/ lunes 3 de septiembre de 2018

Entre láminas y acetatos, una historia en La Prensa

Verónica Julieta González Valle

Hablar de LA PRENSA es un tema muy profundo en mi vida. Fueliteralmente mi segunda casa. Conocí el verdadero valor de laamistad, el compañerismo leal y la alta responsabilidad depertenecer a una empresa muy bondadosa.

Fueron varios años de lucha por alcanzar el bienestar yestabilidad laboral, siempre apoyado de mi linda esposa y mishijos, que prácticamente crecieron entre los pasillos del“Periódico que Dice lo que Otros Callan”.

Fue en agosto de 1953 cuando tuve un primer acercamiento con LAPRENSA. Fui testigo de la construcción que se edificaba en la quesería en la actualidad su sede en la calle de Basilio Vadillo, enel número 40, ya que sus oficinas y talleres se encontraban enHumboldt.

Mi padre por muchos años trabajó en el servicio postal yentregaba el correo en esas oficinas. Yo, siendo un niño, loacompañaba y admiraba con asombro la obra de cuatro pisos y queposteriormente se elevó a diez.

Pero no fue sino hasta enero de 1960, siete años después, quefui invitado a formar parte del departamento de fotograbado,ubicado ya en el sexto piso. Por aquel entonces yo contaba con 18años entrando como un joven aprendiz que recibía su salario porparte de sus compañeros. Sí, así como lo lee, recibía unestimado de 5 a 6 pesos por cada uno de ellos.

En sí, mi formación se dio como ayudante de cámaras con elseñor Ernesto Villalobos, donde ejercía cambiando químicorevelador y fijador. En este proceso también ayudaba a donPorfirio Jiménez, el jefe de grabado en el turno nocturno, quienme enseñó a grabar en lámina, cortar y entregar aformación.

Tiempo después, a principios de 1962, combiné el turnonocturno con el matutino para la creación de revistas y cuentos.En ese momento mi sueldo era de 15 pesos diarios y mi trabajo ibaenfocado a colorear las láminas de acetato que se utilizaban parailustrar dichos impresos.

Más allá de dedicar mi vida al trabajo, también tuve laoportunidad de hacerme de grandes amistades. Diría que mi paso porLA PRENSA fue bastante fructífero, puesto que, poco tiempodespués, a partir de este mismo año, empecé a frecuentar eltrabajo con muchos reporteros gráficos tales como: RodolfoMartínez, Enrique Metinidez, Eduardo Quiroz y Agustín PérezEscamilla “El Chino”, quien era bastante reconocido por aquelentonces.

Los primeros dos mencionados se convirtieron en estimados yentrañables amigos; ocho años después, fallecieron en elaccidente aéreo de Poza Rica suscitado en el Cerro del Mesón en1970.

Cabe mencionar que con ellos me aventuré a conocer a muchaspersonalidades de la época tales como la reina Isabel II deInglaterra; John F. Kennedy, acompañado de su esposa Jackie;Rocío Dúrcal “La Niña de Oro”; el exmandatarioestadounidense Richard Nixon, entre otras personalidades nacionalese internacionales.

Pero la mejor experiencia en esa misma fecha fue haber conocidoen “vivo y a todo color” a “La rubia inolvidable” MarilynMonroe, quien a todos deslumbró con su belleza y que se apagaríasu estrella repentinamente en agosto de ese mismo año a causa deuna sobredosis.

Para 1965 ya me había hecho miembro de la cooperativa delperiódico, lo cual trajo una época de mucha prosperidad tantopara mi familia como para mis compañeros, puesto que estacooperativa nos brindaba prestaciones tales como las cartas decrédito y las “utilidades”, nombre que se le daba a los bonosde dinero que eran repartidos en los meses de febrero y agosto,respectivamente.

Uno de mis recuerdos favoritos de aquellos años es lacelebración de las navidades, ya que en esas vísperas serespiraba un ambiente de felicidad acompañado de la abundancia quese plasmaba en la extensa publicidad que imprimía la misma prensa.Todo esto, se mezclaba con un ambiente de tradición que hacía deaquella celebración una máquina de recuerdos que hoy para mí soninolvidables.

A mi parecer, fui parte de una época maravillosa en LA PRENSA,pues no sólo se respiraba el auge de una ciudad en potencia, sinotambién, el auge del que se convertiría en un periódicosumamente importante en la vida nacional.

Fui partícipe de una sociedad de trabajo donde todo era detodos y donde se respiraba un aire de nuevas oportunidades para eltrabajador.

Siempre estaré agradecido con Dios por darme la oportunidad dehaber sido parte de la consolidación de mi querida y amada LAPRENSA.

Sirvan estas líneas también para agradecer a mis hijos por suapoyo y comprensión por los tiempos difíciles en donde tenía queausentarme por estar trabajando. A mi esposa “Toya” por todo sucariño, amor y consejos en esta aventura que pasamos juntos en LAPRENSA.

Y sobre todo a los nuevos directivos que me dieron laoportunidad de narrar brevemente un poco de lo mucho que viví enmi alma mater, LA PRENSA.

¡FELICES 90 AÑOS!

Testimonio de Francisco Javier Valle Hernández, trabajador delárea de fotograbado y fotolito en LA PRENSA (1960-1994)

Verónica Julieta González Valle

Hablar de LA PRENSA es un tema muy profundo en mi vida. Fueliteralmente mi segunda casa. Conocí el verdadero valor de laamistad, el compañerismo leal y la alta responsabilidad depertenecer a una empresa muy bondadosa.

Fueron varios años de lucha por alcanzar el bienestar yestabilidad laboral, siempre apoyado de mi linda esposa y mishijos, que prácticamente crecieron entre los pasillos del“Periódico que Dice lo que Otros Callan”.

Fue en agosto de 1953 cuando tuve un primer acercamiento con LAPRENSA. Fui testigo de la construcción que se edificaba en la quesería en la actualidad su sede en la calle de Basilio Vadillo, enel número 40, ya que sus oficinas y talleres se encontraban enHumboldt.

Mi padre por muchos años trabajó en el servicio postal yentregaba el correo en esas oficinas. Yo, siendo un niño, loacompañaba y admiraba con asombro la obra de cuatro pisos y queposteriormente se elevó a diez.

Pero no fue sino hasta enero de 1960, siete años después, quefui invitado a formar parte del departamento de fotograbado,ubicado ya en el sexto piso. Por aquel entonces yo contaba con 18años entrando como un joven aprendiz que recibía su salario porparte de sus compañeros. Sí, así como lo lee, recibía unestimado de 5 a 6 pesos por cada uno de ellos.

En sí, mi formación se dio como ayudante de cámaras con elseñor Ernesto Villalobos, donde ejercía cambiando químicorevelador y fijador. En este proceso también ayudaba a donPorfirio Jiménez, el jefe de grabado en el turno nocturno, quienme enseñó a grabar en lámina, cortar y entregar aformación.

Tiempo después, a principios de 1962, combiné el turnonocturno con el matutino para la creación de revistas y cuentos.En ese momento mi sueldo era de 15 pesos diarios y mi trabajo ibaenfocado a colorear las láminas de acetato que se utilizaban parailustrar dichos impresos.

Más allá de dedicar mi vida al trabajo, también tuve laoportunidad de hacerme de grandes amistades. Diría que mi paso porLA PRENSA fue bastante fructífero, puesto que, poco tiempodespués, a partir de este mismo año, empecé a frecuentar eltrabajo con muchos reporteros gráficos tales como: RodolfoMartínez, Enrique Metinidez, Eduardo Quiroz y Agustín PérezEscamilla “El Chino”, quien era bastante reconocido por aquelentonces.

Los primeros dos mencionados se convirtieron en estimados yentrañables amigos; ocho años después, fallecieron en elaccidente aéreo de Poza Rica suscitado en el Cerro del Mesón en1970.

Cabe mencionar que con ellos me aventuré a conocer a muchaspersonalidades de la época tales como la reina Isabel II deInglaterra; John F. Kennedy, acompañado de su esposa Jackie;Rocío Dúrcal “La Niña de Oro”; el exmandatarioestadounidense Richard Nixon, entre otras personalidades nacionalese internacionales.

Pero la mejor experiencia en esa misma fecha fue haber conocidoen “vivo y a todo color” a “La rubia inolvidable” MarilynMonroe, quien a todos deslumbró con su belleza y que se apagaríasu estrella repentinamente en agosto de ese mismo año a causa deuna sobredosis.

Para 1965 ya me había hecho miembro de la cooperativa delperiódico, lo cual trajo una época de mucha prosperidad tantopara mi familia como para mis compañeros, puesto que estacooperativa nos brindaba prestaciones tales como las cartas decrédito y las “utilidades”, nombre que se le daba a los bonosde dinero que eran repartidos en los meses de febrero y agosto,respectivamente.

Uno de mis recuerdos favoritos de aquellos años es lacelebración de las navidades, ya que en esas vísperas serespiraba un ambiente de felicidad acompañado de la abundancia quese plasmaba en la extensa publicidad que imprimía la misma prensa.Todo esto, se mezclaba con un ambiente de tradición que hacía deaquella celebración una máquina de recuerdos que hoy para mí soninolvidables.

A mi parecer, fui parte de una época maravillosa en LA PRENSA,pues no sólo se respiraba el auge de una ciudad en potencia, sinotambién, el auge del que se convertiría en un periódicosumamente importante en la vida nacional.

Fui partícipe de una sociedad de trabajo donde todo era detodos y donde se respiraba un aire de nuevas oportunidades para eltrabajador.

Siempre estaré agradecido con Dios por darme la oportunidad dehaber sido parte de la consolidación de mi querida y amada LAPRENSA.

Sirvan estas líneas también para agradecer a mis hijos por suapoyo y comprensión por los tiempos difíciles en donde tenía queausentarme por estar trabajando. A mi esposa “Toya” por todo sucariño, amor y consejos en esta aventura que pasamos juntos en LAPRENSA.

Y sobre todo a los nuevos directivos que me dieron laoportunidad de narrar brevemente un poco de lo mucho que viví enmi alma mater, LA PRENSA.

¡FELICES 90 AÑOS!

Testimonio de Francisco Javier Valle Hernández, trabajador delárea de fotograbado y fotolito en LA PRENSA (1960-1994)

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