/ viernes 11 de noviembre de 2022

Zoé eleva a todos en el Palacio de los Deportes

Uno de los momentos más emotivos del concierto, que el mismo Larregui calificó como “mágico”, fue el instante en que sonaron las primeras notas de la canción “Arrullo de estrellas”

Con metáforas que apuntan al infinito y a la vez a lo más concreto de la vida, entre luces psicodélicas, y notas de rock indie electrónico, para Zoé no fue difícil llevar a su publicó a un alto estado de elevación durante la primera de sus tres presentaciones en el Palacio de los Deportes, como parte de su gira Sonidos de Karmática Resonancia.

León Larregui, Ángel Mosqueda, Sergio Acosta, Jesús Báez y Rodrigo Guardiola, tan sólo tuvieron que tocar las canciones, con la perfección de siempre, para que sus fieles fanáticos, conducidos por la nostalgia, el deseo o la ensoñación, gritaran al escuchar los primeros acordes alguna canción o cantaran al unísono cada uno de sus coros.

Bajo una instalación de luces que parecía evocar el propulsor de maniobras de una nave espacial, el popurrí de emociones que fue el concierto, comenzó con el desencuentro y el ocaso amoroso de la canción “Velur”; que inmediatamente contrastó con el mensaje de desapego, casi budista, de “Karmadame”: “Tienes que dejar que todo caiga en su lugar/Tienes que soltar eso que más temes perder/ tienes que llorar si eso te ayuda a sanar”, cantaban todos.

Al ver la gran respuesta León Larregui se sintió conmovido y agradeció el calor con que estaban siendo recibidos: “Muchas gracias a todos por venir, es una gran experiencia estar aquí. Esta es la primera de tres noches y también es la primera vez que estamos tres noches seguidas en este maravilloso lugar que es le Palacio de los Deportes. No podemos estar más que agradecidos con todos ustedes que hicieron que esto sucediera”.

Tras interpretar también muy coreadas canciones “Últimos días”, “Azul” y “10 A.M”; el recinto cantó, casi como un himno a la libertad y el arrojo ante la condena del mundo, la banda tocó “Nada”: “Nada que pueda perder/ Nada que no pueda hacer/ Algo que te alivie/ Algo que me cure”, resonaba con estruendo bajo la cúpula del recinto.

Uno de los momentos más emotivos del concierto, que el mismo Larregui calificó como “mágico”, fue el instante en que sonaron las primeras notas de la canción “Arrullo de estrellas”, a la que los escuchas respondieron con las luces y pantallas de sus celulares, para recrear a sí la cadencia estelar que evoca la canción.

También de las canciones más coreadas de la noche fueron “Paula” y “Poli”, tal vez porque una gran parte de los asistentes era de esa generación que ahora ronda por los treintas y creció sintiendo esas ausencias femeninas como parte de su adolescente educación sentimental, ya sea perdiéndose en un melancólico mar de desesperación y arrepentimiento o en el tono country de una planicie infantil, experimental, del primer amor que nunca volverá a pasar.

Los músicos, que este año cumplen 25 años como banda, también interpretaron las clásicas rolas “Vía Láctea”, “Hielo”. “Labios Rotos”; las cuales fueron rematadas por las infaltables “Fiebre”, “Luna”, “No me destruyas”, “Soñé” y “Love”, cuyas interpretaciones fueron más explosivas que sus versiones de estudio.

Con metáforas que apuntan al infinito y a la vez a lo más concreto de la vida, entre luces psicodélicas, y notas de rock indie electrónico, para Zoé no fue difícil llevar a su publicó a un alto estado de elevación durante la primera de sus tres presentaciones en el Palacio de los Deportes, como parte de su gira Sonidos de Karmática Resonancia.

León Larregui, Ángel Mosqueda, Sergio Acosta, Jesús Báez y Rodrigo Guardiola, tan sólo tuvieron que tocar las canciones, con la perfección de siempre, para que sus fieles fanáticos, conducidos por la nostalgia, el deseo o la ensoñación, gritaran al escuchar los primeros acordes alguna canción o cantaran al unísono cada uno de sus coros.

Bajo una instalación de luces que parecía evocar el propulsor de maniobras de una nave espacial, el popurrí de emociones que fue el concierto, comenzó con el desencuentro y el ocaso amoroso de la canción “Velur”; que inmediatamente contrastó con el mensaje de desapego, casi budista, de “Karmadame”: “Tienes que dejar que todo caiga en su lugar/Tienes que soltar eso que más temes perder/ tienes que llorar si eso te ayuda a sanar”, cantaban todos.

Al ver la gran respuesta León Larregui se sintió conmovido y agradeció el calor con que estaban siendo recibidos: “Muchas gracias a todos por venir, es una gran experiencia estar aquí. Esta es la primera de tres noches y también es la primera vez que estamos tres noches seguidas en este maravilloso lugar que es le Palacio de los Deportes. No podemos estar más que agradecidos con todos ustedes que hicieron que esto sucediera”.

Tras interpretar también muy coreadas canciones “Últimos días”, “Azul” y “10 A.M”; el recinto cantó, casi como un himno a la libertad y el arrojo ante la condena del mundo, la banda tocó “Nada”: “Nada que pueda perder/ Nada que no pueda hacer/ Algo que te alivie/ Algo que me cure”, resonaba con estruendo bajo la cúpula del recinto.

Uno de los momentos más emotivos del concierto, que el mismo Larregui calificó como “mágico”, fue el instante en que sonaron las primeras notas de la canción “Arrullo de estrellas”, a la que los escuchas respondieron con las luces y pantallas de sus celulares, para recrear a sí la cadencia estelar que evoca la canción.

También de las canciones más coreadas de la noche fueron “Paula” y “Poli”, tal vez porque una gran parte de los asistentes era de esa generación que ahora ronda por los treintas y creció sintiendo esas ausencias femeninas como parte de su adolescente educación sentimental, ya sea perdiéndose en un melancólico mar de desesperación y arrepentimiento o en el tono country de una planicie infantil, experimental, del primer amor que nunca volverá a pasar.

Los músicos, que este año cumplen 25 años como banda, también interpretaron las clásicas rolas “Vía Láctea”, “Hielo”. “Labios Rotos”; las cuales fueron rematadas por las infaltables “Fiebre”, “Luna”, “No me destruyas”, “Soñé” y “Love”, cuyas interpretaciones fueron más explosivas que sus versiones de estudio.

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