/ lunes 9 de abril de 2018

MATÓ A SU AMANTE, la pintora guanajuatense Georgina Dussauge Gorráez

El 7 de septiembre de 1960 la fotografía de la señora Dussaugeera desgarradora: aparecía con una expresión de dolor yconfusión notable. Poco tiempo antes le había partido elcorazón, de un bayonetazo (se trata de un objeto conocido comomarrazo: especie de hacha de dos bocas y que se le denominatambién como bayoneta), a su protector, el excombatiente de laPrimera Guerra Mundial, el canadiense Edward Huff. He aquí, amablelector, la fiel transcripción de la información respectiva yrecogida por nuestros Archivos Secretos de Policía: La pintoraguanajuatense Georgina Dussauge Gorráez, conocida como Georgina deUzor, asesinó de artera puñalada a su amante Edward Huff. Ésteera veterano de la Primera Guerra Mundial y estaba pensionado porlos ferrocarriles del Canadá. El crimen ocurrió en eldepartamento donde durante más de 18 meses vivieron Georgina, de27 años y Edward, de 72. Al lado de esos amantes estaban los treshijos de Georgina; él también deja tres hijos, quienes radican enOttawa. María Guadalupe Dussauge, de ocho años, presencióhorrorizada cómo su madre hería con un marrazo a Edward; losprotagonistas de ese crispante crimen estaban en completo estado deebriedad. Desde las 13:30 horas del lunes hasta las 23:00 horas, sededicaron a ingerir bebidas alcohólicas, habiendo rematado suparranda en la cantina La Ola, de las calles de Uruguay. Fueron loscelos que mutuamente se profesaban lo que llevó a GeorginaDussauge a cometer el asesinato. Ella jura y perjura que norecuerda nada porque estaba demasiado ebria e inconsciente, pero suhijita la hundió al relatar, con llanto copioso, cómo terminaronlas relaciones de amasiato entre la joven y el anciano. Georgina,quien aseguraba ser sobrina del gobernador de Querétaro, JuanCrisóstomo Gorráez, y prima del exmatador de toros Paco Gorráez,fue detenida cuando dormía plácidamente en su recámara deldepartamento 1 del edificio de Jesús Terán 15, esquina conIgnacio Mariscal, Colonia Tabacalera. En el cubo del zaguán delmismo edificio un policía descubrió el cadáver de Edward yminutos después se procedió a la captura de la mujer homicida. LAPRENSA entrevistó a Georgina Dussauge Gorráez -como pintora usabael nombre de Georgina de Uzor- en las galeras de la séptimadelegación, donde se iniciaron las investigaciones judiciales queservirían de base para el juicio a la autoviuda. La mujer, de bajaestatura y vestida con pijama de franela y una capa negra con vivosdorados, estaba sentada en el quicio de la puerta de su celda. Enla mano derecha tenía un pocillo con té, mientras que con laizquierda sostenía dos cajetillas de cigarros. En su rostro sereflejaba el arrepentimiento y su mirada se perdía a momentos, talvez quería ver hacia el pasado y recordar la noche del lunes 5 deseptiembre de 1960. Tardó unos minutos para hablar. Se mostrabaindecisa. -No recuerdo nada, estaba muy tomada. Me encontraba fuerade mí, cansada por los constantes disgustos, ya que él me celabamucho... pero no recuerdo lo que hice.

CRUDA REALIDAD ENFRENTÓ GEORGINA; NO RECORDABA LOSTRÁGICOS HECHOS Antes de seguir declarandoextraoficialmente, Georgina se levantó y empezó a caminar. Lalicenciada Ana Virginia Rodríguez y un médico de la delegaciónobservaron con detenimiento a Georgina y les comentó: “creo quesí fui yo. No había nadie más en la casa. Sólo mis hijas. Yocreo que soy culpable, pero él tuvo la culpa y me hizo como quiso;muchas veces me pegó y de eso pueden hablar mis niñas. El lunesestábamos en la casa. Como a las 13:30 horas nos tomamos unascopas de brandy, después salimos, anduvimos en muchos sitios yrecuerdo que, ya entrada la noche, salimos de La Ola y volvimos ala casa. Hasta ese momento fuimos felices y no hubo pleitos deninguna naturaleza”, añadió Georgina de Uzor, originaria deAbasolo, Guanajuato. -Edward me celaba mucho y hacía unas horasque había regresado a mi lado. Tenía celos de que fuera aregresar el padre de mis hijas, José Pérez Ortiz, pero eso nuncaocurrió ni hubiera yo permitido que ocurriera -expresó la mujerhomicida. Después explicó que con José Pérez Ortiz tampocoestuvo casada; vivió en amasiao con él durante mucho tiempo yprocrearon a María Guadalupe, de ocho años; Arturo, de cinco, yMaría de los Ángeles, de tres. Todos llevan los apellidosDussauge Gorráez. José era un hombre dedicado a los juegos deazar y deambulaba por todas las ferias del interior de laRepública. -Edward me golpeó mucho, por los mismos celos. No sési en verdad lo quería. Lo conocí en el hall del hotel Oxford,donde ambos vivíamos; él acababa de llegar del Canadá, donderecibió categoría de ferrocarrilero pensionado. Cuando nosconocimos, a fines de abril o principios de mayo de 1959, empezamosa platicar sobre arte; supo él que yo vendía mis cuadros. Mecontó entonces que venía a descansar a México, pues estabapensionado. Después me habló de sus hazañas en la Primera GuerraMundial y así, poco a poco, parece que nos identificamos. Ladiferencia de edades no me importó...

Y a pregunta expresa por el reportero de LA PRENSA, Georginadijo: Sí, fuimos amantes... No teníamos planes. Empezamos atratarnos con más confianza y fuimos estrechando nuestrasrelaciones hasta que decidimos cambiarnos al departamento de JesúsTerán 15, en la Colonia Tabacalera. -Ahora recuerdo que estuvimostambién en El Tenampa, salimos para ir a La Ola, y después a lacasa. Llegamos y empezó a celarme... Estaba muy borracho y yotambién, no sabíamos lo que hacíamos. -Discutimos por lo mismo:celos de él hacia mí. Al entrar al cuarto, él se quedó en unode los sofás y de ahí se levantó para agarrar mi zapatilla y conella me tiró varios golpes, uno me dio en la cara. La señoratomó un poco de té y dijo a la licenciada Ana Virginia RodríguezMiró: -No recuerdo nada, sólo puedo asegurar que llegué a lacama, alcé el colchón y saqué el marrazo y con él le di ungolpe a Edward, pero tampoco sé dónde y después me quedédormida. Advirtió la señora que si perdió el conocimiento por laborrachera, se debió a que tenía una semana de tomar y luegoreconoció ser bebedora consuetudinaria. La mujer, de apenas 27años de edad, fue alumna de la escuela La Esmeralda y de losCursos Libres de Chapultepec, además estudió taquimecanografía ydesde hacía 12 años estaba alejada de todos sus parientes. Lasniñas Guadalupe Dussauge Gorráez y Alicia Vargas Hernández, deocho y 12 años de edad, respectivamente, hundieron con susdeclaraciones a Georgina. Lupita fue testigo presencial de loshechos y Alicia, ahijada de la pintora, fue quien se introdujo poruna ventana para abrir la puerta del departamento trágico. Ambascoincidieron en declarar que el canadiense era muy celoso ycontinuamente golpeaba a Georgina. Lupita dijo: “después de quemi mamá hirió al señor, éste abrió la puerta y se quedó en elcubo del zaguán, donde lo encontraron muerto”. Alicia declaró:“un policía buscó a los vecinos para que reconocieran a mipadrino y como yo estaba cerca, fui y me di cuenta de quién setrataba”... La ahijada de Georgina agregó que en alguna ocasiónescuchó que al pelear Edward y “mi madrina, ella le dijo que siseguía molestándola lo iba a matar”.

Con un solo golpe de bayoneta, que cortó el corazón de Edwarden dos partes, Georgina puso fin a la existencia del canadiense queconoció en 1959. Mientras ella era conducida en un Jeep policiacoa la guardia de agentes de la Policía Judicial, en el anfiteatrode la delegación fue examinado el cadáver del ferrocarrilero,originario de Ottawa y veterano de la Primera Guerra Mundial. Seencontraron entre las ropas del occiso una chequera del Royal Bankde Canadá, tres cheques de 100 dólares cada uno, algunas monedasmexicanas y algunas pertenencias más, así como la credencial quelo acreditaba como ferrocarrilero pensionado.

El 7 de septiembre de 1960 la fotografía de la señora Dussaugeera desgarradora: aparecía con una expresión de dolor yconfusión notable. Poco tiempo antes le había partido elcorazón, de un bayonetazo (se trata de un objeto conocido comomarrazo: especie de hacha de dos bocas y que se le denominatambién como bayoneta), a su protector, el excombatiente de laPrimera Guerra Mundial, el canadiense Edward Huff. He aquí, amablelector, la fiel transcripción de la información respectiva yrecogida por nuestros Archivos Secretos de Policía: La pintoraguanajuatense Georgina Dussauge Gorráez, conocida como Georgina deUzor, asesinó de artera puñalada a su amante Edward Huff. Ésteera veterano de la Primera Guerra Mundial y estaba pensionado porlos ferrocarriles del Canadá. El crimen ocurrió en eldepartamento donde durante más de 18 meses vivieron Georgina, de27 años y Edward, de 72. Al lado de esos amantes estaban los treshijos de Georgina; él también deja tres hijos, quienes radican enOttawa. María Guadalupe Dussauge, de ocho años, presencióhorrorizada cómo su madre hería con un marrazo a Edward; losprotagonistas de ese crispante crimen estaban en completo estado deebriedad. Desde las 13:30 horas del lunes hasta las 23:00 horas, sededicaron a ingerir bebidas alcohólicas, habiendo rematado suparranda en la cantina La Ola, de las calles de Uruguay. Fueron loscelos que mutuamente se profesaban lo que llevó a GeorginaDussauge a cometer el asesinato. Ella jura y perjura que norecuerda nada porque estaba demasiado ebria e inconsciente, pero suhijita la hundió al relatar, con llanto copioso, cómo terminaronlas relaciones de amasiato entre la joven y el anciano. Georgina,quien aseguraba ser sobrina del gobernador de Querétaro, JuanCrisóstomo Gorráez, y prima del exmatador de toros Paco Gorráez,fue detenida cuando dormía plácidamente en su recámara deldepartamento 1 del edificio de Jesús Terán 15, esquina conIgnacio Mariscal, Colonia Tabacalera. En el cubo del zaguán delmismo edificio un policía descubrió el cadáver de Edward yminutos después se procedió a la captura de la mujer homicida. LAPRENSA entrevistó a Georgina Dussauge Gorráez -como pintora usabael nombre de Georgina de Uzor- en las galeras de la séptimadelegación, donde se iniciaron las investigaciones judiciales queservirían de base para el juicio a la autoviuda. La mujer, de bajaestatura y vestida con pijama de franela y una capa negra con vivosdorados, estaba sentada en el quicio de la puerta de su celda. Enla mano derecha tenía un pocillo con té, mientras que con laizquierda sostenía dos cajetillas de cigarros. En su rostro sereflejaba el arrepentimiento y su mirada se perdía a momentos, talvez quería ver hacia el pasado y recordar la noche del lunes 5 deseptiembre de 1960. Tardó unos minutos para hablar. Se mostrabaindecisa. -No recuerdo nada, estaba muy tomada. Me encontraba fuerade mí, cansada por los constantes disgustos, ya que él me celabamucho... pero no recuerdo lo que hice.

CRUDA REALIDAD ENFRENTÓ GEORGINA; NO RECORDABA LOSTRÁGICOS HECHOS Antes de seguir declarandoextraoficialmente, Georgina se levantó y empezó a caminar. Lalicenciada Ana Virginia Rodríguez y un médico de la delegaciónobservaron con detenimiento a Georgina y les comentó: “creo quesí fui yo. No había nadie más en la casa. Sólo mis hijas. Yocreo que soy culpable, pero él tuvo la culpa y me hizo como quiso;muchas veces me pegó y de eso pueden hablar mis niñas. El lunesestábamos en la casa. Como a las 13:30 horas nos tomamos unascopas de brandy, después salimos, anduvimos en muchos sitios yrecuerdo que, ya entrada la noche, salimos de La Ola y volvimos ala casa. Hasta ese momento fuimos felices y no hubo pleitos deninguna naturaleza”, añadió Georgina de Uzor, originaria deAbasolo, Guanajuato. -Edward me celaba mucho y hacía unas horasque había regresado a mi lado. Tenía celos de que fuera aregresar el padre de mis hijas, José Pérez Ortiz, pero eso nuncaocurrió ni hubiera yo permitido que ocurriera -expresó la mujerhomicida. Después explicó que con José Pérez Ortiz tampocoestuvo casada; vivió en amasiao con él durante mucho tiempo yprocrearon a María Guadalupe, de ocho años; Arturo, de cinco, yMaría de los Ángeles, de tres. Todos llevan los apellidosDussauge Gorráez. José era un hombre dedicado a los juegos deazar y deambulaba por todas las ferias del interior de laRepública. -Edward me golpeó mucho, por los mismos celos. No sési en verdad lo quería. Lo conocí en el hall del hotel Oxford,donde ambos vivíamos; él acababa de llegar del Canadá, donderecibió categoría de ferrocarrilero pensionado. Cuando nosconocimos, a fines de abril o principios de mayo de 1959, empezamosa platicar sobre arte; supo él que yo vendía mis cuadros. Mecontó entonces que venía a descansar a México, pues estabapensionado. Después me habló de sus hazañas en la Primera GuerraMundial y así, poco a poco, parece que nos identificamos. Ladiferencia de edades no me importó...

Y a pregunta expresa por el reportero de LA PRENSA, Georginadijo: Sí, fuimos amantes... No teníamos planes. Empezamos atratarnos con más confianza y fuimos estrechando nuestrasrelaciones hasta que decidimos cambiarnos al departamento de JesúsTerán 15, en la Colonia Tabacalera. -Ahora recuerdo que estuvimostambién en El Tenampa, salimos para ir a La Ola, y después a lacasa. Llegamos y empezó a celarme... Estaba muy borracho y yotambién, no sabíamos lo que hacíamos. -Discutimos por lo mismo:celos de él hacia mí. Al entrar al cuarto, él se quedó en unode los sofás y de ahí se levantó para agarrar mi zapatilla y conella me tiró varios golpes, uno me dio en la cara. La señoratomó un poco de té y dijo a la licenciada Ana Virginia RodríguezMiró: -No recuerdo nada, sólo puedo asegurar que llegué a lacama, alcé el colchón y saqué el marrazo y con él le di ungolpe a Edward, pero tampoco sé dónde y después me quedédormida. Advirtió la señora que si perdió el conocimiento por laborrachera, se debió a que tenía una semana de tomar y luegoreconoció ser bebedora consuetudinaria. La mujer, de apenas 27años de edad, fue alumna de la escuela La Esmeralda y de losCursos Libres de Chapultepec, además estudió taquimecanografía ydesde hacía 12 años estaba alejada de todos sus parientes. Lasniñas Guadalupe Dussauge Gorráez y Alicia Vargas Hernández, deocho y 12 años de edad, respectivamente, hundieron con susdeclaraciones a Georgina. Lupita fue testigo presencial de loshechos y Alicia, ahijada de la pintora, fue quien se introdujo poruna ventana para abrir la puerta del departamento trágico. Ambascoincidieron en declarar que el canadiense era muy celoso ycontinuamente golpeaba a Georgina. Lupita dijo: “después de quemi mamá hirió al señor, éste abrió la puerta y se quedó en elcubo del zaguán, donde lo encontraron muerto”. Alicia declaró:“un policía buscó a los vecinos para que reconocieran a mipadrino y como yo estaba cerca, fui y me di cuenta de quién setrataba”... La ahijada de Georgina agregó que en alguna ocasiónescuchó que al pelear Edward y “mi madrina, ella le dijo que siseguía molestándola lo iba a matar”.

Con un solo golpe de bayoneta, que cortó el corazón de Edwarden dos partes, Georgina puso fin a la existencia del canadiense queconoció en 1959. Mientras ella era conducida en un Jeep policiacoa la guardia de agentes de la Policía Judicial, en el anfiteatrode la delegación fue examinado el cadáver del ferrocarrilero,originario de Ottawa y veterano de la Primera Guerra Mundial. Seencontraron entre las ropas del occiso una chequera del Royal Bankde Canadá, tres cheques de 100 dólares cada uno, algunas monedasmexicanas y algunas pertenencias más, así como la credencial quelo acreditaba como ferrocarrilero pensionado.

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