/ sábado 26 de agosto de 2023

La violencia entre adolescentes depende del contexto: experta

Cristina Pérez Agüero, de la Facultad de Psicología de la UNAM, explica que el entorno conductual está regulado por el entorno, que es diferente de persona a persona

La violencia entre adolescentes siempre ha sido una constante en los entornos escolares o recreativos, donde tienen que convivir habitualmente, pero ha escalado en algunos casos, al grado de utilizar objetos o armas para amedrentar a otros, que por lo general, tiene fatales consecuencias.

En muchos casos, la violencia en la adolescencia, responde a un reflejo de la situación que viven o del entorno en el que se desarrollan, mismo que replican en otros espacios, con el afán de ser ellos quienes tomen la posición de ventaja.

La doctora y académica Cristina Pérez Agüero, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó para LA PRENSA algunas de las causas que llevan a los jóvenes a replicar la violencia en sus entornos.

En primer lugar, la experta señaló que es necesario diferenciar la agresión y la violencia, ya que “la agresión es una conducta que podríamos decir es innata, que todos los seres humanos somos capaces de ser agresivos, pero no todos somos capaces de ser violentos”.

Al respecto, aclaró que la agresión puede ser un mecanismo de defensa ante una situación estresante o de peligro, mientras que la violencia, por otro lado, es una un acto dirigido a causar dolor, sufrimiento o algún daño en el otro.

“Nuestro entorno conductual está regulado por un contexto que es diferente de persona a persona, de sociedad a sociedad, de colonia a colonia, de país a país, lo puedes ver a nivel micro, en una familia, o a nivel macro, en un país; entonces, poniendo el mismo ejemplo, en un mismo grupo de 40 niños en cuarto de primaria, unos son violentos o pueden llegar a ser violentos y otros no, porque dependen de su contexto”, comentó.

La psicóloga explicó que, de este modo, los niños ven, aprenden y replican como un modo de interacción normal, lo que se puede apreciar. En los casos de violencia familiar, aunque al niño no lo estén maltratando físicamente de manera directa, si está presenciando eso, lo asocia como una manera de relacionarse y lo va a expresar afuera.

Cristina Pérez aclaró que no es que normalicen la violencia, si no que crecen sin saber diferenciar esas conductas aprendidas en casa, “no pueden diferenciar lo que se debería de lo que no se debería, y súmale todo el contexto social de inequidad, de violencia social, clasismo y racismo”.

Armas y violencia

En muchos casos la violencia y sus formas se traduce en una manera de ganar seguridad, apoyada por algunos juguetes que refuerzan el mensaje, “sobre todo las pistolas, las espadas, los cuchillos. Hay un momento en donde en el histórico natural del niño se espera que juegue con ellos y lo que te da tener una pistola o un cuchillo, aunque sea de juguete, puede ser la lucha de buenos contra malos, sentimiento de dominio, de superioridad, ser el héroe, sentirse el héroe o el villano”, dice Pérez.

Asimismo, este tipo de juguetes se ha asociado más a los niños que a las niñas, y que, a pesar de que saben que se tratan de juguetes, también lo asocian con superioridad y dominio sobre los demás, en especial por la influencia de películas, videojuegos, series de narcotraficantes o la simple necesidad de sobresalir en un grupo.

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Acciones preventivas

La especialista sabe que no se trata de satanizar los juegos ni los juguetes, pero se complementa con los mensajes y estímulos que recibe en su entorno, lo que los lleva a replicar ciertas acciones.

A decir de Cristina Pérez, las razones para que un niño lleve un arma a la escuela, pueden ser múltiples, no solo el hecho de causar daño, sino llamar la atención, ganar el respeto y admiración de su entorno, “para ganar fans, ahora desgraciadamente lo que estamos viendo en niños más pequeños, que hay esta necesidad de aprobación social”.

Expuso que previo a tomar ciertas decisiones vinculadas a ejercer violencia, por lo general los niños lo “llevan premeditando un tiempo, hay cambios conductuales”, mismos que pueden observar los padres en determinado momento, por medio de acciones o inquietudes que manifiestan.

La acción de las autoridades educativas es de gran importancia para Cristina Pérez, quien asegura que el programa Mochila Segura es de gran utilidad para evitar un trágico desenlace.

En algunas situaciones “son agredidos en la escuela o en la casa, y en algún momento explotan y la manera que tienen de sacar todo es un episodio impulsivo que no está premeditado, en el otro extremo, tenemos niños que van formando personalidades en medios conscientes, tanto de sus actos como de lo que estos implican en los demás”.

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La violencia entre adolescentes siempre ha sido una constante en los entornos escolares o recreativos, donde tienen que convivir habitualmente, pero ha escalado en algunos casos, al grado de utilizar objetos o armas para amedrentar a otros, que por lo general, tiene fatales consecuencias.

En muchos casos, la violencia en la adolescencia, responde a un reflejo de la situación que viven o del entorno en el que se desarrollan, mismo que replican en otros espacios, con el afán de ser ellos quienes tomen la posición de ventaja.

La doctora y académica Cristina Pérez Agüero, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó para LA PRENSA algunas de las causas que llevan a los jóvenes a replicar la violencia en sus entornos.

En primer lugar, la experta señaló que es necesario diferenciar la agresión y la violencia, ya que “la agresión es una conducta que podríamos decir es innata, que todos los seres humanos somos capaces de ser agresivos, pero no todos somos capaces de ser violentos”.

Al respecto, aclaró que la agresión puede ser un mecanismo de defensa ante una situación estresante o de peligro, mientras que la violencia, por otro lado, es una un acto dirigido a causar dolor, sufrimiento o algún daño en el otro.

“Nuestro entorno conductual está regulado por un contexto que es diferente de persona a persona, de sociedad a sociedad, de colonia a colonia, de país a país, lo puedes ver a nivel micro, en una familia, o a nivel macro, en un país; entonces, poniendo el mismo ejemplo, en un mismo grupo de 40 niños en cuarto de primaria, unos son violentos o pueden llegar a ser violentos y otros no, porque dependen de su contexto”, comentó.

La psicóloga explicó que, de este modo, los niños ven, aprenden y replican como un modo de interacción normal, lo que se puede apreciar. En los casos de violencia familiar, aunque al niño no lo estén maltratando físicamente de manera directa, si está presenciando eso, lo asocia como una manera de relacionarse y lo va a expresar afuera.

Cristina Pérez aclaró que no es que normalicen la violencia, si no que crecen sin saber diferenciar esas conductas aprendidas en casa, “no pueden diferenciar lo que se debería de lo que no se debería, y súmale todo el contexto social de inequidad, de violencia social, clasismo y racismo”.

Armas y violencia

En muchos casos la violencia y sus formas se traduce en una manera de ganar seguridad, apoyada por algunos juguetes que refuerzan el mensaje, “sobre todo las pistolas, las espadas, los cuchillos. Hay un momento en donde en el histórico natural del niño se espera que juegue con ellos y lo que te da tener una pistola o un cuchillo, aunque sea de juguete, puede ser la lucha de buenos contra malos, sentimiento de dominio, de superioridad, ser el héroe, sentirse el héroe o el villano”, dice Pérez.

Asimismo, este tipo de juguetes se ha asociado más a los niños que a las niñas, y que, a pesar de que saben que se tratan de juguetes, también lo asocian con superioridad y dominio sobre los demás, en especial por la influencia de películas, videojuegos, series de narcotraficantes o la simple necesidad de sobresalir en un grupo.

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Acciones preventivas

La especialista sabe que no se trata de satanizar los juegos ni los juguetes, pero se complementa con los mensajes y estímulos que recibe en su entorno, lo que los lleva a replicar ciertas acciones.

A decir de Cristina Pérez, las razones para que un niño lleve un arma a la escuela, pueden ser múltiples, no solo el hecho de causar daño, sino llamar la atención, ganar el respeto y admiración de su entorno, “para ganar fans, ahora desgraciadamente lo que estamos viendo en niños más pequeños, que hay esta necesidad de aprobación social”.

Expuso que previo a tomar ciertas decisiones vinculadas a ejercer violencia, por lo general los niños lo “llevan premeditando un tiempo, hay cambios conductuales”, mismos que pueden observar los padres en determinado momento, por medio de acciones o inquietudes que manifiestan.

La acción de las autoridades educativas es de gran importancia para Cristina Pérez, quien asegura que el programa Mochila Segura es de gran utilidad para evitar un trágico desenlace.

En algunas situaciones “son agredidos en la escuela o en la casa, y en algún momento explotan y la manera que tienen de sacar todo es un episodio impulsivo que no está premeditado, en el otro extremo, tenemos niños que van formando personalidades en medios conscientes, tanto de sus actos como de lo que estos implican en los demás”.

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