/ martes 2 de octubre de 2018

La matanza en Tlatelolco es un crimen de Estado: Líder del 68

México, 1 oct (EFE).- Cuando Félix Hernández Gamundi llegó aCiudad de México, su sueño era graduarse en ingeniería yregresar a su pueblo natal. Pero participar en el movimientoestudiantil de 1968 le cambió la vida: presenció la matanza deTlatelolco, fue torturado y se convirtió en preso político másde dos años.

"El 68 es un tremendo crimen de Estado que sigue impune. Estamosreclamando que se abran procesos penales contra los autoresintelectuales y materiales de la represión", explica Hernández enentrevista con Efe, tras sostener que "el Estado debe pedir perdóny hacer justicia".

Durante el verano de 1968, este estudiante del InstitutoPolitécnico Nacional (IPN) se había desempeñado como uno de loslíderes del Consejo Nacional de Huelga, un organismo estudiantilque paralizó las universidades mexicanas para exigir lademocratización de México y el fin de la represión contramovimientos sociales.

Pero durante la fatídica tarde del 2 de octubre de 1968, hacemedio siglo, las balas del Ejército acabaron con esamovilización.

Decenas de estudiantes, según el Gobierno de Gustavo DíazOrdaz, y centenares, según algunos testigos, fallecieron por larepresión de un mitin en la plaza de las Tres Culturas del popularbarrio de Tlatelolco.

Ese día, los miembros del Consejo tenían la consigna de noestar en la plaza. Por eso, Hernández subió a un departamentopara escuchar el mitin, sin saber lo que se avecinaba.

"Estábamos seis o siete asomados por la ventana cuando vimosluces de bengala y escuchamos disparos", recuerda con los ojoshumedecidos.

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Un grupo paramilitar del Gobierno, llamado Batallón Olimpia,comenzó a disparar contra la multitud desde el edificio dondeestaba Hernández. Acto seguido, el Ejército "tomó la plaza"disparando con "armas de repetición", recuerda.

"El Gobierno había preparado una operación que no podíafallar. Tres cercos del Ejército rodeaban la plaza. De allí nopodía escapar nadie sin permiso de las Fuerzas Armadas", subrayaHernández.

Fueron 40 minutos de angustia en los que se escuchaban "ráfagasy gritos" en la plaza. Los disparos llegaron a alcanzar la ventanadel departamento donde él estaba, lo que obligó a los estudiantesa permanecer en el suelo durante horas.

"En Tlatelolco ocurre ciertamente una masacre. El Gobierno nosaplasta con las armas y de los 4.500 detenidos no hay uno solo quelleve una arma. Eso demuestra que somos un movimiento pacíficoreprimido con violencia", sostiene.

A medianoche, el Ejército irrumpió en la vivienda. Todos ellosfueron detenidos.

"Fuimos encarcelados de manera totalmente ilegal. Aprehendidospor un cuerpo militar que no está facultado para eso", denuncia elrepresaliado, quien recuerda que la movilización erapacífica.

Hernández fue interrogado, presionado y torturado durantedías. Le llegaron a decir que su madre y su hermana de seis añoseran violadas en una sala contigua.

"El movimiento aconsejaba, en caso de ser detenidos, aguantardurante unos días los golpes y luego hablar y decir la verdad. Esefue mi caso", rememora con la voz quebrada.

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Hernández fue acusado de una veintena de delitos, muchos deellos políticos, y condenado a 17 años de cárcel, la mayor penapara los líderes estudiantiles.

Pero la presión por "el desprestigio internacional" delGobierno mexicano llevó a la Fiscalía a liberarlos tras dos añosy medio, aunque su sentencia "seguía viva".

Como otros compañeros, nunca se acogió a amnistías que elGobierno les ofreció porque "no éramos delincuentes".

"Obviamente los 17 años ya pasaron, con lo cual yo supongo queya estamos libres, ahora sí", añade entre risas.

Desde la plataforma Comité 68, Hernández y otros compañerosllevan décadas luchando para la reparación del daño, la justiciay las disculpas del poder y así "romper el estado deimpunidad".

Señala que muchos de los militares que ejecutaron la matanzasiguen vivos y exige que se reconozca que "hubo una prácticasistemática para obstaculizar el desarrollo de vida de todosnosotros". Muchos jamás encontraron trabajo en sus sectores.

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Hernández no pudo cumplir su plan de vida de regresar aloriental estado de Veracruz y trabajar en la industria petrolera.Pero con los años se abrió un hueco en el sector hídrico ysiempre defendió el movimiento de 1968.

A los que consideran Tlatelolco como "la gran derrota delmovimiento", Hernández responde que el 2 de octubre fue "unaderrota política del régimen que quedó desenmascarado como unrégimen demagógico, autoritario y represivo".

"Con el paso del tiempo se convirtió en una victoria políticay el movimiento se convirtió en un referente ideológico y moral",sostiene.

A Hernández se le escapa una cálida sonrisa cuando ve que lasactuales manifestaciones estudiantiles mexicanas se reivindicancomo "nietos del 68". "Eso es muy fuerte", concluye orgulloso.EFE

México, 1 oct (EFE).- Cuando Félix Hernández Gamundi llegó aCiudad de México, su sueño era graduarse en ingeniería yregresar a su pueblo natal. Pero participar en el movimientoestudiantil de 1968 le cambió la vida: presenció la matanza deTlatelolco, fue torturado y se convirtió en preso político másde dos años.

"El 68 es un tremendo crimen de Estado que sigue impune. Estamosreclamando que se abran procesos penales contra los autoresintelectuales y materiales de la represión", explica Hernández enentrevista con Efe, tras sostener que "el Estado debe pedir perdóny hacer justicia".

Durante el verano de 1968, este estudiante del InstitutoPolitécnico Nacional (IPN) se había desempeñado como uno de loslíderes del Consejo Nacional de Huelga, un organismo estudiantilque paralizó las universidades mexicanas para exigir lademocratización de México y el fin de la represión contramovimientos sociales.

Pero durante la fatídica tarde del 2 de octubre de 1968, hacemedio siglo, las balas del Ejército acabaron con esamovilización.

Decenas de estudiantes, según el Gobierno de Gustavo DíazOrdaz, y centenares, según algunos testigos, fallecieron por larepresión de un mitin en la plaza de las Tres Culturas del popularbarrio de Tlatelolco.

Ese día, los miembros del Consejo tenían la consigna de noestar en la plaza. Por eso, Hernández subió a un departamentopara escuchar el mitin, sin saber lo que se avecinaba.

"Estábamos seis o siete asomados por la ventana cuando vimosluces de bengala y escuchamos disparos", recuerda con los ojoshumedecidos.

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Un grupo paramilitar del Gobierno, llamado Batallón Olimpia,comenzó a disparar contra la multitud desde el edificio dondeestaba Hernández. Acto seguido, el Ejército "tomó la plaza"disparando con "armas de repetición", recuerda.

"El Gobierno había preparado una operación que no podíafallar. Tres cercos del Ejército rodeaban la plaza. De allí nopodía escapar nadie sin permiso de las Fuerzas Armadas", subrayaHernández.

Fueron 40 minutos de angustia en los que se escuchaban "ráfagasy gritos" en la plaza. Los disparos llegaron a alcanzar la ventanadel departamento donde él estaba, lo que obligó a los estudiantesa permanecer en el suelo durante horas.

"En Tlatelolco ocurre ciertamente una masacre. El Gobierno nosaplasta con las armas y de los 4.500 detenidos no hay uno solo quelleve una arma. Eso demuestra que somos un movimiento pacíficoreprimido con violencia", sostiene.

A medianoche, el Ejército irrumpió en la vivienda. Todos ellosfueron detenidos.

"Fuimos encarcelados de manera totalmente ilegal. Aprehendidospor un cuerpo militar que no está facultado para eso", denuncia elrepresaliado, quien recuerda que la movilización erapacífica.

Hernández fue interrogado, presionado y torturado durantedías. Le llegaron a decir que su madre y su hermana de seis añoseran violadas en una sala contigua.

"El movimiento aconsejaba, en caso de ser detenidos, aguantardurante unos días los golpes y luego hablar y decir la verdad. Esefue mi caso", rememora con la voz quebrada.

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Hernández fue acusado de una veintena de delitos, muchos deellos políticos, y condenado a 17 años de cárcel, la mayor penapara los líderes estudiantiles.

Pero la presión por "el desprestigio internacional" delGobierno mexicano llevó a la Fiscalía a liberarlos tras dos añosy medio, aunque su sentencia "seguía viva".

Como otros compañeros, nunca se acogió a amnistías que elGobierno les ofreció porque "no éramos delincuentes".

"Obviamente los 17 años ya pasaron, con lo cual yo supongo queya estamos libres, ahora sí", añade entre risas.

Desde la plataforma Comité 68, Hernández y otros compañerosllevan décadas luchando para la reparación del daño, la justiciay las disculpas del poder y así "romper el estado deimpunidad".

Señala que muchos de los militares que ejecutaron la matanzasiguen vivos y exige que se reconozca que "hubo una prácticasistemática para obstaculizar el desarrollo de vida de todosnosotros". Muchos jamás encontraron trabajo en sus sectores.

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Hernández no pudo cumplir su plan de vida de regresar aloriental estado de Veracruz y trabajar en la industria petrolera.Pero con los años se abrió un hueco en el sector hídrico ysiempre defendió el movimiento de 1968.

A los que consideran Tlatelolco como "la gran derrota delmovimiento", Hernández responde que el 2 de octubre fue "unaderrota política del régimen que quedó desenmascarado como unrégimen demagógico, autoritario y represivo".

"Con el paso del tiempo se convirtió en una victoria políticay el movimiento se convirtió en un referente ideológico y moral",sostiene.

A Hernández se le escapa una cálida sonrisa cuando ve que lasactuales manifestaciones estudiantiles mexicanas se reivindicancomo "nietos del 68". "Eso es muy fuerte", concluye orgulloso.EFE