/ domingo 2 de agosto de 2020

Taparnos la boca

Si ya regresaste a trabajar, te ganas la vida por tu cuenta o atienden algún pequeño negocio, no solo toma las precauciones para no contagiarte y no contagiar a otros, sino pide, de manera respetuosa, que todas las personas que conviven o se cruzan a lo largo del día contigo, adopten las medidas de higiene necesarias para protegernos todos.

La fuerza de poner el ejemplo es poderosa y la decisión de ayudar a otras personas a regularse es una de las formas con las que podemos aminorar el impacto de esta crisis sanitaria que va a durar el resto del año y, probablemente, los primeros meses del entrante.

Ya no podemos pensar que saldremos de esto para septiembre o que cerraremos el 2020 como si nada hubiera pasado. Al contrario, estamos en medio del huracán, y por eso debemos organizarnos para que seamos las y los ciudadanos los que asumamos la parte que nos corresponde para mantener a resguardo nuestra salud, el activo más importante en nuestras vidas.

De nada nos servirá el semáforo si no estamos sanos, poco ayudará recuperar los ingresos familiares si alguno de sus miembros se contagia, por ello debemos usar bien el cubrebocas, pedir a los demás que lo hagan, lo mismo que aplicar gel antibacterial, lavarnos las manos de manera constante y procurar la sana distancia en cualquier sitio.

No importa si conduces un taxi o un auto de plataforma, atiendes un puesto de comida o eres cajero en una sucursal bancaria, pedir que las personas con las que tratas se cuiden es un derecho que lleva también una obligación implícita: evitar que otros salgan perjudicados.

No somos muy dados a denunciar o querer corregir, porque no nos gusta que lo hagan con nosotros, pero este es el momento en que debemos convencer y demostrar que, como una sola sociedad, podemos taparnos la boca de manera correcta, es decir, evitar llevar el cubrebocas como babero, por obligación o simplemente no usarlo porque no creemos en este virus.

Si ya lo logramos con el cigarrillo, podemos hacerlo con el cubrebocas, el estornudo y la tos de etiqueta y la prohibición social de escupir en la calle. No creo que necesitemos multas, lo que funciona realmente es la sanción social que nos deja en evidencia cuando no hacemos bien las cosas.

En este sentido, es igual de importante no reunirnos todavía, evitar fiestas y concentraciones, seguir en casa el mayor tiempo posible, con la familia, hablando sobre lo que está sucediendo para aprender las lecciones necesarias que nos ayudarán en la siguiente contingencia que, no lo dudemos, siempre puede ocurrir.

Otro hábito bastante saludable es no compartir, ni creer, información parcial o falsa que nos llega a los teléfonos celulares; tengo la esperanza de que no estamos tan mal, cuando aquí en México entendimos de inmediato que beber clarasol para combatir el virus era un intento de suicidio, aunque no estoy tan seguro cuando hicimos caso de los frasquitos milagro con dióxido de cloro, aunque no tenemos casos aún que lamentar.

Entiendo que estemos cansados del confinamiento y que el sustento debe llegar a nuestras casas, pero no podemos hacerlo a cambio de nuestras vidas o la de nuestros seres queridos. Lo único que se pide es corresponsabilidad, hacer cada uno lo que nos toca, para no caer enfermos y reducir la velocidad con la que se esparce este virus altamente contagioso.

Hemos visto las escenas en otros países de personas que consideran, erróneamente, un derecho entrar a una tienda, a un restaurante o a una oficina de trámites, sin portar el cubrebocas. Puede que la sensación de seguridad que provoca traerlo no corresponda a la ciencia, no obstante, el mostrar empatía y cuidado sí son elementos comprobados para mejorar nuestra convivencia social, darle su justa dimensión a esta crisis sanitaria y no ingresar a una cama de hospital, esta última una probabilidad muy alta en estos momentos.

Así que salvaguardar nuestra salud, que esa sí no regresa, depende más de lo que hagamos ahora y como rutina hacia adelante. Tápate bien la boca y pide a otros que hagan lo mismo, es urgente.

Si ya regresaste a trabajar, te ganas la vida por tu cuenta o atienden algún pequeño negocio, no solo toma las precauciones para no contagiarte y no contagiar a otros, sino pide, de manera respetuosa, que todas las personas que conviven o se cruzan a lo largo del día contigo, adopten las medidas de higiene necesarias para protegernos todos.

La fuerza de poner el ejemplo es poderosa y la decisión de ayudar a otras personas a regularse es una de las formas con las que podemos aminorar el impacto de esta crisis sanitaria que va a durar el resto del año y, probablemente, los primeros meses del entrante.

Ya no podemos pensar que saldremos de esto para septiembre o que cerraremos el 2020 como si nada hubiera pasado. Al contrario, estamos en medio del huracán, y por eso debemos organizarnos para que seamos las y los ciudadanos los que asumamos la parte que nos corresponde para mantener a resguardo nuestra salud, el activo más importante en nuestras vidas.

De nada nos servirá el semáforo si no estamos sanos, poco ayudará recuperar los ingresos familiares si alguno de sus miembros se contagia, por ello debemos usar bien el cubrebocas, pedir a los demás que lo hagan, lo mismo que aplicar gel antibacterial, lavarnos las manos de manera constante y procurar la sana distancia en cualquier sitio.

No importa si conduces un taxi o un auto de plataforma, atiendes un puesto de comida o eres cajero en una sucursal bancaria, pedir que las personas con las que tratas se cuiden es un derecho que lleva también una obligación implícita: evitar que otros salgan perjudicados.

No somos muy dados a denunciar o querer corregir, porque no nos gusta que lo hagan con nosotros, pero este es el momento en que debemos convencer y demostrar que, como una sola sociedad, podemos taparnos la boca de manera correcta, es decir, evitar llevar el cubrebocas como babero, por obligación o simplemente no usarlo porque no creemos en este virus.

Si ya lo logramos con el cigarrillo, podemos hacerlo con el cubrebocas, el estornudo y la tos de etiqueta y la prohibición social de escupir en la calle. No creo que necesitemos multas, lo que funciona realmente es la sanción social que nos deja en evidencia cuando no hacemos bien las cosas.

En este sentido, es igual de importante no reunirnos todavía, evitar fiestas y concentraciones, seguir en casa el mayor tiempo posible, con la familia, hablando sobre lo que está sucediendo para aprender las lecciones necesarias que nos ayudarán en la siguiente contingencia que, no lo dudemos, siempre puede ocurrir.

Otro hábito bastante saludable es no compartir, ni creer, información parcial o falsa que nos llega a los teléfonos celulares; tengo la esperanza de que no estamos tan mal, cuando aquí en México entendimos de inmediato que beber clarasol para combatir el virus era un intento de suicidio, aunque no estoy tan seguro cuando hicimos caso de los frasquitos milagro con dióxido de cloro, aunque no tenemos casos aún que lamentar.

Entiendo que estemos cansados del confinamiento y que el sustento debe llegar a nuestras casas, pero no podemos hacerlo a cambio de nuestras vidas o la de nuestros seres queridos. Lo único que se pide es corresponsabilidad, hacer cada uno lo que nos toca, para no caer enfermos y reducir la velocidad con la que se esparce este virus altamente contagioso.

Hemos visto las escenas en otros países de personas que consideran, erróneamente, un derecho entrar a una tienda, a un restaurante o a una oficina de trámites, sin portar el cubrebocas. Puede que la sensación de seguridad que provoca traerlo no corresponda a la ciencia, no obstante, el mostrar empatía y cuidado sí son elementos comprobados para mejorar nuestra convivencia social, darle su justa dimensión a esta crisis sanitaria y no ingresar a una cama de hospital, esta última una probabilidad muy alta en estos momentos.

Así que salvaguardar nuestra salud, que esa sí no regresa, depende más de lo que hagamos ahora y como rutina hacia adelante. Tápate bien la boca y pide a otros que hagan lo mismo, es urgente.

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