La casa donde vivía Sofía con sus hijos luce deshabitada. Hace seis meses, mientras preparaban la comida para el bautizo de su hermano, cayó en el patio. Su madre, Julia, primero pensó que era a causa de una pedrada, pero minutos después se percató de una herida en la cabeza, presuntamente una bala perdida.
Ahora Julia está presa en el Cereso número 1 de la ciudad de Durango acusada de omisión de cuidados debido a que las autoridades determinaron que la menor había sido abusada sexualmente.
Únete al canal de El Sol de México en WhatsApp para no perderte la información más importante
“Lo más triste cuando llegué no fue perder mi libertad, fue el tener que dejar a mis hijos y que no pude ver por última vez a mi niña; no pude estar presente mientras la velaban y la sepultaban, no puedo con ese dolor, ni siquiera sé dónde está”, platicó Julia desde el Cereso.
Sofía vivía con sus tíos Carmen, Luis y Juan y la esposa de éste, además de su abuela, sus hermanitos Sergio y Eduardo, y Julia, su madre. en una casa muy pequeña en una calle sin nombre en Nazareno, en Lerdo, Durango, donde no hay patio trasero ni delantero, únicamente un pedazo de tierra seca. Al lado hay un bar y del otro las ruinas de otra cantina donde, cuentan los vecinos, constantemente hay personas que se meten alcoholizadas para consumir drogas o ir al baño.
El sábado 27 de mayo de 2023 hubo una reunión familiar para preparar el bautizo de Eduardo. Cuando se desplomó en la tierra pensaron que otro niño le había lanzado una piedra en la cabeza; tirar objetos era una práctica constante del vecino de la casa de enfrente.
La pequeña vivió rodeada de extrema pobreza.
El sustento de la familia
Nazareno es una villa donde la gente recorre de 24 a 34 kilómetros en camión para ir a trabajar o estudiar a Lerdo, Gómez Palacio o Torreón.
En las casas se nota la pobreza: viviendas de adobe, viejas, sin piso firme, en hacinamiento; pocas oportunidades de empleo tienen sus habitantes y uno de esos casos es el de esta familia.
Julia, mamá de Sofía, trabajaba en un invernadero cuando estaba embarazada de Eduardo. Al paso de los meses la trasladaron al área de empaque por su condición. Casi no convivía con los compañeros de trabajo: era seria y retraída. Algunas compañeras se burlaban de ella por su manera de hablar o por su aspecto, relató una de sus compañeras de la escuela bíblica del pueblo.
Recuerda que Julia y sus hermanos no tuvieron la oportunidad de estudiar. Alguna vez ella confesó que siendo adolescente había sido abusada sexualmente junto con su hermana por una persona mayor que constantemente se encontraba en estado de ebriedad; desde entonces ella mostró esa personalidad reservada.
“No tuvo educación y es de clase muy sencilla, por eso no tenía buena ropa o calzado; pocas veces llevaba comida al trabajo y sentía horrible porque, además, en ese tiempo estaba embarazada. Pasaba muchas horas de pie en la empacadora; durante la hora de comida sólo se apartaba, descansaba un rato, pero seguido se quedaba sin comer, a mí me partía el alma”, comentó la entrevistada.
Siempre que había oportunidad trabajaba horas extra, a veces hasta los domingos, y era realmente poco el tiempo que le quedaba para estar con sus niños. “Era el sustento de la familia, no tenía pareja tampoco; se esforzaba mucho por darles lo posible a sus hijos; me consta que siempre pensaba en ellos y que le importaban mucho, pero no tenía otra opción”.
De pronto cayó
Ese 27 de mayo cuando todos estaban reunidos en el patio de la casa y con los preparativos del festejo que habría el domingo, de un momento a otro Mario, tío de Julia, vio entrar a su hija corriendo a su casa; alterada le pidió alcohol porque Julia se había desmayado. Lo que no sabía era que la pequeña estaba inconsciente en el patio con un impacto de bala en la cabeza.
“La niña ahí andaba con mi señora, ayudándole y ella estaba lavando los trastes ahí a un lado de donde estaban matando el marrano, le pidió un estropajo y cuando llegó para entregárselo, la niña solo cayó al piso”.
De momento no pensaron en un impacto de bala; fueron con la vecina porque su niño acostumbra lanzar piedras a la gente y suponían que era lo que había sucedido.
“Ahí andaba la niña entre todos y detrás de mi esposa porque la seguía mucho y a veces la cuidaba, pero nadie se dio cuenta de nada hasta que de pronto cayó”, relata Mario.
Cuando se dieron cuenta de que no reaccionaba y que tenía una herida más profunda en la cabeza, otro familiar los llevó en su camioneta hasta el Hospital General de Gómez Palacio; minutos después, la niña murió.
Tras la investigación de la Vicefiscalía la casa quedó vacía. La familia se mudó a otro sector de Nazareno. Los dos hermanitos de Sofía quedaron bajo la custodia de Guadalupe, quien iba a ser la madrina del más pequeño.
Dos hijos muertos
Amigos y familiares consideraron que le faltó apoyo a Julia, pues su madre y hermanos no trabajaban. “Ella necesitaba ese apoyo, ya había sucedido una desgracia antes de esto y por lo mismo, porque cuando ella tenía que salir a trabajar, no podían apoyarla estando al pendiente de sus hijos”, dijo Mario.
Y es que cuando la familia vivía en otro sector, cerca de la noria de aquella comunidad, la primera hija de Julia, quien realmente era la mayor, murió por ahogamiento. “No era la primera vez, primero sucedió eso en la noria y ahora con Sofía. Ella se partía el lomo por todos para que estuvieran bien, lo mínimo que merecía era ese apoyo de tener a sus niños bien atendidos, bañaditos, limpios, que les dieran bien de comer”.
Vecinos aseguran que Julia no recibía apoyo de sus padres; la madre constantemente se enfermaba o estaba en cama; el padre, según familiares y conocidos, pasaba la semana en la ciudad de Torreón por cuestiones de trabajo y los fines de semana regresaba a Nazareno. Él vivía en un cuarto en la casa de su hermana, estaba separado de la madre de la joven y sólo en ocasiones se veían; tenían poco tiempo intentando retomar su relación, pero con la distancia se complicaba.
Compañeros y vecinos coinciden en que Julia es una persona responsable, trabajadora y noble, que sí tenía interés por sus hijos, sobre todo amor; después del trabajo, ponía en primer lugar a los pequeños por lo que no realizaba otras actividades, no salía y se dedicaba a atenderlos.
“Quien la conocía realmente somos nosotros, ella sólo quería el bien de sus hijos, era buena con ellos y era capaz de estar sin comer con tal de darles a ellos; los quería mucho y su único delito fue tener que ser padre y madre, trabajar para sostener a toda la familia; ella no tendría que estar en ese lugar”, aseguró una de sus primas.
Los padres de los hijos de Julia también están ausentes. Únicamente el del mayor se está encargando actualmente de los gastos de educación, por lo que tampoco contó con apoyo de pareja o de los progenitores de sus otros hijos.
“Julia estaba enferma de anemia, pero aguantaba y no decía nada, todo porque no se alimentaba bien, a veces no comía porque prefería que lo hicieran sus hijos y a veces no completaba el gasto”, agrega la prima.
La protección de los menores
Por Sofía no se pudo hacer más, las autoridades tomaron acción en el caso de sus dos hermanos, Sergio (siete años) y Eduardo (un año), para poder situarlos en un lugar y entorno adecuados para su sano desarrollo y seguridad, a fin de restituir los derechos que por ley les corresponden.
Se actuó de forma inmediata por la situación, luego de que la necropsia tuviera como resultado la exposición de un abuso sexual, informó Laura Meraz Martínez, delegada de la Procuraduría de Protección a Niños, Niñas, Adolescentes y Adultos Mayores del DIF Lerdo.
“Era un factor de alto riesgo para los otros menores; además de la omisión de cuidados dentro del núcleo familiar, por lo que se fue determinando que fuera una persona de familia significativa quien tuviera la responsabilidad de hacerse cargo de ellos”, es decir, personas cercanas que hayan convivido con ellos y tengan cierta relación afectiva o de confianza, como padrinos, vecinos o amigos.
Esta dependencia trabaja en coordinación directa con la Vicefiscalía, ministerios públicos, Centro de Justicia, jueces especializados y jueces en materia familiar, con la finalidad de brindar la protección a los más vulnerables y garantizarles el derecho a una vida libre de violencia en sus diferentes manifestaciones, así como a vivir en un entorno adecuado, tener cubiertas sus garantías como salud, educación o bien otorgar medidas de protección urgentes y especiales.
“Si se requiere ubicar al menor, como lo fue en este caso, tiene que buscarse un lugar en donde la situación y condiciones sean visibles para su estancia. Apartarlo del lugar o familia donde esté siendo violentado o vulnerado en ocasiones es prioritario y urgente”, comentó.
Fue necesario realizar investigaciones, visitas, recabar información, entrevistas, observación, buscar a la familia extensa o ampliada; también revisar si hay familia significativa. “Hay que garantizarles ese derecho al bienestar integral; en casos como éste, si hay otros menores es muy importante, porque si uno es violentado probablemente los demás también lo sufren y se debe proteger a todos”.
Para situar a los menores se toma en cuenta que haya un interés, que realmente lo quieran tener; la higiene es importante y se supervisa; además, la valoración psicológica, pruebas toxicológicas y la misma actitud de la gente, entonces se investiga con vecinos y círculo cercano cómo son, si tienen hijos y cómo son con ellos.
Guadalupe es amiga cercana de Julia y fue elegida para atenderlos, por lo que viven en su casa y, a su vez, se apoya con una vecina durante el tiempo que tiene que trabajar. “Los niños están muy bien, el mayorcito está en segundo grado, va a la escuela por las mañanas para que yo lo pueda llevar y recoger junto con mis hijos, no ha perdido clases y se encuentra estable igual que su hermano pequeño”, comenta Jazmín, vecina que apoya a Guadalupe mientras trabaja.
Velan por su bienestar
Julia le pidió a Guadalupe no dejar que su familia (su mamá y hermanas) se lleve a los niños: “Fueron órdenes de ella y si quieren verlos tiene que ser aquí, pero no se han interesado en verlos, ni siquiera me dieron su ropita, así me los entregaron y no volvieron a buscarlos ni hablan para preguntar cómo están; tampoco han visto a Julia ni preguntan por ella”.
Guadalupe le insistía con frecuencia a Julia en que se fuera a vivir a su casa con los niños, pero sentía compromiso con su familia; la veía sufrir y notaba que los niños eran introvertidos y no hablaban, lo cual le parecía fuera de lo normal.
“Yo desde que los conocí no hablaban y ahora Sergio habla más porque cuando llegó aquí no le entendía; ahora hasta se ven más contentos, tranquilos. A Sofía yo nunca le oí una palabra y siempre que había gente se escondía detrás de las piernas de Julia, tenía miedo de la gente, eso se notaba”.
Semanas antes de lo ocurrido, Julia quería llevarlos con un psicólogo, pero era complicado por su situación económica y laboral; pensaban acudir al DIF, pero al poco tiempo sucedió la tragedia en la que perdieron a la pequeña.
“Cuando recién pasó todo y se vinieron conmigo yo le decía a Sergio ‘ve con tu abuelita’ y él me decía ‘no quiero, es que ella me pega’”, dicho que el mismo pequeño corroboró durante la entrevista. Declaró que no le gusta visitarla porque cuando vivía con ella siempre lo golpeaba y le daba de comer hasta muy tarde.
Sin mayor información
“Nosotros nos sentimos mal porque no hemos podido ayudar a Julia; no somos familia pero sí somos las únicas personas que estamos interesadas en ella, que la hemos visitado y estado al pendiente”, mencionó Guadalupe.
Ella viaja constantemente a Durango, en un camión que sale el último domingo de cada mes de manera gratuita. Ha llevado a los niños para que la vean porque ellos la extrañan, la quieren mucho y preguntan por ella; en ocasiones le permiten hacer llamadas y se comunica con ellos, aseguró.
“Honestamente yo la veo hasta más tranquila, como liberada, como si se hubiera quitado un peso de encima, aunque dolida por la pérdida de su hija y por no estar cerca de los niños”.
Guadalupe y su marido, Leobardo, quieren ayudar a Julia. “En verdad queremos hacer algo porque nos parece injusto, a ella la acusaron los mismos familiares cuando ella siempre vio por ellos y los apoyó en todo; queremos que un abogado revise el caso”, dice el matrimonio.
Por su parte, el Vicefiscal de la región Laguna I, Francisco Ángeles Zapata, dijo que en este caso se determinó omisión de cuidados debido a que no se actuó para evitar situaciones de riesgo o para proteger a los menores, sobre todo a la víctima, y por ello se considera responsable a la madre.
Destaca que se investigó el entorno familiar y el domicilio tras ver la situación en la que falleció la menor y, sobre todo, al determinarse que fue víctima de abuso sexual y la madre no actúo al respecto, lo cual se puede considerar incluso como encubrimiento.
Sin embargo, no se brindó información sobre los resultados de la necropsia ni el estatus legal que actualmente tienen los detenidos por este caso: la madre de Sofía, Julia por omisión de cuidados y posible encubrimiento; y dos tíos de la menor, Juan por violación, y Luis por presuntamente haber disparado el arma homicida.
Tampoco se han proporcionado detalles sobre las investigaciones en la casa y con la familia a las cuáles se refirió, y por las que la autoridad determinó que la madre tenía responsabilidad.
Habla desde la prisión
Julia vive en depresión, la ansiedad se ha hecho presente ante el temor de perder a sus hijos o continuar privada de su libertad por mucho tiempo. Vive tranquila, la han tratado bien e incluso hizo amigas que le brindan apoyo y cariño.
Dentro del penal descubrió el gusto por el boxeo y está haciendo de esta práctica un hábito.
“Aquí todo está bien, no me va mal, pero sí hay días que lloro mucho o solo quiero estar dormida, las muchachas me ayudan y me impulsan a levantarme y sentirme mejor; son buenas conmigo aunque también hay algunas que no tanto o que me han juzgado muy duro sin saber la verdad o lo que yo siento”, dice Julia en exclusiva desde prisión.
En algún momento perdió las ganas de vivir; pensar en sus hijos la hizo encontrar la fuerza para continuar y no perder la fe.
“En verdad esto no se lo deseo a nadie, perder a un hijo es algo que a nadie le debería de pasar, es un dolor que nunca se va a ir”.
A Julia le duele no tener fotos impresas de sus hijos, recuerda las simpáticas ‘selfies’ que a Sofía le gustaba tomarse; se fueron en el celular que Julia tuvo que entregar al ser detenida.
Asegura que es inocente y sus hijos siempre fueron para ella la razón de vivir: “Sería incapaz de hacerles daño o permitir que alguien más lo hiciera, simplemente confié en que estaban con mi familia y los cuidarían”.
No siente rencor ni odio, pero fue difícil enfrentar a sus padres después de lo sucedido; nunca sintió apoyo o cariño de su parte porque fueron los abuelos paternos quienes la criaron y al perderlos comenzó a sentirse realmente sola.
Sus padres estaban separados, desde su infancia lidió con la frialdad e indiferencia de su madre y el alcoholismo de su padre; era complicado ser madre autónoma con tres hijos, trabajadora y sin una red de apoyo.
Hace 8 años se separó de su esposo y se prometió no necesitar a nadie para sobrevivir o darles lo necesario a sus hijos; siempre soñó una vida mejor y que hoy Sergio esté estudiando, le da esperanza de cumplirlo. Sofía iba a entrar a primaria el próximo año, quería que los tres tuvieran las oportunidades que ella no tuvo.
Pero Sofía ya no tuvo oportunidad de nada y aunque Julia no sabe realmente qué sucedió, no siente culpa y está segura que todo lo hizo con la intención de que nada les faltara y siempre trató de protegerlos.
De sus hermanos que también fueron vinculados a proceso por la muerte y violación de la niña no sabe nada; ambos siguen presos, pero a Julia lo que suceda con ellos le es indiferente.
“Yo no quiero saber, ni quiero que me digan nada; jamás los voy a perdonar porque se metieron con lo más importante, mi niña… y no es justo”.
Siempre tuvo diferencias con sus hermanos, sobre todo porque no trabajaban mientras ella era el sostén de la familia: “Yo llevaba siempre la comida para que no faltará en la casa, pero ellos se sentaban a comer quitándoles a mis hijos y hasta los dulces les quitaban y esa era mi molestia”.
Peleaban con frecuencia, les exigía buscar empleo, apoyar con los gastos y sabía que esto hacía crecer el coraje hacia ella: “Sí me decían que estaban hartos de mí y me pongo a pensar si en verdad ellos le hicieron esto a mi hija para desquitarse de mí, pero si tenían algo en mi contra no tenían porque hacer eso ni llegar a tanto. No sé la verdad si son culpables, pero si es así, no los perdonaré nunca”.
Con frecuencia se cuestiona si debió pasar más tiempo con sus hijos; muchas veces lo pensó y se sentía culpable por tener que dejarlos incluso estando enfermos, pero no podía dejar de trabajar.
“Yo sin mis hijos no soy nada y quienes me conocen saben que siempre me he desvivido por ellos, por eso trabajaba tanto; cómo íbamos a salir adelante sin trabajo y sin dinero”, expresa mientras los ojos se le llenan de lágrimas.
Estos cinco meses que lleva presa le han devuelto a Julia la capacidad de soñar y comienza a hacer planes para el futuro; empezar de cero para crear una nueva vida y no pierde la esperanza de lograrlo.
“Quiero salir e irme a vivir con mi amiga Lupe, ella es una hermana que la vida me dio, en verdad personas como ella y su marido no son fáciles de encontrar; estaré eternamente agradecida por lo que hacen por mí y mis niños, sobre todo porque los aman tanto como yo”.
Tener una casa para ella y sus hijos, un negocio con el cual empezar a trabajar sin estar lejos de ellos e incluso estudiar para crecer como persona, son las metas que Julia tiene en este momento y que espera lograr con el apoyo de su nueva familia: “Mi amiga y su esposo me dijeron que me van a apoyar para tener un lugar donde empezar a trabajar y empezar de cero cuando salga de aquí”.
El primer deseo que quiere cumplir el día que pueda salir es visitar a Sofía; cada día al llegar del trabajo le llevaba una coca y un pan dulce, si no lo llevaba la pequeña lo pedía. Hace días que sueña con su hija, se acerca a ella para pedirle que le cumpla su antojo de siempre.
“Ya van varios días que la sueño y sólo me pide eso, porque ese día ya no llegué a despedirla; así que lo primero que haré el día que yo pueda salir de aquí, será ir a donde está sepultada mi niña para llevarle su coca y su pan y así pueda descansar en paz”.
Los más vulnerables
De acuerdo con las estadísticas, en la Procuraduría de Protección a Niños, Niñas, Adolescentes y Adultos Mayores del DIF Lerdo se reciben cada semana de 20 a 25 reportes de menores en situación de vulnerabilidad.
El primer lugar de incidencia es la omisión de cuidados, seguido de la violencia familiar, abuso sexual y violación. Del total de casos, en promedio 8 son abuso sexual y 2 o 3 violación, pero es variable.
Durante la pandemia aumentó a 35 casos por semana y la incidencia era en primer lugar el abuso sexual, seguido de violación, violencia y omisión de cuidados.
Todos los reportes son anónimos y se suben a la base de datos. Se atienden con un grupo multidisciplinario que acude a campo a verificar la información; realiza entrevistas a la familia, a las personas cercanas y vecinos; se hace observación, y se revisa a los niños para saber si hay lesiones o cualquier situación evidente. Posteriormente se da acompañamiento y seguimiento a todos los casos.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
Laura Meraz Martínez, delegada de la Procuraduría de Protección a Niños, Niñas, Adolescentes y Adultos Mayores, afirma que es importante trabajar en la prevención, la creación de políticas públicas para la integración de la familia y la reestructuración del tejido social para lograr que las familias estén sanas.
“No se puede trabajar sólo en los menores si no se trabaja en la mujer y también en mejorar con los hombres para poder tener familias más armónicas y evitar este daño a la sociedad”, concluye.