/ martes 23 de junio de 2020

Bolero muere bajo las ruedas de camión de pasajeros

Su papá, un músico callejero y hermanos fueron testigos del levantamiento del cuerpo en Universidad

Antonio De Marcelo | La Prensa

Con su guitarra bajo el brazo quedo anonado, él que siempre hallaba la canción perfecta para decir algo, hoy simplemente guardó silencio, mientras su hijo yacía sin vida bajo las ruedas de un transporte público, donde murió por hacer un favor a cambio de diez pesos.

La fotografía de Luis Barrera, tomada en este paradero de Ciudad Universitaria, describe perfectamente esta microhistoria, la de un padre e hijo cuyas correrías fueron objeto de innumerables conversaciones en este lugar de la UNAM. Uno con su inseparable guitarra, y el otro con su caja de bolear que siempre podía encargar por ahí para acomedirse a dar ayuda.

El bolero nunca regateó su apoyo, lo mismo limpiaba un espacio, echaba aguas o se prestaba para el cambio de una rueda, una actitud que hoy le ha quitado la vida.

Al menos así lo ha referido un testigo, que asegura le pagaron diez pesos por ayudar a purgar los frenos del camión, por ello estaba debajo de la unidad cuando esta fue movida, lo que le habría costado la vida a este bolero que se había convertido en parte del paisaje de este paradero de transporte público.

Un microcosmos, donde choferes, cacharpos, dulceros, pedigüeños y cantantes se convirtieron en una familia, por eso no era raro verlos saludarse, pedirle una boleada o ver a este artista urbano pulsar su guitarra para sacar una nueva canción, al lado de su hijo el bolero, a quien todos conocían como “El Mausan”.

En el escalón del mismo autobús quedó el cajón de bolear de este hombre, siempre feliz, contando chistes, platicando con sus clientes o dando cambio a los conductores, y a sus hermanos que habían hallado en este paradero un medio de sustento, unos con la venta de dulces, el papá cantando a los pasajeros y éste lustrando zapatos a quien se lo pidiera.

Esta desgracia no llegó sola, fue necesario que padre e hijo llegaran hasta el sitio del accidente para despedir a uno de la familia, persignándose y hasta dándole la bendición se juntaron todos, como buscando no se pararse, aunque este accidente mortal ya les quitó a uno de los suyos.

La razón por la que arrancó la unidad no se ha establecido, pudo ser un olvido del chofer o un error, puesto que el bolero ayudaba a purgar los frenos, lo cierto es que será el Ministerio Público y los peritos de la Fiscalía quienes busquen la mecánica de estos hechos, que podrían llevar al conductor a prisión o salir bien librado, si se considera que fue un accidente.



Antonio De Marcelo | La Prensa

Con su guitarra bajo el brazo quedo anonado, él que siempre hallaba la canción perfecta para decir algo, hoy simplemente guardó silencio, mientras su hijo yacía sin vida bajo las ruedas de un transporte público, donde murió por hacer un favor a cambio de diez pesos.

La fotografía de Luis Barrera, tomada en este paradero de Ciudad Universitaria, describe perfectamente esta microhistoria, la de un padre e hijo cuyas correrías fueron objeto de innumerables conversaciones en este lugar de la UNAM. Uno con su inseparable guitarra, y el otro con su caja de bolear que siempre podía encargar por ahí para acomedirse a dar ayuda.

El bolero nunca regateó su apoyo, lo mismo limpiaba un espacio, echaba aguas o se prestaba para el cambio de una rueda, una actitud que hoy le ha quitado la vida.

Al menos así lo ha referido un testigo, que asegura le pagaron diez pesos por ayudar a purgar los frenos del camión, por ello estaba debajo de la unidad cuando esta fue movida, lo que le habría costado la vida a este bolero que se había convertido en parte del paisaje de este paradero de transporte público.

Un microcosmos, donde choferes, cacharpos, dulceros, pedigüeños y cantantes se convirtieron en una familia, por eso no era raro verlos saludarse, pedirle una boleada o ver a este artista urbano pulsar su guitarra para sacar una nueva canción, al lado de su hijo el bolero, a quien todos conocían como “El Mausan”.

En el escalón del mismo autobús quedó el cajón de bolear de este hombre, siempre feliz, contando chistes, platicando con sus clientes o dando cambio a los conductores, y a sus hermanos que habían hallado en este paradero un medio de sustento, unos con la venta de dulces, el papá cantando a los pasajeros y éste lustrando zapatos a quien se lo pidiera.

Esta desgracia no llegó sola, fue necesario que padre e hijo llegaran hasta el sitio del accidente para despedir a uno de la familia, persignándose y hasta dándole la bendición se juntaron todos, como buscando no se pararse, aunque este accidente mortal ya les quitó a uno de los suyos.

La razón por la que arrancó la unidad no se ha establecido, pudo ser un olvido del chofer o un error, puesto que el bolero ayudaba a purgar los frenos, lo cierto es que será el Ministerio Público y los peritos de la Fiscalía quienes busquen la mecánica de estos hechos, que podrían llevar al conductor a prisión o salir bien librado, si se considera que fue un accidente.



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