/ domingo 11 de agosto de 2019

En Michoacán, estrategia de seguridad fallida y el terror es el que gobierna: CCM

El Centro Católico Multimedia, advirtió sobre el aumento de la violencia que se ha disparado en más del 170 por ciento

La matanza de 19 personas que fueron torturadas y despedazadas en Uruapan es “un desafío” a la actual administración que, dice, pronto bajará las cifras de la violencia, consideró el Centro Católico Multimedial al indicar que en Michoacán la estrategia de seguridad es fallida y el terror es el que gobierna.

Esa masacre de Uruapan muestra cómo el poder del Estado se encuentra bajo franco desafío de quienes ostentan los métodos más sanguinarios que imprimen terror y miedo para demostrar quiénes son los que mandan realmente.

Lo sucedido en Uruapan no debe pasar simplemente como lío entre grupos delincuenciales. Muestra cómo hay una tremenda descomposición que prosigue en el país de la Cuarta Transformación que puso fin a la guerra contra cárteles.

La denigración de la vida es manifiesta y no importa cómo, pero el dolor y la bajeza deben causar el máximo horror para apabullar a las fuerzas que deben dar paz, confianza y seguridad a la ciudadanía que está de rodillas.

En su editorial, “Michoacán, estrategia fallida”, el CCM destacó que los cuerpos colgados y destazados eran como las de una historia surrealista de lo más inverosímil que conmovió a la sociedad michoacana.

Y recordó que por horas, Uruapan vivió en una nueva escalada de violencia en la entrada de la tierra caliente, zona inestable y asolada por ser el botín de la lucha cruel entre cárteles del crimen organizado.

Las autoridades pretendían justificar que la masacre era resultado de una “disputa histórica” entre células del crimen. Esas palabras del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México querían amainar el azote de la persistente crisis de seguridad que agobia regiones del país a pesar del despliegue de 70 mil elementos de la Guardia Nacional en 150 zonas del territorio cubriendo prácticamente a 30 entidades federativas.

En seis meses, la violencia se ha disparado en más del 170 por ciento y la Guardia Nacional fue desplegada el 2 de julio, pero la paz no llegó junto con el cuerpo de seguridad de la 4T y al menos 25 personas más han sido asesinadas en el mes de la llegada de la GN a esa ciudad de Michoacán, incluso el comisionado estatal de los Derechos Humanos del Estado afirmaría que las autoridades están fallando en la tarea del restablecimiento de la seguridad.

Michoacán fue escenario del inicio de la guerra de Felipe Calderón y a la cual puso fin el presidente de la República; sin embargo, persisten las masacres, asesinatos, robos, cuerpos embolsados, desmembrados, ataques a civiles, a servidores públicos y políticos.

Más alarmas fueron encendidas cuando el Gobernador del Estado, al inicio de la Segunda Fase de la Estrategia de Seguridad en junio pasado, dijo que alcaldes estarían coludidos con el crimen y muchos otros munícipes mostrarían resistencias para invertir en estrategias de seguridad. Nuevamente aparece la corrupción. Uruapan parece ser el caso.

La urgencia del fin de la violencia no es reclamo exclusivo de organizaciones civiles. El arzobispo de Morelia ha reiterado que la construcción de la paz debe ser tarea de la sociedad. En junio pasado, durante su conferencia de prensa, el prelado parecía adelantar un clamor como velado vaticinio que advertía de la masacre del 8 de agosto: No queremos más sangre, no más muertes, no queremos más dolor ni más vergüenza.

La matanza de 19 personas que fueron torturadas y despedazadas en Uruapan es “un desafío” a la actual administración que, dice, pronto bajará las cifras de la violencia, consideró el Centro Católico Multimedial al indicar que en Michoacán la estrategia de seguridad es fallida y el terror es el que gobierna.

Esa masacre de Uruapan muestra cómo el poder del Estado se encuentra bajo franco desafío de quienes ostentan los métodos más sanguinarios que imprimen terror y miedo para demostrar quiénes son los que mandan realmente.

Lo sucedido en Uruapan no debe pasar simplemente como lío entre grupos delincuenciales. Muestra cómo hay una tremenda descomposición que prosigue en el país de la Cuarta Transformación que puso fin a la guerra contra cárteles.

La denigración de la vida es manifiesta y no importa cómo, pero el dolor y la bajeza deben causar el máximo horror para apabullar a las fuerzas que deben dar paz, confianza y seguridad a la ciudadanía que está de rodillas.

En su editorial, “Michoacán, estrategia fallida”, el CCM destacó que los cuerpos colgados y destazados eran como las de una historia surrealista de lo más inverosímil que conmovió a la sociedad michoacana.

Y recordó que por horas, Uruapan vivió en una nueva escalada de violencia en la entrada de la tierra caliente, zona inestable y asolada por ser el botín de la lucha cruel entre cárteles del crimen organizado.

Las autoridades pretendían justificar que la masacre era resultado de una “disputa histórica” entre células del crimen. Esas palabras del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México querían amainar el azote de la persistente crisis de seguridad que agobia regiones del país a pesar del despliegue de 70 mil elementos de la Guardia Nacional en 150 zonas del territorio cubriendo prácticamente a 30 entidades federativas.

En seis meses, la violencia se ha disparado en más del 170 por ciento y la Guardia Nacional fue desplegada el 2 de julio, pero la paz no llegó junto con el cuerpo de seguridad de la 4T y al menos 25 personas más han sido asesinadas en el mes de la llegada de la GN a esa ciudad de Michoacán, incluso el comisionado estatal de los Derechos Humanos del Estado afirmaría que las autoridades están fallando en la tarea del restablecimiento de la seguridad.

Michoacán fue escenario del inicio de la guerra de Felipe Calderón y a la cual puso fin el presidente de la República; sin embargo, persisten las masacres, asesinatos, robos, cuerpos embolsados, desmembrados, ataques a civiles, a servidores públicos y políticos.

Más alarmas fueron encendidas cuando el Gobernador del Estado, al inicio de la Segunda Fase de la Estrategia de Seguridad en junio pasado, dijo que alcaldes estarían coludidos con el crimen y muchos otros munícipes mostrarían resistencias para invertir en estrategias de seguridad. Nuevamente aparece la corrupción. Uruapan parece ser el caso.

La urgencia del fin de la violencia no es reclamo exclusivo de organizaciones civiles. El arzobispo de Morelia ha reiterado que la construcción de la paz debe ser tarea de la sociedad. En junio pasado, durante su conferencia de prensa, el prelado parecía adelantar un clamor como velado vaticinio que advertía de la masacre del 8 de agosto: No queremos más sangre, no más muertes, no queremos más dolor ni más vergüenza.

Policiaca

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