/ domingo 11 de julio de 2021

Asesinatos de curas son en represalia por resultar incomodos a los poderosos: CCM

El Centro Católico Multimedial alertó que el sacerdocio pasa por la dura prueba de fuego cuando sus ministros actúan como agentes de intermediación ante autoridades y criminales para salvar la vida de los demás

Los asesinatos de sacerdotes no obedecen a una persecución por odio a la fe. Más bien, el sacerdocio, como factor de estabilidad social, resulta incómodo a los poderosos del mundo, señaló el Centro Católico Multimedial.

Como otros grupos o sectores sociales, el de los ministros católicos ha sido tocado por el flagelo de la violencia. El sexenio 2012-2018 lamentó 26 sacerdotes asesinados y en el presente período de gobierno hay 3 asesinatos equivalentes al número registrado en el período de Ernesto Zedillo.

En su editorial ¿neopersecución? Manifestó que a la fecha, la situación es complicada especialmente cuando se constata el vacío de autoridad y la ausencia de gobierno. Este crisol del sacerdocio en México pasa por la dura prueba de fuego cuando ahora sus ministros actúan como agentes de intermediación ante autoridades y criminales para salvar la vida de los demás.

El organismo católico lanzó a las redes sociales el documental “Tragedia y crisol del sacerdocio en México”, este 11 de julio, un documental estrenado hace dos años en 2019 y que SIPCA TV difundió en Centro y Sudamérica.

El documental es fruto del libro homónimo del CCM que el Papa Francisco recibió el 26 de mayo de 2018. Reúne la investigación de más de una década en torno a los lamentables asesinatos perpetrados contra sacerdotes católicos y agentes de evangelización.

A esto se suma la comisión de delitos y ataques contra templos y lugares de culto. Desde felonías comunes como robos a feligreses, el robo de arte sacro que afecta al patrimonio nacional y hasta situaciones extremas como tiroteos a las afueras de parroquias o asesinatos consumados en atrios.

El incremento es señal de que la violencia llega a niveles inauditos en lugares que eran respetados y gozaban de cierta inmunidad moral, ahora simplemente son allanados por delincuentes y, en casos extremos, son presa y botín del crimen organizado.

En días recientes, el municipio de Aguililla de la diócesis de Apatzingán fue punto que concentró la atención del mundo cuando el nuncio Franco Coppola y el obispo Cristóbal Ascencio llevaron una palabra de paz y esperanza a los habitantes.

A pesar de estas señales, la situación continúa siendo particularmente preocupante. Los fieles de la parroquia del padre Gilberto Vergara han utilizado las armas de la fe para lograr una urgente reconciliación de la región asolada y devastada por el crimen organizado. De no intervenir la Iglesia, quizá las circunstancias serían más lamentables.

Y en otras zonas del país que parecen tierra de nadie, los obispos han apuntado cómo el crimen organizado se ha hecho de las riendas sociales e incluso económicas.

En la diócesis de Cuernavaca, el obispo Ramón Castro Castro, quien cumplió ochos años de su llegada a esa Iglesia, ha denunciado constantemente las condiciones de violencia del Estado, el pago de derecho de piso y la zozobra de la población. Castro Castro no ha cesado en su lucha y, aún a pesar de la pandemia, camina por la paz como el único remedio de resistencia para estabilizar al Estado de Morelos.

Otro caso es el de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa. Mons. Salvador Rangel Mendoza, quien ha cumplido 75 años, es de los prelados mexicanos que se han metido en la cueva del lobo.

Después de las elecciones intermedias, ha denunciado el peligro de una narcoelección y ahora es intermediario en las negociaciones para la liberación de cinco secuestrados en Guerrero. Ante el vacío del poder, los sacerdotes y el obispo de Chilpancingo-Chilapa son factor para conseguir cierta estabilidad ante la ausencia de autoridad.

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Aun cuando han pasado dos años de su estreno y ahora llega para su libre difusión, “Tragedia y Crisol del sacerdocio en México” mantiene su vigencia advirtiendo de esta frágil situación, de la descomposición de nuestro país a pesar de la política de los abrazos, no balazos, del fracaso de la promesa de campaña de devolver a México la paz y de la desmilitarización de la seguridad pública.

Sin embargo, Omar Sotelo Aguilar, sacerdote paulino y productor del documental, lanza un concepto controvertido que podría definir a esta investigación del Centro Católico Multimedial.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

Los asesinatos de sacerdotes no obedecen a una persecución por odio a la fe. Más bien, el sacerdocio, como factor de estabilidad social, resulta incómodo a los poderosos del mundo, señaló el Centro Católico Multimedial.

Como otros grupos o sectores sociales, el de los ministros católicos ha sido tocado por el flagelo de la violencia. El sexenio 2012-2018 lamentó 26 sacerdotes asesinados y en el presente período de gobierno hay 3 asesinatos equivalentes al número registrado en el período de Ernesto Zedillo.

En su editorial ¿neopersecución? Manifestó que a la fecha, la situación es complicada especialmente cuando se constata el vacío de autoridad y la ausencia de gobierno. Este crisol del sacerdocio en México pasa por la dura prueba de fuego cuando ahora sus ministros actúan como agentes de intermediación ante autoridades y criminales para salvar la vida de los demás.

El organismo católico lanzó a las redes sociales el documental “Tragedia y crisol del sacerdocio en México”, este 11 de julio, un documental estrenado hace dos años en 2019 y que SIPCA TV difundió en Centro y Sudamérica.

El documental es fruto del libro homónimo del CCM que el Papa Francisco recibió el 26 de mayo de 2018. Reúne la investigación de más de una década en torno a los lamentables asesinatos perpetrados contra sacerdotes católicos y agentes de evangelización.

A esto se suma la comisión de delitos y ataques contra templos y lugares de culto. Desde felonías comunes como robos a feligreses, el robo de arte sacro que afecta al patrimonio nacional y hasta situaciones extremas como tiroteos a las afueras de parroquias o asesinatos consumados en atrios.

El incremento es señal de que la violencia llega a niveles inauditos en lugares que eran respetados y gozaban de cierta inmunidad moral, ahora simplemente son allanados por delincuentes y, en casos extremos, son presa y botín del crimen organizado.

En días recientes, el municipio de Aguililla de la diócesis de Apatzingán fue punto que concentró la atención del mundo cuando el nuncio Franco Coppola y el obispo Cristóbal Ascencio llevaron una palabra de paz y esperanza a los habitantes.

A pesar de estas señales, la situación continúa siendo particularmente preocupante. Los fieles de la parroquia del padre Gilberto Vergara han utilizado las armas de la fe para lograr una urgente reconciliación de la región asolada y devastada por el crimen organizado. De no intervenir la Iglesia, quizá las circunstancias serían más lamentables.

Y en otras zonas del país que parecen tierra de nadie, los obispos han apuntado cómo el crimen organizado se ha hecho de las riendas sociales e incluso económicas.

En la diócesis de Cuernavaca, el obispo Ramón Castro Castro, quien cumplió ochos años de su llegada a esa Iglesia, ha denunciado constantemente las condiciones de violencia del Estado, el pago de derecho de piso y la zozobra de la población. Castro Castro no ha cesado en su lucha y, aún a pesar de la pandemia, camina por la paz como el único remedio de resistencia para estabilizar al Estado de Morelos.

Otro caso es el de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa. Mons. Salvador Rangel Mendoza, quien ha cumplido 75 años, es de los prelados mexicanos que se han metido en la cueva del lobo.

Después de las elecciones intermedias, ha denunciado el peligro de una narcoelección y ahora es intermediario en las negociaciones para la liberación de cinco secuestrados en Guerrero. Ante el vacío del poder, los sacerdotes y el obispo de Chilpancingo-Chilapa son factor para conseguir cierta estabilidad ante la ausencia de autoridad.

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Aun cuando han pasado dos años de su estreno y ahora llega para su libre difusión, “Tragedia y Crisol del sacerdocio en México” mantiene su vigencia advirtiendo de esta frágil situación, de la descomposición de nuestro país a pesar de la política de los abrazos, no balazos, del fracaso de la promesa de campaña de devolver a México la paz y de la desmilitarización de la seguridad pública.

Sin embargo, Omar Sotelo Aguilar, sacerdote paulino y productor del documental, lanza un concepto controvertido que podría definir a esta investigación del Centro Católico Multimedial.

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