/ jueves 3 de septiembre de 2020

Relata mecánico los estragos de la pandemia “Puede más el hambre que el miedo” ante el Covid-19

Ricardo decidió manejar un Uber como alternativa para obtener ingresos extras

Ciudad de México.- Ricardo creyó que la pandemia era un asunto que no iba a causar mucho daño, pues al principio hasta llegó a pensar que no era verdad. Afirma que escuchaba que el virus traía en jaque a China, pero nunca se imaginó que todo en México, como en el mundo, se iba a derrumbar.

“Es más, cuando oí eso del coronavirus ni siquiera creí que fuera cierto; hay tantas cosas en el Facebook que la verdad provocan dudas. Una vez ví un video donde se decía que era un invento. Ya ves que los pinches chinos inventan de todo”, dijo al comenzar su relato sobre la precaria situación familiar que vive, como resultado de los efectos de la emergencia sanitaria.

“Yo escuchaba eso de la ciudad donde dicen que apareció el virus (Wuhan); a cada rato lo decían en las noticias, pero la verdad como dudaba de su existencia hasta veía muy lejano el día en que México fuera alcanzado”.

Ricardo Enrique García Benítez, de 39 años de edad y de oficio mecánico automotriz, asegura que la pandemia ha dejado a su familia al borde de la hambruna, “pues todo comenzó a bajar al paso de los meses; el trabajo empezó a escasear y el taller prácticamente se quedó vacío”.

“Desde finales de marzo, cuando iniciaron los avisos de que la gente se tenía que quedar en casa para evitar contagios, la chamba se desplomó. Conforme pasaban los días el trabajo comenzó a fallar”, sostuvo al manifestar que hasta en la calle donde se ubica su taller, en pleno día, reinaba un silencio como si fuera de madrugada.

Aunque afirma que tiene a sus clientes de base, debido a que el oficio lo aprendió y heredó de su padre (ya fallecido), Ricardo dice sentirse triste porque pareciera que ya nadie quiere llevar sus coches a revisar.

Pensativo por instantes y mirando hacia el fondo del taller, relató que sus ingresos se vinieron abajo. “Yo traía ganancias variables; aquí no tengo sueldo fijo y a la semana -antes de la pandemia-, cuando me iba bien, sacaba entre 2 mil 500 y 3 mil pesos”.

Comentó que al caerse todo y con la gente encerrada en sus casas, pues ya no hubo necesidad de usar coches ni de revisarlos. “La afinación (de autos) y mantenimiento de frenos, que es la rutina más común que tenemos, desapareció y el dinero ya no llegó”.

Ante tal panorama, Ricardo reveló que la desesperación lo comenzó a invadir y la presión de llevar el pan a la mesa fue cada vez mayor. “Los pocos ahorros que tenía se esfumaron, a pesar de que comenzamos a gastar menos, pero al final el dinero se acaba y se acabó”.

El mecánico automotriz, con expresión de coraje confesó que la depresión poco a poco lo iba devorando, “pero un día reaccioné y ante la presión por la falta de dinero decidí buscar ingresos extras”.

Rubén Pérez | La Prensa

LA DECISIÓN DE MANEJAR EN UBER

“Un día, estando en el taller, sin gente y sin ningún coche que reparar, agarré mi computadora y comencé a informarme sobre los requisitos para manejar en Uber”.

Fue así que su esposa y él decidieron, con miedo y todo, comenzar una nueva aventura y para ello “tuvimos que conseguir un coche, no nuevo, sino de modelo más o menos reciente, que lo estamos pagando”.

Se trata de un automóvil Fiesta que ante la falta de coches en el taller, se ha convertido por el momento en la alternativa para obtener algunos ingresos, aunque Ricardo menciona que incluso en ese trabajo la pandemia ha dejado impactos severos.

“Hay días en que hago muy poco viajes (dejadas) porque creo que por todos lados escasea el dinero. A veces llegan a pasar hasta dos horas y no me suena el celular solicitándome algún servicio; esto del coronavirus la verdad a todo mundo ha mandado a la lona”.

No obstante, dice que el taller no lo ha cerrado y que no quiere cerrarlo porque asegura tener a sus clientes. “Desde luego el trabajo de la mecánica bajó cañón, pero uno que otro de nuestros conocidos acude por cosas menores; fallitas de sus coches que yo corrijo en una hora u hora y media, pero hasta ahí”.

Explica que todas las mañanas él acude al taller, y a pesar de que sabe que no habrá mucho trabajo como antes “quiero que la gente sepa que sigue abierto y ya en las tardes, o antes, agarro el Fiesta y me voy a ruletear”.

La determinación de tomar el volante y la aplicación del celular le han permitido a Ricardo sobrevivir con los gastos más básicos de su hogar. Decidió cambiar, como él mismo dice, momentáneamente, las bujías y los filtros de aire, aceite y gasolina por el ir y venir con gente a bordo de su Fiesta.

Rubén Pérez | La Prensa

QUIERE ENCONTRAR UN TRABAJO FIJO

Frente a los impactos de la pandemia, Ricardo Enrique García Benítez admite tener miedo y dice que ahora más que nunca ha pasado por su cabeza el hecho de concretar uno de los anhelos que ha tenido desde que estudiaba en la escuela mecánica automotriz.

“En realidad yo quería estudiar turismo; eso siempre me llamó la atención desde que era chavo, pero desafortunadamente a mi papá, que en paz descanse, no le agradaba ni le agradó nunca la idea”.

Con pausas en su diálogo, como recordando momentos del pasado, y tras fijar su mirada sobre el zaguán del taller, apuntó que su progenitor le decía que desechara esas ideas del turismo y que mejor se dedicará a reforzar los conocimientos de la mecánica. “Fue así que me mandó a la escuela automotriz”.

A pesar de que vio truncados sus sueños de estudiar turismo, confiesa que el oficio que le heredó su padre le ha permitido llevar una vida digna. “No te haces millonario, pero por lo menos tienes para mantener a tu familia”.

Explicó que realiza con gusto y con agrado la reparación de los coches, y por lo mismo indicó que ha estado buscando que alguna empresa grande lo pueda contratar, ya sea como mecánico automotriz, o bien, como chofer.

“Lo que he querido es tener las prestaciones y la seguridad social; la experiencia la tengo, pero me ha faltado una oportunidad para demostrar que soy responsable en lo que me pidan”, dijo tras subrayar que frente a situaciones como esta del coronavirus “un trabajo fijo siempre será mejor”.

Rubén Pérez | La Prensa

PUEDE MAS EL HAMBRE QUE EL MIEDO

A pesar de que reconoce tener miedo de sufrir algún asalto en el Uber, el mecánico automotriz asegura que está consciente de que todos los días de la juega. “Sé que no soy el único que puede estar en peligro; por desgracia todos estamos en el mismo infierno. Los pinches rateros están desatados porque para ellos no ha habido encierro en la pandemia”.

Después de estar en el taller y atender, de vez en cuando alguna fallita (de auto), Ricardo le da un trapazo al Fiesta para poder tomar el volante y salir a manejar en la tarde.

“Ya ves que nos obligan a tener el auto limpio para que los usuarios no nos llenen de malos comentarios ante Uber, por eso lo lavo”, dice mientras continúa con la conversación.

Afirma que tampoco puede estar llevándolo al autolavado porque entonces comienzan las fugas. “Son 50 o 60 varos para que te lo laven, pero oye, ¿todos los días? Noooombre!!!!, pues entonces que dinero nos va a quedar.

Ricardo explica que desde mayo, cuando tomó la decisión de alternar las herramientas con la palanca de velocidades del Fiesta, ha tenido que salir a manejar sábados y domingos desde la mañana hasta la noche.

“Me la paso hasta 12 horas en el volante, soportando gente de todo tipo, algunos amables y otros de plano prepotentes; incluso en momentos de maltrato se me viene a la mente algún intento de asalto, pero ni modo, puede más el hambre que el miedo”

Mis ganancias en el Uber varían; no creas que son buenas, dice a este reportero después de sostener una amplia plática sobre su historia de vida ante la pandemia.

“Después de 12 horas de estar en el volante me traigo, cuando bien me va, mil 500 pesos, pero descuéntele 700 u 800 pesos de gasolina, ¿cuánto me viene quedando?”, cuestiona mientras observa el Fiesta, y enseguida dice: “A eso agrégale que soy mecánico, que yo mismo le doy mantenimiento al coche, si no, imagínate. Esto tampoco es negocio, pero pues nos tocó ser cabrones sin dinero y hay que seguir adelante”.

Rubén Pérez | La Prensa



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Ciudad de México.- Ricardo creyó que la pandemia era un asunto que no iba a causar mucho daño, pues al principio hasta llegó a pensar que no era verdad. Afirma que escuchaba que el virus traía en jaque a China, pero nunca se imaginó que todo en México, como en el mundo, se iba a derrumbar.

“Es más, cuando oí eso del coronavirus ni siquiera creí que fuera cierto; hay tantas cosas en el Facebook que la verdad provocan dudas. Una vez ví un video donde se decía que era un invento. Ya ves que los pinches chinos inventan de todo”, dijo al comenzar su relato sobre la precaria situación familiar que vive, como resultado de los efectos de la emergencia sanitaria.

“Yo escuchaba eso de la ciudad donde dicen que apareció el virus (Wuhan); a cada rato lo decían en las noticias, pero la verdad como dudaba de su existencia hasta veía muy lejano el día en que México fuera alcanzado”.

Ricardo Enrique García Benítez, de 39 años de edad y de oficio mecánico automotriz, asegura que la pandemia ha dejado a su familia al borde de la hambruna, “pues todo comenzó a bajar al paso de los meses; el trabajo empezó a escasear y el taller prácticamente se quedó vacío”.

“Desde finales de marzo, cuando iniciaron los avisos de que la gente se tenía que quedar en casa para evitar contagios, la chamba se desplomó. Conforme pasaban los días el trabajo comenzó a fallar”, sostuvo al manifestar que hasta en la calle donde se ubica su taller, en pleno día, reinaba un silencio como si fuera de madrugada.

Aunque afirma que tiene a sus clientes de base, debido a que el oficio lo aprendió y heredó de su padre (ya fallecido), Ricardo dice sentirse triste porque pareciera que ya nadie quiere llevar sus coches a revisar.

Pensativo por instantes y mirando hacia el fondo del taller, relató que sus ingresos se vinieron abajo. “Yo traía ganancias variables; aquí no tengo sueldo fijo y a la semana -antes de la pandemia-, cuando me iba bien, sacaba entre 2 mil 500 y 3 mil pesos”.

Comentó que al caerse todo y con la gente encerrada en sus casas, pues ya no hubo necesidad de usar coches ni de revisarlos. “La afinación (de autos) y mantenimiento de frenos, que es la rutina más común que tenemos, desapareció y el dinero ya no llegó”.

Ante tal panorama, Ricardo reveló que la desesperación lo comenzó a invadir y la presión de llevar el pan a la mesa fue cada vez mayor. “Los pocos ahorros que tenía se esfumaron, a pesar de que comenzamos a gastar menos, pero al final el dinero se acaba y se acabó”.

El mecánico automotriz, con expresión de coraje confesó que la depresión poco a poco lo iba devorando, “pero un día reaccioné y ante la presión por la falta de dinero decidí buscar ingresos extras”.

Rubén Pérez | La Prensa

LA DECISIÓN DE MANEJAR EN UBER

“Un día, estando en el taller, sin gente y sin ningún coche que reparar, agarré mi computadora y comencé a informarme sobre los requisitos para manejar en Uber”.

Fue así que su esposa y él decidieron, con miedo y todo, comenzar una nueva aventura y para ello “tuvimos que conseguir un coche, no nuevo, sino de modelo más o menos reciente, que lo estamos pagando”.

Se trata de un automóvil Fiesta que ante la falta de coches en el taller, se ha convertido por el momento en la alternativa para obtener algunos ingresos, aunque Ricardo menciona que incluso en ese trabajo la pandemia ha dejado impactos severos.

“Hay días en que hago muy poco viajes (dejadas) porque creo que por todos lados escasea el dinero. A veces llegan a pasar hasta dos horas y no me suena el celular solicitándome algún servicio; esto del coronavirus la verdad a todo mundo ha mandado a la lona”.

No obstante, dice que el taller no lo ha cerrado y que no quiere cerrarlo porque asegura tener a sus clientes. “Desde luego el trabajo de la mecánica bajó cañón, pero uno que otro de nuestros conocidos acude por cosas menores; fallitas de sus coches que yo corrijo en una hora u hora y media, pero hasta ahí”.

Explica que todas las mañanas él acude al taller, y a pesar de que sabe que no habrá mucho trabajo como antes “quiero que la gente sepa que sigue abierto y ya en las tardes, o antes, agarro el Fiesta y me voy a ruletear”.

La determinación de tomar el volante y la aplicación del celular le han permitido a Ricardo sobrevivir con los gastos más básicos de su hogar. Decidió cambiar, como él mismo dice, momentáneamente, las bujías y los filtros de aire, aceite y gasolina por el ir y venir con gente a bordo de su Fiesta.

Rubén Pérez | La Prensa

QUIERE ENCONTRAR UN TRABAJO FIJO

Frente a los impactos de la pandemia, Ricardo Enrique García Benítez admite tener miedo y dice que ahora más que nunca ha pasado por su cabeza el hecho de concretar uno de los anhelos que ha tenido desde que estudiaba en la escuela mecánica automotriz.

“En realidad yo quería estudiar turismo; eso siempre me llamó la atención desde que era chavo, pero desafortunadamente a mi papá, que en paz descanse, no le agradaba ni le agradó nunca la idea”.

Con pausas en su diálogo, como recordando momentos del pasado, y tras fijar su mirada sobre el zaguán del taller, apuntó que su progenitor le decía que desechara esas ideas del turismo y que mejor se dedicará a reforzar los conocimientos de la mecánica. “Fue así que me mandó a la escuela automotriz”.

A pesar de que vio truncados sus sueños de estudiar turismo, confiesa que el oficio que le heredó su padre le ha permitido llevar una vida digna. “No te haces millonario, pero por lo menos tienes para mantener a tu familia”.

Explicó que realiza con gusto y con agrado la reparación de los coches, y por lo mismo indicó que ha estado buscando que alguna empresa grande lo pueda contratar, ya sea como mecánico automotriz, o bien, como chofer.

“Lo que he querido es tener las prestaciones y la seguridad social; la experiencia la tengo, pero me ha faltado una oportunidad para demostrar que soy responsable en lo que me pidan”, dijo tras subrayar que frente a situaciones como esta del coronavirus “un trabajo fijo siempre será mejor”.

Rubén Pérez | La Prensa

PUEDE MAS EL HAMBRE QUE EL MIEDO

A pesar de que reconoce tener miedo de sufrir algún asalto en el Uber, el mecánico automotriz asegura que está consciente de que todos los días de la juega. “Sé que no soy el único que puede estar en peligro; por desgracia todos estamos en el mismo infierno. Los pinches rateros están desatados porque para ellos no ha habido encierro en la pandemia”.

Después de estar en el taller y atender, de vez en cuando alguna fallita (de auto), Ricardo le da un trapazo al Fiesta para poder tomar el volante y salir a manejar en la tarde.

“Ya ves que nos obligan a tener el auto limpio para que los usuarios no nos llenen de malos comentarios ante Uber, por eso lo lavo”, dice mientras continúa con la conversación.

Afirma que tampoco puede estar llevándolo al autolavado porque entonces comienzan las fugas. “Son 50 o 60 varos para que te lo laven, pero oye, ¿todos los días? Noooombre!!!!, pues entonces que dinero nos va a quedar.

Ricardo explica que desde mayo, cuando tomó la decisión de alternar las herramientas con la palanca de velocidades del Fiesta, ha tenido que salir a manejar sábados y domingos desde la mañana hasta la noche.

“Me la paso hasta 12 horas en el volante, soportando gente de todo tipo, algunos amables y otros de plano prepotentes; incluso en momentos de maltrato se me viene a la mente algún intento de asalto, pero ni modo, puede más el hambre que el miedo”

Mis ganancias en el Uber varían; no creas que son buenas, dice a este reportero después de sostener una amplia plática sobre su historia de vida ante la pandemia.

“Después de 12 horas de estar en el volante me traigo, cuando bien me va, mil 500 pesos, pero descuéntele 700 u 800 pesos de gasolina, ¿cuánto me viene quedando?”, cuestiona mientras observa el Fiesta, y enseguida dice: “A eso agrégale que soy mecánico, que yo mismo le doy mantenimiento al coche, si no, imagínate. Esto tampoco es negocio, pero pues nos tocó ser cabrones sin dinero y hay que seguir adelante”.

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