/ martes 13 de diciembre de 2022

¡Adiós a las delicias de La Espiga de Insurgentes!

La panificadora fue fundada en 1945 por Antonio Ordóñez Ríos, en la esquina de Baja California y Avenida Insurgentes; clientes lamentan su extinción y acuden a despedirla

Es domingo y la tarde cae y los clientes no dejan de llegar a la que ha sido su panadería favorita por muchos años. Algunos, la conocieron por sus abuelos, otros por sus padres, pero mantuvieron la tradición de generación en generación hasta el final. Sí, porque todo cumple un ciclo y La Espiga, lugar emblemático de la Ciudad de México, ha anunciado que cerrará sus puertas de forma definitiva el próximo viernes 16 de diciembre.

Al enterarse de tan tremenda noticia, decenas de clientes no dudaron en acudir a la histórica panadería, para despedirse de ella, así nos lo hicieron saber varios de ellos, quienes amablemente, compartieron su sentir con La Prensa.

“Nomás me enteré y vine a comprar unos panes y despedirme. También saqué unas fotos para tenerlas de recuerdo”, compartió la señora Laura Elena Lara, quien además, dijo tener más de 25 años viniendo a La Espiga.

“La verdad sí me siento triste porque nos acompañó buena parte de nuestra vida”, dijo, con notable melancolía.

TE PUEDE INTERESAR: Fiscalía solicita ficha roja a Interpol contra Christian Von Roehrich por cártel inmobiliario

Algunos clientes compartieron su sentir con El Periódico que Dice lo que Otros Callan, su sentir por el cierre de La Espiga / Foto: Alfredo Sosa


Fundada en 1945

Cuando la Ciudad de México tenía otro pulso, don Antonio Ordóñez Ríos, mexicano de nacimiento, pero de padres españoles, instaló este negocio en la emblemática esquina de las calles Baja California y Avenida Insurgentes.

Don Antonio había hechos sus estudios en España, pero las inclemencias de la Guerra Civil lo hicieron abandonar la Península, perseguido como muchos otros compatriotas, por el régimen franquista, Ordóñez escapó primero a Francia, luego dio el brinco a Nueva York y, por último, llegó al Puerto de Veracruz, donde arribó junto con miles de exiliados españoles, quienes fueron acogidos por el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.

Foto: Alfredo Sosa


Todo un visionario

De vuelta en México, Antonio se encontró ante la disyuntiva de dedicarse al futbol, ya que formaba parte del equipo Asturias de la primera división, o meterse de lleno al negocio de la panadería, y se decantó por esta segunda opción y no falló, por el contrario, al fundar La Espiga también instauró el autoservicio, es decir, el gusto de tomar una charola y escoger uno mismo cada una de las delicias que ofrecía en su negocio.

Y después de consolidar la panificadora, también fue fundador de la Canainpa, Cámara Nacional de Panaderos de México, la cual lleva su nombre en su honor.

Con pesar digieren la noticia

Es ya de noche y los clientes no dejan de llegar, algunos piden alguna torta de pollo, otros de chorizo con queso, hacen su pedido mientras se acomodan en la zona de mesas, listos para degustar lo que sin duda, es una de las delicias con las que La Espiga ha deleitado a sus miles de clientes por décadas, quienes con nostalgia, tratan de digerir la noticia de que ya no existirá más.

Ángel Martínez, asiduo cliente de la panadería expresó:

“Yo soy cliente desde el 2011, venía de tres a cuatro días por semana, por la calidad del pan y la atención tan amigable que da el personal”.

Ángel también se refirió a las memorables filas que la gente hacía desde muy temprano, en época decembrina, sobre todo, los días previos al 24 y 31 del mes, cuando los clientes se agolpaban para hacer las compras de sus baguettes:

“Sí, claro, por esos días, desde muy temprano la gente se venía a formar para comprar sus baguettes, por la gran calidad del producto, pues el sabor nada qué ver con otros lados, acá sabe muy sabroso y diferente el pan”.

Al preguntarle a don Ángel qué opina sobre el cierre de La Espiga compartió:

“Lamentablemente, va a afectar a toda la gente que vivimos aquí en los alrededores porque es la única panificadora que tenía la mejor calidad y también, por la ubicación. Había muchas personas que pasaban por esta estación del Metro (Chilpancingo) y subían, compraban sus productos y llegaban a sus casas con su pan”.

Foto: Alfredo Sosa

Cuando le preguntamos acerca de dónde comprará ahora su pan, contestó:

“Eso es lo que hemos platicado varios amigos y yo, que no sabemos adónde iremos ahora por nuestro pan, pero deseamos que le vaya bien a la empresa y sus empleados, porque los vamos a extrañar mucho”.

Mientras tanto, dentro de la panadería, la fila crece y la gente sigue llegando a La Espiga; personas de todas las edades se pueden ver, tomando sus charolas y mientras caminan entre los contenedores del pan, el olor que se respira seduce y algunos toman sus bolillos, las trenzas, las deliciosas conchas de chocolate, las donas con trocitos de nuez, los sabrosos cuernitos, los moños, las chilindrinas, las crujientes orejas, y así, todos se van felices a casa con estas delicias.

Por otra parte, Pedro, un joven de unos 35 años, sale cargando un pastel de la panificadora y nos comparte su experiencia de ser cliente de La Espiga:

“Yo normalmente, vengo una o dos veces por semana porque la verdad, el pan es muy rico, esto es de años, tengo familiares que llevan hasta 20 años comprando su pan en La Espiga, y así fue como yo me hice cliente”.

Al preguntarle cuál pan era su favorito, relató:

“Pues hay varios, las conchas, en especial, las donas de chocolate creo, son mis favoritas, son muy ricas, pero también las orejas… los pasteles son muy ricos. Por ejemplo, hoy compré un pastel, pero no es porque tenga una fiesta o un cumpleaños, simplemente es por el antojito y porque están muy buenos”.

También contó que es triste que La Espiga desaparezca por ser un lugar de tradición “de los que ya no hay en la Ciudad de México, imagínese, hay personas que tienen hasta 30 años viniendo acá por su pan o a desayunar, es una tristeza que cierren”.

Por último indicó que ahora no sabe dónde comprará su pan, pues nunca iba a otro lado que no fuera La Espiga: “¡Qué lástima que un lugar tan emblemático tenga que cerrar”!, concluyó.

Son casi las 7 de la noche y en La Espiga el movimiento no para, familias cenando, otras comprando su pan, sus puertas abren y cierran para despedir y recibir clientes, no por nada esta panificadora es tan especial y no por nada, duele su extinción.

Foto: Alfredo Sosa

Doña Claudia acudió con sus padres, para despedirse

Por su parte, la señora Claudia Cortés, quien iba en compañía de su esposo e hija, una joven de unos 20 años, compartió también su opinión para La Prensa:

“Conozco La Espiga desde hace unos 15 años y tengo unos 3 viniendo de forma continua. A últimas fechas frecuentaba venir a desayunar porque abren muy temprano, yo a las 7 de la mañana tengo que estar por estos rumbos y aprovechaba para desayunar, y a veces, compro pan para llevarme al trabajo”.

“La Espiga es mi lugar preferido porque aparte de tener muy buen sabor sus productos, los precios son accesibles y es una panadería de antaño con mucha tradición y da mucha tristeza, porque hoy vine precisamente a confirmar esa noticia, ya que mi hija me dijo que ya iban a cerrar, no veo ningún letrero, pero sí veo que ya están vacíos los anaqueles donde tenían el súper, y traje a mis papás porque a ellos les encantaba el pan de aquí y para que aprovecharan para despedirse un poco del sabor”.

¿Cómo fue que se volvió cliente de La Espiga?, le preguntamos a doña Claudia:

“Fueron precisamente mis papás, quienes me comenzaron a traer a comprar el pan, y ahorita los traje a que se despidieran”, dijo con voz entrecortada.

“Nosotros esperábamos que solo fuera un rumor, pero estamos viendo que va en serio lo del cierre, así que tendremos que ir a otras panaderías de las más conocidas, pero ninguna iguala el sabor y la atención de La Espiga”, concluyó doña Claudia, quien con su esposo, hija y padres entraron a comprar su pan.

Es así, como las grandes historias como la de La Espiga se han escrito al sabor de una conchita con chocolate, un rico bolillo con cafecito, el de varias mañanas desayunando sus ricas tortas, molletes o baguetes, degustando y conviviendo con la familia, amigos o compañeros del trabajo.

Qué decir, como varios nos contaron, sobre las inolvidables filas que la gente hacía para comprar sus deliciosas baguettes, en las vísperas de Navidad y el Año Nuevo. O de las filas también para comprar la Rosca de Reyes. Cuántas historias compartidas entre La Espiga y sus clientes.

Quién de nosotros no se dio una vuelta para comprar un pollito rostizado, una gelatina, unas galletas, una deliciosa rosca o un pastelito para regalar a un ser querido. Y la vuelta valía la pena, pues es cierto, el sabor de sus alimentos y la calidez de su personal hacían la diferencia.

Foto: Alfredo Sosa

Agradecimiento mutuo

Puros recuerdos bonitos guarda la gente de La Espiga y viceversa, pues una de las trabajadoras contó que tanto ellos como los dueños están muy agradecidos con sus clientes de años y muchos, por décadas.

Cabe decir que no nos dijeron con certeza el por qué desaparecerá la emblemática panificadora, solo corren rumores que dicen, una inmobiliaria construirá ahí algún edificio de estos muy altos, de los que en los últimos años han contaminado la ciudad.

Otros indican que los nuevos dueños aprovecharán la estructura del edificio para levantar otro de departamentos, para que los habite gente pudiente.

Foto: Alfredo Sosa

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¿La Espiga, víctima de la corrupción?

En las redes sociales, vecinos de la zona también expresaron su tristeza por el cierre de La Espiga, y señalan que ante la ola de renovación que vive la colonia Hipódromo Condesa, la emblemática panificadora pagó el precio de los negocios turbios de los funcionarios corruptos de la demarcación.

La Espiga también cabe mencionarlo, era un espacio democrático, donde podían coincidir personas de todos los estratos sociales, lo mismo la visitaban los de la Guerrero, la Lagunilla que los de La Condesa, Coyoacán, Narvarte y hasta alguno que otro de San Ángel, formando un cuadro único e irrepetible cada mañana, cada tarde y cada noche.

Como sea, lo cierto es que La Espiga cierra sus puertas después de deleitar por más de 70 años a sus clientes, pero deja una huella imborrable en la historia de la Ciudad de México, y un sinfín de historias, recuerdos y anécdotas convertidos en belleza.

La Espiga puso el sabor en las fiestas y reuniones en miles de hogares y ahora la nostalgia, la melancolía en todos aquellos que la frecuentaban al saber que cerrará para siempre.

Fue un espacio infinito en medio de una ciudad enloquecida por la contaminación, el tráfico, la lluvia, las marchas, la crisis económica. Un espacio de tregua, de camaradería inmerso en una ciudad reventada por la locura. La Espiga fue por más de 70 años, Reino de unos pocos y a la vez, de todos.

Foto: Alfredo Sosa

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Es domingo y la tarde cae y los clientes no dejan de llegar a la que ha sido su panadería favorita por muchos años. Algunos, la conocieron por sus abuelos, otros por sus padres, pero mantuvieron la tradición de generación en generación hasta el final. Sí, porque todo cumple un ciclo y La Espiga, lugar emblemático de la Ciudad de México, ha anunciado que cerrará sus puertas de forma definitiva el próximo viernes 16 de diciembre.

Al enterarse de tan tremenda noticia, decenas de clientes no dudaron en acudir a la histórica panadería, para despedirse de ella, así nos lo hicieron saber varios de ellos, quienes amablemente, compartieron su sentir con La Prensa.

“Nomás me enteré y vine a comprar unos panes y despedirme. También saqué unas fotos para tenerlas de recuerdo”, compartió la señora Laura Elena Lara, quien además, dijo tener más de 25 años viniendo a La Espiga.

“La verdad sí me siento triste porque nos acompañó buena parte de nuestra vida”, dijo, con notable melancolía.

TE PUEDE INTERESAR: Fiscalía solicita ficha roja a Interpol contra Christian Von Roehrich por cártel inmobiliario

Algunos clientes compartieron su sentir con El Periódico que Dice lo que Otros Callan, su sentir por el cierre de La Espiga / Foto: Alfredo Sosa


Fundada en 1945

Cuando la Ciudad de México tenía otro pulso, don Antonio Ordóñez Ríos, mexicano de nacimiento, pero de padres españoles, instaló este negocio en la emblemática esquina de las calles Baja California y Avenida Insurgentes.

Don Antonio había hechos sus estudios en España, pero las inclemencias de la Guerra Civil lo hicieron abandonar la Península, perseguido como muchos otros compatriotas, por el régimen franquista, Ordóñez escapó primero a Francia, luego dio el brinco a Nueva York y, por último, llegó al Puerto de Veracruz, donde arribó junto con miles de exiliados españoles, quienes fueron acogidos por el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.

Foto: Alfredo Sosa


Todo un visionario

De vuelta en México, Antonio se encontró ante la disyuntiva de dedicarse al futbol, ya que formaba parte del equipo Asturias de la primera división, o meterse de lleno al negocio de la panadería, y se decantó por esta segunda opción y no falló, por el contrario, al fundar La Espiga también instauró el autoservicio, es decir, el gusto de tomar una charola y escoger uno mismo cada una de las delicias que ofrecía en su negocio.

Y después de consolidar la panificadora, también fue fundador de la Canainpa, Cámara Nacional de Panaderos de México, la cual lleva su nombre en su honor.

Con pesar digieren la noticia

Es ya de noche y los clientes no dejan de llegar, algunos piden alguna torta de pollo, otros de chorizo con queso, hacen su pedido mientras se acomodan en la zona de mesas, listos para degustar lo que sin duda, es una de las delicias con las que La Espiga ha deleitado a sus miles de clientes por décadas, quienes con nostalgia, tratan de digerir la noticia de que ya no existirá más.

Ángel Martínez, asiduo cliente de la panadería expresó:

“Yo soy cliente desde el 2011, venía de tres a cuatro días por semana, por la calidad del pan y la atención tan amigable que da el personal”.

Ángel también se refirió a las memorables filas que la gente hacía desde muy temprano, en época decembrina, sobre todo, los días previos al 24 y 31 del mes, cuando los clientes se agolpaban para hacer las compras de sus baguettes:

“Sí, claro, por esos días, desde muy temprano la gente se venía a formar para comprar sus baguettes, por la gran calidad del producto, pues el sabor nada qué ver con otros lados, acá sabe muy sabroso y diferente el pan”.

Al preguntarle a don Ángel qué opina sobre el cierre de La Espiga compartió:

“Lamentablemente, va a afectar a toda la gente que vivimos aquí en los alrededores porque es la única panificadora que tenía la mejor calidad y también, por la ubicación. Había muchas personas que pasaban por esta estación del Metro (Chilpancingo) y subían, compraban sus productos y llegaban a sus casas con su pan”.

Foto: Alfredo Sosa

Cuando le preguntamos acerca de dónde comprará ahora su pan, contestó:

“Eso es lo que hemos platicado varios amigos y yo, que no sabemos adónde iremos ahora por nuestro pan, pero deseamos que le vaya bien a la empresa y sus empleados, porque los vamos a extrañar mucho”.

Mientras tanto, dentro de la panadería, la fila crece y la gente sigue llegando a La Espiga; personas de todas las edades se pueden ver, tomando sus charolas y mientras caminan entre los contenedores del pan, el olor que se respira seduce y algunos toman sus bolillos, las trenzas, las deliciosas conchas de chocolate, las donas con trocitos de nuez, los sabrosos cuernitos, los moños, las chilindrinas, las crujientes orejas, y así, todos se van felices a casa con estas delicias.

Por otra parte, Pedro, un joven de unos 35 años, sale cargando un pastel de la panificadora y nos comparte su experiencia de ser cliente de La Espiga:

“Yo normalmente, vengo una o dos veces por semana porque la verdad, el pan es muy rico, esto es de años, tengo familiares que llevan hasta 20 años comprando su pan en La Espiga, y así fue como yo me hice cliente”.

Al preguntarle cuál pan era su favorito, relató:

“Pues hay varios, las conchas, en especial, las donas de chocolate creo, son mis favoritas, son muy ricas, pero también las orejas… los pasteles son muy ricos. Por ejemplo, hoy compré un pastel, pero no es porque tenga una fiesta o un cumpleaños, simplemente es por el antojito y porque están muy buenos”.

También contó que es triste que La Espiga desaparezca por ser un lugar de tradición “de los que ya no hay en la Ciudad de México, imagínese, hay personas que tienen hasta 30 años viniendo acá por su pan o a desayunar, es una tristeza que cierren”.

Por último indicó que ahora no sabe dónde comprará su pan, pues nunca iba a otro lado que no fuera La Espiga: “¡Qué lástima que un lugar tan emblemático tenga que cerrar”!, concluyó.

Son casi las 7 de la noche y en La Espiga el movimiento no para, familias cenando, otras comprando su pan, sus puertas abren y cierran para despedir y recibir clientes, no por nada esta panificadora es tan especial y no por nada, duele su extinción.

Foto: Alfredo Sosa

Doña Claudia acudió con sus padres, para despedirse

Por su parte, la señora Claudia Cortés, quien iba en compañía de su esposo e hija, una joven de unos 20 años, compartió también su opinión para La Prensa:

“Conozco La Espiga desde hace unos 15 años y tengo unos 3 viniendo de forma continua. A últimas fechas frecuentaba venir a desayunar porque abren muy temprano, yo a las 7 de la mañana tengo que estar por estos rumbos y aprovechaba para desayunar, y a veces, compro pan para llevarme al trabajo”.

“La Espiga es mi lugar preferido porque aparte de tener muy buen sabor sus productos, los precios son accesibles y es una panadería de antaño con mucha tradición y da mucha tristeza, porque hoy vine precisamente a confirmar esa noticia, ya que mi hija me dijo que ya iban a cerrar, no veo ningún letrero, pero sí veo que ya están vacíos los anaqueles donde tenían el súper, y traje a mis papás porque a ellos les encantaba el pan de aquí y para que aprovecharan para despedirse un poco del sabor”.

¿Cómo fue que se volvió cliente de La Espiga?, le preguntamos a doña Claudia:

“Fueron precisamente mis papás, quienes me comenzaron a traer a comprar el pan, y ahorita los traje a que se despidieran”, dijo con voz entrecortada.

“Nosotros esperábamos que solo fuera un rumor, pero estamos viendo que va en serio lo del cierre, así que tendremos que ir a otras panaderías de las más conocidas, pero ninguna iguala el sabor y la atención de La Espiga”, concluyó doña Claudia, quien con su esposo, hija y padres entraron a comprar su pan.

Es así, como las grandes historias como la de La Espiga se han escrito al sabor de una conchita con chocolate, un rico bolillo con cafecito, el de varias mañanas desayunando sus ricas tortas, molletes o baguetes, degustando y conviviendo con la familia, amigos o compañeros del trabajo.

Qué decir, como varios nos contaron, sobre las inolvidables filas que la gente hacía para comprar sus deliciosas baguettes, en las vísperas de Navidad y el Año Nuevo. O de las filas también para comprar la Rosca de Reyes. Cuántas historias compartidas entre La Espiga y sus clientes.

Quién de nosotros no se dio una vuelta para comprar un pollito rostizado, una gelatina, unas galletas, una deliciosa rosca o un pastelito para regalar a un ser querido. Y la vuelta valía la pena, pues es cierto, el sabor de sus alimentos y la calidez de su personal hacían la diferencia.

Foto: Alfredo Sosa

Agradecimiento mutuo

Puros recuerdos bonitos guarda la gente de La Espiga y viceversa, pues una de las trabajadoras contó que tanto ellos como los dueños están muy agradecidos con sus clientes de años y muchos, por décadas.

Cabe decir que no nos dijeron con certeza el por qué desaparecerá la emblemática panificadora, solo corren rumores que dicen, una inmobiliaria construirá ahí algún edificio de estos muy altos, de los que en los últimos años han contaminado la ciudad.

Otros indican que los nuevos dueños aprovecharán la estructura del edificio para levantar otro de departamentos, para que los habite gente pudiente.

Foto: Alfredo Sosa

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¿La Espiga, víctima de la corrupción?

En las redes sociales, vecinos de la zona también expresaron su tristeza por el cierre de La Espiga, y señalan que ante la ola de renovación que vive la colonia Hipódromo Condesa, la emblemática panificadora pagó el precio de los negocios turbios de los funcionarios corruptos de la demarcación.

La Espiga también cabe mencionarlo, era un espacio democrático, donde podían coincidir personas de todos los estratos sociales, lo mismo la visitaban los de la Guerrero, la Lagunilla que los de La Condesa, Coyoacán, Narvarte y hasta alguno que otro de San Ángel, formando un cuadro único e irrepetible cada mañana, cada tarde y cada noche.

Como sea, lo cierto es que La Espiga cierra sus puertas después de deleitar por más de 70 años a sus clientes, pero deja una huella imborrable en la historia de la Ciudad de México, y un sinfín de historias, recuerdos y anécdotas convertidos en belleza.

La Espiga puso el sabor en las fiestas y reuniones en miles de hogares y ahora la nostalgia, la melancolía en todos aquellos que la frecuentaban al saber que cerrará para siempre.

Fue un espacio infinito en medio de una ciudad enloquecida por la contaminación, el tráfico, la lluvia, las marchas, la crisis económica. Un espacio de tregua, de camaradería inmerso en una ciudad reventada por la locura. La Espiga fue por más de 70 años, Reino de unos pocos y a la vez, de todos.

Foto: Alfredo Sosa

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