/ jueves 2 de abril de 2020

Trabajadores y trabajadoras sexuales enfrentan retos por el Covid-19 en la Ciudad de México

Las calles lucen con menos chicas de lo habitual; les preocupa la situación, pues es un tema de salud, pero más por la falta de empleo

Siluetas con ropa entallada esperan pacientes su oportunidad, un servicio, un cliente que les dé la esperanza de sobrevivir con lo básico: pagar la renta y la alimentación del día. Se dicen con más miedo al hambre y la situación de calle que al hombre con coronavirus, por eso se mantienen al acecho, ya de día o ya de noche, sobre las avenidas.

Las calles casi desiertas, en las esquinas hay menos chicas de lo habitual y los pocos automovilistas no se paran a preguntar o subir a alguna de ellas. La situación con el Covid-19 les preocupa porque es un tema de salud, pero más por la falta de empleo.

A varios metros de un grupo de trabajadoras sexuales se encuentra Annie. Mira hacia la avenida con poca esperanza de llevar algo a casa, adonde la espera su hija, que depende económicamente de ella.

Desde hace ocho años, a Annie se le cerraron las puertas como abogada, hasta que encontró en el sexoservicio sustento y modo de vida, aunque apenas saca lo necesario para salir adelante junto con su pequeña.

El porte elegante de Annie se impone en el asfalto, donde espera impaciente: “En días no ha llegado nadie; empecé desde las seis de la mañana y nada. Todo desde que López Gattel pidió que la gente permaneciera en sus casas y vamos para tres días sin trabajo. Me preocupa”, comentó a LA PRENSA.

Esquinas más adelante, Samantha (transexual) retoca su maquillaje sin dejar de mirar los alrededores. Para ella la situación no es distinta, tampoco llegan clientes desde el sábado y eso ha mermado su economía. Cree que su situación es sostenible esta semana: “Tengo que pagar servicios, alimentación y renta, gastos que no esperan y corro el riesgo de quedar en la calle sin trabajo o ayuda”, agrega preocupada.

Su compañera ha perdido el cuarto de hotel desde hace días y, por lo tanto, duerme en las aceras y no tiene acceso para descansar y asearse debidamente: “El Covid-19 me tiene en riesgo porque no tengo para comer, no hay trabajo y me está acabando”, respondió Viviana, acongojada, y evitó mayores cuestionamientos sobre el tema.

Somos un grupo que estamos olvidadas. A veces entre nosotras nos ayudamos con la comida del día si hay trabajo. Yo no cuento con apoyo de mi familia, si acaso una amiga que me ayudaría en caso de no poder pagar la renta, agregó Samantha, quien ejerce en las calles desde hace cinco años.

Las medidas sanitarias las tienen presentes y las aplican con los clientes, por lo que mantienen la sana distancia y procuran tener las manos limpias, recomendaciones que aplican en sus encuentros, aunque la desconfianza se ha apoderado de quienes solían visitarlas a menudo.

La situación cobra relevancia si se toma en consideración que en la capital existen alrededor 7 mil 500 trabajadores y trabajadoras sexuales, según cifras de Brigada Callejera, que ahora enfrenta un reto mayúsculo tanto al acercar apoyo esencial para evitar contagios por Covid-19 entre esta comunidad, como para llevar ayuda económica a grupos vulnerables.

“CORONASUTRA” PARA AMINORAR LOS RIESGOS

Con ilustraciones tomadas del libro del Kamasutra, el “Coronasutra” sugiere aquellas posturas y recomendaciones para aminorar los índices de contagios entre la comunidad de trabajadoras y trabajadores sexuales y sus clientes.

Entre las sugerencias se encuentran: usar gel antibacterial y cubrebocas; aplicar la máxima “sin condón no hay erección”, así como practicar posiciones en las cuales el rostro quede alejado con la debida sana distancia (metro y medio), a fin de reducir contagios, tal como lo dio a conocer Fernando Salcedo, jefe de Regulación Sanitaria, con base en la página de Brigada Callejera.

Las posiciones son muy conocidas por Arlet y Verónica, quienes trabajan cinco horas diarias y ya iban para la séptima, sin un solo cliente. Lo que ellas desconocían es que aquellas posturas forman parte de la campaña del “Coronasutra”, y aunque evitan el contacto cercano con la cara: “Corremos riesgos con las manos y con otras partes del cuerpo que están expuestas, como los ojos, la nariz y la boca”, dijeron.

A sus 25 años, Verónica lleva sólo cuatro meses en el mundo del sexoservicio, y ante la contingencia sabe que tendrá que regresar a casa de su familia: “…si la cosas siguen críticas, porque no han llegado clientes desde el sábado y una sigue comiendo y pagando renta”, añadió nerviosa.

Para mí ha sido complicado pedirles a los clientes que tomen ciertas medidas, porque ya en el momento uno se arriesga con el uso de las manos cuando menos”; y agregó Arlet que “muchos de ellos no siguen las indicaciones sobre el tema del coronavirus

SIN HOTELES NI CASA, UNA NOCHE MÁS

En el caso de las trabajadoras que viven en un hotel, si no pagan por día no entran, por lo cual deben pasar la noche en la calle y la condición de contingencia sólo empeora su situación social, económica y de salud.

A unos pasos de la entrada de un hotel, Marlene arregla su cabello y se acerca sutilmente a los hombres que caminan por la acera. Nadie se para. “He aprendido a ser previsora, porque este medio es traicionero”, dijo y añadió que siempre se previene y paga el mes por adelantado, porque le sale más barato: “si cierran, me quedo sin casa y sin dinero”, explicó molesta.

Nadie depende económicamente de Marlene, pero tampoco tiene a quien recurrir si las cosas empeoran en las siguientes semanas, en sus 16 años en el negocio “nunca había tenido tanta incertidumbre por la escases de trabajo. No sé si la vamos a librar”, dijo.

Dos chicas se acercan a Marlene para llevarle agua para mitigar el incesante calor, ellas también rentan en el hotel y van al día, se ríen de la situación del “Coronasutra”, pero en el fondo dicen tener miedo, “si no nos mata el coronavirus lo hará el hambre porque, sin dinero, no hay nada, menos para nosotras que sacamos lo justo”, dijo una de ellas y se acercó a la avenida para mostrarse ante el escaso paso de vehículos, con la esperanza de que un solo cliente sea su pase para tener techo, una noche más.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

Siluetas con ropa entallada esperan pacientes su oportunidad, un servicio, un cliente que les dé la esperanza de sobrevivir con lo básico: pagar la renta y la alimentación del día. Se dicen con más miedo al hambre y la situación de calle que al hombre con coronavirus, por eso se mantienen al acecho, ya de día o ya de noche, sobre las avenidas.

Las calles casi desiertas, en las esquinas hay menos chicas de lo habitual y los pocos automovilistas no se paran a preguntar o subir a alguna de ellas. La situación con el Covid-19 les preocupa porque es un tema de salud, pero más por la falta de empleo.

A varios metros de un grupo de trabajadoras sexuales se encuentra Annie. Mira hacia la avenida con poca esperanza de llevar algo a casa, adonde la espera su hija, que depende económicamente de ella.

Desde hace ocho años, a Annie se le cerraron las puertas como abogada, hasta que encontró en el sexoservicio sustento y modo de vida, aunque apenas saca lo necesario para salir adelante junto con su pequeña.

El porte elegante de Annie se impone en el asfalto, donde espera impaciente: “En días no ha llegado nadie; empecé desde las seis de la mañana y nada. Todo desde que López Gattel pidió que la gente permaneciera en sus casas y vamos para tres días sin trabajo. Me preocupa”, comentó a LA PRENSA.

Esquinas más adelante, Samantha (transexual) retoca su maquillaje sin dejar de mirar los alrededores. Para ella la situación no es distinta, tampoco llegan clientes desde el sábado y eso ha mermado su economía. Cree que su situación es sostenible esta semana: “Tengo que pagar servicios, alimentación y renta, gastos que no esperan y corro el riesgo de quedar en la calle sin trabajo o ayuda”, agrega preocupada.

Su compañera ha perdido el cuarto de hotel desde hace días y, por lo tanto, duerme en las aceras y no tiene acceso para descansar y asearse debidamente: “El Covid-19 me tiene en riesgo porque no tengo para comer, no hay trabajo y me está acabando”, respondió Viviana, acongojada, y evitó mayores cuestionamientos sobre el tema.

Somos un grupo que estamos olvidadas. A veces entre nosotras nos ayudamos con la comida del día si hay trabajo. Yo no cuento con apoyo de mi familia, si acaso una amiga que me ayudaría en caso de no poder pagar la renta, agregó Samantha, quien ejerce en las calles desde hace cinco años.

Las medidas sanitarias las tienen presentes y las aplican con los clientes, por lo que mantienen la sana distancia y procuran tener las manos limpias, recomendaciones que aplican en sus encuentros, aunque la desconfianza se ha apoderado de quienes solían visitarlas a menudo.

La situación cobra relevancia si se toma en consideración que en la capital existen alrededor 7 mil 500 trabajadores y trabajadoras sexuales, según cifras de Brigada Callejera, que ahora enfrenta un reto mayúsculo tanto al acercar apoyo esencial para evitar contagios por Covid-19 entre esta comunidad, como para llevar ayuda económica a grupos vulnerables.

“CORONASUTRA” PARA AMINORAR LOS RIESGOS

Con ilustraciones tomadas del libro del Kamasutra, el “Coronasutra” sugiere aquellas posturas y recomendaciones para aminorar los índices de contagios entre la comunidad de trabajadoras y trabajadores sexuales y sus clientes.

Entre las sugerencias se encuentran: usar gel antibacterial y cubrebocas; aplicar la máxima “sin condón no hay erección”, así como practicar posiciones en las cuales el rostro quede alejado con la debida sana distancia (metro y medio), a fin de reducir contagios, tal como lo dio a conocer Fernando Salcedo, jefe de Regulación Sanitaria, con base en la página de Brigada Callejera.

Las posiciones son muy conocidas por Arlet y Verónica, quienes trabajan cinco horas diarias y ya iban para la séptima, sin un solo cliente. Lo que ellas desconocían es que aquellas posturas forman parte de la campaña del “Coronasutra”, y aunque evitan el contacto cercano con la cara: “Corremos riesgos con las manos y con otras partes del cuerpo que están expuestas, como los ojos, la nariz y la boca”, dijeron.

A sus 25 años, Verónica lleva sólo cuatro meses en el mundo del sexoservicio, y ante la contingencia sabe que tendrá que regresar a casa de su familia: “…si la cosas siguen críticas, porque no han llegado clientes desde el sábado y una sigue comiendo y pagando renta”, añadió nerviosa.

Para mí ha sido complicado pedirles a los clientes que tomen ciertas medidas, porque ya en el momento uno se arriesga con el uso de las manos cuando menos”; y agregó Arlet que “muchos de ellos no siguen las indicaciones sobre el tema del coronavirus

SIN HOTELES NI CASA, UNA NOCHE MÁS

En el caso de las trabajadoras que viven en un hotel, si no pagan por día no entran, por lo cual deben pasar la noche en la calle y la condición de contingencia sólo empeora su situación social, económica y de salud.

A unos pasos de la entrada de un hotel, Marlene arregla su cabello y se acerca sutilmente a los hombres que caminan por la acera. Nadie se para. “He aprendido a ser previsora, porque este medio es traicionero”, dijo y añadió que siempre se previene y paga el mes por adelantado, porque le sale más barato: “si cierran, me quedo sin casa y sin dinero”, explicó molesta.

Nadie depende económicamente de Marlene, pero tampoco tiene a quien recurrir si las cosas empeoran en las siguientes semanas, en sus 16 años en el negocio “nunca había tenido tanta incertidumbre por la escases de trabajo. No sé si la vamos a librar”, dijo.

Dos chicas se acercan a Marlene para llevarle agua para mitigar el incesante calor, ellas también rentan en el hotel y van al día, se ríen de la situación del “Coronasutra”, pero en el fondo dicen tener miedo, “si no nos mata el coronavirus lo hará el hambre porque, sin dinero, no hay nada, menos para nosotras que sacamos lo justo”, dijo una de ellas y se acercó a la avenida para mostrarse ante el escaso paso de vehículos, con la esperanza de que un solo cliente sea su pase para tener techo, una noche más.

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