/ martes 12 de junio de 2018

ENTRE CANÍBALES

HISTORIA DE UN POETA ASESINO Acostado sobre unviejo y sucio colchón, José Luis Calva se despertó sobresaltadopor un terrible dolor de cabeza. Le sucedía cada vez que pasaba elefecto del alcohol y la cocaína que había consumido en exceso.Desconcertado, miró el desorden que imperaba en su departamento:trastes sucios, botellas vacías, películas, libros tirados por elsuelo, ropa esparcida por doquier, de pronto, se llevó las manos alos cabellos y un recuerdo repentino le vino a la mente; el de unamujer, muerta.

Alfredo SosaLa mañana del viernes 5 deoctubre de 2007, Alejandra Galeana se despertó convencida deponerle solución a un asunto que la inquietaba y le preocupabaconstantemente; así es que modificó su rutina y antes de acudir asu trabajo como dependienta en una farmacia, ubicada en la ColoniaGuerrero, tomó a sus dos hijos y se dirigió a casa de su madre,la señora Soledad Garavito, para después, acudir al lugar dondetenía que resolver su problema. Las horas pasaron y Alejandra nose presentó a trabajar, su madre intentó comunicarse porteléfono con ella en repetidas ocasiones, lo mismo su jefe y sushermanos. La buscaron en varios hospitales, delegaciones, pero nodieron con ella, envueltos por la angustia, sus familiaresdecidieron levantar un acta ante las autoridades. En la cocina, conmirada encendida, sostenía entre sus manos un pequeño poemario desu autoría. En la portada se leían las siguientes frases:“Cuando surgen las intrigas…, Cuando vuelven lasevocaciones…, Cuando la pasión se convierte en ira…, Cuando lavenganza se torna en obsesión… Surgen los… InstintosCaníbales” y abajo una foto suya a semejanza de Hannibal Lecter;mientras, el hervor del caldo en la olla avivó un olor quedespertó aún más su apetito, rebanó un limón, se sirviótrozos de carne frita en un plato; por fin, la cena estaba lista.De improviso, alguien tocó fuerte a la puerta con insistencia, seenojó y soltó al aire varias maldiciones, pues estabanperturbando la hora en que iba a saciar su hambre. Se levantó dela silla y se condujo hacia la puerta. Del otro lado se escu-chabanvoces, volvieron a insistir. El teléfono timbró y la señoraJudith Casarrubia descolgó la bocina, un agente judicial leinformó que tenían noticias sobre su hija y que debíapresentarse lo más pronto posible en la Procuraduría General deJusticia. Verónica llevaba desaparecida desde el 24 de abril de2004; es decir, hace un año y dos meses que no se sabía nada deella. Se ilusionó y sus esperanzas renacieron por volverla a ver.Al llegar a la Procuraduría, un grupo de peritos le pidió queobservara una serie de fotografías de un cuerpo femenino quehabía sido hallado el 30 de abril de 2004 en un terreno abandonadoen Chimalhuacán, Estado de México. Ese día que dieron con losrestos, éstos se encontraban empaquetados en dos cajas de huevo ydentro de bolsas de plástico negras. Cuando la mujer comenzó amirar las fotos, no dudó en reconocer que se trataba de su hijaVerónica. Conocía perfectamente las facciones de su rostro y cadamiembro de su cuerpo, entonces sintió un tremendo dolor en elpecho y estalló en llanto, lo último que hubiera deseado, eraconfirmar que su hija estaba muerta, y lo peor, que había sidobrutalmente asesinada.

BANQUETE MACABRO AlfredoSosa

El calor era sofocante en el andén, apenas se abrieron laspuertas del vagón, el poeta puso en las manos de una bella jovenque iba sentada un libro de poemas engrapado, después saludó alos pasajeros y comenzó a recitar: “Abrázame como trepadora,dile a mi oído lo que no quieres decir; dile mentiras, dilepalabras, dile que me amas, enséñame el mar y con él tuprofundidad... Después aprieta mi garganta dulcemente con tucuerpo, con tu aliento o con un beso. Por eso recuérdame que terecuerde... cuando te hayas muerto”. Caminó entre los pasajerosmientras les pedía que lo ayudaran con algunas monedas; la chica ala que había dado el poemario estaba por bajar en la siguienteestación, cuando llegó a su lado, ella le estiró la manodevolviéndole las hojas, pero el trovador urbano le dijo: -Te loregalo. Es lo menos que puedo hacer por una mujer hermosa como tú.La chica se sonrojó y mirándolo a los ojos le sonrió. Salieronjuntos del tren y él no se despegó de su lado, ella llevaba unvestido a rayas entallado y corto, que dejaba al descubierto suespalda y sus piernas, comenzaron a ascender las escaleras queconducían a las principales calles del Centro Histórico, entoncesél la invitó a comer y la dama aceptó. En su cuarto a oscuras,se puso su vestido negro favorito, un antifaz morado con chaquirasplateadas y encaje negro alrededor, encendió una veladora verdedepositada en el centro, se colocó de rodillas y tomó la lenguade res que envolvió en el interior de su puño derecho; en la otramano, sujetó un cuchillo filoso y comenzó a acuchillarla portodas partes sobre un plato desechable, su mirada extasiada emitíaun brillo demoniaco. Después, sorbió aguardiente tres veces deuna botella y lo escupió sobre la carne, mientras repetía unasfrases irreconocibles, como si las dijera en un idioma extraño,desconocido. Encendió un cigarro, se puso de pie, arrojó el humosobre el retazo de res, mientras daba vueltas a su alrededor y desu boca proliferaban más sonidos difusos. Acercó la botellavacía a la brasa de su cigarro, soltó una última bocanada en elinterior y la tapó con el mismo trozo de pulpa, depositándola allado del cirio. Al darse la vuelta, sus ojos se fijaron en la cuna,provista de ropita de bebé, cobijitas y una foto de una pequeñaniña, su hija; al recordarla en ese instante, se desvaneciódecepcionado, deprimido, entonces sus lágrimas corrieron con mayorintensidad, mientras con sus manos se aferraba a las barandillas ysu rostro se perdía en uno de sus antebrazos. En un lote baldío,cercano a las vías del tren, en la calle de Lerdo, ColoniaNonoalco-Tlatelolco, Delegación Cuauhtémoc, roedores y faunanociva pululaban en el interior de una maleta, una imagen grotescaque llamó la atención de algunos transeúntes que pasaron porahí. Cuál fue su sorpresa, que en el interior se hallabanmiembros de un cuerpo humano, así que decidieron dar parte a lapolicía. Era la mañana soleada del 9 de abril de 2007, lasautoridades ministeriales habían dado con el cadáver de una jovenmujer, que fue sin piedad desmembrada. La desventurada dama teníavarios tatuajes en su cuerpo, en el dorso de su mano izquierda unacruz con el nombre de “Luis”, bajo su seno izquierdo, otro quedecía “Omar”, en su hombro derecho se podía leer “Lado Sur951” y una rosa con tres naipes que formaban un trébol decorazones; además, las uñas de sus manos estaban pintadas de rojocarmesí. Al día siguiente, “La Muda” se reunió con susamigos de borrachera en el parque de siempre, en la Colonia SanSimón Tolnáhuac, por los rumbos de Tlatelolco, en sus manosllevaba el diario LA PRENSA, en silencio se los mostró a suscamaradas, quienes al leer la noticia, se dieron cuenta de que setrataba de su entrañable amiga a la que llamaban “La Jarocha”o “La Costeña”, atónitos, bebieron en su memoria. Sudepartamento estaba en penumbras, caminó hacia la sala y tomó delsillón una chamarra y una maleta llena con documentos y objetospersonales. Se acercó a la puerta, sujetó la manija y con vozfuerte preguntó: -¿Quién es? -¡Buenas noches!, PolicíaJudicial. ¿Podemos hablar con usted? -respondió una voz masculinay ronca desde afuera. El ritmo cardiaco del inquilino se aceleró ycomenzó a sudar más de lo normal, se sintió acorralado y no lequedó más opción que abrir la puerta. Dos hombres aparecieronfrente a él, ambos le mostraron sus charolas y uno de ellos dijo:-Traemos una orden de cateo, hay una demanda en su contra por ladesaparición de la señora Alejandra Galeana Garavito. ¿La havisto? ¿Sabe algo de ella? Las preguntas abrumaron al hombre,quien contestó molesto: -No la he visto desde hace quince días.Ya le dije a su mamá que no he hablado con ella. Yo no sé nada.Uno de los agentes, el más corpulento, lo empujó al interior contodo y puerta. -Tranquilícese, vamos a realizar una inspección asu departamento, si usted no ha tenido nada que ver con sudesaparición no tiene de qué preocuparse, con permiso. Losagentes se internaron en el lugar, se conducían torpemente, nosólo porque desconocían el territorio, sino porque la oscuridad yel desorden que imperaba los confundía aún más. Mientras elfornido policía buscaba con afán el apagador, su compañerovigilaba al ansioso sujeto, quien de súbito e impulsado por suinstinto, corrió hacia la puerta del balcón, la abrió y comenzóa bajar sin pensar en los cuatro pisos que le separaban de suhuida; se agarraba de donde podía, ayudado por las marquesinas ylos barandales de cada piso, pero justo cuando iba a la mitad de sudescenso, la desesperación lo traicionó, resbaló, y mientrascaía, trató de aferrarse a algo que lo detuviera, en eseesfuerzo, su cabeza golpeó contra un pedazo de metal de una de lasrejillas, y se hizo una tremenda descalabrada que abarcaba tambiénbuena parte del lado izquierdo de la frente. Aturdido por el golpey la sangre que le escurría por la frente, se levantó y corrióhacia el zaguán que daba a la calle, salió, en la banqueta, dandotumbos y mareado, de pronto sintió como si agujas se le clavaranen las sienes y se desplomó. Los agentes de la judicial llegaronsegundos después, no tuvieron que someterlo, el prófugo estabamuy débil y no opuso resistencia. Los policías llamaron a unaunidad de la Cruz Roja para que atendieran al detenido en AvenidaEje 1 Norte Mosqueta, número 198, en la Colonia Guerrero. Era launa y media de la madrugada del día 8 de octubre de 2007. Cuandolos agentes ingresaron al departamento número 17, la escena erarepugnante. En el clóset de la recámara de José Luis CalvaZepeda se encontró el cuerpo de Alejandra Galeana Garavito. Éstepresentaba mutilaciones del codo del brazo derecho, de la piernaderecha a la altura de la rodilla, miembros que fueron encontradosdentro del refrigerador. En una mesa hallaron dos cuchillosmedianos de cocina, una navaja cúter, los cuales presentabanmanchas de sangre. Lo más sorprendente vino después, cuandoentraron a la cocina. Sobre la estufa localizaron un sartén quecontenía aceite y trozos de carne frita, probablemente, de uno delos brazos de Alejandra. Los policías supusieron que Calva Zepedahabía practicado canibalismo. También hallaron varios folletos,novelas y poemarios engrapados de la autoría de Zepeda, con lossiguientes títulos: “La noche anterior”, “Caminando ando”,“Réquiem para un alma en pena”, en donde aparecía la foto delautor y una semblanza en la que se denominaba como poeta,novelista, escritor, periodista, dramaturgo y ensayista. Pero elque más llamó su atención, era el que tenía por nombre“Instintos Caníbales”, ya que en la portada aparecía laimagen de Calva Zepeda caracterizado como el famoso asesino serialHannibal Lecter. Al día siguiente, 9 de octubre, El Diario de lasMayorías informaba sobre el arraigo de 30 días, que el juez 21 enmateria Penal del Distrito Federal notificó a J. Luis CalvaZepeda, ya mejor conocido como “El Caníbal de la Guerrero”. Aopinión de los médicos de la Procuraduría capitalina, elpresunto asesino fue internado en el Hospital de Xoco para querecibiera tratamiento neurológico. En una estrategia absurda yquizás aconsejado por su abogado defensor, Humberto GuerreroPlata, el poeta asesino quiso en un principio fingir demencia, peroal final, aceptó haber asesinado a Alejandra Galeana Garavito y aVerónica Consuelo Martínez Cassarrubia; mujeres a las queconquistó de manera tradicional, romántica, regalándoles ramosde flores, chocolates y escribiéndoles poemas, sin sospechar queera un tipo con una mente retorcida. Confesó también, que elseñor Juan Carlos Monroy, con quien sostenía una relación depareja, lo ayudó a desmembrar los cuerpos de ambas mujeres; motivopor el cual, las autoridades lo detuvieron el día 20 de octubre enel Estado de México y un mes después, ya dormía en el PenalNeza-Bordo. La noche del 23 de octubre, Calva Zepeda fue ingresadoal Reclusorio Oriente. Días más adelante, en audiencia, laseñora Soledad Garavito, madre de Alejandra Galeana, ratificó sudeclaración y acusación contra "El Caníbal”, como el hombreque tuvo una rela-ción afectiva con su hija y después laasesinó. Posteriormente, la señora Judith Casarrubia, madre deVerónica Martínez, corroboró que su hija había conocido aZepeda por medio de Juan Carlos Monroy, y que tuvieron unarelación amorosa, pero que el imputado golpeaba a Verónica, eincluso, la llegó a encerrar en una vivienda que compartían enCiudad Nezahualcóyotl. Ella lo abandonó, pero después él lasecuestró para matarla. Otra testigo de la cual se omitió sunombre, aseguró que vio al acusado entrar varias veces a sudepartamento de Mosqueta 198, en la Colonia Guerrero, con la chicaque fue encontrada dentro de una maleta viajera por los rumbos deTlatelolco, en el mes de abril, a la cual se le conocía como “LaJarocha” o “La Costeña”. Los crímenes cometidos por CalvaZepeda, conminaron a los médicos psiquia-tras de la Procuraduríacapitalina a someterlo a varias pruebas, en las cuales sedeterminó que el paciente reconocía plenamente el carácterilícito de un hecho, además de que era adicto a la cocaína ypadecía alcoholismo consuetudinario. Por otra parte, lasinvestigaciones de los peritos forenses confirmaron que los trozosde carne frita hallados en un sartén en la estufa de sudepartamento, pertenecían al cuerpo de la señora AlejandraGaleana, así como las manchas de sangre que había en el baño yen los cuchillos. El 30 de octubre de 2007, en el ReclusorioOriente, el juez Juan Jesús Chavarría Sánchez dictó la formalprisión contra José Luis Calva Zepeda, por los delitos dehomicidio calificado y profanación de cadáveres. Ese día, “ElPoeta Caníbal” negó al juez haber practicado antropofagia y quetodo ese rollo era invento de la prensa amarillista. Sin embargo,aceptó que había estrangulado a Verónica y Alejandra,descuartizado sus cuerpos y metido en bolsas de plástico. Laciudadanía enterada de estos escalofriantes actos pugnó porque alasesino se le condenara con la pena máxima de 50 años enprisión. Pero la mañana del 11 de diciembre de 2007, la pluma del“Poeta Caníbal” dejaría de escribir para siempre, ya que sucuerpo pendía de un cinturón ceñido a su cuello en el interiorde su celda. Las autoridades del penal señalaron que se habíasuicidado, pero sus familiares denunciaron que se trataba de unaejecución planeada desde afuera, una posible venganza en sucontra. Afuera de la funeraria, decenas de reporteros montabanguardia en espera de que Claudia Calva Zepeda diera algunaentrevista. De pronto, en el lugar irrumpieron Judith y Armando,hermanos de Alejandra Galeana Garavito, la última víctima del“Caníbal de la Guerrero”, quienes le pidieron a Claudiacerciorarse de que el cuerpo dentro del ataúd fuera el de JoséLuis. Pero ella, con lágrimas en los ojos, se arrodilló anteellos y les suplicó que le permitieran enterrar a su hermano, alcual ya lo había juzgado Dios por sus crímenes cometidos. Con elsol a plomo, el cortejo fúnebre partió hacia el panteón civil deSan Nicolás Tolentino, en Iztapalapa, unos minutos después de las14:00 horas. El entierro fue encabezado por Claudia, Elena y Jorge,hermanos del difunto y alrededor de 20 personas allegadas a lafamilia. En el sepelio no se hizo presente ningún sacerdote, ni lamadre de quien se autonombrara escritor, periodista, poeta, acusadode varios homicidios y de practicar canibalismo; excepto una mujerde nombre Dolores Mendoza, la última enamo- rada del fallecido,quien entre llantos afirmaba que: “Yo nunca conocí a esecaníbal del que hablan, sólo a un hombre bueno”. Sobre lalápida llena de flores, destacaba una corona, en cuya bandadecía: “Poeta Seductor”. Con su entierro, terminó la historiade uno de los más extraños criminales que la sociedad mexicanarecuerda.

HISTORIA DE UN POETA ASESINO Acostado sobre unviejo y sucio colchón, José Luis Calva se despertó sobresaltadopor un terrible dolor de cabeza. Le sucedía cada vez que pasaba elefecto del alcohol y la cocaína que había consumido en exceso.Desconcertado, miró el desorden que imperaba en su departamento:trastes sucios, botellas vacías, películas, libros tirados por elsuelo, ropa esparcida por doquier, de pronto, se llevó las manos alos cabellos y un recuerdo repentino le vino a la mente; el de unamujer, muerta.

Alfredo SosaLa mañana del viernes 5 deoctubre de 2007, Alejandra Galeana se despertó convencida deponerle solución a un asunto que la inquietaba y le preocupabaconstantemente; así es que modificó su rutina y antes de acudir asu trabajo como dependienta en una farmacia, ubicada en la ColoniaGuerrero, tomó a sus dos hijos y se dirigió a casa de su madre,la señora Soledad Garavito, para después, acudir al lugar dondetenía que resolver su problema. Las horas pasaron y Alejandra nose presentó a trabajar, su madre intentó comunicarse porteléfono con ella en repetidas ocasiones, lo mismo su jefe y sushermanos. La buscaron en varios hospitales, delegaciones, pero nodieron con ella, envueltos por la angustia, sus familiaresdecidieron levantar un acta ante las autoridades. En la cocina, conmirada encendida, sostenía entre sus manos un pequeño poemario desu autoría. En la portada se leían las siguientes frases:“Cuando surgen las intrigas…, Cuando vuelven lasevocaciones…, Cuando la pasión se convierte en ira…, Cuando lavenganza se torna en obsesión… Surgen los… InstintosCaníbales” y abajo una foto suya a semejanza de Hannibal Lecter;mientras, el hervor del caldo en la olla avivó un olor quedespertó aún más su apetito, rebanó un limón, se sirviótrozos de carne frita en un plato; por fin, la cena estaba lista.De improviso, alguien tocó fuerte a la puerta con insistencia, seenojó y soltó al aire varias maldiciones, pues estabanperturbando la hora en que iba a saciar su hambre. Se levantó dela silla y se condujo hacia la puerta. Del otro lado se escu-chabanvoces, volvieron a insistir. El teléfono timbró y la señoraJudith Casarrubia descolgó la bocina, un agente judicial leinformó que tenían noticias sobre su hija y que debíapresentarse lo más pronto posible en la Procuraduría General deJusticia. Verónica llevaba desaparecida desde el 24 de abril de2004; es decir, hace un año y dos meses que no se sabía nada deella. Se ilusionó y sus esperanzas renacieron por volverla a ver.Al llegar a la Procuraduría, un grupo de peritos le pidió queobservara una serie de fotografías de un cuerpo femenino quehabía sido hallado el 30 de abril de 2004 en un terreno abandonadoen Chimalhuacán, Estado de México. Ese día que dieron con losrestos, éstos se encontraban empaquetados en dos cajas de huevo ydentro de bolsas de plástico negras. Cuando la mujer comenzó amirar las fotos, no dudó en reconocer que se trataba de su hijaVerónica. Conocía perfectamente las facciones de su rostro y cadamiembro de su cuerpo, entonces sintió un tremendo dolor en elpecho y estalló en llanto, lo último que hubiera deseado, eraconfirmar que su hija estaba muerta, y lo peor, que había sidobrutalmente asesinada.

BANQUETE MACABRO AlfredoSosa

El calor era sofocante en el andén, apenas se abrieron laspuertas del vagón, el poeta puso en las manos de una bella jovenque iba sentada un libro de poemas engrapado, después saludó alos pasajeros y comenzó a recitar: “Abrázame como trepadora,dile a mi oído lo que no quieres decir; dile mentiras, dilepalabras, dile que me amas, enséñame el mar y con él tuprofundidad... Después aprieta mi garganta dulcemente con tucuerpo, con tu aliento o con un beso. Por eso recuérdame que terecuerde... cuando te hayas muerto”. Caminó entre los pasajerosmientras les pedía que lo ayudaran con algunas monedas; la chica ala que había dado el poemario estaba por bajar en la siguienteestación, cuando llegó a su lado, ella le estiró la manodevolviéndole las hojas, pero el trovador urbano le dijo: -Te loregalo. Es lo menos que puedo hacer por una mujer hermosa como tú.La chica se sonrojó y mirándolo a los ojos le sonrió. Salieronjuntos del tren y él no se despegó de su lado, ella llevaba unvestido a rayas entallado y corto, que dejaba al descubierto suespalda y sus piernas, comenzaron a ascender las escaleras queconducían a las principales calles del Centro Histórico, entoncesél la invitó a comer y la dama aceptó. En su cuarto a oscuras,se puso su vestido negro favorito, un antifaz morado con chaquirasplateadas y encaje negro alrededor, encendió una veladora verdedepositada en el centro, se colocó de rodillas y tomó la lenguade res que envolvió en el interior de su puño derecho; en la otramano, sujetó un cuchillo filoso y comenzó a acuchillarla portodas partes sobre un plato desechable, su mirada extasiada emitíaun brillo demoniaco. Después, sorbió aguardiente tres veces deuna botella y lo escupió sobre la carne, mientras repetía unasfrases irreconocibles, como si las dijera en un idioma extraño,desconocido. Encendió un cigarro, se puso de pie, arrojó el humosobre el retazo de res, mientras daba vueltas a su alrededor y desu boca proliferaban más sonidos difusos. Acercó la botellavacía a la brasa de su cigarro, soltó una última bocanada en elinterior y la tapó con el mismo trozo de pulpa, depositándola allado del cirio. Al darse la vuelta, sus ojos se fijaron en la cuna,provista de ropita de bebé, cobijitas y una foto de una pequeñaniña, su hija; al recordarla en ese instante, se desvaneciódecepcionado, deprimido, entonces sus lágrimas corrieron con mayorintensidad, mientras con sus manos se aferraba a las barandillas ysu rostro se perdía en uno de sus antebrazos. En un lote baldío,cercano a las vías del tren, en la calle de Lerdo, ColoniaNonoalco-Tlatelolco, Delegación Cuauhtémoc, roedores y faunanociva pululaban en el interior de una maleta, una imagen grotescaque llamó la atención de algunos transeúntes que pasaron porahí. Cuál fue su sorpresa, que en el interior se hallabanmiembros de un cuerpo humano, así que decidieron dar parte a lapolicía. Era la mañana soleada del 9 de abril de 2007, lasautoridades ministeriales habían dado con el cadáver de una jovenmujer, que fue sin piedad desmembrada. La desventurada dama teníavarios tatuajes en su cuerpo, en el dorso de su mano izquierda unacruz con el nombre de “Luis”, bajo su seno izquierdo, otro quedecía “Omar”, en su hombro derecho se podía leer “Lado Sur951” y una rosa con tres naipes que formaban un trébol decorazones; además, las uñas de sus manos estaban pintadas de rojocarmesí. Al día siguiente, “La Muda” se reunió con susamigos de borrachera en el parque de siempre, en la Colonia SanSimón Tolnáhuac, por los rumbos de Tlatelolco, en sus manosllevaba el diario LA PRENSA, en silencio se los mostró a suscamaradas, quienes al leer la noticia, se dieron cuenta de que setrataba de su entrañable amiga a la que llamaban “La Jarocha”o “La Costeña”, atónitos, bebieron en su memoria. Sudepartamento estaba en penumbras, caminó hacia la sala y tomó delsillón una chamarra y una maleta llena con documentos y objetospersonales. Se acercó a la puerta, sujetó la manija y con vozfuerte preguntó: -¿Quién es? -¡Buenas noches!, PolicíaJudicial. ¿Podemos hablar con usted? -respondió una voz masculinay ronca desde afuera. El ritmo cardiaco del inquilino se aceleró ycomenzó a sudar más de lo normal, se sintió acorralado y no lequedó más opción que abrir la puerta. Dos hombres aparecieronfrente a él, ambos le mostraron sus charolas y uno de ellos dijo:-Traemos una orden de cateo, hay una demanda en su contra por ladesaparición de la señora Alejandra Galeana Garavito. ¿La havisto? ¿Sabe algo de ella? Las preguntas abrumaron al hombre,quien contestó molesto: -No la he visto desde hace quince días.Ya le dije a su mamá que no he hablado con ella. Yo no sé nada.Uno de los agentes, el más corpulento, lo empujó al interior contodo y puerta. -Tranquilícese, vamos a realizar una inspección asu departamento, si usted no ha tenido nada que ver con sudesaparición no tiene de qué preocuparse, con permiso. Losagentes se internaron en el lugar, se conducían torpemente, nosólo porque desconocían el territorio, sino porque la oscuridad yel desorden que imperaba los confundía aún más. Mientras elfornido policía buscaba con afán el apagador, su compañerovigilaba al ansioso sujeto, quien de súbito e impulsado por suinstinto, corrió hacia la puerta del balcón, la abrió y comenzóa bajar sin pensar en los cuatro pisos que le separaban de suhuida; se agarraba de donde podía, ayudado por las marquesinas ylos barandales de cada piso, pero justo cuando iba a la mitad de sudescenso, la desesperación lo traicionó, resbaló, y mientrascaía, trató de aferrarse a algo que lo detuviera, en eseesfuerzo, su cabeza golpeó contra un pedazo de metal de una de lasrejillas, y se hizo una tremenda descalabrada que abarcaba tambiénbuena parte del lado izquierdo de la frente. Aturdido por el golpey la sangre que le escurría por la frente, se levantó y corrióhacia el zaguán que daba a la calle, salió, en la banqueta, dandotumbos y mareado, de pronto sintió como si agujas se le clavaranen las sienes y se desplomó. Los agentes de la judicial llegaronsegundos después, no tuvieron que someterlo, el prófugo estabamuy débil y no opuso resistencia. Los policías llamaron a unaunidad de la Cruz Roja para que atendieran al detenido en AvenidaEje 1 Norte Mosqueta, número 198, en la Colonia Guerrero. Era launa y media de la madrugada del día 8 de octubre de 2007. Cuandolos agentes ingresaron al departamento número 17, la escena erarepugnante. En el clóset de la recámara de José Luis CalvaZepeda se encontró el cuerpo de Alejandra Galeana Garavito. Éstepresentaba mutilaciones del codo del brazo derecho, de la piernaderecha a la altura de la rodilla, miembros que fueron encontradosdentro del refrigerador. En una mesa hallaron dos cuchillosmedianos de cocina, una navaja cúter, los cuales presentabanmanchas de sangre. Lo más sorprendente vino después, cuandoentraron a la cocina. Sobre la estufa localizaron un sartén quecontenía aceite y trozos de carne frita, probablemente, de uno delos brazos de Alejandra. Los policías supusieron que Calva Zepedahabía practicado canibalismo. También hallaron varios folletos,novelas y poemarios engrapados de la autoría de Zepeda, con lossiguientes títulos: “La noche anterior”, “Caminando ando”,“Réquiem para un alma en pena”, en donde aparecía la foto delautor y una semblanza en la que se denominaba como poeta,novelista, escritor, periodista, dramaturgo y ensayista. Pero elque más llamó su atención, era el que tenía por nombre“Instintos Caníbales”, ya que en la portada aparecía laimagen de Calva Zepeda caracterizado como el famoso asesino serialHannibal Lecter. Al día siguiente, 9 de octubre, El Diario de lasMayorías informaba sobre el arraigo de 30 días, que el juez 21 enmateria Penal del Distrito Federal notificó a J. Luis CalvaZepeda, ya mejor conocido como “El Caníbal de la Guerrero”. Aopinión de los médicos de la Procuraduría capitalina, elpresunto asesino fue internado en el Hospital de Xoco para querecibiera tratamiento neurológico. En una estrategia absurda yquizás aconsejado por su abogado defensor, Humberto GuerreroPlata, el poeta asesino quiso en un principio fingir demencia, peroal final, aceptó haber asesinado a Alejandra Galeana Garavito y aVerónica Consuelo Martínez Cassarrubia; mujeres a las queconquistó de manera tradicional, romántica, regalándoles ramosde flores, chocolates y escribiéndoles poemas, sin sospechar queera un tipo con una mente retorcida. Confesó también, que elseñor Juan Carlos Monroy, con quien sostenía una relación depareja, lo ayudó a desmembrar los cuerpos de ambas mujeres; motivopor el cual, las autoridades lo detuvieron el día 20 de octubre enel Estado de México y un mes después, ya dormía en el PenalNeza-Bordo. La noche del 23 de octubre, Calva Zepeda fue ingresadoal Reclusorio Oriente. Días más adelante, en audiencia, laseñora Soledad Garavito, madre de Alejandra Galeana, ratificó sudeclaración y acusación contra "El Caníbal”, como el hombreque tuvo una rela-ción afectiva con su hija y después laasesinó. Posteriormente, la señora Judith Casarrubia, madre deVerónica Martínez, corroboró que su hija había conocido aZepeda por medio de Juan Carlos Monroy, y que tuvieron unarelación amorosa, pero que el imputado golpeaba a Verónica, eincluso, la llegó a encerrar en una vivienda que compartían enCiudad Nezahualcóyotl. Ella lo abandonó, pero después él lasecuestró para matarla. Otra testigo de la cual se omitió sunombre, aseguró que vio al acusado entrar varias veces a sudepartamento de Mosqueta 198, en la Colonia Guerrero, con la chicaque fue encontrada dentro de una maleta viajera por los rumbos deTlatelolco, en el mes de abril, a la cual se le conocía como “LaJarocha” o “La Costeña”. Los crímenes cometidos por CalvaZepeda, conminaron a los médicos psiquia-tras de la Procuraduríacapitalina a someterlo a varias pruebas, en las cuales sedeterminó que el paciente reconocía plenamente el carácterilícito de un hecho, además de que era adicto a la cocaína ypadecía alcoholismo consuetudinario. Por otra parte, lasinvestigaciones de los peritos forenses confirmaron que los trozosde carne frita hallados en un sartén en la estufa de sudepartamento, pertenecían al cuerpo de la señora AlejandraGaleana, así como las manchas de sangre que había en el baño yen los cuchillos. El 30 de octubre de 2007, en el ReclusorioOriente, el juez Juan Jesús Chavarría Sánchez dictó la formalprisión contra José Luis Calva Zepeda, por los delitos dehomicidio calificado y profanación de cadáveres. Ese día, “ElPoeta Caníbal” negó al juez haber practicado antropofagia y quetodo ese rollo era invento de la prensa amarillista. Sin embargo,aceptó que había estrangulado a Verónica y Alejandra,descuartizado sus cuerpos y metido en bolsas de plástico. Laciudadanía enterada de estos escalofriantes actos pugnó porque alasesino se le condenara con la pena máxima de 50 años enprisión. Pero la mañana del 11 de diciembre de 2007, la pluma del“Poeta Caníbal” dejaría de escribir para siempre, ya que sucuerpo pendía de un cinturón ceñido a su cuello en el interiorde su celda. Las autoridades del penal señalaron que se habíasuicidado, pero sus familiares denunciaron que se trataba de unaejecución planeada desde afuera, una posible venganza en sucontra. Afuera de la funeraria, decenas de reporteros montabanguardia en espera de que Claudia Calva Zepeda diera algunaentrevista. De pronto, en el lugar irrumpieron Judith y Armando,hermanos de Alejandra Galeana Garavito, la última víctima del“Caníbal de la Guerrero”, quienes le pidieron a Claudiacerciorarse de que el cuerpo dentro del ataúd fuera el de JoséLuis. Pero ella, con lágrimas en los ojos, se arrodilló anteellos y les suplicó que le permitieran enterrar a su hermano, alcual ya lo había juzgado Dios por sus crímenes cometidos. Con elsol a plomo, el cortejo fúnebre partió hacia el panteón civil deSan Nicolás Tolentino, en Iztapalapa, unos minutos después de las14:00 horas. El entierro fue encabezado por Claudia, Elena y Jorge,hermanos del difunto y alrededor de 20 personas allegadas a lafamilia. En el sepelio no se hizo presente ningún sacerdote, ni lamadre de quien se autonombrara escritor, periodista, poeta, acusadode varios homicidios y de practicar canibalismo; excepto una mujerde nombre Dolores Mendoza, la última enamo- rada del fallecido,quien entre llantos afirmaba que: “Yo nunca conocí a esecaníbal del que hablan, sólo a un hombre bueno”. Sobre lalápida llena de flores, destacaba una corona, en cuya bandadecía: “Poeta Seductor”. Con su entierro, terminó la historiade uno de los más extraños criminales que la sociedad mexicanarecuerda.

Policiaca

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