/ sábado 30 de diciembre de 2023

Los niños asesinos: torturaron, mutilaron y mataron a un bebé en Reino Unido

Los menores de 10 años fueron juzgados como adultos debido a la crueldad del delito

James de 2 años acompañaba a su madre a hacer compras para cocinar el fin de semana, Denise había pasado por la carnicería A.R. Tym’s, para tener con que cocinar para su familia, sin embargo, se descuidó un momento y lo pagó caro, fue la última vez que vio a James con vida.

Era 12 de febrero de 1993 y dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba a punto de ocurrir un secuestro.

Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos (de 15:37 a 15:40). Cuando Denise volvió a bajar la vista para buscar la mano de James, ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico.

La desesperada búsqueda

Cuando ella se desespera solo han pasado tres minutos. Pregunta a todos por su hijo. Nadie lo ha visto. Se dirige a la gente de seguridad del shopping y ellos piden por James Bulger por los altoparlantes. Nada. Veinte minutos después la policía ya está involucrada en su búsqueda.

Las cámaras del shopping (las imágenes no eran demasiado claras en ese momento, pero técnicos especialistas lograrán mejorarlas más tarde) muestran al pequeño James irse de la mano con dos chicos. A las 15:43 se ve a los tres menores salir del shopping New Strand. Rebobinando las imágenes se observa a dos niños que se acercan a James a las 15:38. A las 15:41 las cámaras los captan caminando tranquilamente por la galería principal.

A los padres de James el hecho de que su hijo se fue con dos niño los tranquiliza, pues piensan que van hallar a su hijo en algún parque jugando con sus "secuestradores".

Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: “Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recuerda Ralph. No podían anticiparse a la maldad que demostrarían esas criaturas.

q|Luego de dos días desaparecido, el domingo 14 de febrero, la policía encontró a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.

El encargado de comunicarle a Denise la espantosa noticia fue el detective a cargo de la investigación, Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Venía de encontrar el cuerpo mutilado cuando se topó con Denise en el estacionamiento del cuartel de policía. Así lo recordó: “Me estaba acercando a Denise cuando ella se dio cuenta de había pasado lo peor… y gritó de una manera que jamás olvidaré”.

¿Quiénes eran esos chicos de las imágenes de CCTV?

La aterradora noticia circuló por todos los medios de comunicación, una mujer que había observado el video en la televisión y reconoció las figuras del video de seguridad, era una maestra que supo que se trataba de dos alumnos suyos, muy problemáticos, que justamente el viernes 12 habían faltado a sus clases.

Dos días después del hallazgo del cuerpo ella se presentó en la estación de policía Marsh Lane, de Bootle, y dijo que Jon Venables y Robert Thompson no habían ido al colegio aquel viernes, que había visto en la manga de Jon el día anterior pintura azul y que los dos secuestradores que todos habían visto en la televisión tenían solamente 10 años.

La policía se dirigió a los domicilios de Venables y de Thompson donde descubrieron sangre y pintura en sus ropa y zapatos. Los habían encontrado.

Las torturas que sufrió James

Aquella tarde, James se alejó de su madre y siguió a dos chicos, hasta afuera del shopping, al principio lo llevaban de la mano, pero poco tiempo después comenzaron las torturas, durante el camino, lloró, pidió por su madre, recibió patadas y golpes, iba agotado... esos chicos lo arrastraron, cuando pasaron por el canal Leeds and Liverpool, a unas cuatro cuadras del shopping, lo empujaron con fuerza tirándolo de cabeza sobre el pavimento, provocando gran hematoma en la frente de James, lloró muy fuerte, pero esto no detuvo a sus verdugos.

La tortuosa marcha continuó, Venables y Thompson le pusieron la capucha de su chamarra para que no se viera su carita lastimada. Los captores se reían de él, y la gente que los veía pasar (fueron 38 los testigos que poco y nada hicieron) pensaban, con inocencia, que eran hermanos peleando.

Días después, esos testigos se descubrirían cómplices de un homicidio que, con la intervención de un adulto, podría haberse evitado.

Tras darse a conocer la noticias aparecían arrepentidos esos testigos, un hombre contó que vio a Thompson pegarle una patada en las costillas al más chico de los tres, les preguntó qué estaba pasando, pero ellos zafaron diciendo que eran hermanos.

Una mujer mayor observó sollozar a James y también los encaró, otra vez, los chicos más grandes mintieron: le dijeron que lo habían encontrado perdido, ella les propuso ocuparse y llevarlo a la estación de policía. Pero cuando le pidió a otra mujer que cuidara de su propia hija, la respuesta de esa otra mujer condenó a muerte a James: le dijo que ella no podía cuidar de su hija porque tenía un perro peligroso que no se llevaba bien con los niños. Una cadena de hechos lamentable para un salvataje frustrado.

Venables y Thompson en su camino y se introdujeron con James en un par de negocios, robaron pintura azul para maquetas, un muñeco Troll y unas baterías. En un local de mascotas, el dueño, que ya conocía a los vándalos, los echó. Venables antes le dijo que James era el hermano menor de Thompson.

Cuando llegaron al terraplén de una estación de tren semiabandonada la turtura aumentó, lo golpearon con ladrillos y piedras, le arrojaron la pintura azul a los ojos, le patearon la cara (el zapato de Thompson quedó estampado en su mejilla).

Luego saltaron sobre su cuerpo fracturando sus manos y costillas. Le introdujeron pilas en la boca y le tiraron encima de la cabeza una barra de hierro de diez kilos que le provocó diez fracturas más. Luego, para terminar, colocaron a James atravesado sobre las vías y le taparon la cara con escombros. El tren pasó y cortó el cuerpo por la mitad.

El patólogo forense, Alan Williams, determinó que James tenía 42 heridas. Eran tantas que dijo no poder determinar cuál de todas ellas le había quitado primero la vida. Además, creyó ver connotaciones sexuales en el caso ya que el cuerpo había aparecido sin pantalones, sin calzoncillos, sin medias y sin zapatos y, según afirmó, con el prepucio manipulado y retraído.

Los sentenciados más jóvenes de la historia moderna de Gran Bretaña

De los videos recuperados se deduce que la dupla mortal había estado un buen rato tratando de atrapar alguna víctima antes de elegir a James.

Al ser detenidos, el primero en confesar fue Jon Venables: “Yo lo maté ¿Qué le dirán a su mamá? ¿Le pueden decir que lo siento?”. Se mostraba inquieto y gritaba histéricamente que quería quitarse la ropa porque olía al bebé muerto.

Robert Thompson, en cambio, fue frío. Negó todo con vehemencia, pero se delató dando detalles de lo que llevaba puesto James Bulger esa tarde. Thompson, impasible, preguntó si habían llevado el pequeño al hospital “para revivirlo”. La prensa lo bautizó como “el chico que no llora”. En ese entonces se convirtió en el pequeño más odiado por la opinión pública de su país.

En el juicio, los acusados reconocieron que habían querido secuestrar otro niño para llevarlo a una esquina y empujarlo debajo de los autos. Pero la madre de ese chico apareció demasiado rápido y les había desbaratado el plan.

El zapato impreso en la mejilla de James coincidía ciento por ciento con la suela del de Thompson; la pintura azul analizada era la misma que la encontrada en la víctima. El 20 de febrero de 1993, fueron acusados de secuestro, torturas y asesinato en la Corte Juvenil de South Sefton. Y quedaron bajo custodia policial.

El 1 de noviembre de 1993 comenzó el juicio que duró tres semanas. Se los juzgó como adultos. Los pequeños acusados estuvieron sentados en unos bancos más altos de lo normal para poder ver lo que ocurría.

La policía reprodujo durante el juicio 20 horas de entrevistas grabadas con los acusados, quienes no hablaron en público. Quedaba claro que Thompson encarnaba el rol de líder. Laurence Lee, abogado de Venables en ese entonces, dijo de Thompson: “Es el chico más temible que he visto en mi vida”.

El 24 de noviembre de 1993, Venables y Thompson fueron declarados culpables. Se habían convertido en los convictos más jóvenes en la historia moderna de Gran Bretaña.

El juez pidió un mínimo de 8 años de cárcel y autorizó que sus nombres fueran revelados. Esto último fue muy criticado. El diario The Sun comenzó una campaña con una petición para aumentar la pena y juntaron 280 mil firmas. La presión tuvo éxito y, en julio 1994, se anunció que los culpables pasarían al menos 15 años en prisión. Pero las apelaciones y las diferentes opiniones de los letrados y de la Justicia fue moviendo ese límite.

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En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos, consideró que el juicio no había sido justo y que el trato a los menores acusados había sido “injusto y degradante”. Por supuesto la familia Bulger no estaba de acuerdo con esto, dijeron que eran ellos quienes se sentían degradados y desamparados.

Luego de la sentencia, Robert Thompson fue recluido en el centro de seguridad y cuidados, Barton Moss, en Manchester. Jon Venables, en Vardy House, en St Helens, en Merseyside, demasiado cerca de los Bulger. A Jon Venables sus padres lo visitaban periódicamente. La madre de Thompson iba cada tres días. Tuvieron educación y rehabilitación.

Un equipo de psiquiatras, contratado por los abogados de los Bulger, determinó que Thompson encajaba en el perfil de un psicópata: no demostraba ningún remordimiento.

Finalmente, en junio de 2001, poco antes de cumplir los 19 años, fueron liberados y se les proporcionó nuevas identidades. Como ningún país quiso recibirlos, se optó por mudarlos a sitios secretos dentro de Inglaterra -con el mismo tratamiento que se les da a los testigos protegidos-, se les inventó una nueva vida con historias clínicas, pasaportes y seguros. Eso sí: las autoridades les impusieron algunas condiciones. No podían acercarse a la familia Bulger ni a la zona donde vivían (Merseyside), y debían reportarse a los oficiales de la probation. A la prensa se le prohibió divulgar sus nuevas identidades y sus ubicaciones.

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James de 2 años acompañaba a su madre a hacer compras para cocinar el fin de semana, Denise había pasado por la carnicería A.R. Tym’s, para tener con que cocinar para su familia, sin embargo, se descuidó un momento y lo pagó caro, fue la última vez que vio a James con vida.

Era 12 de febrero de 1993 y dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba a punto de ocurrir un secuestro.

Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos (de 15:37 a 15:40). Cuando Denise volvió a bajar la vista para buscar la mano de James, ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico.

La desesperada búsqueda

Cuando ella se desespera solo han pasado tres minutos. Pregunta a todos por su hijo. Nadie lo ha visto. Se dirige a la gente de seguridad del shopping y ellos piden por James Bulger por los altoparlantes. Nada. Veinte minutos después la policía ya está involucrada en su búsqueda.

Las cámaras del shopping (las imágenes no eran demasiado claras en ese momento, pero técnicos especialistas lograrán mejorarlas más tarde) muestran al pequeño James irse de la mano con dos chicos. A las 15:43 se ve a los tres menores salir del shopping New Strand. Rebobinando las imágenes se observa a dos niños que se acercan a James a las 15:38. A las 15:41 las cámaras los captan caminando tranquilamente por la galería principal.

A los padres de James el hecho de que su hijo se fue con dos niño los tranquiliza, pues piensan que van hallar a su hijo en algún parque jugando con sus "secuestradores".

Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: “Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recuerda Ralph. No podían anticiparse a la maldad que demostrarían esas criaturas.

q|Luego de dos días desaparecido, el domingo 14 de febrero, la policía encontró a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.

El encargado de comunicarle a Denise la espantosa noticia fue el detective a cargo de la investigación, Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Venía de encontrar el cuerpo mutilado cuando se topó con Denise en el estacionamiento del cuartel de policía. Así lo recordó: “Me estaba acercando a Denise cuando ella se dio cuenta de había pasado lo peor… y gritó de una manera que jamás olvidaré”.

¿Quiénes eran esos chicos de las imágenes de CCTV?

La aterradora noticia circuló por todos los medios de comunicación, una mujer que había observado el video en la televisión y reconoció las figuras del video de seguridad, era una maestra que supo que se trataba de dos alumnos suyos, muy problemáticos, que justamente el viernes 12 habían faltado a sus clases.

Dos días después del hallazgo del cuerpo ella se presentó en la estación de policía Marsh Lane, de Bootle, y dijo que Jon Venables y Robert Thompson no habían ido al colegio aquel viernes, que había visto en la manga de Jon el día anterior pintura azul y que los dos secuestradores que todos habían visto en la televisión tenían solamente 10 años.

La policía se dirigió a los domicilios de Venables y de Thompson donde descubrieron sangre y pintura en sus ropa y zapatos. Los habían encontrado.

Las torturas que sufrió James

Aquella tarde, James se alejó de su madre y siguió a dos chicos, hasta afuera del shopping, al principio lo llevaban de la mano, pero poco tiempo después comenzaron las torturas, durante el camino, lloró, pidió por su madre, recibió patadas y golpes, iba agotado... esos chicos lo arrastraron, cuando pasaron por el canal Leeds and Liverpool, a unas cuatro cuadras del shopping, lo empujaron con fuerza tirándolo de cabeza sobre el pavimento, provocando gran hematoma en la frente de James, lloró muy fuerte, pero esto no detuvo a sus verdugos.

La tortuosa marcha continuó, Venables y Thompson le pusieron la capucha de su chamarra para que no se viera su carita lastimada. Los captores se reían de él, y la gente que los veía pasar (fueron 38 los testigos que poco y nada hicieron) pensaban, con inocencia, que eran hermanos peleando.

Días después, esos testigos se descubrirían cómplices de un homicidio que, con la intervención de un adulto, podría haberse evitado.

Tras darse a conocer la noticias aparecían arrepentidos esos testigos, un hombre contó que vio a Thompson pegarle una patada en las costillas al más chico de los tres, les preguntó qué estaba pasando, pero ellos zafaron diciendo que eran hermanos.

Una mujer mayor observó sollozar a James y también los encaró, otra vez, los chicos más grandes mintieron: le dijeron que lo habían encontrado perdido, ella les propuso ocuparse y llevarlo a la estación de policía. Pero cuando le pidió a otra mujer que cuidara de su propia hija, la respuesta de esa otra mujer condenó a muerte a James: le dijo que ella no podía cuidar de su hija porque tenía un perro peligroso que no se llevaba bien con los niños. Una cadena de hechos lamentable para un salvataje frustrado.

Venables y Thompson en su camino y se introdujeron con James en un par de negocios, robaron pintura azul para maquetas, un muñeco Troll y unas baterías. En un local de mascotas, el dueño, que ya conocía a los vándalos, los echó. Venables antes le dijo que James era el hermano menor de Thompson.

Cuando llegaron al terraplén de una estación de tren semiabandonada la turtura aumentó, lo golpearon con ladrillos y piedras, le arrojaron la pintura azul a los ojos, le patearon la cara (el zapato de Thompson quedó estampado en su mejilla).

Luego saltaron sobre su cuerpo fracturando sus manos y costillas. Le introdujeron pilas en la boca y le tiraron encima de la cabeza una barra de hierro de diez kilos que le provocó diez fracturas más. Luego, para terminar, colocaron a James atravesado sobre las vías y le taparon la cara con escombros. El tren pasó y cortó el cuerpo por la mitad.

El patólogo forense, Alan Williams, determinó que James tenía 42 heridas. Eran tantas que dijo no poder determinar cuál de todas ellas le había quitado primero la vida. Además, creyó ver connotaciones sexuales en el caso ya que el cuerpo había aparecido sin pantalones, sin calzoncillos, sin medias y sin zapatos y, según afirmó, con el prepucio manipulado y retraído.

Los sentenciados más jóvenes de la historia moderna de Gran Bretaña

De los videos recuperados se deduce que la dupla mortal había estado un buen rato tratando de atrapar alguna víctima antes de elegir a James.

Al ser detenidos, el primero en confesar fue Jon Venables: “Yo lo maté ¿Qué le dirán a su mamá? ¿Le pueden decir que lo siento?”. Se mostraba inquieto y gritaba histéricamente que quería quitarse la ropa porque olía al bebé muerto.

Robert Thompson, en cambio, fue frío. Negó todo con vehemencia, pero se delató dando detalles de lo que llevaba puesto James Bulger esa tarde. Thompson, impasible, preguntó si habían llevado el pequeño al hospital “para revivirlo”. La prensa lo bautizó como “el chico que no llora”. En ese entonces se convirtió en el pequeño más odiado por la opinión pública de su país.

En el juicio, los acusados reconocieron que habían querido secuestrar otro niño para llevarlo a una esquina y empujarlo debajo de los autos. Pero la madre de ese chico apareció demasiado rápido y les había desbaratado el plan.

El zapato impreso en la mejilla de James coincidía ciento por ciento con la suela del de Thompson; la pintura azul analizada era la misma que la encontrada en la víctima. El 20 de febrero de 1993, fueron acusados de secuestro, torturas y asesinato en la Corte Juvenil de South Sefton. Y quedaron bajo custodia policial.

El 1 de noviembre de 1993 comenzó el juicio que duró tres semanas. Se los juzgó como adultos. Los pequeños acusados estuvieron sentados en unos bancos más altos de lo normal para poder ver lo que ocurría.

La policía reprodujo durante el juicio 20 horas de entrevistas grabadas con los acusados, quienes no hablaron en público. Quedaba claro que Thompson encarnaba el rol de líder. Laurence Lee, abogado de Venables en ese entonces, dijo de Thompson: “Es el chico más temible que he visto en mi vida”.

El 24 de noviembre de 1993, Venables y Thompson fueron declarados culpables. Se habían convertido en los convictos más jóvenes en la historia moderna de Gran Bretaña.

El juez pidió un mínimo de 8 años de cárcel y autorizó que sus nombres fueran revelados. Esto último fue muy criticado. El diario The Sun comenzó una campaña con una petición para aumentar la pena y juntaron 280 mil firmas. La presión tuvo éxito y, en julio 1994, se anunció que los culpables pasarían al menos 15 años en prisión. Pero las apelaciones y las diferentes opiniones de los letrados y de la Justicia fue moviendo ese límite.

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En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos, consideró que el juicio no había sido justo y que el trato a los menores acusados había sido “injusto y degradante”. Por supuesto la familia Bulger no estaba de acuerdo con esto, dijeron que eran ellos quienes se sentían degradados y desamparados.

Luego de la sentencia, Robert Thompson fue recluido en el centro de seguridad y cuidados, Barton Moss, en Manchester. Jon Venables, en Vardy House, en St Helens, en Merseyside, demasiado cerca de los Bulger. A Jon Venables sus padres lo visitaban periódicamente. La madre de Thompson iba cada tres días. Tuvieron educación y rehabilitación.

Un equipo de psiquiatras, contratado por los abogados de los Bulger, determinó que Thompson encajaba en el perfil de un psicópata: no demostraba ningún remordimiento.

Finalmente, en junio de 2001, poco antes de cumplir los 19 años, fueron liberados y se les proporcionó nuevas identidades. Como ningún país quiso recibirlos, se optó por mudarlos a sitios secretos dentro de Inglaterra -con el mismo tratamiento que se les da a los testigos protegidos-, se les inventó una nueva vida con historias clínicas, pasaportes y seguros. Eso sí: las autoridades les impusieron algunas condiciones. No podían acercarse a la familia Bulger ni a la zona donde vivían (Merseyside), y debían reportarse a los oficiales de la probation. A la prensa se le prohibió divulgar sus nuevas identidades y sus ubicaciones.

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