/ viernes 11 de agosto de 2017

MATÓ A SEMINARISTAS PARA LUEGO SUICIDARSE

LUIS FRANCISCO MACÍAS

ARCHIVOS CRIMINALES

VÍCTIMÓ A SU NOVIA Y LUEGO SE DISPARÓ

Elsa se había separado de su esposo y buscó alojamiento en eldepartamento de su amiga María Eugenia en el edificio de LagoMichigan 89, en Tacuba. Seis meses después, en junio de 1966, lamujer que había dejado su casa matrimonial, conoció a Arturo einiciaron una relación sentimental. Elsa Cárdenas Salas tenía 20años de edad y era muy hermosa. Se dedicaba al comercio y por lanoche era mesera en un bar, actividad que no veía con buenos ojossu también joven amante -Arturo Piedras Flores tenía 22 años deedad-, quien en repetidas ocasiones escenificaba acalorados pleitospor sus incendiarios celos.

Aquella noche fatídica del 1o. de junio, los amantes discutíancomo de costumbre.

María Eugenia, acostumbrada a tales escenas, se encerró en surecámara. Cerca de las 21:00 horas escuchó varios disparos ysalió a ver qué sucedía. Encontró a su amiga sobre la cama y aArturo, como fuera de sí, con una pistola en la mano.

En esos momentos fue cuando, dirigiéndose a la amiga de suamada, Arturo dijo:

-Si Elsa no ha de ser mía, no lo será de nadie. Yo me voy aquitar la vida...

Acto seguido se llevó el arma a la sien derecha y se disparó.María Eugenia sufrió entonces una fuerte conmoción. Sus nerviosestaban destrozados. No sabía qué hacer. Llamó a los serviciosde emergencia, pero ya nada pudieron hacer por salvar la vida delos amantes.

LA PRENSA platicó con la testigo. Dijo María Eugenia que Elsay ella eran socias en un pequeño comercio de ropa en el MercadoHidalgo. Señaló que Arturo se dedicaba al comercio de abarrotes,y que era muy celoso.

La única testigo de esa tragedia pasional tenía clavada en sumente aquella escena de horror: los amantes muertos sobre unacama.

El cadáver de Elsa presentaba cinco orificios de arma de fuego:en el cuello, en la ceja, en la tetilla izquierda y en la regiónepigástrica, a decir de los peritos forenses.

RELIGIOSO ASESINADO EN UNA PARROQUIA

Hay casos trágicos que quedan en el misterio. Secretos que sellevan consigo los protagonistas de dramas intensos y que han sidodocumentados en los archivos policiales. Muchas de las veces, losmismos familiares de aquellas infortunadas personas han preferidocallar los motivos que desembocaron en la desgracia de sus seresqueridos.

El siguiente caso fue un triste episodio en la vida de doshombres donde el destino se cruzó en forma violenta, errónea,incierta. Se trató del inspector fiscal de la Secretaría deHacienda, Desiderio Betancourt Hernández y el seminarista, RubénGil Olivares, ambos de 30 años de edad.

LA PRENSA informó oportunamente acerca de este caso de crimen ysuicidio, ocurrido el sábado 27 de julio de 1963 en la Parroquiade Nuestra Señora de la Soledad, ubicada en el número 7927 de laCalle Norte 72, en la Colonia Salvador Díaz Mirón.

De la guardia de reporteros de este diario salió rumbo aloriente de la ciudad Jorge Herrera Valenzuela para cubrir el citadoasunto policial, después de recibir la llamada de aviso.

El reportero Herrera fue el primer periodista en llegar a laescena del crimen.

Ya estaban inspeccionando todo los detectives del ServicioSecreto, a las órdenes del capitán Jesús Gracia Jiménez ypatrulleros del mismo organismo.

Dos viejecitas eran empleadas en la casa parroquial, ConcepciónGutiérrez y Manuela Álvarez. La primera de ellas declaró a lasautoridades que aquel sábado, a las 17:00 horas, llegó Desiderioy conversó largamente con el seminarista.

No supo sobre qué platicaron. Las dos empleadas pasaron alcomedor y se dispusieron a ver en la televisión el programa queestaba muy de moda: "La Hora de Orange Crush", con Raúl Astor,Graciela Nájera y León Michel.

De pronto se escucharon varias detonaciones. Conchita saliócorriendo.

Vio al seminarista ya muerto; estaba en el suelo junto a variasmacetas en un corredor, cerca de la puerta del comedor. En tanto,el inspector fiscal también yacía sin vida en el recibidor.Desiderio había dado muerte a Rubén, para luego dispararse en lacabeza.

En su momento, los hermanos del empleado de Hacienda opinaronque "se había precipitado y que había actuado obedeciendo a unmal entendido..."

El médico legista apreció 10 orificios causados por balas decalibre 22 milímetros en el cuerpo del religioso.

Dichos orificios estaban localizados en el lado derecho y a laaltura del hombro.

El seminarista infortunado estaba a punto de ordenarse comosacerdote y tenía más de 2 años de estar adscrito a la Parroquiade Nuestra Señora de la Soledad.

Se supo que su asesino, el inspector fiscal, DesiderioBetancourt, era originario de Tapalpa, Jalisco. Estaba casado conIrma González y vivían en la Calle Carpintería, en la ColoniaMorelos.

HOTELAZO EN LA GUERRERO; LA VIERON CERCA, JÓVENES AMANTES

Pablo y María Teresa llegaron al hotel Suiza, en la ColoniaGuerrero, aquella húmeda noche de mayo. Corría el año 1961. Elencargado les dio la llave del cuarto 219, después de pagar veintepesos del alquiler.

El joven empuñaba en el brazo un maletín y una gabardina gris.Quizá había mal tiempo y llovía en aquellos días. Pero esa citano era precisamente para satisfacer sus deseos amorosos, como lohacían desde hacía tres meses, cuando se conocieron.

El motivo era siniestro: firmar un pacto suicida y entregarse ala muerte, antes que renunciar a su amor.

Pablo Medina y María Teresa Mata habían vivido tórrido idiliodesde el primer día que se vieron. Se amaban, pero no podíancristalizar sus sueños de contar con un nido de amor para ellossolos.

Él era empleado del Nacional Monte de Piedad, pero su sueldo nole alcanzaba para independizarse de su familia y darle a su amadaun espacio digno.

Vivían los enamorados en casa de los padres de Pablo, en eledificio 130 de la Colonia Niños Héroes.

El temor a un mañana incierto, plagado de miserias yprivaciones, atormentaba a los amantes.

Él tenía 21 años; ella 20. La madre del muchacho le reiterabaque debía normalizar su situación y llevar a su novia a vivir aotra casa, pues no era correcto que viviera en amasiato, junto asus padres y demás hermanos. Pero él siempre evadía aquellaconversación.

Todos los intentos de Pablo por buscar un techo donde vivir conMaría Teresa eran en vano. La renta de los departamentos en lametrópoli ya era demasiado elevada desde entonces.

Aquel jueves trágico -4 de mayo-, Pablo dijo a sus padres quese iría de paseo fuera de la ciudad y a su regreso buscaría lugarpara vivir.

Se despidió de su familia y puso alguna ropa en su maletínnegro. Su madre le preguntó que a dónde se dirigía.

-Me voy lejos, pero ni yo sé a dónde.

LA PRENSA publicó que los jóvenes amantes fueron halladosvestidos e inconscientes sobre la cama de la habitación rentada enaquel hotel de las calles de Pedro Moreno y Aldama. El contenido de100 pastillas de un frasco de fenobarbital fue consumido por losenamorados. Firmaron su mensaje suicida al reverso de una tarjetapidiendo que no se culpara a nadie... "Fue un placer morir", seleía también.

Después se abrazaron recordando las alegrías y sinsabores quehabían vivido.

Afortunadamente una empleada del hotel descubrió a tiempo aquelcuadro dramático y dio aviso al dueño del establecimiento. A lospocos minutos llegaron paramédicos y  los llevaron con prontitudal Hospital de la Cruz Roja donde los galenos hicieron notablesesfuerzos por salvarles la vida. Dijeron al reportero de estediario que se mostraban optimistas por la salud de los jóvenespacientes.

Seguramente con el tiempo, buscarían Pablo y María Teresa,tras profunda reflexión, otro camino para solucionar su situaciónde vivienda.

FRUSTRADO SUICIDIO

Alicia Barrón tenía 29 años de edad y estaba desesperadaaquella mañana de agosto de 1962. La guapa señora sufría laseparación matrimonial. Su marido se desentendió de susresponsabilidades y Alicia no tenía dinero para alimentar a suspequeños hijos. El mundo parecía cerrársele a sus pies. Caminabapor las calles de la Colonia Roma el viernes 24 de agosto. Y fuecuando no pudo más con los pensamientos que la torturaban, sentíamucha desesperanza, frustración y abandono.

Cuando llegó a la Calle Monterrey subió al quinto piso de unedificio. Eran las 16:00 horas cuando, tras llegar hasta la azotea,se lanzó al vacío. Y por obra de un verdadero milagro Alicia nomurió, aunque tuvo más riesgos de encontrar una muerte segura. Sucuerpo chocó contra unos cables eléctricos y luego se precipitócontra un automóvil, lo que amortiguó la caída.

Durante varios minutos Alicia permaneció inconsciente y en sudelirio pronunció frases que nunca entendió. En las fotografíasque ilustran esta página se puede ver a la aspirante al suicidiosiendo auxiliada por varias personas que pasaban por el lugar.Imagínese usted, amable lector, el tremendo impacto que tuvieronal ver caer a la señora, quien  emitió un sonoro grito, a decirde varios testigos.

Un automóvil Ford 200 detuvo la caída de Alicia; despuésrodó por el pavimento; lo que parecía la escena de una películacomo las que se filmaban en aquella época en calles de la Roma,resultó ser un verdadero milagro de los dramas de la vidareal.

Textos y consulta hemerográfica:

Luis Francisco Macías

LUIS FRANCISCO MACÍAS

ARCHIVOS CRIMINALES

VÍCTIMÓ A SU NOVIA Y LUEGO SE DISPARÓ

Elsa se había separado de su esposo y buscó alojamiento en eldepartamento de su amiga María Eugenia en el edificio de LagoMichigan 89, en Tacuba. Seis meses después, en junio de 1966, lamujer que había dejado su casa matrimonial, conoció a Arturo einiciaron una relación sentimental. Elsa Cárdenas Salas tenía 20años de edad y era muy hermosa. Se dedicaba al comercio y por lanoche era mesera en un bar, actividad que no veía con buenos ojossu también joven amante -Arturo Piedras Flores tenía 22 años deedad-, quien en repetidas ocasiones escenificaba acalorados pleitospor sus incendiarios celos.

Aquella noche fatídica del 1o. de junio, los amantes discutíancomo de costumbre.

María Eugenia, acostumbrada a tales escenas, se encerró en surecámara. Cerca de las 21:00 horas escuchó varios disparos ysalió a ver qué sucedía. Encontró a su amiga sobre la cama y aArturo, como fuera de sí, con una pistola en la mano.

En esos momentos fue cuando, dirigiéndose a la amiga de suamada, Arturo dijo:

-Si Elsa no ha de ser mía, no lo será de nadie. Yo me voy aquitar la vida...

Acto seguido se llevó el arma a la sien derecha y se disparó.María Eugenia sufrió entonces una fuerte conmoción. Sus nerviosestaban destrozados. No sabía qué hacer. Llamó a los serviciosde emergencia, pero ya nada pudieron hacer por salvar la vida delos amantes.

LA PRENSA platicó con la testigo. Dijo María Eugenia que Elsay ella eran socias en un pequeño comercio de ropa en el MercadoHidalgo. Señaló que Arturo se dedicaba al comercio de abarrotes,y que era muy celoso.

La única testigo de esa tragedia pasional tenía clavada en sumente aquella escena de horror: los amantes muertos sobre unacama.

El cadáver de Elsa presentaba cinco orificios de arma de fuego:en el cuello, en la ceja, en la tetilla izquierda y en la regiónepigástrica, a decir de los peritos forenses.

RELIGIOSO ASESINADO EN UNA PARROQUIA

Hay casos trágicos que quedan en el misterio. Secretos que sellevan consigo los protagonistas de dramas intensos y que han sidodocumentados en los archivos policiales. Muchas de las veces, losmismos familiares de aquellas infortunadas personas han preferidocallar los motivos que desembocaron en la desgracia de sus seresqueridos.

El siguiente caso fue un triste episodio en la vida de doshombres donde el destino se cruzó en forma violenta, errónea,incierta. Se trató del inspector fiscal de la Secretaría deHacienda, Desiderio Betancourt Hernández y el seminarista, RubénGil Olivares, ambos de 30 años de edad.

LA PRENSA informó oportunamente acerca de este caso de crimen ysuicidio, ocurrido el sábado 27 de julio de 1963 en la Parroquiade Nuestra Señora de la Soledad, ubicada en el número 7927 de laCalle Norte 72, en la Colonia Salvador Díaz Mirón.

De la guardia de reporteros de este diario salió rumbo aloriente de la ciudad Jorge Herrera Valenzuela para cubrir el citadoasunto policial, después de recibir la llamada de aviso.

El reportero Herrera fue el primer periodista en llegar a laescena del crimen.

Ya estaban inspeccionando todo los detectives del ServicioSecreto, a las órdenes del capitán Jesús Gracia Jiménez ypatrulleros del mismo organismo.

Dos viejecitas eran empleadas en la casa parroquial, ConcepciónGutiérrez y Manuela Álvarez. La primera de ellas declaró a lasautoridades que aquel sábado, a las 17:00 horas, llegó Desiderioy conversó largamente con el seminarista.

No supo sobre qué platicaron. Las dos empleadas pasaron alcomedor y se dispusieron a ver en la televisión el programa queestaba muy de moda: "La Hora de Orange Crush", con Raúl Astor,Graciela Nájera y León Michel.

De pronto se escucharon varias detonaciones. Conchita saliócorriendo.

Vio al seminarista ya muerto; estaba en el suelo junto a variasmacetas en un corredor, cerca de la puerta del comedor. En tanto,el inspector fiscal también yacía sin vida en el recibidor.Desiderio había dado muerte a Rubén, para luego dispararse en lacabeza.

En su momento, los hermanos del empleado de Hacienda opinaronque "se había precipitado y que había actuado obedeciendo a unmal entendido..."

El médico legista apreció 10 orificios causados por balas decalibre 22 milímetros en el cuerpo del religioso.

Dichos orificios estaban localizados en el lado derecho y a laaltura del hombro.

El seminarista infortunado estaba a punto de ordenarse comosacerdote y tenía más de 2 años de estar adscrito a la Parroquiade Nuestra Señora de la Soledad.

Se supo que su asesino, el inspector fiscal, DesiderioBetancourt, era originario de Tapalpa, Jalisco. Estaba casado conIrma González y vivían en la Calle Carpintería, en la ColoniaMorelos.

HOTELAZO EN LA GUERRERO; LA VIERON CERCA, JÓVENES AMANTES

Pablo y María Teresa llegaron al hotel Suiza, en la ColoniaGuerrero, aquella húmeda noche de mayo. Corría el año 1961. Elencargado les dio la llave del cuarto 219, después de pagar veintepesos del alquiler.

El joven empuñaba en el brazo un maletín y una gabardina gris.Quizá había mal tiempo y llovía en aquellos días. Pero esa citano era precisamente para satisfacer sus deseos amorosos, como lohacían desde hacía tres meses, cuando se conocieron.

El motivo era siniestro: firmar un pacto suicida y entregarse ala muerte, antes que renunciar a su amor.

Pablo Medina y María Teresa Mata habían vivido tórrido idiliodesde el primer día que se vieron. Se amaban, pero no podíancristalizar sus sueños de contar con un nido de amor para ellossolos.

Él era empleado del Nacional Monte de Piedad, pero su sueldo nole alcanzaba para independizarse de su familia y darle a su amadaun espacio digno.

Vivían los enamorados en casa de los padres de Pablo, en eledificio 130 de la Colonia Niños Héroes.

El temor a un mañana incierto, plagado de miserias yprivaciones, atormentaba a los amantes.

Él tenía 21 años; ella 20. La madre del muchacho le reiterabaque debía normalizar su situación y llevar a su novia a vivir aotra casa, pues no era correcto que viviera en amasiato, junto asus padres y demás hermanos. Pero él siempre evadía aquellaconversación.

Todos los intentos de Pablo por buscar un techo donde vivir conMaría Teresa eran en vano. La renta de los departamentos en lametrópoli ya era demasiado elevada desde entonces.

Aquel jueves trágico -4 de mayo-, Pablo dijo a sus padres quese iría de paseo fuera de la ciudad y a su regreso buscaría lugarpara vivir.

Se despidió de su familia y puso alguna ropa en su maletínnegro. Su madre le preguntó que a dónde se dirigía.

-Me voy lejos, pero ni yo sé a dónde.

LA PRENSA publicó que los jóvenes amantes fueron halladosvestidos e inconscientes sobre la cama de la habitación rentada enaquel hotel de las calles de Pedro Moreno y Aldama. El contenido de100 pastillas de un frasco de fenobarbital fue consumido por losenamorados. Firmaron su mensaje suicida al reverso de una tarjetapidiendo que no se culpara a nadie... "Fue un placer morir", seleía también.

Después se abrazaron recordando las alegrías y sinsabores quehabían vivido.

Afortunadamente una empleada del hotel descubrió a tiempo aquelcuadro dramático y dio aviso al dueño del establecimiento. A lospocos minutos llegaron paramédicos y  los llevaron con prontitudal Hospital de la Cruz Roja donde los galenos hicieron notablesesfuerzos por salvarles la vida. Dijeron al reportero de estediario que se mostraban optimistas por la salud de los jóvenespacientes.

Seguramente con el tiempo, buscarían Pablo y María Teresa,tras profunda reflexión, otro camino para solucionar su situaciónde vivienda.

FRUSTRADO SUICIDIO

Alicia Barrón tenía 29 años de edad y estaba desesperadaaquella mañana de agosto de 1962. La guapa señora sufría laseparación matrimonial. Su marido se desentendió de susresponsabilidades y Alicia no tenía dinero para alimentar a suspequeños hijos. El mundo parecía cerrársele a sus pies. Caminabapor las calles de la Colonia Roma el viernes 24 de agosto. Y fuecuando no pudo más con los pensamientos que la torturaban, sentíamucha desesperanza, frustración y abandono.

Cuando llegó a la Calle Monterrey subió al quinto piso de unedificio. Eran las 16:00 horas cuando, tras llegar hasta la azotea,se lanzó al vacío. Y por obra de un verdadero milagro Alicia nomurió, aunque tuvo más riesgos de encontrar una muerte segura. Sucuerpo chocó contra unos cables eléctricos y luego se precipitócontra un automóvil, lo que amortiguó la caída.

Durante varios minutos Alicia permaneció inconsciente y en sudelirio pronunció frases que nunca entendió. En las fotografíasque ilustran esta página se puede ver a la aspirante al suicidiosiendo auxiliada por varias personas que pasaban por el lugar.Imagínese usted, amable lector, el tremendo impacto que tuvieronal ver caer a la señora, quien  emitió un sonoro grito, a decirde varios testigos.

Un automóvil Ford 200 detuvo la caída de Alicia; despuésrodó por el pavimento; lo que parecía la escena de una películacomo las que se filmaban en aquella época en calles de la Roma,resultó ser un verdadero milagro de los dramas de la vidareal.

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