza enterrada en el piso, donde nada más te sentabas de “aguiita”, defecabas y no le echabas agua, ya sabrá el olor que despedía en todo el ambiente.

Luego a los cinco minutos llegaron los mismos policías y me preguntaron que si quería que me pasaran a otra de las celadas mucho más pequeña pero donde nadamas iba a estar yo y nadie me molestaría, pero que les tenía que dar para el chesco y que si quería hacer una llamada también me tenía que “reportar”.

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Ante estas circunstancias, después de todo lo que viví en las galeras del Juez calificador y consciente de que los dos sujetos que me habían amenazado con golpearme si no pagaba las multas lo iban a cumplir, opte por pasarme a la otra galera, hable con mi hermano y finalmente pague mi multa para escapar de ese infierno.

Existen muchas denuncias no solamente en la Oficialía del Juez Calificador de Naucalpan, sino que en Tlanepantla, Cuautitlán Izcalli y tal vez en todos los municipios mexiquenses, donde la corrupción, el abuso de autoridad y los malos tratos que sufren las personas que caen en esos lugares es inevitable.

algunos de los afectados que pidieron anonimato manifestaron que sería bueno que alguna autoridad del poder judicial del estado de México tome cartas en el asunto y ponga una solución a este problema y también pongan en orden no solamente a los policías municipales, sino que principalmente a los jueces conciliadores que finalmente son los encargados de que estas oficinas funcionen correctamente

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